sábado, 11 de octubre de 2025

«Que Dios nos muestre su mano misericordiosa»... Un pequeño Pensamiento para hoy

La primera lectura de este viernes es del libro de Joel, un profeta del que no conocemos su biografía pero según algunos datos del libro hay quienes lo sitúan hacia el año 830 antes de Cristo. Su lenguaje tiene una marcada belleza poética y cuenta una tremenda plaga genérica de langostas que asoló el país de Judá, anclado por aquel entonces en la agricultura y la ganadería. El profeta destaca, entonces, por ser un elegante cronista de epidemias y de amenazas de guerra. Manifiesta sentimientos de cercanía para con sus semejantes y busca, además, un camino de salida abriéndose al misterio de Dios. Joel invita a los sacerdotes a reunirse en la casa de Dios para aclamar al Señor pensando en los tiempos últimos. Dios muestra su mano misericordiosa, acepta las lágrimas de arrepentimiento y tiene piedad de su pueblo; recibe los corazones desgarrados, no entrega su heredad al oprobio, en sus planes tiene abierto el camino de retorno hacia él y enviará al Mesías.

Ese Mesías, encarnado, dará al hombre vuelos de eternidad hacia esos últimos tiempos para gozar luego de la contemplación eterna del Señor. ¡Hacia allá anhelamos todos llegar! El lastre del pecado original impedía a las criaturas humanas despegar hacia las alturas de un horizonte infinito pero, gracias al Mesías, la llegada al Cielo se hace realidad. La omnipotencia divina ha salido al paso de los intentos vanos del hombre por ascender hacia donde se sentía impulsado, es decir, a la plenitud de unión con Dios. Esta era su meta: «Creó Dios al ser humano a imagen suya» (Gen 1, 27). De esta manera, con ayuda del profeta Joel y del Evangelio de hoy (Lc 11,15-26) nos llenamos de consuelo sabiendo que no estamos distanciados de Dios, sino unidos a él. La unión perfecta de Jesús con Dios, buscando siempre la elevación del hombre, no la entendieron algunos de la multitud que asistieron a la expulsión de un demonio. Estos tales sentenciaron: «Por el poder de Belzebú, el príncipe de los demonios echa los demonios». ¡Nada más lejos del discernimiento de Jesús! Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. La bondad de Dios es lo más opuesto a la maldad procedente el pecado de Belzebú y de sus secuaces que, con plena libertad, eligieron el mal del pecado.

Jesús no descansa de estarnos llamando continuamente al bien, incluso en medio de «las plagas» que se presentan en nuestra vida. Él busca la manera de llamarnos hacia el bien, a la unión con Dios y con el prójimo. Él nos pone en guardia, sin embargo, frente a las fuerzas del mal, que saben unirse también para causar la ruina del hombre. Pero la victoria está conquistada por el Señor: «Tomen las armas de Dios, para que puedan resistir en el día malo, y después de haber vencido todo, manténganse firmes» (Ef 6, 13). Que la Virgen María nos ayude a estar alerta para experimentar, como dije al inicio de esta reflexión, la mano misericordiosa de Dios y nos aleje de las insidias del enemigo que no descansa. ¡Bendecido viernes ya desde la Ciudad Eterna!

Padre Alfredo.

jueves, 9 de octubre de 2025

«Pedir, buscar, llamar»... Un pequeño pensamiento para hoy

El Papa León, acaba de presentar esta mañana en Roma su primera exhortación apostólica titulada «Dilexit te». Un documento inicialmente empezado por el Papa Francisco sobe al Iglesia y los pobres. Lo he leído ya, pues ya bastante mejor, salí temprano de casa rumbo al aeropuerto para montarme en este Boeing Max 737-8 Max y continuar esta noche en el avión más grande de Aeroméxico rumbo, precisamente, a la Ciudad Eterna a participar en el Jubileo de la Familia Inesiana. Allá el Santo Padre ha celebrado en este día la Misa del Jubileo de la Vida Consagrada y nos ha recordado, con las tres palabras clave del Evangelio de este jueves (Lc 11,5-13), «Pedir», «buscar» y «llamar», que sin Dios nada tiene sentido, nada vale y el «pedir», «buscar» y «llamar», hacen referencia a esta verdad. Si pedimos, con ojos de fe, Dios nos dará lo que nos conviene, si buscamos con esperanza viva Dios nos ayudará a encontrar lo que queremos alcanzar y si llamamos a la puerta de su corazón, nos abrirá con exquisita caridad.

