jueves, 23 de enero de 2025

«Sin acarreos»... Un pequeño pensamiento para hoy


Para todo miembro de la Familia Inesiana, estar unas horas, unos días, un mes o lo que se pueda en la Casa Madre en Cuernavaca, es un regalo que solo se comprende como venido de lo alto, pues es venir a encontrarse con las raíces de la espiritualidad de la beata María Inés Teresa. A pesar de que hay muchas áreas de la casa que ya son nuevas —como es entendible por el paso de los años—, está la oficina, que se conserva casi igual, desde donde emanaban todas esas cartas que nos regalan un patrimonio maravilloso. También se conserva, con un esplendor muy particular, la capilla de la cual brotaron tantas y tan bellas reflexiones. Se puede ver también el refectorio, ese comedor, en la parte de abajo, donde en riquísimas sobremesas la beata se explayaba hablando de las misiones y de temas siempre edificantes... Todo esto viene para decirles que ayer llegué a la Casa Madre por diversos asuntos y regresaré a Monterrey el domingo. Por eso, en medio de los trajines diarios, ahorita encuentro un breve espacio para compartir mi reflexión del día de hoy.

Me topé hoy con la liturgia de la Palabra de la Misa de este jueves, que me hizo reflexionar en algunos puntos importantes de la vida espiritual de todo cristiano. El tramo de la Carta a los Hebreos (Hb 7,23-8,6) hace una declaración increíble refiriéndose a Nuestro Señor Jesucristo: «¡Un sumo sacerdote como éste era el que nos convenía!» y describe, a continuación las grandes cualidades de Cristo que han de reproducirse en cada sacerdote que se hace prolongación del sacerdocio de Cristo. Si el ser y quehacer de los sacerdotes de nuestros tiempos y de siempre, desde la institución de este sacramento el Jueves Santo, se aparta de este modelo sacerdotal, no queda nada. El sacerdote se convierte en un hombre que puede ser que actúe muy bien para celebrar una Misa que cautiva como una obra de teatro, en un populista que atraiga multitudes en torno a él pero no en torno a Cristo, en un director o gerente de algo que se ve simplemente como institución. 

Junto a esto, aparece en la Misa de hoy el segmento del Evangelio (Mc 3,7-12) que, en unas cuantas palabras, me dice mucho. El evangelista dice que una gran muchedumbre «seguía» a Jesús. Y más adelante, textualmente indica: «Una gran multitud, procedente de Judea y Jerusalén, de Idumea y Transjordania y de la parte de tiro y Sidón, habiendo tenido noticias de lo que Jesús hacía, se trasladó a donde él estaba». Inmediatamente, ustedes me entenderán, pensé en muchos de los políticos de nuestros tiempos y de todos los tiempos, los cuales «acarrean» gente para que les sigan a cambio de regalos y dádivas de toda clase. Los sacerdotes, si queremos ser como Jesucristo el Sumo y Eterno Sacerdote, no estamos llamados a «acarrear» adeptos incautos que se sientan atraídos por sensacionalismos de diversos tipos, a nosotros nos siguen quienes buscan a Cristo y quieren tener un encuentro profundo con él. No es al padre Alfredo Leonel, ni al padre Pedro Iván, ni al padre Ernesto Antonio a quienes hay que seguir e idolatrar... ¡no!... es a Cristo porque él es quien da sentido a nuestro sacerdocio. Hoy que es Jueves Sacerdotal hay que pedir por la perseverancia y fidelidad de todos los sacerdotes y encomendarnos especialmente a María, Madre de Cristo Sacerdote. ¡Bendecido jueves eucarístico y sacerdotal!

Padre Alfredo.

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