sábado, 26 de marzo de 2016

Huevos y conejos de Pascua... Una antiquísima tradición.


La tradición y simbología de los conejos y los huevos de Pascua es una tradición antiquísima  en la Iglesia.  Entre los siglos IX al XVIII, la iglesia aconsejaba dejar de comer huevo durante la Cuaresma como algo penitencial al alcance de todos, por considerarlos equivalente a la carne Sin embargo, las gallinas —ajenas a preceptos y normas religiosas— seguían poniendo huevos y más huevos. Tirar los huevos hubiera sido un pecado, de manera que no quedaba más remedio que guardarlos. En unas semanas se conseguía una sobreabundancia de huevos a los que había que dar salida. El domingo de Resurección, primer día en el que este precepto ya no regía porque había acabado la penitencia, se convertía en la fecha señalada.Y qué mejor que compartir o regalar los huevos que no se habían consumido durante la Cuaresma. De esta forma, fue naciendo una costumbre de ofrecer una cesta de huevos frescos a los amigos y vecinos como un magnífico detalle, pero, si además los huevos se coloreaban o se pintaban se convertían en un auténtico regalo.

En el siglo XII la Iglesia bendijo la costumbre de regalar huevos como símbolo de resurreción a la salida de la misa de Pascua, relacionando el hecho de que el pollito, al nacer, es él mismo quien rompe el cascarón, y Cristo al Resucitar, rompe Él mismo las ataduras de la muerte. Esa costumbre que se ha mantenido hasta no hace mucho, especialmente en las zonas rurales, donde abuelos y padrinos entregan a los ahijados panecillos con dos huevos que se llevaban a bendecir.

El huevo tiene una gran importancia como símbolo de la Pascua que coincide con el inicio de la primavera, lo cual no es casualidad. En primavera, la naturaleza sale de su letargo, iniciándose un nuevo ciclo vegetal. Es el despertar a la vida. Si esto lo trasladamos al terreno espiritual, la Pascua representa una nueva vida que culmina con la la Resurrección. Teniendo en cuenta que el huevo desde siempre ha simbolizado la fecundidad, la vida y la renovación, la asociación Pascua, Primavera y Huevo, no puede ser más exacta. Otras fuentes afirman que el huevo simboliza los cuatro elementos de la vida. La cáscara representa la tierra; la membrana, el aire; la clara, el agua; y la yema, el fuego.

A partir del siglo XVIII, cuando la industria chocolatera consigue avances importantes en el manejo y tratamiento del chocolate, se empieza a vaciar los huevos frescos y a rellenarlos de chocolate. Más tarde llegaron otras formas: conchas, campanas, carruajes... copiando figuras de la escuela austriaca, con sus colores y formas.

Por su parte, el Conejo de Pascua es un personaje mítico infantil perteneciente a las culturas germánicas y posteriormente a las anglosajonas. Aunque sus orígenes no están muy definidos, se supone que la elección del conejo se debe a su conocida capacidad de procreación. Sus orígenes como símbolo de Pascua se encuentran en la Alemania del siglo XVI. En el mismo país durante el siglo XIX es que se encuentran los primeros registros de conejos elaborados con chocolate. Antiguos predicadores alemanes, veían en el conejo un símbolo de la Ascensión de Jesús y de cómo debe vivirse el cristiano: las fuertes patas traseras del conejo le permiten siempre ir hacia arriba con facilidad, mientras que sus débiles patas delanteras le dificultan el descenso.

Sin embargo, como en todas las tradiciones, existen gran diversidad de versiones sobre el origen de este personaje.  Hay un antiguo cuento que narra que un conejo estuvo encerrado en el sepulcro junto a Jesús y presenció su resurrección. Ese conejo, al salir de la cueva junto con Jesús, fue el mensajero que comunicó a todos la buena nueva, regalando huevos pintados. Hoy en día se elaboran conejos de chocolate, que se suelen regalar por estas fechas, siendo también un producto de pastelería que puede verse en muchas de las tiendas de los paises europeos del norte.

En algunas comunidades católicas, como las del Camino Neocatecumenal es costumbre hacer una piñata en forma de huevo, que en su interior se encuentran dulces y/o juguetes que se regalan a los niños pertenecientes a dichas comunidades. Y que a veces contienen otros pequeños huevos que se decoran para su entrega a modo de tarjetas de Pascua, de manera análoga con las de Navidad.

En la actualidad, la tradición continúa con algunas variaciones. En Europa se mantiene la costumbre que data desde la Edad Media de adornar huevos con teñidos y pintados. Aunque parece que la práctica de huevos ornamentales era principalmente elaborada por clases altas o de recursos, se difundió a decoraciones más sencillas, como con el empleo de hojas de árbol para crear patrones sobre el cascarón. El comercio y la globalización, por su parte, se han encargado de incorporar los huevos de chocolate y los huevos de plástico para ser llenos de dulces, y que según la leyenda son escondidos por el conejo de Pascua, elaborado ahora en múltiples materiales para que los niños los busquen, y por consiguiente los encuentren y se los coman.

Ordinariamente la celebración se lleva al cabo el Domingo de resurrección y suele realizarse a la hora del desayuno, decorando la mesa con flores, ramas con brotes nuevos y motivos alusivos a la fecha. Después se invita a los niños a buscar los huevos que previamente fueron escondidos por los padres. Los niños suelen disfrutar mucho buscando los huevos coloridos, en algunos casos de chocolate.

Alfredo Delgado, M.C.I.U.

Una reflexión para el Sábado Santo... a los pies de la «CRUZ» con María.

Mujer, aquí tienes a tu hijo... (Jn 19,26).


Mirando a su Madre de pie, junto a la Cruz, con el discípulo amado, Jesús, poco antes de morir, le dijo a su Madre: "Mujer, aquí tienes a tu hijo" y puso en su corazón el amor materno. Y María acepto por suyos a todos los hijos de la Cruz y se convirtió en Madre nuestra.

El segundo día del Triduo Pascual tiene como centro de meditación la Cruz pensando en la sepultura del Señor en un día de silencio y contemplación, ayuno y espera; un día de calma tensa porque algo grande va a ocurrir. Por la mañana smuchas comunidades rezan la corona dolorosa, porque la piedad cristiana tiene un recuerdo muy especial en este día para la Virgen María, que en el Sábado Santo, especialmente, vuelve a nosotros “sus ojos misericordiosos” porque nos recibió como Madre. 

EI Salvador no quiso dejarnos su testamento hasta la Cruz, un poco antes de morir y allí, antes que nada, lo selló. Su sello no es otro sino Él mismo, como había hecho decir a Salomón, hablando por medio de él a un alma devota: "Ponme como un sello sobre tu corazón" y adorna este sello con su Madre Santísima. Su testamento son las divinas palabras que pronunció sobre la cruz. Dichosos nosotros, que somos hijos de la Cruz con María como Madre, pues tenemos la seguridad de que nuestro Redentor no nos ha abandonado y nos va a dar la gloria.

Mientras como Iglesia esperamos la Resurrección con la Madre del Salvador, se está dando el sueño de Cristo en los brazos del Padre. Cristo, en su infinita misericordia, ha abrazado el trágico destino del hombre en su muerte; ha permanecido en ella y «en la esperanza reposa su carne».

Ayer celebramos la «Adoración de la Santa Cruz». El Misal Romano no dice nada de «Crucifijo» para el Viernes Santo, sino que habla de ostensión y adoración de la «Cruz». 