Al leer «Dilexit te», en consonancia con este Evangelio, uno puede captar algo muy importante. Para poder «pedir», «buscar» y «llamar» a la compasión de Dios, uno tiene que reconocerse pobre, necesitado se su gracia. Y para eso hay que ser humildes, como el hombre que, con insistencia, molestando como es obvio al amigo que sabe, que, por la misericordia que le conoce, le abrirá. Por supuesto que Jesús no está diciendo con esta parábola, que los creyentes siempre obtengamos lo que pedimos; los motivos equivocados, por ejemplo, obstaculizarán las respuestas a cualquier petición (St 4,3). Sin embargo, cuanto más tiempo pase un hombre y una mujer en comunión con Dios, más sabrá qué es lo que le pedir de acuerdo con la voluntad de Dios. 

«Pedir», «buscar», «llamar». No olvidemos estas tres palabras sentidos diferentes que se consideran aquí como algo esencial y que han de mover nuestro corazón para acercarnos a Dios. «Pedir» es verbal; los discípulos–misioneros de Cristo debemos usar nuestras bocas y pedir a Dios con ganas. «Buscar» implica algo mental que es, diríamos, más que pedir; es establecer prioridades y enfocar el corazón. «Llamar» implica un movimiento físico, en el que hemos de actuar... ¡Moviendo las manitas!, diría el padre Pepe. Aunque pedir y buscar son de gran importancia, estarían incompletos sin moverse a llamar. San Juan dijo que no debemos amar solo de palabra, sino también con las obras (1 Jn 3,18). De la misma manera, es bueno orar y buscar a Dios, pero si no se actúa también de manera que agrade a Dios, todo es en vano. No es casualidad que Jesús dijera que los creyentes deben amar a Dios con todo su corazón, con toda alma, con toda su mente y con todas sus fuerzas (Lc 10,27). Que María Santísima nos acompañe en este santo insistir. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

martes, 7 de octubre de 2025

«Como María, a los pies de Jesús... UN PEQUEÑO PENSAMIENTO PARA HOY

Escribo ya bastante tarde un poco más relajado, luego de que esta tarde me quitaron los puntos de la encía y me controlaron la infección en la garganta... es que, como dicen a veces llueve sobre mojado. Gracias a eso pude ya celebrar la santa misa de nuestra patrona: «Nuestra Señora del Rosario en San Nicolás» gozando de un momento maravilloso con la gente más cercana a la comunidad, ya que la fiesta solemne se traslada al domingo para que todos, especialmente trabajadores y estudiantes, puedan asistir. El día 5, monseñor Alonso Garza, obispo emérito de Piedras Negras y gran amigo, presidió la misa solemne. Hoy, pudiéramos decir, la cosa fue más casera y por supuesto no faltaron las enchiladas al salir de misa desafiando el tormentón que en segundos hizo que se vaciara el cielo nicolaíta, que estaba cargado de nubes.

El Evangelio de hoy (Lc 10,38-42) nos presenta el conocido pasaje de Martha y María, en el que destaca la presencia de esta última a los pies de Jesús escuchando su palabra. Hoy que celebramos a Nuestra Señora del Rosario he pensado que seguramente esta mujer, aunque la Escritura no lo menciona, siendo amiga de Jesús, con sus hermanos Marta y Lázaro, sería también amiga de la Virgen, a quien contemplaría en otras veces a los pies de su Hijo Jesús y por eso la imita. Esta actitud tiene entonces tiene un significado muy profundo para nosotros: implica de hecho de que ella, imitando el «Sí» de la Madre de Dios, que personifica a la esposa amada del Señor, que es la Iglesia, nos invita a escoger siempre la mejor parte, haciendo lo que él nos diga. No en vano en esa ocasión, dirigiéndose a Marta, agobiada por el quehacer, Jesús le dice: «Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria». La Virgen, queridos hermanos, nos enseña muy bien cuál es esa sola cosa necesaria. Ella es la que ha creído y ha vivido inmersa en Dios. En nuestro ser y quehacer, como en la vida de los hermanos de Betania a los que hoy visita Jesús, María, la Madre de Dios, la Virgen del Rosario, entrelaza su vida con la nuestra. 

¿Quién de nosotros no ha pasado por momentos maravillosos de gozo como Ella, que quedó llena de alegría con el anuncio del ángel? ¿Quién de nosotros no ha experimentado la luz de Cristo que nos saca de tantos apuros como en aquella ocasión que faltaba el vino y gracias a María alcanzó y sobró? ¿Quién de nosotros no ha experimentado el dolor como María, que ciertamente lloró ante el cuerpo lacerado de su Hijo al ser bajado de la Cruz? Y por último, ¿Quién de nosotros no mantiene viva la esperanza en la gloria del Cielo como Ella, que con su confianza y perseverancia nos invita a esperar?  Con razón la beata María Inés, en una sencilla cartita que dirige a su hermana Tere, esposa y madre de familia le dice: «No dejen de rezar en casa todos los días el Santo Rosario. Acuérdate como les pidió esto con mucha instancia, la santísima virgen a los pastorcitos de Fátima. Es el pararrayos en las familias, por ese medio la madre de misericordia derrama torrentes de gracias, preserva del mal, y nos ayuda a ser cada día más semejantes a su divino Hijo». Que Ella nos siga acompañado en todo momento, en todo tiempo y lugar de gozo, de luz, de dolor y de gloria. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

HOMILÍA EN LA FIESTA DE NUESTRA SEÑORA EL ROSARIO.


