PRIMER DÍA
Se hace la señal de la Cruz.
Oración inicial para todos los días.:
¡Oh, San Juan Pablo II, desde la ventana del Cielo, danos tu bendición! Bendice a la Iglesia, que tú has amado, servido y guiado, animándola a caminar con coraje por los senderos del mundo, para llevar a Jesús a todos, y a todos a Jesús. Bendice a los jóvenes, que han sido tu gran pasión. Concédeles volver a soñar y volver a mirar hacia lo alto, para encontrar la luz que ilumina los caminos de la vida en la Tierra. Bendice las familias, ¡bendice cada familia! Tú advertiste el asalto de Satanás contra esta preciosa e indispensable chispita de Cielo, que Dios encendió sobre la Tierra. San Juan Pablo, con tu oración protege las familias y cada vida que brota en la familia. Ruega por el mundo entero, todavía marcado por tensiones, guerras e injusticias. Tú te opusiste a la guerra invocando el diálogo y sembrando el amor: ruega por nosotros, para que seamos incansables sembradores de paz. ¡Oh, San Juan Pablo II, desde la ventana del Cielo, donde te vemos junto a María, haz descender sobre todos nosotros la bendición de Dios! Amén.
Reflexión para el primer día: «Dios Padre».
En la plenitud de los tiempos mesiánicos, Jesús anuncia muchas veces la paternidad de Dios con relación a los hombres, remitiéndose a las numerosas expresiones contenidas en el Antiguo Testamento. Así se expresa a propósito de la Providencia Divina para con las criaturas, especialmente con el hombre: «Su Padre celestial las alimenta.» (Mt 6, 26. Cfr. Lc 12, 24), «Sabe su Padre celestial que de eso tienen necesidad» (Mt 6, 32. Cfr. Lc 12, 30). Jesús trata de hacer comprender la misericordia divina presentando como propio de Dios el comportamiento acogedor del padre del hijo pródigo (Cfr. Lc 15, 11-32); y exhorta a los que escuchan su Palabra: «Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso» (Lc 6, 36). (Catequesis sobre Dios Padre, 4. Audiencia general del 16/10/85).
Juan Pablo II, como «dulce Cristo en la Tierra» y siguiendo fielmente las huellas del Divino Maestro, fue un icono auténtico del Amor misericordioso y compasivo del Padre Celestial, al que quiso dedicar el año 1999, último en el trienio de preparación para el Gran Jubileo del Año 2000.
San Juan Pablo II, modelo de ternura y acogida, enséñanos a imitar al Señor Jesucristo como tú lo hiciste, para que reflejemos cada vez más profundamente los destellos de la infinita bondad del Padre Eterno que nunca se cansa de esperar al hijo pródigo. Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.
Oración final para cada día:
Dios eterno, Supremo Pastor de tu Pueblo, que en la persona y el ministerio del Papa San Juan Pablo II, diste a la Iglesia un insigne defensor de la verdad y un verdadero apóstol de caridad, concédenos, te rogamos, que en nuestro caminar hacia la plena luz, contemos siempre con el auxilio celestial de aquel que en la Tierra, supo apacentarnos amorosamente, siendo fiel Vicario de tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
SEGUNDO DÍA
Se hace la señal de la Cruz.
Oración inicial para todos los días.:
¡Oh, San Juan Pablo II, desde la ventana del Cielo, danos tu bendición! Bendice a la Iglesia, que tú has amado, servido y guiado, animándola a caminar con coraje por los senderos del mundo, para llevar a Jesús a todos, y a todos a Jesús. Bendice a los jóvenes, que han sido tu gran pasión. Concédeles volver a soñar y volver a mirar hacia lo alto, para encontrar la luz que ilumina los caminos de la vida en la Tierra. Bendice las familias, ¡bendice cada familia! Tú advertiste el asalto de Satanás contra esta preciosa e indispensable chispita de Cielo, que Dios encendió sobre la Tierra. San Juan Pablo, con tu oración protege las familias y cada vida que brota en la familia. Ruega por el mundo entero, todavía marcado por tensiones, guerras e injusticias. Tú te opusiste a la guerra invocando el diálogo y sembrando el amor: ruega por nosotros, para que seamos incansables sembradores de paz. ¡Oh, San Juan Pablo II, desde la ventana del Cielo, donde te vemos junto a María, haz descender sobre todos nosotros la bendición de Dios! Amén.