«La genuflexión, que se hace doblando la rodilla derecha hasta la tierra, significa adoración; y por eso se reserva para el Santísimo Sacramento, así como para la santa Cruz desde la solemne adoración en la acción litúrgica del Viernes Santo en la Pasión del Señor hasta el inicio de la Vigilia Pascual» (IGMR n. 274) nos recuerda que lo que se adora aquí, propiamente, aunque con culto de latría relativa, es la Santa Cruz, no el Crucificado.

Por una tradición muy antigua de la Iglesia, para la adoración del Viernes Santo, se utiliza sólo la Cruz, sin la efigie del Cristo crucificado. Además, en la celebración litúrgica de la Pasión del Señor, porque luego de la solemne proclamación del Evangelio que relata la misma, se manifiesta mejor la muerte de Cristo al estar la Cruz desnuda, sin la imagen de Nuestro Señor. La Cruz sola corresponde mejor a la verdad del signo: se adora la cruz «donde estuvo clavado el Salvador del mundo» (como canta el sacerdote invitando a la adoración). Las oraciones, pues, hacen referencia a la Cruz y no a Cristo.

La Cruz «Crucifijo» nos recuerda, en las celebraciones litúrgicas ordinarias, la Pasión de Cristo, pero el momento de la Adoración de la Cruz es posterior a la misma Pasión, que litúrgicamente se celebró en la Primera Parte, con la Liturgia de la Palabra (más aún, teniendo en cuenta que el Viernes Santo no hay celebración sacramental del Sacrificio de la Misa). Se trata de un momento, podríamos decir, de exaltación de la Cruz, un paréntesis en el Viernes Santo, que luego tendrá su magnificación o celebración en «detalle», en la fiesta de la Exaltación de la Cruz. 

Lo que venimos afirmando, está de acuerdo con el origen de este antiguo rito, que tuvo lugar en Jerusalén cuando fue encontrada la Santa Cruz de Nuestro Señor (s. IV). Reliquias de la misma fueron repartidas rápidamente, sobre todo a Roma, de manera que el rito suponía que se adoraban o veneraban «las reliquias de la Santa Cruz». Nada hacía suponer que incluyera la imagen del Crucificado. Además, incluso como ornato del Altar, el Crucifijo entró recién en el s. XIV (Cf. RIGHETTI, M., Manuale di storia liturgica, Áncora, Milano 2005, 2ª Anastatica, I, 536).

Así, al concluir la celebración, se queda en el presbiterio «La Cruz», al pie de la cual está María acompañando a todos sus hijos en espera de la resurrección gloriosa de nuestro Salvador. 

Alfredo Delgado Rangel, M.C.I.U.

viernes, 25 de marzo de 2016

Una reflexión para el Viernes Santo*...

¿A quién buscan? (Jn 18,4.7)

El Señor sabía el resultado del juicio que se le haría. Sabía que estaba condenado por un mundo inmisericorde que vive en la injusticia y da gran espacio a la maldad. Eso lo saben también hoy muchas personas que son juzgadas injustamente.La pregunta para la reflexión del día de hoy la hace el mismo Cristo: «¿A quién buscan?». La misma pregunta la hace dos veces (Jn 18,4.7) y la respuesta la damos cada uno de nosotros... ¿A quién buscamos?

Jesús sale al encuentro del pelotón con eta pregunta «¿A quién buscan?» y viene de inmediato la respuesta: «A Jesús de Nazaret.» Y Jesús dice: «Soy yo»... el Jesús de Nazaret que andan buscando... ¿A quién busco, Señor? y ¿Para qué te busco?

El poder del mundo no puede en modo alguno prender ni aprisionar al Señor, a no ser que Jesús mismo lo quiera y de alguna forma dé permiso para ello! Esto no es una simple fábula, contada como milagro. 

Los católicos creemos y decimos que la cruz es la señal del cristiano no por masoquismo espiritual, sino porque la cruz es fuente de vida y de liberación total, como signo que es del amor de Dios al hombre por medio de Jesucristo que se entregó por mí. El amor que testimonia su cruz es la única fuerza capaz de cambiar el mundo, si los que nos decimos sus discípulos lo buscamos pero para seguirlo hasta la Cruz y dar la vida, no para prenderlo y quererlo borrar de nuestro mundo. Como dice la Beata María Inés Teresa: "Que su Sangre preciosa se derrame sobre nosotros y nos purifique... puesto que dio toda su Sangre por nosotros; nos conquistó a fuerza de amor, ¡de exceso de amor!… desde el pesebre hasta la cruz…" 

¿A quién busco, Señor, cuando te veo en el Huerto, abandonado por los tuyos? ¿A quién busco, Señor, cuando te veo de Anás a Caifás, ninguneado ahora también por el mundo actual? ¿A quién busco, Señor, cuándo te veo con la Cruz a cuestas y no me acerco como la Verónica a enjugar tu rostro? ¿A quién busco, Señor cuando te veo en la cruz de muchos que sufren, que están solos, que están enfermos o deprimidos y explotados? ¿A quién busco, Señor, cuando te veo en la Cruz clavado por mis pecados y por los del mundo entero? ¿A quién busco, Señor, cuando escucho tus palabras dándome a María por Madre al pie de la Cruz? ¿A quién busco, Señor...?

Este día de silencio puede ser una oportunidad para meditar en la respuesta que doy a tu pregunta para tomar la seria determinación, librándome de palabrerías inútiles, poniéndome al pie de la Cruz y decirte con todo el corazón que te busco sólo a Ti,  Dios de infinita misericordia, Dios de perdón y de esperanza, Dios de vida eterna... te busco a Ti... la única realidad.

Alfredo Delgado Rangel, M.C.I.U.

*Escrito basado en uno anterior ya publicado en un Viernes Santo por un servidor.

jueves, 24 de marzo de 2016

Una reflexión para el Jueves Santo*...

"Los amó hasta el extremo" (Jn 13,1).


El capítulo 13 del evangelio de Juan comienza diciendo que Dios nos amó hasta el extremo. A partir de esto, el evangelista irá presentando el cumplimiento de la obra de Jesús, la llegada de su hora, el tiempo de su glorificación. 

Este día contemplamos el gesto testimonial que busca expresar lo más importante de su predicación: amar a los demás como servidores, buscar el bien de los otros por encima del propio, enseñar con el ejemplo de vida.Este día se celebra el día del AMOR. Es el día en que el Maestro se entrega en el servicio humilde y sacerdotal lavando los pies a sus apóstoles y quedándose para siempre en el signo pobre y sencillo de la Eucaristía para manifestarse siempre en el amor. El gesto de Jesús nos invita también a nosotros a ponernos al servicio de los de los que más nos necesitan, los que están a nuestro lado y al mismo tiempo nos hace correr al encuentro de aquellos con los que nadie quiere ir sin buscar pretensiones de triunfalismo y sin herir susceptibilidades.

Hace unos días el Señor se dejaba ungir los pies con un perfume caro acogiendo el gesto de María con sensibilidad y gratitud, ahora es él quien tiene el detalle de lavar los pies a los suyos para dejar el aroma de su entrega por nuestra libertad. Al lavar los pies a los discípulos, el Mesías estaba aceptando lo sucio, lo poco agradable de nuestra condición humana amando a los suyos con una infinita misericordia como son y esperando una transformación al amar.

Muchos aprovechan estos días santos para descansar, ojalá y en este descanso haya un espacio de tiempo para encontrar al Señor en un rato de intimidad, porque la fe es para ser vivida y practicada, no sirve ni basta decir "Señor, Señor" (como nos enseña la parábola de la casa edificada sobre piedra, ver Mt. 7). Jesús quiere e invita a sus discípulos a demostrar con gestos y actitudes nuevas el conocimiento de las cosas de Dios que hay en nuestro corazón. En esto se encuentra la felicidad, el sentido pleno de la existencia: en vivir para los demás como servidores, amando como Él y siendo misericordiosos como Él. 

