sábado, 31 de agosto de 2024

«Misioneros con un corazón sin fronteras»... Un pequeño pensamiento para hoy


Llegamos ya al final de agosto. Por supuesto es un mes muy querido para mí porque en agosto ingresé al seminario, en agosto me ordené sacerdote y en agosto celebro mi cumpleaños. Doy gracias a Dios por que hoy, precisamente, al llegar de Zacatecas casi a mediodía, terminé una serie de viajes que parecían interminables desde los primeros días de mayo y que me hacían estar cambiando de canal prácticamente cada semana según el motivo de cada estancia aquí, allá y acullá. ¡Bendito sea Dios que me permite vivir con alegría el espíritu misionero! Espero que ahora pueda volver a ser constante en este compartir que por gusto hago en el pequeño pensamiento de cada día. Por lo pronto hoy quiero agradecer especialmente al equipo formador del seminario de Zacatecas por su valioso testimonio de sacerdotes con un corazón sin fronteras en esta semana e invito a mis siete lectores a tenerlos en sus oraciones.

Ciertamente que viajar no me cuesta, porque tengo, desde pequeñito, como ustedes saben, un espíritu andariego gracias a mi padre; aunque eso implique desmañadas, esperas en centrales, estaciones de tren y aeropuertos, turbulencias y frenones, empujones, retrasos, desveladas y uno que otro sinsabor inesperado. A cambio de esto tengo siempre el gozo de vivir en la presencia de Dios impartiendo ejercicios espirituales, asistiendo a congresos y cursos de actualización, celebrando misas, confesando y compartiendo de una u otra manera el gozo de la fe con obispos, sacerdotes, religiosos y laicos de todos colores y sabores. Como he afirmado en varias ocasiones: «Los misioneros somos hombres de aventuras que quisiéramos volar hasta los últimos rincones del mundo para gritar a los cuatro vientos que ¡Dios nos ama y es la razón de nuestro existir! »

Hoy culminamos este octavo mes del año celebrando la misa de santa María en sábado, como muchos sábados lo hacemos, y en la Oración Colecta contemplamos a la llena de gracia rogando su intercesión para que nosotros también, con su auxilio y la práctica de las virtudes en un corazón que no conozca de fronteras y que se haga cada día más amigo de Jesús el Misionero del Padre para hacerle más amigos cada día. Que ella siga activa motivando nuestro «sí», el «sí» del compromiso misionero que abrazamos como bautizados. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

viernes, 30 de agosto de 2024

«Vivir en gracia como santa Rosa de Lima»... Un pequeño pensamiento para hoy


Este viernes la Iglesia celebra la fiesta de santa Rosa de Lima, la primera santa del continente americano, una mujer que supo vivir, desde la intimidad de su hogar, la vida contemplativa con una gran proyección apostólica. La historia de su vida narra que un día, mientras ella rezaba ante una imagen de la Virgen María, sintió que Jesús le decía: «Rosa, dedícame a mí todo tu amor». En un primer momento quiso ingresar en algún convento pero fue entendiendo, poco a poco, que la voluntad de Dios era que se quedara entre los suyos.

Santa Rosa, permaneciendo en su casa, se vinculó con la Orden Terciaria Dominicana y tomó a santa Catalina de Siena como modelo. Allí, en el seno de su hogar familiar, se entregó virginalmente al Señor, trabajando en el huerto de la casa y realizando labores de costura experimentando el gozo de la unión esponsal con Jesús y viviendo con alegría las exigencias —en su caso, las espinas— de la vida familiar y social. La Oración Colecta de su fiesta nos invita a imitarla en la búsqueda de la vida verdadera para vivir en gracia en el lugar en donde nos encontremos y en la vocación a la que hayamos sido llamados. 

Ella exclamaba: «Ojalá que todos los mortales conocieran el gran valor de la divina gracia, su belleza, su nobleza. Nadie se quejaría, entonces, de sus cruces y sufrimientos». Hoy, entonces, es un buen día para meditar y encontrar la manera de crecer en la gracia de Dios desde lo concretos de nuestros días. Que ella y la Virgen santísima, a quien tanto amó, intercedan para que alcancemos este regalo. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

jueves, 29 de agosto de 2024

«En el martirio de Juan el Bautista»... Un pequeño pensamiento para hoy


La Oración Colecta de hoy, en la misa de la memoria del martirio de Juan el Bautista, nos invita a luchar con valentía para hacer que prevalezca siempre la verdad. Y es que Juan el Bautista fue un hombre de palabra no solamente en el momento de su martirio, sino desde que con gallardía, pregonaba que había que convertirse por que el mesías anhelado estaba por llegar.