Reflexión para el segundo día: «Dios Hijo en la Santísima Eucaristía».
La Eucaristía, presencia salvadora de Jesús en la comunidad de los fieles y su alimento espiritual, es de lo más precioso que la Iglesia puede tener en su caminar por la historia. (Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia, 9).
Juan Pablo II, como todos los santos, profesó un profundo amor a la Persona del Señor Jesucristo, sobre todo en el Santísimo Sacramento. Por iniciativa de este inolvidable Papa, el primer año de preparación al Jubileo del 2000, estuvo dedicado al Salvador, y el mismo Año Santo tuvo como centro al Sacramento de su Cuerpo y su Sangre. En efecto, el glorioso Pontífice siempre fue consciente —y quiso transmitir esta convicción— de que nada hay más valioso para la Iglesia y para el mundo que la Eucaristía. Lo demostraba de manera elocuente cada vez que celebraba el Santo Sacrificio de la Misa hasta en los rincones más remotos del globo.
San Juan Pablo, para ti la Tierra toda fue un gran Altar desde donde elevaste a Dios Padre, junto a la Oblación del Cordero, las alegrías y tristezas, anhelos e inquietudes de todos los hombres. Que nuestra vida, unida al Sacrificio Pascual del Salvador, sea, como la tuya, una ofrenda agradable a Dios. Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.
Oración final para cada día:
Dios eterno, Supremo Pastor de tu Pueblo, que en la persona y el ministerio del Papa San Juan Pablo II, diste a la Iglesia un insigne defensor de la verdad y un verdadero apóstol de caridad, concédenos, te rogamos, que en nuestro caminar hacia la plena luz, contemos siempre con el auxilio celestial de aquel que en la Tierra, supo apacentarnos amorosamente, siendo fiel Vicario de tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
TERCER DÍA
Se hace la señal de la Cruz.
Oración inicial para todos los días.:
¡Oh, San Juan Pablo II, desde la ventana del Cielo, danos tu bendición! Bendice a la Iglesia, que tú has amado, servido y guiado, animándola a caminar con coraje por los senderos del mundo, para llevar a Jesús a todos, y a todos a Jesús. Bendice a los jóvenes, que han sido tu gran pasión. Concédeles volver a soñar y volver a mirar hacia lo alto, para encontrar la luz que ilumina los caminos de la vida en la Tierra. Bendice las familias, ¡bendice cada familia! Tú advertiste el asalto de Satanás contra esta preciosa e indispensable chispita de Cielo, que Dios encendió sobre la Tierra. San Juan Pablo, con tu oración protege las familias y cada vida que brota en la familia. Ruega por el mundo entero, todavía marcado por tensiones, guerras e injusticias. Tú te opusiste a la guerra invocando el diálogo y sembrando el amor: ruega por nosotros, para que seamos incansables sembradores de paz. ¡Oh, San Juan Pablo II, desde la ventana del Cielo, donde te vemos junto a María, haz descender sobre todos nosotros la bendición de Dios! Amén.
Reflexión para el tercer día: «Dios Espíritu Santo».
El Espíritu Santo, consustancial al Padre y al Hijo en la divinidad, es Amor y Don (increado) del que deriva como de una fuente (fons vivus) toda dádiva a las criaturas (don creado): la donación de la existencia a todas las cosas mediante la creación; la donación de la gracia a los hombres mediante toda la economía de la salvación. (Carta Encíclica Dominum et vivificantem, 10).
El segundo año de preparación para el Jubileo del 2000 estuvo dedicado al Espíritu Santo. Juan Pablo II quiso que redescubriéramos a este «Dios desconocido», que fuéramos conscientes de su papel insustituible en la vida y en la misión de la Iglesia, y que aprendiéramos a invocarlo en cada momento de nuestra vida.
