No es sino hasta el siglo III que tenemos noticias sobre la fecha del nacimiento de Jesús. Los primeros testimonios de Padres y escritores eclesiásticos señalan diversas fechas al respecto. El primer testimonio indirecto que se tiene de la natividad en el 25 de diciembre lo ofrece Sexto Julio Africano en el año 221. La primera referencia directa de su celebración es la del calendario litúrgico filocaliano del año 354 (MGH, IX,I, 13-196): VIII kal. Ian. natus Christus in Betleem Iudeae (“el 25 de diciembre nació Cristo en Belén de Judea”).
Ciertamente que, aunque la fecha del nacimiento de nuestro Salvador no es un dogma de fe de la Iglesia, o sea algo que «debemos de creer» los católicos, a partir del siglo IV los testimonios de este día como fecha del nacimiento de Cristo son comunes en la tradición occidental, mientras que en la oriental prevalece la fecha del 6 de enero. Aunque el año con exactitud no se sabe, es seguro que vino al mundo entre finales del reinado de Herodes el Grande, rey de Judea, y la muerte de éste, acaecida en lo que hoy designamos el año 4 a.C.
Una explicación muy convincente que se tiene, por parte de los estudiosos en la Iglesia, hace depender la fecha del nacimiento de Cristo de la fecha de su encarnación, que a su vez se relacionaba con la fecha de su muerte. En un tratado anónimo sobre solsticios y equinoccios se afirma que «nuestro Señor fue concebido el 8 de las kalendas de Abril en el mes de marzo (25 de marzo), que es el día de la pasión del Señor y de su concepción, pues fue concebido el mismo día que murió» (B. Botte, Les Origenes de la Noël et de l´Epiphanie, Louvain 1932, l. 230-33). El Papa Benedicto XVI afirmó: «Lo más decisivo fue la relación existente entre la creación y la cruz, entre la creación y la concepción de Cristo» (J. Ratzinger, El espíritu de la liturgia, 131). En la tradición oriental, apoyándose en otro calendario, la pasión y la encarnación del Señor se celebraban el 6 de abril, fecha que concuerda con la celebración de la Navidad el 6 de enero. Pero hay que recordar que la Navidad no es la celebración de una fecha, sino de un hecho, el nacimiento del Mesías Salvador.
Algunos comentan, por diversos tratados de historia, que el 25 de diciembre era celebrado por los romanos como parte del Natalis Invicti (el cumpleaños del invicto) romano que se llevaba a cabo en medio de un festival genérico dedicado al sol. El día 25, según se ha llegado a constatar, tenía gran importancia para los romanos y tenía ese marcado carácter solar. Se dice que cuando el emperador Constantino se convirtió al Cristianismo en el siglo IV, uno de los principales retos que afrontó, al haberse dejado cautivar por Cristo, fue la tarea de colaborar en la conversión de una sociedad llena de paganos. De allí fue que se tomó la decisión de celebrar el nacimiento de Jesús en una fecha que ya era sagrada para las antiguas tradiciones. resulta interesante saber que la opción del 25 de diciembre es el resultado de los intentos realizados por los primeros cristianos para averiguar la fecha de nacimiento de Jesús, basándose en cálculos de calendario que nada tenían que ver con los festivales paganos.
Estudiando más profundamente el tema, se sabe que el festival pagano del "Nacimiento del Sol Invicto", instituido por el emperador romano Aureliano el 25 de diciembre de 274, fue casi con toda certeza un intento de crear la alternativa pagana a una fecha que ya gozaba de cierta importancia para los cristianos romanos. Así pues, "los orígenes paganos de la Navidad" son un mito sin fundamento histórico. Los primeros acercamientos a la celebración del 25 de diciembre aparecen en los escritos de San Cipriano de Cartago, (De pasch. Comp., XIX): «¡Oh, qué maravillosamente actuó la Providencia, que en el día en el que nació el Sol… Cristo debía nacer».
Estudiando más profundamente el tema, se sabe que el festival pagano del "Nacimiento del Sol Invicto", instituido por el emperador romano Aureliano el 25 de diciembre de 274, fue casi con toda certeza un intento de crear la alternativa pagana a una fecha que ya gozaba de cierta importancia para los cristianos romanos. Así pues, "los orígenes paganos de la Navidad" son un mito sin fundamento histórico. Los primeros acercamientos a la celebración del 25 de diciembre aparecen en los escritos de San Cipriano de Cartago, (De pasch. Comp., XIX): «¡Oh, qué maravillosamente actuó la Providencia, que en el día en el que nació el Sol… Cristo debía nacer».
Como todo hecho neotestamentario, la Navidad tiene precedencia bíblica. Inclusive, el día 25 de Diciembre ya era celebrado en la Antigua Alianza.