Evidentemente la propuesta de Jesús no tiene nada que ver con el modelo de felicidad y de «amor» que nos propone la sociedad de nuestros días… ¿es difícil vivir esto? ¿cómo podemos vivir este mandato del amor a los demás en la vida concreta de todos los días? ¿Cómo podemos ser misericordiosos como el Señor lo es? Cristo se ha quedado en la Eucaristía y como dice la beata María Inés: "La misión de Jesús visible en el mundo ya terminó, él ya acabó su carrera, más se quedó en la Eucaristía hasta la consumación de los siglos para seguir desde allí siendo el promotor, el auxiliador, el sostén, el refrigerio, el guía, el consuelo de todos aquellos que quieren como él: Pasar por el mundo haciendo el bien". 

A través del sacerdocio ministerial la presencia eucarística del Señor llega hasta los últimos rincones del mundo. El Papa Francisco ha recordado a los sacerdotes que «Jesús viene a rescatarnos, a hacernos salir, para convertirnos de pobres y ciegos, de cautivos y oprimidos. en ministros de misericordia y consolación».

Alfredo Delgado, M.C.I.U.

*Artículo ya publicado anteriormente y solamente enriquecido con algunas frases.

Para un largo rato de oración ante el Dios de la Misericordia... HORA SANTA 26


Canto Inicial:
"Soy yo, Señor"

Soy yo; Señor, quien contigo quiere hablar.
Soy yo, Señor, quien contigo quiere hablar.

En mi alma hay un enjambre, hay rumores mil
Hay un rojo surtidor.
Es preciso más silencio si pretendo oír
El murmullo de tu voz.

Tú me buscas, Tú me llamas, mendigando vas
Mi alegría y mi dolor
Y mi nombre está en tus labios pues quieres contar
Con mi colaboración.

Yo quisiera agradecerte haber pensado en mí
Sin cansarte y con afán.
Es muy grato serte útil y poder servir, en un hueco de tu plan.

Se hace la exposición del Santísimo como de costumbre si es que no está ya expuesto.

Ministro:  Adoremos y demos gracias en cada instante y momento
Todos: al Santísimo Sacramento.

Padre Nuestro.
Ave María.
Gloria.

Se hace ahora la Comunión Espiritual.

Todos: Señor Jesucristo, creemos firmemente que te encuentras presente en el santísimo sacramento del altar, te amamos con todo nuestro corazón y deseamos ardientemente recibirte, más como no podemos hacerlo en este momento sacramentalmente, ven espiritualmente a nuestro corazón.
(silencio) y porque ya te hemos recibido, no permitas, Jesús, que jamás nos apartemos de Ti. Amén.

En este momento se hace el ofrecimiento de la Hora Santa.

Canto para meditar:
"Unidos en la Vida"

Unidos en la vida, en un mismo trabajar
Nos unimos en la fiesta, compartiendo el mismo Pan.

La semana nos ha unido en el trabajo y sudor,
La Eucaristía nos une con Cristo en el amor.

Los esfuerzos de los hombres buscando un mundo mejor
Son los esfuerzos de Cristo que trae la salvación.

Los que abrís surco en la vida a golpe de trabajar
Sois invitados por Cristo a repartiros su Pan.

Lector 1: 
Desde nuestro bautismo, todos somos misioneros. Debemos de ir delante de la gente a la que vamos a servir, iluminándola con nuestras antorchas y no detrás de ellas como quemándolas.
Si somos misioneros debemos ser luz del mundo; nos lo dice el Maestro Jesús. Si no puedes ser estrella, sé al menos lámpara sencilla; pero sé luz. La caridad es la epifanía de la divinidad. Cristo mismo nos lo dijo al advertirnos que por el amor que nos tuviéramos los cristianos unos a otros, nos reconocerían los que no lo son. ¿Estuvo acertado Cristo, o se equivocó?. El que ama a los demás y el que ama de verdad, inventa el arte de acercarse a los demás y revelarles a Cristo echando mano de las obras de misericordia, pequeños actos sencillos en favor de nuestros hermanos. Allí tienes una guía para saber si amas o no, si tu amor es verdadero o ficticio.

Momentos de silencio para meditar.

Lector 2:
Señor Jesús,
¿qué quieres que vea con mis ojos?;
¿qué quieres que hable con mi lengua?
¿qué quieres que haga con mis manos?
¿qué quieres que piense con mi cabeza?
¿qué quieres que ame con mi corazón?
¿en qué quieres que emplee mi tiempo, mi dinero y mis facultades?
¿cómo cumplo tus mandamientos?
¿cómo obedezco a quienes debo, que son tus representantes?
Señor Jesús,
Te adoro como a mi Dios. Te obedezco como a mi Señor
Te amo como a mi Todo. Te temo como a mi juez.
Te pido como a mi Dador. Te doy gracias como a mi bienhechor.
Amén.

Canto para meditar:
"Señor, permite"

Señor permite que te hable hoy
Del dulce encuentro que me cambió
La hora feliz en que yo escuché, 
Tus palabras de amor.

Dime cuándo pudo suceder,
Si en la luz que el sol vierte al surgir
O cuando el calor me hace vivir,
O fue en la noche al volver.

¿fue cuando una rosa deshojé,
O en la fuente el agua que bebí;
O fue en el calor del dulce hogar,
Donde por fin te miré?

No fue en las horas de ilusión,
Sino al decidir mirarme bien;
Como amigo, en mi alma te encontré
Tú me esperabas allí.

Momentos de silencio para meditar.

Lector 3:
Cristo necesita de brazos y pies, de bocas y lenguas, a fin de poder llegar a todas las personas y llevar su misericordia. Cristo cuenta también con nosotros como contó con la Samaritana para evangelizar un pueblo o como necesitó del ciego del nacimiento para que diera testimonio.

Lector 2:
Jesús cuenta con nuestras lenguas, para la comunicación del Evangelio y la extensión de la Iglesia de Dios; cuenta con nuestros pies, para seguir a nuestros hermanos más alejados, a fin de volverlos al buen camino; cuenta con nuestros ojos, para poder detectar los ambientes en los que se necesita la presencia del Señor; cuenta con nuestro corazón, para prender el fuego de su amor en nuestro alrededor.

Lector 1:
Cristo cuenta con nuestra entrega misionera; una entrega sin límites ni restricciones; una entrega desprovista de egoísmos. Cristo cuenta con que nosotros vamos decir siempre que sí, ese sí que en la fe le decimos al Señor y que ya no se lo vamos a retirar; Cristo cuenta con ese sí, dándolo cuando Él nos lo pida, aunque implique dolor y humillación.

Lectores 1, 2 y 3: ¡Cristo cuenta con nosotros porque somos misioneros de su misericordia!.

Momentos de silencio para meditar.

