En esta misma línea de lo indicado en la primera lectura y del ejemplo de santo Tomás, vemos, en el Evangelio de este día (Mc 3,31-35) que la santísima Virgen María es madre, no solo por dar a luz a Jesús, sino antes y sobre todo porque acogió la palabra, y «cumplió la voluntad de Dios». Más que la razón biológica, fue su actitud ante los planes —la voluntad de Dios— sobre ella lo que la convierte en madre. Así ella manifiesta que lo que nos constituye en la verdad de lo que somos es nuestra interioridad.
El Concilio Vaticano II en el documento Gaudium et spes lo señaló con contundencia: «No se equivoca el hombre cuando se reconoce superior a las cosas corporales y no se considera sólo una partícula de la Naturaleza o un elemento anónimo de la sociedad humana. Pues, en su interioridad, el hombre es superior al universo entero; retorna a esta profunda interioridad cuando vuelve a su corazón, donde Dios, que escucha los corazones, le aguarda y donde él mismo, bajo los ojos de Dios, decide sobre su propio destino» (GS 14). María, en esa constante búsqueda de la voluntad de Dios nos invita a interiorizar. Eso es lo que hizo santo Tomás para habernos dejado esa riqueza en el campo de la teología. Que los dos intercedan por nosotros para que valoremos más y más lo que es nuestra vida interior. ¡Bendecido martes!
Padre Alfredo.
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