En 1 Macabeos 4, 52-53 leemos: «El día veinticinco del noveno mes, llamado Quisleu, del año ciento cuarenta y ocho, se levantaron al despuntar el alba y ofrecieron un sacrificio conforme a la Ley, sobre el nuevo altar de los holocaustos que habían erigido». Obviamente los no católicos y no cristianos, no incluyen este libro en su canon, porque no lo consideran libro de inspiración divina, pero no pueden negar su valor histórico. Judas Macabeo y sus hermanos ordenaron a los sacerdotes que purificaran el santuario y echaran fuera el altar profanado. En su lugar se edificó un nuevo altar y en la madrugada del 25 de Quisleu, correspondiente a nuestro mes de diciembre, fue consagrado. La fachada del templo fue adornada, se encendieron luces y fue grande la alegría en el pueblo.
Como lo importante para nosotros, como católicos, es el significado del día, todo lo anterior nos invita a profundizar en que debemos ser conscientes de que hubo un día en el que Dios encarnado llegó a nuestras vidas, las cuales deben estar listas para fructificar bajo su luz («Yo soy la luz del mundo» dijo Jesús en Jn 8, 12). Como dijo san Juan Pablo II: «Jesús nace para la humanidad que busca libertad y paz; nace para todo hombre oprimido por el pecado, necesitado de salvación y sediento de esperanza.»
La Sagrada Escritura consigna lo más sobresaliente del hecho de la Navidad en diversos pasajes:
1) El nacimiento (Mt 1,25; LC 2,1-7)
2) La visita de los pastores esa misma noche (Lucas 2,8-17).
3) La circuncisión a los ocho días de nacido (Lucas 2,21).
4) La presentación en el templo a los cuarenta días (Lc 2,22-38).
5) La visita de los magos de oriente (Mt 2,1-12).
6) La huida a Egipto (Mt 2,13-15).
7) La persecución de los santos inocentes (Mt 2,19-23).
El Catecismo de la Iglesia Católica, hablando de la Navidad nos dice:
525 Jesús nació en la humildad de un establo, de una familia pobre (cf. Lc 2, 6-7); unos sencillos pastores son los primeros testigos del acontecimiento. En esta pobreza se manifiesta la gloria del cielo (cf. Lc 2, 8-20). La Iglesia no se cansa de cantar la gloria de esta noche: «Hoy la Virgen da a luz al Transcendente. Y la tierra ofrece una cueva al Inaccesible. Los ángeles y los pastores le alaban. Los magos caminan con la estrella: Porque ha nacido por nosotros, Niño pequeñito el Dios eterno» (San Romano Melodo, Kontakion, 10)
526 "Hacerse niño" con relación a Dios es la condición para entrar en el Reino (cf. Mt 18, 3-4); para eso es necesario abajarse (cf. Mt 23, 12), hacerse pequeño; más todavía: es necesario "nacer de lo alto" (Jn 3,7), "nacer de Dios" (Jn 1, 13) para "hacerse hijos de Dios" (Jn 1, 12). El misterio de Navidad se realiza en nosotros cuando Cristo "toma forma" en nosotros (Ga 4, 19). Navidad es el misterio de este "admirable intercambio": «¡Oh admirable intercambio! El Creador del género humano, tomando cuerpo y alma, nace de la Virgen y, hecho hombre sin concurso de varón, nos da parte en su divinidad» (Solemnidad de la Santísima Virgen María, Madre de Dios, Antífona de I y II Vísperas: Liturgia de las Horas).
Los católicos nos alegramos y celebramos el hecho de Aquel que no cabe en el universo quiso nacer de una virgen en este pequeño planeta del inmenso universo para reconciliar al hombre con su Creador. A pesar del trasfondo tan complicado de muchas tradiciones de diciembre que se entremezclan, y de si Jesús nació realmente el 25 de diciembre o no, nuestro objetivo, como hombres y mujeres de fe, es fijar los ojos de todos los hombres al verdadero Creador y Cristo de la Navidad. La luz del mundo ha venido a nosotros para que seamos luz de un mundo que aún camina en tinieblas. Y la temporada y la celebración de la Navidad ofrece a cada bautizado y a la Iglesia en general, muchas oportunidades maravillosas para predicar la Buena Nueva.
Así, mis queridos hermanos y amigos, en este 25 de Diciembre celebremos que Nuestro Señor nació y nos salvó con su sacrificio. Que en esta Navidad llegue el niño Dios al pesebre de su corazón y que ustedes le abran la puerta al Rey de reyes y Señor de señores. ¡Feliz Navidad!
Alfredo Delgado, M.C.I.U.
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