En nuestros días, cuando el ideal de comunión y fraternidad universal proclamado por Jesús se ve cada vez más socavado por un orden mundial que crea cada vez más injusticia y privación de derechos y hace verlo cada día más lejano, tratar de identificar «profetas valientes» en nuestro mundo o en nuestra Iglesia es cada vez más difícil. Hoy se busca, incluso dentro de la Iglesia, el protagonismo, la autoreferencialidad, el acomodo. Juan el Bautista, el profeta valiente. viene a interpelarnos... ¿qué nos falta para saber defender la verdad? ¿qué nos falta a los católicos de hoy en las diversas vocaciones en las diversas esferas de la sociedad para proclamar la verdad.

Hay que dejarnos interpelar por Juan el Bautista, porque todos, sin excepción, tenemos la obligación de cumplir la misma misión profética de Cristo en nuestras vidas. Y si es necesario, pagar el precio, como hizo Juan el Bautista. Que nada ni nadie nos tenga enredándonos en ideologías de modas pasajeras... Como dice la beata María Inés: «la única realidad eres tú Jesús» y él es la Verdad. Que este santo varón, junto a María, interceda por nosotros. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

miércoles, 28 de agosto de 2024

«En mi cumple número 63»... Un pequeño pensamiento para hoy

Cuando uno cumple años, pasando ya uno más de los llamados «de la tercera edad» y con pronósticos de salud que desde recién nacido a los 9 meses y tres semanas auxiliado por los llamados «fórceps» que tanto se usaban en los años cincuentas y setentas, con el cordón umbilical enredado dos veces y la membrana de las vías respiratorias midiendo la mitad de lo que debe ser... no deja de ser una hazaña y una gran bendición del Señor. Yo nací así, hace 63 años, siempre con el recuerdo de que, según me cuentan, mi madre luchaba entre la vida y la muerte en el quirófano y mi padre, rogando la intervención de Nuestra Señora del Guadalupe, rezaba llorando en el cuarto de la maternidad Conchita esperando el milagro de que tanto la madre como el bebé se salvaran. Aún conservo en mi cabeza, que tenía forma de piloncillo al nacer, las marcas de los dichosos fórceps. Nací, además de la colección de achaques, con la hiperactividad que todos conocen unida a la desatención característica de las personas con algo de TDAH, pero en un ambiente lleno de Dios que se convirtió en el nido de mi vocación sacerdotal, religiosa y misionera.

En este día venturoso para mí y para muchos, la Iglesia celebra a san Agustín, el santo al que tanto apreció mi padre y cuyo nombre quería agregar a la letanía que me identifica en mi credencial del INAPAM como Alfredo Leonel Guadalupe y que gracias a la recomendación del juez al registrarme no añadió. De otra manera me hubiera llamado Alfredo Leonel Guadalupe Agustín... ¡ni la realeza de Europa lleva tanto nombre! El caso es que desde pequeño me he identificado con san Agustín, porque, como expresa la madre Martha Gabriela: «¡Dicen que todos nos parecemos a san Agustín, ya sea antes o después de su conversión!

La Oración Colecta de esta memoria de san Agustín nos invita a experimentar una sed de Dios tan grande como la tuvo el santo, que lo buscó por mar y tierra hasta que lo encontró en su presencia de Dios amor, Dios misericordia, Dios perdón y que lo llevó a una vida de plenitud en santidad. Con esto me viene a la mente una de las oraciones más famosas de san Agustín que toca el tema precisamente de la santidad a la que todos somos llamados y que hoy podemos rezar: «Sopla en mí, oh Espíritu Santo, para que también mi obra sea santa. Atrae mi corazón, oh Espíritu Santo, que amo solo lo que es santo». ¡Grande tarea nos deja san Agustín, no solamente a los que nacimos en este día sino a todos! Que él, junto a María, la Madre del Amor hermoso, Reina de los santos interceda por nosotros. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 27 de agosto de 2024

Oración, ayuno y lágrimas de una madre... Un pequeño pensamiento para hoy


La figura de santa Mónica siempre ha sido muy importante para mí, pues tengo mucho aprecio por las mamás que, abnegadas y llenas de fe como ella, mujer de oración, alcanzan la conversión de sus hijos. Los casos que conozco son innumerables y no dejo de alentar siempre a las que viven estos procesos que les acarrean a veces cortos o largos años de espera para ver volver a sus hijos a la fe. Hoy la Iglesia la celebra y en la Oración Colecta la recuerda contemplando las lágrimas que derramó rogando por la conversión de su hijo, el famosísimo doctor de la Iglesia Agustín de Hipona, a quien celebraremos mañana.