San Juan Pablo, siempre atento a las inspiraciones de Dios y fiel ejecutor de sus designios, haz que tengamos como constante Interlocutor al Espíritu Santo, Fuente de todo bien; que gracias a sus Dones, permanezcamos en la comunión de la Iglesia y en el amor a todos los hermanos. Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.
Oración final para cada día:
Dios eterno, Supremo Pastor de tu Pueblo, que en la persona y el ministerio del Papa San Juan Pablo II, diste a la Iglesia un insigne defensor de la verdad y un verdadero apóstol de caridad, concédenos, te rogamos, que en nuestro caminar hacia la plena luz, contemos siempre con el auxilio celestial de aquel que en la Tierra, supo apacentarnos amorosamente, siendo fiel Vicario de tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
CUARTO DÍA
Se hace la señal de la Cruz.
Oración inicial para todos los días.:
¡Oh, San Juan Pablo II, desde la ventana del Cielo, danos tu bendición! Bendice a la Iglesia, que tú has amado, servido y guiado, animándola a caminar con coraje por los senderos del mundo, para llevar a Jesús a todos, y a todos a Jesús. Bendice a los jóvenes, que han sido tu gran pasión. Concédeles volver a soñar y volver a mirar hacia lo alto, para encontrar la luz que ilumina los caminos de la vida en la Tierra. Bendice las familias, ¡bendice cada familia! Tú advertiste el asalto de Satanás contra esta preciosa e indispensable chispita de Cielo, que Dios encendió sobre la Tierra. San Juan Pablo, con tu oración protege las familias y cada vida que brota en la familia. Ruega por el mundo entero, todavía marcado por tensiones, guerras e injusticias. Tú te opusiste a la guerra invocando el diálogo y sembrando el amor: ruega por nosotros, para que seamos incansables sembradores de paz. ¡Oh, San Juan Pablo II, desde la ventana del Cielo, donde te vemos junto a María, haz descender sobre todos nosotros la bendición de Dios! Amén.
Reflexión para el cuarto día: «La Iglesia».
La Iglesia no tiene otra vida fuera de aquella que le da su Esposo y Señor. En efecto, precisamente porque Cristo en su misterio de Redención se ha unido a ella, la Iglesia debe estar fuertemente unida con todo hombre. (Carta Encíclica Redemptoris hominis, 18).
El amor y la fidelidad de Juan Pablo II a la Iglesia fueron dos de sus principales virtudes desde la más tierna infancia. Él sabía bien que, más que guiar a la Iglesia, él debía dejarse conducir por ella. Valiente defensor de sus derechos, precismente porque la abrazó con todo su ser, pudo permanecer siempre unido a Cristo y a las ovejas del rebaño que Éste le encomendó.
San Juan Pablo II, ilumina nuestro entendimiento para que podamos comprender el gran misterio de la Iglesia, indisolublemente unida a Cristo, su Fundador y Esposo; que con ella y desde ella, abramos los brazos para acoger a todos los hermanos, en especial, a los más necesitados. Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.
Oración final para cada día:
Dios eterno, Supremo Pastor de tu Pueblo, que en la persona y el ministerio del Papa San Juan Pablo II, diste a la Iglesia un insigne defensor de la verdad y un verdadero apóstol de caridad, concédenos, te rogamos, que en nuestro caminar hacia la plena luz, contemos siempre con el auxilio celestial de aquel que en la Tierra, supo apacentarnos amorosamente, siendo fiel Vicario de tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
QUINTO DÍA
Se hace la señal de la Cruz.
