Vale la pena entonces ponernos a pensar, en medio de esta sociedad de la que formamos parte y que busca desesperadamente la felicidad, que la felicidad verdadera no está en la autosuficiencia, en el poder o en la riqueza, sino en una vida arraigada en confianza en Dios. Bien decía la beata María Inés, aún en medo de las adversidades más fuertes: «confianza y más confianza».
¿Te has puesto a pensar en dónde -con toda sinceridad- está puesta tu confianza? Relee o vuelve a escuchar toda la liturgia de la palabra de este domingo abriendo tu corazón al Señor y dile: «Enséñame Buen Señor, a ser discípulo fiel y a confiar plenamente en ti como lo hizo tu Madre Santísima. Ayúdame a crecer en la fe y en la confianza en Ti, hasta que tu voluntad y la mía sean una. Amén. ¡Bendecido domingo!
Padre Alfredo.
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