Una de las escenas más impresionantes de la vida esta santa mujer narra que Mónica no dejó de orar, ayunar y llorar por la conversión de su hijo Agustín. Un obispo, que había sido antes un hereje le dijo: «Tu hijo está actualmente obstinado en el error, pero ya vendrá la hora de Dios... estate tranquila, es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas». La respuesta del obispo y el recuerdo de la visión eran el único consuelo de Mónica, pues Agustín no daba la menor señal de conversión. Años más tarde, Agustín, en Milán, conoció al gran obispo san Ambrosio, que años más tarde lo bautizó. Mónica pudo ver, entonces, los frutos de sus oraciones, ayunos y lágrimas. Años después los dos, madre e hijo, serán canonizados.

Si todas las mamás cristianas comprendiesen la importancia de su misión, de sus oraciones, de sus ayunos, de sus lágrimas, como santa Mónica, pasarían mucho tiempo en oración secreta, para presentar a sus hijos a Jesús, implorar su bendición sobre ellos y solicitar sabiduría para cumplir correctamente sus deberes sagrados. Cuántas mamás de hoy, con sus hijos pequeños, dejan pasar de largo tantas oportunidades que tienen de formarlos en la fe, atrapadas por la mundanidad que impera en nuestra sociedad. Toda oportunidad para modelar la disposición y los hábitos de sus hijos es irrepetible y no se debe dejar escapar. Pidamos a santa Mónica y por supuesto a María Madre, que interceda por todas ellas y vean el fruto de su ser de madres en la fe viva de sus hijos. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 26 de agosto de 2024

Incansables, como san Junípero Serra... Un pequeño pensamiento para hoy


Recordando el día de hoy a san Junípero Serra, el apóstol evangelizador de California, la Oración Colecta nos invita a contemplar la inefable misericordia de nuestro Dios y a pedirle que nuestros corazones estén todos unidos a él por intercesión de este fraile maravilloso que, incansablemente, recorrió en la época del 1700 gran parte del territorio mexicano hasta llegar a las tierras cálidas de la Baja California y la costa oeste de los Estados Unidos para evangelizar a los nativos e integrar a su cultura a los españoles que, como él, iban llegando del viejo continente.

Fray Junípero se preocupó siempre de que la imagen de Cristo, como Unigénito del Padre llegara a todos y eso, eso debe ser también para nosotros un anhelo a alcanzar. Todos hemos recibido, desde nuestro bautismo, una especial condición de discípulos–misioneros que nos hace no quedarnos con los brazos cruzados ante la ausencia de Cristo en muchos corazones. No podemos quedar indiferentes ante tanta ausencia de Dios que nos va dejando un mundo vacío, unas vidas sin sentido, jóvenes y adolescentes, incluso, sin ilusión de vivir, sin sueños qué realizar. Si este fraile franciscano se aventuró a pie y a caballo para llevar la Buena Nueva, qué no podremos hacer nosotros que tenemos, entre otras cosas, los medios electrónicos que nos permiten accesar a las redes sociales y compartir en ellas el gozo de la fe que nos hace «uno» con Cristo.

El ejemplo de misioneros incansables, como él, nos debe animar a no dejar pasar ninguna oportunidad para compartir la riqueza de la fe que Cristo nos ha traído. En la canonización de san Junípero Serra, el 23 de septiembre de 2015, el papa Francisco expresó unas palabras que deben quedar grabadas en nuestros corazones. El papa exclamó: «No queremos que la resignación sea el motor de nuestra vida, ¿o lo queremos?; no queremos que el acostumbramiento se apodere de nuestros días, ¿o sí? Por eso podemos preguntarnos, ¿cómo hacer para que no se nos anestesie el corazón? ¿Cómo profundizar la alegría del Evangelio en las diferentes situaciones de nuestra vida? Jesús lo dijo a los discípulos de ayer y nos lo dice a nosotros: ¡vayan!, ¡anuncien! La alegría del evangelio se experimenta, se conoce y se vive solamente dándola, dándose.» Que san Junípero, junto con la Virgen santísima a quien tanto amó, intercedan por nosotros. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 25 de agosto de 2024

HOMILÍA EN MI 35 ANIVERSARIO DE ORDENACIÓN SACERDOTAL...

Queridos hermanos, queridas hermanas:

Quiero empezar mi extensa y anestesiante homilía con unas palabras sobre el sacerdocio que, a lo largo de mi caminar vocacional, me he topado en varias ocasiones y que ciertamente en mucho me retrata a mí y a mis hermanos sacerdotes.