Oración inicial para todos los días.:
¡Oh, San Juan Pablo II, desde la ventana del Cielo, danos tu bendición! Bendice a la Iglesia, que tú has amado, servido y guiado, animándola a caminar con coraje por los senderos del mundo, para llevar a Jesús a todos, y a todos a Jesús. Bendice a los jóvenes, que han sido tu gran pasión. Concédeles volver a soñar y volver a mirar hacia lo alto, para encontrar la luz que ilumina los caminos de la vida en la Tierra. Bendice las familias, ¡bendice cada familia! Tú advertiste el asalto de Satanás contra esta preciosa e indispensable chispita de Cielo, que Dios encendió sobre la Tierra. San Juan Pablo, con tu oración protege las familias y cada vida que brota en la familia. Ruega por el mundo entero, todavía marcado por tensiones, guerras e injusticias. Tú te opusiste a la guerra invocando el diálogo y sembrando el amor: ruega por nosotros, para que seamos incansables sembradores de paz. ¡Oh, San Juan Pablo II, desde la ventana del Cielo, donde te vemos junto a María, haz descender sobre todos nosotros la bendición de Dios! Amén.
Reflexión para el quinto día: «La Virgen María».
La contemplación de Cristo tiene en María su modelo insuperable. El Rostro del Hijo le pertenece de un modo especial. Ha sido en su vientre donde se ha formado, tomando también de Ella una semejanza humana que evoca una intimidad espiritual ciertamente más grande aun. Nadie se ha dedicado con la asiduidad de María a la contemplación del Rostro de Cristo. (Carta Encíclica Rosarium Virginis Mariae, 10).
El amor entrañable de Juan Pablo II a la Santísima Virgen María es el hilo de oro que atraviesa el tejido precioso de toda su vida. Desde que tuvo uso de razón y hasta el último instante de su existencia terrena, el lema Totus tuus («Todo tuyo»), más que unas simples palabras, fue todo un programa de vida al que permaneció fiel hasta el fin. Puede decirse, sin temor a exagerar, que el bienaventurado Pontífice quiso conocer, imitar, servir y adorar a Jesús en la escuela de María, junto a ella siempre y no sin ella.
San Juan Pablo II, hoy queremos unir nuestra voz al eco perenne de la tuya, que en la gloria celestial sigue repitiendo: «Totus tuus, Maria» (Todo tuyo, María). Que comprendamos, como tú, que no hay manera más plena de pertenecer a Cristo y permanecer unidos a Él, que declarándonos «posesión de María» y viviendo en coherencia con ello. Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.
Oración final para cada día:
Dios eterno, Supremo Pastor de tu Pueblo, que en la persona y el ministerio del Papa San Juan Pablo II, diste a la Iglesia un insigne defensor de la verdad y un verdadero apóstol de caridad, concédenos, te rogamos, que en nuestro caminar hacia la plena luz, contemos siempre con el auxilio celestial de aquel que en la Tierra, supo apacentarnos amorosamente, siendo fiel Vicario de tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
SEXTO DÍA
Se hace la señal de la Cruz.
Oración inicial para todos los días.:
¡Oh, San Juan Pablo II, desde la ventana del Cielo, danos tu bendición! Bendice a la Iglesia, que tú has amado, servido y guiado, animándola a caminar con coraje por los senderos del mundo, para llevar a Jesús a todos, y a todos a Jesús. Bendice a los jóvenes, que han sido tu gran pasión. Concédeles volver a soñar y volver a mirar hacia lo alto, para encontrar la luz que ilumina los caminos de la vida en la Tierra. Bendice las familias, ¡bendice cada familia! Tú advertiste el asalto de Satanás contra esta preciosa e indispensable chispita de Cielo, que Dios encendió sobre la Tierra. San Juan Pablo, con tu oración protege las familias y cada vida que brota en la familia. Ruega por el mundo entero, todavía marcado por tensiones, guerras e injusticias. Tú te opusiste a la guerra invocando el diálogo y sembrando el amor: ruega por nosotros, para que seamos incansables sembradores de paz. ¡Oh, San Juan Pablo II, desde la ventana del Cielo, donde te vemos junto a María, haz descender sobre todos nosotros la bendición de Dios! Amén.
Reflexión para el sexto día: «Las familias».
Queridas familias: ustedes deben ser también valientes y estar dispuestas siempre a dar testimonio de la esperanza que tienen (cf. 1 P 3, 15), porque ha sido depositada en su corazón por el Buen Pastor mediante el Evangelio. Deben estar dispuestas a seguir a Cristo hacia los pastos que dan la vida y que Él mismo ha preparado con el misterio pascual de su Muerte y Resurrección. (Carta a las familias, 18).