Lector 1: 
Oh, Señor Jesús, siempre misericordioso escucha nuestra oración.
Cuando yo dude
Lectores 2 y 3:
Aconséjame.
Lector 1: 
Cuando caiga en el error
Lectores 2 y 3:
desengáñame.
Lector 1: 
Si me pierdo
Lectores 2 y 3:
encuéntrame.
Lector 1: 
Si caigo
Lectores 2 y 3:
levántame.
Lector 1: 
Si me desanimo
Lectores 2 y 3:
aliéntame.
Lector 1: 
El día en que muera
Lectores 2 y 3:
llévame contigo.
Lector 1: 
Oh, Señor Jesús:
Cuando yo te llame
Lectores 2 y 3:
escúchame.
Lector 1: 
Cuando te ofenda
Lectores 2 y 3:
perdóname.
Lector 1: 
Cuando yo te deje
Lectores 2 y 3:
búscame.
Lector 1: 
Cuando yo te olvide
Lectores 2 y 3:
recuérdame.
Lector 1: 
Cuando te pida
Lectores 2 y 3:
dame.
Lector 1: 
Cuando te pueda servir
Lectores 2 y 3:
anímame.
Lector 1: 
Amén.

Canto para meditar:
"Hoy en oración"

Hoy en oración,
quiero preguntar, Señor,
quiero escuchar tu voz,
tus palabras con tu amor.
Ser como eres Tú,
servidor de los demás,
dime ¿cómo?, ¿en qué lugar?,
te hago falta más.

Dime Señor, en qué te puedo servir,
déjame conocer tu voluntad.
Dime Señor, en Ti yo quiero vivir,
quiero de Ti aprender: saber amar.

Hoy quiero seguir,
tus caminos junto al mar,
tus palabras, tu verdad,
ser imagen de Ti.
Ser como eres Tú,
servidor de los demás,
dime ¿cómo?, ¿en qué lugar?,
te hago falta más.

Dime Señor …

Lector 1:
El Dios del Evangelio no es el Dios gélido de la razón, la causa primera de la filosofía, el primer motor de la metafísica, el Dios inmutable e impasible, el Dios interesado o comerciante, el Dios almacenero, el Dios policía.  No, nuestro Dios no es nada de esto. Dios no es así. Dios es «Misericordia».

Lector 2:
El Dios del Evangelio es el Dios cálido, con los brazos abiertos de Padre. Es el Dios Amor para todos los hombres. Es Dios providente que cuida de los suyos. Es Dios que ama tanto a la humanidad, que nos entrega a su propio Hijo para salvarnos. Es Dios nuestro Padre que nos espera a cada uno de nosotros con los brazos abiertos para perdonarnos o premiarnos.

Lector 3:
Es el Dios misericordioso que quiere repartir entre todos nosotros, en rebanadas infinitas, el pan de la felicidad. Es Dios-Hijo que muere para salvarnos. Es Dios Espíritu Santo que nos consuela y nos llena de amor. Este es el Dios del Evangelio.

Momentos de silencio para meditar.

Canto para meditar:
Vaso Nuevo"

Gracias quiero darte, por amarme;
gracias quiero darte yo a Ti, Señor.
Hoy soy feliz porque te conocí.
Gracias por amarme a mi también.

Yo quiero ser, Señor amado.
Como el barro en manos del alfarero.
Toma mi vida, hazla de nuevo. Yo quiero ser un vaso nuevo.
Toma mi vida, hazla de nuevo. Yo quiero ser un vaso nuevo.

Te conocí y te ame; 
te pedí perdón y me escuchaste.
Si te ofendí, perdóname, Señor. 
Pues te amo y nunca te olvidaré.

Yo quiero ser, Señor amado…

Lector 3:
No hay cosa que Cristo nos recomiende tanto en su Evangelio como la unión entre todos los cristianos; es que el mundo necesita del testimonio de unidad que nosotros los cristianos, debemos darle, a fin de llegar a conseguir que todos los hombres caigan en la cuenta de que somos hermanos y, en consecuencia, nos tengamos como hermanos, nos respetemos como hermanos y nos ayudemos misericordiosamente a vivir como hermanos.
Lector 1:
El pan de cada día dánoslo hoy,  Señor, a manos llenas;
convierte en alegría nuestras labores buenas
y acaricia el dolor de nuestras penas.
Lector 2:
¡Horas de tedio largas
sin la presencia buena de tus manos!
¡Ay, las horas amargas
nos vuelven inhumanos,
Si no abrimos el alma a los hermanos!
Lectores 1, 2 y 3:
Santifica el momento de este ruido tenaz, de esta fatiga.
Busquemos el aliento de tu presencia amiga
que acreciente el esfuerzo y nos bendiga. Amén.

Canto para meditar:
"No podemos caminar"

No podemos caminar con hambre bajo el sol
Danos siempre el mismo pan: tu Cuerpo y Sangre, Señor.

Comamos todos de este pan, el pan de la unidad
En un cuerpo nos unió el Señor, por medio del amor.

Señor, yo tengo sed de Ti, sediento estoy de Dios
Pero pronto llegaré a ver el rostro del Señor.

Por el desierto el pueblo va cantando su dolor
En la noche brillará tu luz, nos guía la verdad.

Lector 2:
Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Es la primera bienaventuranza que Cristo proclamó en el Sermón de la montaña.
Lector 3: Pobre de espíritu es la persona que es sencilla, humilde, que no se paga de sí mismo, el que está convencido de que depende de los demás, de que él solo no puede enfrentar la vida, que necesita de los otros; por eso es pobre, porque no tiene en sí cuanto necesita, sino que lo espera de los demás.
Lector 1:
El orgulloso piensa que él y sólo él se satisface, se basta y se sobra; por eso es rico, porque dice que se tiene a sí mismo y por eso es difícil que sea misericordioso.

Lectores 1,2 y 3:
Este mundo del hombre en que él se afana,
tras la felicidad que tanto ansía,
Tú lo vistes, Señor, de luz temprana,
y de radiante sol de mediodía.
Así el poder de tu presencia encierra,
el secreto más hondo de esta vida;
un nuevo cielo y una tierra nueva,
colmarán nuestro anhelo sin medida.
Poderoso Señor de nuestra historia,
no tardes en venir gloriosamente,
tu luz resplandeciente y tu victoria,
inunden nuestra vida eternamente. Amén.

Momentos de silencio para meditar.

Canto para meditar:
"Entre tus manos"

Entre tus manos está mi vida, Señor
Entre tus manos pongo mi existir
Hay que morir, para vivir.
Entre tus manos  confío mi ser.

Si el grano de trigo no muere
Si no muere sólo quedará 
Pero si muere en abundancia dará 
Un fruto eterno que no morirá.

Entre tus manos …

Lector 2:
Cristo dice en el Evangelio que Él es la Luz. El que no lo sigue, camina en tinieblas, con todas las angustias e incertidumbres que llevan consigo las tinieblas.
Lector 1: 
El que no sigue a Cristo, no halla explicación para muchas cosas de la vida. Se siente embargado por mil problemas sin solución. Se le plantean centenares de interrogantes a los que nada ni nadie puede responder.
Lector 3:
En cambio, cuando Cristo, el Señor de la Eucaristía, la Divina Misericordia, aparece en la vida, es como cuando se hace la luz, uno encuentra en Él la paz, la seguridad, la orientación.

Lector 1: 
Con María, invoquemos la grandeza del Señor:
Lectores 1,2 y 3 (y si es posible todos):
Proclama mi alma la grandeza del Señor
Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
Porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones
Porque el poderoso ha hecho obras grandes por mí:
Su nombre es santo y su misericordia llega  a sus fieles
De generación en generación.
El hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón
Y enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes
Y a los ricos los despide sin nada.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia
Como lo había prometido a nuestros padres
A favor de Abraham y su descendencia para siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
Por los siglos de los siglos. Amén.

Momentos de silencio para meditar.