El escrito es anónimo y data de muchos años. Dice así: Si el sacerdote es gordo, lo quieren flaco. Si es feo, no les agrada. Si es guapo, es una lástima que esté allí. Si es alegre y chistoso, lo quieren serio. Si es negro, lo quieren blanco. Si es muy simpático, lo critican por eso. Si es muy observante, lo llaman puritano. Si fuma, es un vicioso. Si no fuma, es poco hombre. Si canta mal, sobra tema para burlarse. Si canta muy bien, es un hombre vanidoso. Si es suave, lo quieren de más carácter. Si es serio, lo critican de áspero. Si predica mucho, es un rollero. Si predica poco, no se prepara bien. Si habla en voz alta, regaña. Si lo hace en tono natural, nadie lo puede oír. Si tiene coche grande, anda buscando lujos. Si tiene un carro pequeño, no tiene aspiraciones. Si visita a sus feligreses, le gusta el chisme. Si se queda en la parroquia, no se interesa por la gente. Si es sedentario lo quieren movido. Si practica algún deporte es que le gusta lucirse. Si no sabe de deportes, sabrá Dios en qué se entretenga. Si solicita ayuda, es un dinerero. Si no organiza eventos sociales, no sabe hacer vida parroquial. Si los organiza, es que quiere ser el centro. Si se tarda al confesar, le gusta enterarse de todo. Si despacha rápido en la confesión, rehuye a los problemas. Si es puntual en misa, seguro su reloj está adelantado. Si empieza tarde la misa, hace perder el tiempo a todos. Si arregla la iglesia, está malgastando el dinero. Si no le hace nada a la iglesia, no cuida la Casa de Dios. Si es joven, le falta experiencia. Si es viejo, ya debería retirarse...

Pero, si no hubiera sacerdotes... ¿quién pudiera traer a nuestra existencia a Cristo el Pan de Vida en la Eucaristía? 

El 4 de agosto de 1989, hace 35 años, fui ordenado sacerdote en la Basílica de Guadalupe de esta ciudad de Monterrey por el señor obispo Rafael Bello Ruiz, de feliz memoria. En aquel entonces tenía 27 años y la verdad nunca me imaginé que llegaría a la llamada «tercera edad». Recuerdo que casi recién ordenado, luego de que había celebrado aquí mismo, en este templo del que años después fui el primer párroco, mi primera misa al día siguiente de mi ordenación, un sacerdote cercano celebró sus bodas de plata y yo pensé... con lo achacoso que soy, a ver si llego. ¡Pues nada, aquí me tienen celebrando estas bodas de coral! 

La sociedad llama bodas de coral a los aniversarios de 35 años debido a la durabilidad que tienen los corales en el océano, su resistencia y fortaleza. Yo entiendo esto desde la misericordia de Dios, pues a lo largo de todos estos años, han sido no pocas las veces en que este coral ha sido reparado por la ciencia y sobre todo por la gracia. Por eso he querido celebrar con todos ustedes esta Santa Eucaristía, de tal manera que a luz del misterio pascual, el don tan extraordinario que aquel dichoso día he recibido se renueve, se fortalezca y recobre la unción propia del Espíritu de Dios. Consciente que sin los auxilios divinos que proceden de su benevolencia, la vocación sacerdotal puede perder el vigor y la frescura que le son propios. 

El Evangelio de este domingo, día de san Juan María Vianney, el santo cura de Ars, patrono de todos los sacerdotes y en especial de los párrocos, me ofrece tres pautas en torno al sacerdocio para compartir con ustedes una breve reflexión que luego de este preámbulo ya no pinta que sea breve, pero que creo que vale la pena, incluso en el contexto del año sacerdotal que estamos celebrando en esta querida arquidiócesis de Monterrey en donde con motivo de los 350 años de las apariciones del Sagrado Corazón a santa Margarita María de Alacoque, la parroquia del Sagrado Corazón —la de las bodas y quince años, en el centro— ha sido elevada a santuario sacerdotal.

Aquí van los tres aspectos que quiero compartir:

1. El primero: «El sacerdocio, es fruto de la oración y entrega de Jesús, el Pan de Vida». No cabe duda que la entera vida de Jesús se distinguió por una vida de oración y de servicio. Especialmente en los momentos claves de su ministerio, Jesús mantenía un dialogo siempre íntimo con el Padre del cielo que le llevaba de inmediato a la acción. En la oración, Jesús vive un contacto ininterrumpido con el Padre para realizar hasta las últimas consecuencias el proyecto de amor por los hombres siendo él mismo, alimento para todos. En este sentido podemos afirmar que el sacerdote debe ser, como dice la beata María Inés Teresa, «otro Cristo en la plenitud sacerdotal». Otro Cristo que se hace alimento para todos. Por eso, en el momento de la consagración, resuenan en su corazón, en este clima íntimo de oración, con una fuerza tremenda, las palabras: «Tomen y coman, todos de él porque este, es mi cuerpo».  Los sacerdotes hoy estamos llamados a ser «pan», como Cristo y un pan que se reparte incluso hasta en las últimas migajas. 