La exhortación a la valentía hecha a las familias por el Papa Juan Pablo II quizá sea hoy mucho más vigente que en otros tiempos. Nunca como ahora la institución familiar ha sido tan cuestionada, tan atacada y tan relativizada por los diferentes ámbitos de la sociedad. El gran Pontífice instituyó el Encuentro Mundial de las Familias con el objetivo de que el mundo tome conciencia del valor de ellas y de su papel insustituible en la formación de las generaciones.
San Juan Pablo II, amante benefactor y profético defensor de la institución familiar, bendice a nuestras familias y alcánzales de Dios la fortaleza que necesitan para hacer frente a los embates del Enemigo infernal, que jamás descansa, siempre sostenidas por María, a la que quisiste honrar con el título de «Regina familiarum» (Reina de las familias). Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.
Oración final para cada día:
Dios eterno, Supremo Pastor de tu Pueblo, que en la persona y el ministerio del Papa San Juan Pablo II, diste a la Iglesia un insigne defensor de la verdad y un verdadero apóstol de caridad, concédenos, te rogamos, que en nuestro caminar hacia la plena luz, contemos siempre con el auxilio celestial de aquel que en la Tierra, supo apacentarnos amorosamente, siendo fiel Vicario de tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
SÉPTIMO DÍA
Se hace la señal de la Cruz.
Oración inicial para todos los días.:
¡Oh, San Juan Pablo II, desde la ventana del Cielo, danos tu bendición! Bendice a la Iglesia, que tú has amado, servido y guiado, animándola a caminar con coraje por los senderos del mundo, para llevar a Jesús a todos, y a todos a Jesús. Bendice a los jóvenes, que han sido tu gran pasión. Concédeles volver a soñar y volver a mirar hacia lo alto, para encontrar la luz que ilumina los caminos de la vida en la Tierra. Bendice las familias, ¡bendice cada familia! Tú advertiste el asalto de Satanás contra esta preciosa e indispensable chispita de Cielo, que Dios encendió sobre la Tierra. San Juan Pablo, con tu oración protege las familias y cada vida que brota en la familia. Ruega por el mundo entero, todavía marcado por tensiones, guerras e injusticias. Tú te opusiste a la guerra invocando el diálogo y sembrando el amor: ruega por nosotros, para que seamos incansables sembradores de paz. ¡Oh, San Juan Pablo II, desde la ventana del Cielo, donde te vemos junto a María, haz descender sobre todos nosotros la bendición de Dios! Amén.
Reflexión para el séptimo día: «El dolor».
Cuanto más se siente amenazado el hombre por el pecado, cuanto más pesadas son las estructuras del pecado que lleva en sí el mundo de hoy, tanto más grande es la elocuencia que posee en sí el sufrimiento humano. Y tanto más la Iglesia siente la necesidad de recurrir al valor de los sufrimientos humanos para la salvación del mundo. (Carta Apostólica Salvifici Doloris, 27).
Las últimas homilías de Juan Pablo II carecieron de palabras y llegaron a ser, paradójicamente, admirables en su elocuencia. Difícilmente el mundo podrá olvidar los últimos días del Papa polaco: todo su cuerpo era una «cátedra del sufrimiento» desde la que enseñaba a la humanidad el valor salvífico de los padecimientos, cuando se está plenamente unido a la Cruz de Cristo. Con su dolor, aceptado y abrazado con amor y a la luz de la fe, Juan Pablo II colaboró profundamente en la obra salvífica de Jesucristo, único Redentor de la humanidad.
San Juan Pablo II, cuando el sufrimiento nos visite, ayúdanos a acogerlo como lo que es: don de Dios para nuestra propia salvación y la de los hermanos. Que aprendamos de ti la dignidad de sufrir y la generosidad de ofrecer, en el Nombre de Cristo, Siervo sufriente y Varón de dolores. Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.