Canto para meditar:
"Yo no soy nada"

Yo no soy nada y del polvo nací, 
Pero Tú me amas y moriste por mí.
Ante la cruz sólo puedo exclamar:
¡Tuyo soy!, ¡tuyo soy!

Toma mis manos, te pido; toma mis labios, te amo
Toma mi vida, oh Padre; ¡Tuyo soy!, ¡tuyo soy!

Cuando de rodillas te miro Jesús,
Veo tu grandeza y mi pequeñez,
Qué puedo darte yo: sólo mi ser:
¡Tuyo soy!, ¡tuyo soy!.

Toma mis manos …

Lector 1:
Jesús sintió compasión de los que sufrían hambre y cansancio: su corazón sensible y tierno se sintió tocado por la necesidad y el sufrimiento de la gente. Dios es nuestro Buen Padre y como tal, y movido por el amor que nos tiene, se preocupa de nuestras necesidades no solamente espirituales sino que también las materiales.
Lector 2:
Si tú extiendes tu vista por el mundo, verás que son muchos los que tienen hambre de Dios, hambre del pan de la verdad, del pan de la justicia, del pan del amor, del pan de la misericordia divina.
Lector 3:
Ojalá tu corazón se sienta tocado ante tanta y tan urgente necesidad y salgas tú al paso, para socorrer esas necesidades materiales y espirituales, al menos en la medida de tus posibilidades, ya que ni Dios, ni tu conciencia te exigirán más de lo que puedas realizar.

Momentos de silencio para meditar.

Canto preparación para la bendición con el Santísimo:
"Bendito, bendito, bendito sea Dios"

Bendito, bendito, bendito sea Dios
Los ángeles cantan y alaban a Dios
Los ángeles cantan y alaban a Dios.
Yo creo Jesús mío que estas en el altar
Oculto en la Hostia te vengo a adorar
Oculto en la Hostia te vengo a adorar.
Por amor al hombre moriste en una cruz
Y al Cáliz desciendes por nuestra salud
Y al Cáliz desciendes por nuestra salud.

Todos de rodillas.

Ministro: Nos diste, Señor, el pan del cielo
Todos: Que contiene en sí todas las delicias
Ministro: Oremos. Oh Dios, que bajo este admirable sacramento nos has dejado el memorial de tu pasión, concédenos, venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros los frutos de tu redención. Te lo pedimos a Ti que vives y reinas. Por los siglos de los siglos. Amén.

En este momento se da la bendición con el santísimo sacramento.

Ultimas oraciones:
BENDITO SEA DIOS, bendito sea su santo nombre, BENDITO SEA JESUCRISTO VERDADERO DIOS Y VERDADERO HOMBRE, bendito sea el santo nombre de Jesús, BENDITO SEA SU SACRATÍSIMO CORAZÓN, bendita sea su preciosísima sangre, BENDITO SEA JESUCRISTO EN EL SANTÍSIMO SACRAMENTO DEL ALTAR, bendito sea el Espíritu Santo consolador, BENDITA SEA LA GRAN MADRE DE DIOS MARIA SANTISIMA, bendita sea su santa e inmaculada concepción, BENDITA SEA SU GLORIOSA ASUNCION, bendito sea el nombre de María Virgen y Madre, BENDITO SEA SAN JOSE SU CASTÍSIMO ESPOSO, bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos.

Canto final:
"Aunque marche"

Aunque marche por la oscuridad, Nada he de temer 
Porque Tú conmigo vas.  Mi pastor que me hace sosegar.

Tú que me conduces a tus fuentes de paz
Tú me has bautizado, por tu senda voy.

Aunque marche por la oscuridad 


DR. ALGDR 2016

miércoles, 23 de marzo de 2016

Una reflexión para el Miércoles Santo...

"... y les dijo: «¿Cuánto me darán si se lo entrego?»" (Mateo 26,14-25). 


Judas se fue en busca de los jefes del pueblo judío y les dijo: "¿Qué me dan si se los entrego?". Ellos se alegraron y prometieron darle dinero. Judas sigue apareciendo como el protagonista de la liturgia de los tres primeros días de la Semana Santa: el Evangelio siempre habla de él. Y Judas está presente también en el cenáculo. 

La presencia de Judas en medio de los doce, en torno a la mesa de Jesús, es, indudablemente, el hecho más inquietante entre los hechos, todos inquietantes, que se condensan en vísperas de la pasión del Señor. Es la presencia del enemigo entre los amigos, del que golpea en el momento y lugar en que se precisa la confianza, porque nadie puede ya defenderse con ninguno. 

Jesús no ignora esta presencia, no la pasa por alto; pero, a la vez, no descubre a Judas, no le acusa, no discute con él, no trata de defenderse. No calla a propósito de dicha presencia, para hacerse también presente a él hasta el final. Los doce, sin embargo, tratan de descubrir quién es el que de ellos miente: y en esta tentativa sucumben y caen en la antigua ley de la sospecha recíproca generalizada, de la acusación, de la división. Puede decirse que, por parte de Jesús, no hay ninguna condena, sino el ofrecimiento de una amistad. Es Judas solo el que se condena al rehusar la tentativa de su amigo. Por otra parte, Jesús estaba suficientemente habituado a "comer con los pecadores", como se le ha reprochado a menudo: y esta tarde, no menos que otras veces, no ha rechazado a un pecador... es Judas quien se ha separado de Él.

De la desconfianza, de la sospecha, de actos como esos nace siempre la crisis de la relación fraterna y de comunión: del temor de ser traicionados, del temor de que otro se aproveche, de la pretensión imposible de poner a prueba y verificar las intenciones del otro. No existe otra manera de vencer al traidor que entregarse en sus manos y poner en manos de Dios la propia causa. Pensemos en cuántos desavenencias, cuántas ofensas, cuántas prepotencias, se esconden en nuestra vida por la sospecha. Para sentarse en torno a la mesa de Jesús es preciso fiarse uno de otro sin pensar en el precio que puede costar esta confianza.

Ahondar en la traición de Judas nos puede este día traer la ventaja de que nos remueve el fondo de traición que todos llevamos dentro y nos enfrenta con lo más sucio de nuestro interior. Toda traición hay que ligarla a un proyecto. En la medida en que alguien deje de estar de acuerdo con el proyecto en el que venía o se creía comprometido, no tiene inconveniente en traicionarlo. Judas comenzó a falsearse en pequeños asuntos, en detalles insignificantes, y haciendo de la lado el proyecto inicial se fue haciendo mañoso; y el que falló en lo poco se fue haciendo indigno de lo grande, y llegó hasta lo impensable, lo inaudito. Quién lo iba a decir, si eran nimiedades. Y sin embargo, el fallo final es muy severo: “más le valdría no haber nacido”.

Por eso, entrar a ciegas en un proyecto o entrar en el mismo sin entender sus principios o su finalidad, es preparar traiciones en cadena. Aunque el proyecto de Jesús tiene un contenido divino, por reflejar la propuesta de Dios y por recibir de Él su fuerza, está sometido a las leyes del comportamiento humano. Dios no puede tocar la libertad, para evitar que su proyecto sea traicionado. Él acepta esta posibilidad. Tal es el precio de la libertad. Jesús aceptó estar sometido a la posibilidad de la traición. Piensa en tu honestidad, ante tu propia conciencia, ante Dios. ¿A qué das importancia? En cuestión de amor todo tiene su importancia; nada es despreciable. ¿Cuál es tu proyecto? ¿Concuerda con el proyecto de Jesús?. Es muy peligroso comenzar a trampear, porque no sabemos hasta dónde nos puede conducir la mala costumbre, el habituarnos a la mentira y la falsedad.