2. El segundo aspecto: «El sacerdocio, tiene una misión muy específica: la apostolicidad para repartir el pan». El evangelio narra que el Señor llamó a doce, y les dio el nombre de apóstoles. Este nombre corresponde al arameo shalihá y significa: «el que recibe una misión determinada». En este caso la misión es triple: que le acompañen; que se sepan enviados por él a predicar la doctrina del reino y, que ejerzan el poder compartido por Cristo para expulsar los demonios. El sacerdocio no puede ni debe entenderse de otra manera, ni con una misión diferente. 

3. Finalmente el tercer aspecto: «El sacerdocio, tiene una metodología: la imitación de cercanía de Cristo, Pan de vida eterna». Para los sacerdotes este es el método que debemos emplear: salir de la intimidad con el Pan de Vida al terminar la celebración de la santa misa, convencidos de que somos portadores de ese Pan para todos en una Iglesia de puertas abiertas. Nunca debemos dejar ir a la gente con las manos vacías sin haberles dado el pan, el pan de la palabra, el pan de la eucaristía, el pan de la sonrisa, el pan de la atención, el pan de la escucha. Muchas veces quizá no podremos decir nada o hacer algo, sin embargo, bastará con solo sonreír. A lo largo de estos 35 años, salvo los periodos de enfermedad, estoy siempre en la puerta del templo a la entrada para recibirlos y a la salida para despedirlos. Estoy convencido que, si los sacerdotes no seguimos este camino estaremos lejos de poder hacer vida lo que realmente el Señor quiere. 

Pero... ¿saben qué?, no he terminado aún, pues me falta un poco más por decir. Durante todo este peregrinar como sacerdote, he tenido la oportunidad de estar muy cerca de tres papas: san Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. En ellos he podido encontrar el modelo para ser pan partido y repartido, aunque soy consciente de que mucho me falta. El Papa Francisco, que en 2016 me nombró Misionero de la Misericordia dice: «Se trata de llevar el Evangelio a las personas que cada uno trata, tanto a los más cercanos como a los desconocidos… Teniendo la disposición permanente de llevar a otros el amor de Jesús y eso se produce espontáneamente en cualquier lugar: en la calle, en la plaza, en el trabajo, en un camino» (cf. EG, 127).

Queridos hermanos y hermanas, durante estos 35 años, en el templo, en la calle, en el gym, en el coche, en el avión; aquí en muchas partes de México, en Costa Rica, en Estados Unidos, en Sierra Leona, en Roma y en muchos otros rincones del mundo, he podido constatar que las cosas son así. Un sacerdocio sin fijar la mirada en Jesús el Pan de Vida, termina abandonando la genuinidad del mensaje evangélico. Un sacerdocio sin alegría y sencillez, pierde la razón de su quehacer. Un sacerdocio sin cercanía, se desvincula del método que el Señor nos ha marcado.

Les pido que me ayuden a darle gracias a Dios por este don, y que continúen sosteniéndome con su oración. 

Se que tanto en el mundo, como en la Iglesia y en nuestro instituto de Misioneros de Cristo pasamos ahora por momentos muy difíciles que nos invitan a no desfallecer. Sepan que mi ministerio sacerdotal sin el sostén de su oración se volvería pesado, se pondría en riesgo —a pesar de que soy, en algunos aspectos, un viejo lobo de mar— expuesto muchas veces a la desventura, a la enfermedad y al fracaso.

Que a todos los sacerdotes y por supuesto a los seminaristas, nos ampare la poderosa intercesión de la Santísima Virgen María, la Dulce Morenita del Tepeyac que, junto con santa Teresita el Niño Jesús —quien se hace presente de alguna manera cada día— nunca me ha dejado, para que con su protección nos veamos libres de abandonar y perder la genuinidad de nuestra vocación. Aquí, en este templo hermoso que luego de tantos años me ha vuelto a recibir como párroco, la mismísima Guadalupana, vestida ahora de Nuestra Señora del Rosario, nos dice: «Hagan lo que él les diga».

Padre Alfredo.

4 de agosto de 2024.