Oración final para cada día:
Dios eterno, Supremo Pastor de tu Pueblo, que en la persona y el ministerio del Papa San Juan Pablo II, diste a la Iglesia un insigne defensor de la verdad y un verdadero apóstol de caridad, concédenos, te rogamos, que en nuestro caminar hacia la plena luz, contemos siempre con el auxilio celestial de aquel que en la Tierra, supo apacentarnos amorosamente, siendo fiel Vicario de tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
OCTAVO DÍA
Se hace la señal de la Cruz.
Oración inicial para todos los días.:
¡Oh, San Juan Pablo II, desde la ventana del Cielo, danos tu bendición! Bendice a la Iglesia, que tú has amado, servido y guiado, animándola a caminar con coraje por los senderos del mundo, para llevar a Jesús a todos, y a todos a Jesús. Bendice a los jóvenes, que han sido tu gran pasión. Concédeles volver a soñar y volver a mirar hacia lo alto, para encontrar la luz que ilumina los caminos de la vida en la Tierra. Bendice las familias, ¡bendice cada familia! Tú advertiste el asalto de Satanás contra esta preciosa e indispensable chispita de Cielo, que Dios encendió sobre la Tierra. San Juan Pablo, con tu oración protege las familias y cada vida que brota en la familia. Ruega por el mundo entero, todavía marcado por tensiones, guerras e injusticias. Tú te opusiste a la guerra invocando el diálogo y sembrando el amor: ruega por nosotros, para que seamos incansables sembradores de paz. ¡Oh, San Juan Pablo II, desde la ventana del Cielo, donde te vemos junto a María, haz descender sobre todos nosotros la bendición de Dios! Amén.
Reflexión para el octavo día: «El ecumenismo».
Jesús mismo antes de su Pasión rogó para «que todos sean uno» (Jn 17, 21). Esta unidad, que el Señor dio a su Iglesia y en la cual quiere abrazar a todos, no es accesoria, sino que está en el centro mismo de su obra. No equivale a un atributo secundario de la comunidad de sus discípulos. Pertenece en cambio al ser mismo de la comunidad. (Carta Encíclica Ut unum sint, 9).
Juan Pablo II fue apóstol incansable de unidad y mensajero de reconciliación. En su corazón de padre hubo lugar para todos los hombres, creyentes y no creyentes, amigos y enemigos. Fiel imitador de Cristo, no fue solo el "pastor de las ovejas de la Iglesia" sino que veló y se desveló por todo el rebaño de la humanidad, sembrando semillas para que se cumpla más prontamente el anhelo de Jesús, de que todos sean uno.
San Juan Pablo II, constructor de puentes y maestro de unidad, que aprendamos de ti que aquellas cosas que nos dividen son muchas menos que las que nos unen. Que amemos al que piensa diferente, más aun, al que es diferente; que nos pongamos a su servicio y que sepamos apreciar todo lo bueno que Dios ha puesto en él, a fin de que podamos enriquecernos mutuamente. Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.
Oración final para cada día:
Dios eterno, Supremo Pastor de tu Pueblo, que en la persona y el ministerio del Papa San Juan Pablo II, diste a la Iglesia un insigne defensor de la verdad y un verdadero apóstol de caridad, concédenos, te rogamos, que en nuestro caminar hacia la plena luz, contemos siempre con el auxilio celestial de aquel que en la Tierra, supo apacentarnos amorosamente, siendo fiel Vicario de tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
NOVENO DÍA
Se hace la señal de la Cruz.
Oración inicial para todos los días.:
¡Oh, San Juan Pablo II, desde la ventana del Cielo, danos tu bendición! Bendice a la Iglesia, que tú has amado, servido y guiado, animándola a caminar con coraje por los senderos del mundo, para llevar a Jesús a todos, y a todos a Jesús. Bendice a los jóvenes, que han sido tu gran pasión. Concédeles volver a soñar y volver a mirar hacia lo alto, para encontrar la luz que ilumina los caminos de la vida en la Tierra. Bendice las familias, ¡bendice cada familia! Tú advertiste el asalto de Satanás contra esta preciosa e indispensable chispita de Cielo, que Dios encendió sobre la Tierra. San Juan Pablo, con tu oración protege las familias y cada vida que brota en la familia. Ruega por el mundo entero, todavía marcado por tensiones, guerras e injusticias. Tú te opusiste a la guerra invocando el diálogo y sembrando el amor: ruega por nosotros, para que seamos incansables sembradores de paz. ¡Oh, San Juan Pablo II, desde la ventana del Cielo, donde te vemos junto a María, haz descender sobre todos nosotros la bendición de Dios! Amén.
