Jesús habla de un remiendo de tela nueva en un vestido viejo y nos recuerda que esto no funciona, pues en sus tiempos, en que toda la ropa estaba hecha de lana y cuando el tejido era nuevo encogía. Ciertamente no podemos compararlos con los tipos de materiales textiles que ahora utilizamos. Lo cierto es que, aplicando esto a nuestras vidas, decimos, cuando algo anda mal y buscamos una solución meramente transitoria, que le ponemos un remiendo. Volviendo al tema del remiendo en la tela, nos queda claro que con fibras nuevas en un agujero de tela vieja acaba empeorando el agujero en sí, ya que la rotura se acabará encogiendo y se acabará separando de la rotura. Lo entendieran o no, Jesús estaba enseñándoles algo nuevo. El judaísmo, en espacial en la manera en que lo practicaban los fariseos era «tela vieja». Nosotros sabemos que Cristo no encajaba en esos estilos viejos de hacer las cosas que según ellos hacían bajo la Ley, sino que había venido a cumplirla (Mt 5,17).
Pero yo, en mi oración matutina le he dado otro enfoque, un enfoque personal desde mi realidad actual. Los cristianos, y en concreto nosotros como católicos desde muy pequeños según la tradición, hemos recibido la gracia de Dios por medio del sacramento del bautizo. Por eso, al ser conscientes de que no podemos vivir de remiendos dejándonos levar por ideologías y doctrinas novedosas que no van a ser un remiendo, sino que van a romper el camino de nuestra fe. Cada vez que nos confesamos, ponemos un remiendo, sí, un remiendo que nos ayudará a recobrar la gracia con la misma tela de los dones recibidos como hijos de Dios al haber sido bautizados. Sin embargo, por el don misericordioso de la gracia de Dios, ese remiendo maravilloso hace nueva toda la tela, incluido el mismo remiendo –y espero no estar diciendo una herejía–. Creo que, por la consecuencia que ha dejado el pecado original en nuestras vidas, es imposible pensar en una vida sin remiendos. Que Dios nos ayude a aprovechar esta gracia del sacramento del perdón y María, refugio de los pecadores, nos prepare siempre para una buena confesión. ¡Bendecido lunes!
Padre Alfredo.
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