La traición de Judas y la reacción de Jesús, quedarán para siempre como una prueba del respeto por la libertad humana de parte de Dios, y una muestra de la malicia y de la astucia de que viene revestido todo intento de traición ausente de misericordia. La traición no ha estado ni estará ausente del cristianismo. Somos seres humanos. Pero la comunidad cristiana debe cuidar de que el proyecto de Jesús, ese proyecto de amor y misericordia, sea claro y explícito para todos sus participantes. Así no habrá sorpresas. El hecho de ser cristianos por herencia y no por lucha, traerá siempre el riesgo de no identificarse con las exigencias del Reino. Y cuando aparezcan los intereses personales o de grupo, necesariamente aparecerá la traición.

Un miembro de la Iglesia, sin la claridad que exige el proyecto de Jesús y sin procesos de asimilación del mismo, será una mina de traiciones, desilusiones y amarguras. Aunque justifiquemos la traición, frente a ella nuestra alma quedará siempre herida. La Eucaristía, no lo olvidemos, es también una comida en la que Jesús nos ofrece la comunión con Él para contagiarnos de su misericordia. Cada Misa que celebramos es un gesto de Jesús hacia los pecadores que somos nosotros, siempre que no nos excluyamos nosotros al rehusar su amor misericordioso.

Menos mal que nuestra dignidad no depende de nuestro personal valor, sino del don de Dios Padre. Menos mal que el precio de Jesús no está marcado por las treinta monedas. Menos mal que Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, no se dejó llevar por los acontecimientos, sino que fue capaz de convertir la traición en entrega libre. A Jesús no le quitaron la vida sino que la dio voluntariamente (Jn 10,18). De esa manera nos reconcilió con nuestro «Judas personal» y nos hizo comprender la inmensidad del amor de Dios que se manifestaba en su propia entrega.

Alfredo Delgado Rangel, M.C.I.U.

martes, 22 de marzo de 2016

Para ganar la «Indulgencia Plenaria» en Semana Santa de cada año...


Jueves Santo:

1. Si durante la solemne reserva del Santísimo Sacramento, que sigue a la Misa de la Cena del Señor, recitamos o cantamos el himno eucarístico del "Tantum Ergo" ("Adorad Postrados").

2. Si visitamos por espacio de media hora el Santísimo Sacramento reservado en el Monumento para adorarlo.

Viernes Santo:

1. Si el Viernes Santo asistimos piadosamente a la Adoración de la Cruz en la solemne celebración de la Pasión del Señor.

Sábado Santo:

1. Si rezamos juntos el rezo del Santo Rosario.

Vigilia Pascual:

1. Si asistimos a la celebración de la Vigilia Pascual (Sábado Santo por la noche) y en ella renovamos las promesas de nuestro Santo Bautismo.

Condiciones:

Para ganar la Indulgencia Plenaria además de haber realizado la obra enriquecida se requiere el cumplimiento de las siguientes condiciones:

a) Exclusión de todo afecto hacia cualquier pecado, incluso venial.

b) Confesión sacramental, Comunión eucarística y Oración por las intenciones del Sumo Pontífice. Estas tres condiciones pueden cumplirse unos días antes o después de la ejecución de la obra enriquecida con la Indulgencia Plenaria; pero conviene que la comunión y la oración por las intenciones del Sumo Pontífice se realicen el mismo día en que se cumple la obra.

Es oportuno señalar que con una sola confesión sacramental pueden ganarse varias indulgencias. Conviene, no obstante, que se reciba frecuentemente la gracia del sacramento de la Penitencia, para ahondar en la conversión y en la pureza de corazón. En cambio, con una sola comunión eucarística y una sola oración por las intenciones del Santo Padre sólo se gana una Indulgencia Plenaria.

La condición de orar por las intenciones del Sumo Pontífice se cumple si se reza a su intención un solo Padrenuestro y Avemaría; pero se concede a cada fiel cristiano la facultad de rezar cualquier otra fórmula, según su piedad y devoción.

Alfredo Delgado, M.C.I.U.

El Viernes Santo 2016 coincide con el 25 de marzo, día de la Anunciación a María... Una invitación a reafirmar nuestro «Sí»

Este año, el Viernes Santo coincide con el día 25 de marzo, día en que ordinariamente se celebra la fiesta de la Anunciación. Esta coincidencia es un acontecimiento que no va más allá hacia cosas raras o extravagantes, sino simplemente a ayudarnos a profundizar más y a vivir más intensamente el valor del «SÍ» dado a la Voluntad del Padre. Para este año, la fiesta de la Anunciación se celebrará el 4 de abril.

En algunas partes y sobre todo por whatsapp, se ha hecho viral un mensaje del «Gran Perdón», una especie de devoción popular y no eclesial que incluso confunde fechas, pues dice que esta coincidencia se da cada 141 años, olvidando que en el año 2005, el Viernes Santo fue «25 de marzo» también.

No hay que olvidar que de por sí, que todos los viernes santos son días del perdón y teniendo en cuenta que 2016 es el año de la misericordia, el «Gran Perdón» de todos los pecados es cada día de este año litúrgico.

En el Calendario Litúrgico, hay celebraciones que, como la Pascua, son movibles, porque están seleccionadas de acuerdo al calendario judío que era regido por la luna. Así, la Pascua se celebra de acuerdo a la luna llena que ocurre después del equinoccio del 21 de marzo es el día 23 de marzo, de tal manera que, en este año 2016, el domingo de Resurrección se celebra el 27 de marzo, por lo que la Semana Santa ha empezado el Domingo de Ramos, 20 de marzo.

El Año litúrgico, en general, se fija a partir del ciclo lunar, es decir, no se ciñe estrictamente al año calendario. La fiesta más importante de los católicos coincide con la fiesta de la «pascua judía» o «Pesaj», misma que se realiza cuando hay luna llena. Se cree que la noche que el pueblo judío huyó de Egipto, había luna llena lo que les permitió prescindir de las lámparas para que no les descubrieran los soldados del faraón.

La Iglesia fija su Año litúrgico a partir de la luna llena que se presenta entre el mes de marzo o de abril. Por lo tanto, cuando Jesús celebró la Última Cena con sus discípulos, respetando la tradición judía de celebrar la pascua —el paso del pueblo escogido a través del Mar Rojo hacia la tierra prometida— debía de haber sido una noche de luna llena. Hecho que se repite cada Jueves Santo. La Iglesia marca esa fecha como el centro del Año litúrgico y las demás fiestas que se relacionan con esta fecha cambian de día de celebración una o dos semanas.

Las fiestas que cambian año con año, son las siguientes:

· Miércoles de Ceniza
· Semana Santa
· La Ascensión del Señor
· Pentecostés
· Fiesta de Cristo Rey

Ahora, hay fiestas litúrgicas que nunca cambian de fecha, como por ejemplo:

· Navidad
· Epifanía
· Candelaria
· Fiesta de San Pedro y San Pablo
· La Asunción de la Virgen
· Fiesta de todos los santos

Otras fiestas, de acuerdo al calendario actual, cuando coinciden con celebraciones litúrgicas más importantes (como en este año el Viernes Santo, que en Semana Santa prevalece sobre otras fechas) se mueven unos cuantos días después o antes, según las circunstancias.

En lo que concierne al mensaje que se ha hecho viral en whatsapp y que dice —entre otras cosas— «que la Iglesia concede este día como indulgencia: el perdón de todos los pecados pasados y manda que hagamos para ganarla una visita a una Iglesia que sea dedicada a la Santísima Virgen, pues por Ella nos vino Cristo en la Encarnación y en la cruz Cristo nos la dio por Madre»... No hay indulgencia que borre el perdón de los pecados pasados, sino la pena que hay que pagar por los pecados cometidos y que han sido confesados en el sacramento de la Reconciliación.