Reflexión para el noveno día: «Los jóvenes».
Sí, queridos amigos, ¡Cristo nos ama y nos ama siempre! Nos ama incluso cuando lo decepcionamos, cuando no correspondemos a lo que espera de nosotros. Él no nos cierra nunca los brazos de su misericordia. ¿Cómo no estar agradecidos a este Dios que nos ha redimido llegando incluso a la locura de la Cruz, a este Dios que se ha puesto de nuestra parte y está ahí hasta al final? (Homilía de la Misa de Clausura de la XV Jornada Mundial de la Juventud, 4. 20 de agosto del Año Jubilar 2000).
El evento periódico de mayor convocatoria de la historia de la humanidad son las Jornadas Mundiales de la Juventud, instituidas por Juan Pablo II y de las cuales él mismo, por decisión del Papa Francisco, es el santo patrono. Desde 1985 y hasta la fecha, cada año a nivel diocesano, y con una frecuencia de entre dos y tres a nivel internacional, celebradas estas en las ciudades más diversas, han sido una ocasión privilegiada del encuentro de los jóvenes con el Sucesor de Pedro. Primero, Juan Pablo II, luego, Benedicto XVI, y ahora, Francisco. El éxito siempre fue indiscutible y superó hasta las mejores expectativas. Las Jornadas Mundiales de la Juventud, por iniciativa de su santo fundador y patrono, fueron el inicio de un diálogo entrañable entre el Papa, en nombre de la Iglesia y los jóvenes, diálogo que ya ha producido innumerables frutos y que gracias a este evento de alcance profético, sin lugar a dudas perdurará hasta el final de los tiempos. Se trata pues, del más hermoso testamento de Juan Pablo II, una verdadera institución a perpetuidad que promete innumerables gracias a la Iglesia y a las sucesivas generaciones.
San Juan Pablo, padre amante, amigo fiel y maestro sabio de los jóvenes, mira desde el Cielo a estos hijos tuyos que, con la fuerza y el entusiasmo que los caracterizan, avanzan llenos de esperanzas entre las rosas y las espinas propias de la peregrinación terrenal. Que ninguna dificultad les arrebate la esperanza ni les quite la paz, que ninguna ideología los aprisione, y que los vanos atractivos del mundo no los seduzcan. Que no antepongan nada al amor de Cristo, Dios y Salvador, única fuente de la verdadera felicidad. Amén.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria.
Oración final para cada día:
Dios eterno, Supremo Pastor de tu Pueblo, que en la persona y el ministerio del Papa San Juan Pablo II, diste a la Iglesia un insigne defensor de la verdad y un verdadero apóstol de caridad, concédenos, te rogamos, que en nuestro caminar hacia la plena luz, contemos siempre con el auxilio celestial de aquel que en la Tierra, supo apacentarnos amorosamente, siendo fiel Vicario de tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
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Esta novena se puede rezar todos los años del 13 al 21 de octubre, como preparación a su festividad. También puede emplearse del 13 al 21 de cualquier otro mes, o bien en otros días, cada vez que se quiera pedir una gracia especial a Dios por intercesión de San Juan Pablo II. Sería oportuno rezarla, por ejemplo: del 24 de marzo al 1° de abril, como preparación al aniversario de su tránsito (2 de abril de 2005); del 7 al 15 de octubre, como preparación al aniversario de su elección como Vicario de Cristo (16 de octubre de 1978); como preparación a las Jornadas Mundiales de la Juventud, de las que el santo Pontífice es fundador y patrono; o en cualesquier otro día.
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