Hay que recordar que si el Viernes Santo asistimos piadosamente a la Adoración de la Cruz en la solemne celebración de la Pasión del Señor se gana indulgencia plenaria, cada año.

En su carta «Misericordiae Vultus» por el Año Jubilar de la Misericordia, el Papa Francisco explica claramente las formas en las que los fieles podemos obtener la indulgencia durante este jubileo; ya sea en Roma, en cualquier lugar del mundo e incluso en las cárceles. El Santo Padre también explica el modo en el que deben proceder los enfermos y ancianos para obtener esta gracia. En cualquiera de los siguientes casos que menciona el Santo Padre para obtener la indulgencia se debe cumplir primeramente con las condiciones habituales: confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Papa:

1.- Los fieles “están llamados a realizar una breve peregrinación hacia la Puerta Santa, abierta en cada catedral o en las iglesias establecidas por el obispo diocesano y en las cuatro basílicas papales en Roma, como signo del deseo profundo de auténtica conversión”.

2.- “Igualmente dispongo que se pueda ganar la indulgencia en los santuarios donde se abra la Puerta de la Misericordia y en las iglesias que tradicionalmente se identifican como Jubilares. Es importante que este momento esté unido, ante todo, al Sacramento de la Reconciliación y a la celebración de la Santa Eucaristía con un reflexión sobre la misericordia”.

3.- El Papa Francisco señala también que cada vez que un fiel realice personalmente una o más las obras de misericordia corporales y espirituales “obtendrá ciertamente la indulgencia jubilar”.

4.- Sobre los enfermos y las personas ancianas que no pueden salir de casa, el Pontífice afirma que para ellos “será de gran ayuda vivir la enfermedad y el sufrimiento como experiencia de cercanía al Señor que en el misterio de su pasión, muerte y resurrección indica la vía maestra para dar sentido al dolor y a la soledad”.

5.- Sobre los presos, el Pontífice explica que “en las capillas de las cárceles podrán ganar la indulgencia, y cada vez que atraviesen la puerta de su celda, dirigiendo su pensamiento y la oración al Padre, pueda este gesto ser para ellos el paso de la Puerta Santa, porque la misericordia de Dios, capaz de convertir los corazones, es también capaz de convertir las rejas en experiencia de libertad”.

6.- Indulgencia para los difuntos: “de igual modo que los recordamos en la celebración eucarística, también podemos, en el gran misterio de la comunión de los santos, rezar por ellos para que el rostro misericordioso del Padre los libere de todo residuo de culpa y pueda abrazarlos en la bienaventuranza que no tiene fin”. 

Por otra parte, vale la pena recordar las obras de misericordia:

Obras corporales de misericordia

  • Alimentar al hambriento
  • Dar techo al desamparado
  • Vestir al desnudo
  • Visitar a los enfermos
  • Visitar a los presos
  • Dar de beber a los sedientos
  • Sepultar a los muertos

Obras espirituales de misericordia

  • Convertir a los pecadores
  • Instruir a los desinformados
  • Asesorar a los dudosos
  • Confortar a los que sufren
  • Sanar las heridas
  • Orar por los vivos y muertos
  • Soportar los males con paciencia
Alfredo Delgado Rangel, M.C.I.U.

Una reflexión para el Martes Santo...

   “¿Seré yo, Señor?” (Juan 13,21-33)
 

Ayer, Lunes Santo, contemplamos a nuestro Señor con sus amigos de Betania: Lázaro, Marta y María. Hoy el Evangelio nos lo presenta con sus discípulos y, entre ellos, un personaje que también apareció en la escena de ayer: Judas Iscariote.

La misericordia del Maestro permanece inalterable incluso y por supuesto cuando tiene que hablar fuerte y claro: “Uno de vosotros me va a traicionar”. 

Cómo cuesta compartir la vida , el pan y la sal y con aquellos que sabemos que aparentan querernos, apoyarnos, respetarnos, acompañarnos por delante pero nos clavan la espada por detrás. En Jesús, que es todo amor y misericordia, una vez más y para no variar, se rompen los esquemas para que se cumpla hasta la última coma de las escrituras: ¡Todo esto es necesario!

Judas Iscariote convirtió su trato con el Señor en una farsa. Vendió al amigo (el tesoro más grande) por 30 monedas de plata. Y, ¡quién sabe!, sino hubiera robado también el perfume que vertió María sobre los pies de Jesús y se hubiera quedado con los 300 denarios en que lo tasó. En un blog leí el otro día que «los buenos amigos son como la sangre: acuden enseguida a la herida». Todos los que compartían con intensidad ese tenso momento, comenzaron a preguntarse: «¿Seré acaso yo Señor?». Eran tan amigos, tan cercanos a Jesús, que acudieron solidariamente para intentar taponar inmediatamete la herida por la que se escapaba ya a borbotones la sangre de Jesús. No lo consiguieron, como tampoco Judas consiguió por más tiempo encubrir su pecado y su falta de misericordia.
   
¡Qué tremendo es ser inmisericordes! ¡Qué inhumano se vuelve aquel que saca a la misericordia ya la compasión de su vida, porque con ello se va el amor!... Del cenáculo a las tinieblas; de la amistad  
al egoísmo solitario; de la riqueza de una cuantas monedas al ruido miserable de la conciencia mundanizada... del vino de la misericordia del Amigo al maligno trago para intentar lavar un disparate y la ingratitud de amigo.

¿Seré yo, Señor?... ¿Seré yo, Señor; que me cuesta enfrentarme a mi propia realidad de pecado que no me hace tu amigo? ¿Seré yo, Señor; el que venda, no por dinero, y tal vez por menos, tu nombre y tu gloria al llenarme de mundo y alejarme más y más de Ti? ¿Seré yo, Señor; que comparto el pan único y partido y escapo a continuación a las tinieblas que esconden mi vida sin hacer obras de misericordia?

¿Seré yo, Señor?...  ¿Seré yo, Señor; que digo «SÍ» cuando se que en realidad que es un «NO» o un «AL RATO»? ¿Seré yo, Señor; que te presento y te presumo como amigo en el altar y como a un gran desconocido en la vida debido al miedo o a la vergüenza? ¿Seré yo, Señor; que beso tu cruz por ser viernes santo y, luego te olvido besando el mundo y sus placeres pasajeros que ensucian mis labios y me aljan más y más de Ti? ¿Seré yo, Señor; que me escondo bajo el ropaje que me viste, la bolsa acaudalada que me seduce y lo que en el fondo me convence aunque te entregue una y otra vez?

¿Seré yo, Señor?... ¿Seré yo, Señor; que no tomo una postura valiente por tu Reino y poco reparo en comulgar en tu mesa acercándome poco o casi nada al sacramento de la Reconciliación? ¿Seré yo, Señor; que me quedo con el peso de mis pecados y no con la grandeza y poder de tu misericordia que salva y que da la vida? ¿Seré yo, Señor; que tardo en llevar a cabo lo que es importante y al instante, lo que conduce al pecado y a la ingratitud hacia tu amor misericordioso 

Que nunca, Señor, lleguemos a pensar que es mas fuerte nuestro pecado que la infinita misericordia de Dios. Nuestra traición, no puede ser mayor que la Divina Misericordia que nos llama siempre: «Amigo» y espera fielmente a cada uno... Bastaba tal vez otro beso de Judas para pedir perdón, bastaba una mirada arrepentida para alcanzar la absolución... El mayor pecado de Judas, según se ve, no fue haber traicionado a Jesús, sino haber dudado de su misericordia y su perdón. Aunque nadie puede afirmar qué pasó con Judas en el momento de su muerte. Aún entre la soga y el cuello queda lugar para la esperanza. El drama de Judas, más que la gravedad de su pecado en sí, fue su falta de esperanza, el hecho de cerrarse en sí mismo, en vez de reconocer su falta, llorar su pecado y volver al amor de Dios, como lo hizo, por ejemplo, el Apóstol Pedro.

“Jesús nunca abandonó a Judas y nadie sabe dónde cayó en el momento en que se lanzó desde el árbol con la soga al cuello: si en las manos de Satanás o en las de Dios. ¿Quién puede decir lo que pasó en su alma en esos últimos instantes? «Amigo», fue la última palabra que le dirigió Jesús y él no podía haberla olvidado, como no podía haber olvidado su mirada” (Raniero Cantalamessa, "Sermones de la Casa Pontificia" – Cuaresma – 18 de abril 2014).

Nosotros tenemos esperanza... no la perdamos, el Buen Jesús nos espera en el confesionario. El sacramento de la Reconciliación nos permite experimentar sobre nosotros lo que la Iglesia canta la noche de Pascua en el Exultet: «¡Oh, feliz culpa, que mereció tal Redentor!» Jesús sabe hacer, de todas las culpas humanas, una vez que nos hemos arrepentido, «felices culpas», culpas que ya no se recuerdan si no por haber sido ocasión de experiencia de misericordia y de ternura divinas! Dice la beata María Inés: “Pongamos mucho empeño en evitar la menor falta deliberada, pero aun cuando hayamos cometido alguna falta, corramos a sus brazos, confesémosle nuestra miseria llenos de paz, pidámosle perdón y esperemos su beso de reconciliación”. (Carta colectiva del 24 de abril de 1953 en altamar).
   
Alfredo Delgado Rangel, M.C.I.U.

lunes, 21 de marzo de 2016

Una reflexión para el Lunes Santo...

Jesús fue a Betania. María derramó el perfume en los pies de Jesús (Juan 12,1-11)


Cuando se quiere ser misericordioso todo parece poco para darse a los otros. La misericordia, cuando es auténtica, va mucho más allá de la compasión y no conoce más medida que el darse por entero. Eso es lo que encontramos en los tres días que preceden al «Triduo Pascual»: misericordia, compasión, cariño, ternura, amor y amistad. En medio de los momentos difíciles que se fueron presentando a Jesús; en el entorno de un mundo que no entendía y que cerraba los ojos al señorío del Mesías, surge, en el lunes de Semana Santa, una mujer excepcional.

Tal vez, como todos, en sus últimas horas, Jesús, quiso rodearse del cariño y de la cercanía de los suyos. Y, éstos, le ofrecieron lo que simbolizaba su lealtad y su amistad, su aprecio y su confianza:  ¡Un perfume de misericordia y de amor que antecedía a la unción ya inminente como Mesías Salvador! El amor misericordioso no pone precio a ningún perfume, lo da todo en el derramarlo en los pies del Cristo Redentor, el Hombre-Dios que ha venido a cambiar la vida de esta mujer y de muchos otros más, el Hombre-Dios que ha venido a sacar del anonimato el valor de la misericordia: «¡Sean misericordiosos, como mi Padre es misericordioso!

En medio de la gente y de la fiesta aparente, hizo más un gesto que muchas palabras: arrodillada a los pies del Maestro, su esencia, era misericordiosa gratitud, presagio de una muerte anunciada. En contraste, Judas, que selló de palabra y de obra la venta de Jesús, puso, antes y después, precio a su entrega. Treinta monedas que eran muy eran poco comparado con la riqueza que regalaba María a los pies del Nazareno, y que él, el traidor, reclamaba para venderlo y darlo a los pobres.

Acostumbrado a poner precio a todo y a todos, al mundo consumista de hoy le cuesta ofrecer gratuitamente el aroma del amor misericordioso a los demás. Mediatizados por la competitividad, el consumo, la aparente manera de vivir «bien» porque hay niveles, el hombre y la mujer de hoy corremos serios riesgos de «vender» la fama y la credibilidad de los prójimos que nos rodean buscando "poner la confianza en los «carros y caballos» de los faraones actuales" (como afirmó recientemente el Papa Francisco en México) que todo lo que ofrecen huele a monedas y no a misericordia.

Buscando el propio beneficio, hoy, como sociedad, incluidos muchos creyentes, medimos con cuentagotas la calidad de nuestra entrega para los demás y en sobreabundancia lo que es para nuestro bien personal. ¡Quién quiere gastar un perfume fino en los demás! Educados desde pequeños, para consumir y consumir en favor propio, se nos hace difícil entender gestos como el de María: se desprendía de lo más caro y valioso que tenía en su casa.Condicionados y justificados por el ambiente, buscamos mil excusas para que sean siempre los demás los que tengan que hacer frente a los grandes dramas del mundo (pobreza, hambre, enfermedades explotación...) mientras procuramos guardar con bastante cuidado la bolsa de nuestra riqueza personal que no siempre es perfume caro o dinero, sino nuestro tiempo y nuestro propio ser.

¿Qué son estos días santos para mí? ¿Qué quiero «gastar» en Semana Santa? ¿Dónde y con quién quiero estar estos días? Antes de iniciar el «Triduo Pascual», el Señor, viene a la casa de cada uno de nosotros, a la casa de nuestro corazón. 

Ojalá, que en estas vísperas de la Semana Santa, sepamos volcar lo más caro y mejor de nosotros mismos sobre Él... Tal vez la playa, la fiesta, el derroche, el licor, el antro, los perfumes del mundo consumista... no dejen nada más que un vacío luego de unos cuantos días que se esfuman... ¿Por qué no acercarse a la parroquia a ofrecer la misericordia que, como fino perfume, está guardada en nuestro corazón para derramarla en Jesús y los suyos? Ojalá que en estos días de esta semana, sepamos contagiar el ambiente de nuestra casa, de nuestra familia, de nuestros amigos, con nuestra vivencia de fe, con nuestra expresión «pública» de fe, con nuestra manifestación de una fe misericordiosa como lo hizo el perfume de María a los pies de Jesús. Ojalá, en estas horas de juicio y de condena, seamos hombres y mujeres firmes en nuestro amor a Dios Misericordioso y en nuestra lealtad a su Hijo que lo dio todo por ti y por mí. Ojalá, todas nuestras casas como «Iglesia Doméstica», se llenen del aroma de una vida cristiana que en Semana Santa se tiene que consolidar, fortalecer, purificar y derramar. Ojalá, que aunque sea caro el perfume de nuestro tiempo y nuestra vida, seamos capaces de ofrecerlo en abundancia a los pies clavados de Jesús, porque, desde nuestro bautismo, todos somos discípulos y misioneros del que nos amó y se entregó para salvarnos.

La beata María Inés Teresa, valorando la entrega de Jesús escribió: “Quiero, si así es su voluntad santísima, ofrecer, y ofrezco mi pobre vida, unida esta inmolación al sacrificio de Jesús en la cruz, a sus dolores y padecimientos todos, y por manos de la Santísima Virgen”. (Carta colectiva de marzo de 1967). Ese fue su mejor perfume... ¿El tuyo, cuál será?

Alfredo Delgado, M.C.I.U.