Queridos hermanos: 

A este Año Jubilar dedicado a la virtud teologal de la Esperanza, se une el año jubilar que desde febrero hemos iniciado por la próxima celebración del 25 aniversario de erección de nuestra parroquia. En medio de este hermoso marco, celebramos hoy a nuestra patrona, Nuestra Señora del Rosario en San Nicolás, la Madre de Dios que encarnó esta virtud de la esperanza acompañando a su Hijo en los misterios de su vida y de la nuestra. La esperanza, dio a la Virgen la fuerza y el coraje para dedicar voluntariamente su vida a hacer vida la Buena Nueva y abandonarse por completo a la voluntad de Dios. El Papa León, el día de ayer, en el rezo de las Vísperas Solemnes en honor de Nuestra Señora nos ha recordado que «se dice a menudo que la Encarnación tuvo lugar primero en el corazón de María, antes de ocurrir en su seno —y que— esto subraya su fidelidad diaria a Dios». 

El breve relato que hemos escuchado en la segunda lectura, tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles, nos presenta a María santísima envuelta en los misterios de la vida de la comunidad, que se reunía en torno a Jesús, que se había quedado presente en la Eucaristía. «Todos ellos, íntimamente unidos, se dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos». (Hch 1,12-14). Desde sus inicios, la comunidad cristiana no quiso prescindir de la presencia de la Virgen María, a la que se reconoció inmediatamente como arquetipo de aquellos que «han encontrado gracia» a los ojos del Señor. 

El Evangelio de hoy (Lc 10,38-42), destaca hoy el papel de otra María, la de Betania, que seguramente, aunque la Escritura no lo menciona, siendo amiga de Jesús, con sus hermanos Marta y Lázaro, sería también amiga de la Virgen, a quien contemplaría en otras veces a los pies de su Hijo Jesús. Esta actitud de María de Betania, tiene entonces tiene un significado muy profundo para nosotros: implica de hecho de que ella, imitando el «Sí» de la Madre de Dios, que personifica a la esposa amada del Señor, que es la Iglesia, nos invita a escoger siempre la mejor parte haciendo lo que él nos diga. No en vano en esa ocasión, dirigiéndose a Marta, agobiada por el quehacer, el Hijo de María le dice: «Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria». 

La Virgen, queridos hermanos, nos enseña muy bien cuál es esa sola cosa necesaria. Ella es la que ha creído, y, de su seno, han brotado ríos de agua viva para irrigar la historia de la humanidad en diversos misterios de la vida. En nuestro ser y quehacer, como en la vida de los hermanos de Betania a los que hoy visita Jesús, los misterios del rosario se entrecruzan acompañados de María. ¿Quién de nosotros no ha pasado por momentos maravillosos de gozo como Ella, que quedó llena de alegría con el anuncio del ángel? ¿Quién de nosotros no ha experimentado la luz de Cristo que nos saca de tantos apuros como en aquella ocasión que faltaba el vino y gracias a María alcanzó y sobró? ¿Quién de nosotros no ha experimentado el dolor como María, que ciertamente lloró ante el cuerpo lacerado de su Hijo al ser bajado de la Cruz? Y por último, ¿Quién de nosotros no mantiene viva la esperanza en la gloria del Cielo como Ella, que con su confianza y perseverancia nos invita a esperar? 

Cada vez que desgranamos las cuentas del Rosario, en la camándula o en un decenario, recordamos, llenos gratitud y de alegría su protección a lo largo de nuestra historia personal y comunitaria, sobre todo gozando su presencia silenciosa, cercana y maternal que siempre conforta. La beata María Inés, en un sencilla cartita que dirige a su hermana Tere, esposa y madre de familia le dice: «No dejen de rezar en casa todos los días el Santo Rosario. Acuérdate como les pidió esto con mucha instancia, la santísima virgen a los pastorcitos de Fátima. Es el pararrayos en las familias, por ese medio la madre de misericordia derrama torrentes de gracias, preserva del mal, y nos ayuda a ser cada día más semejantes a su divino Hijo». (Carta a su hermana María Teresa el 31 de mayo de 1952). Por otra parte, quizá adelantándose proféticamente a sus tiempos y contemplado lo que ahora vivimos anota en su Diario: «Si en tantos hogares no hay paz, no hay amor, tolerancia mutua y no se goza de la vida íntima de familia; es porque no se ama a María; ya no se reza en familia el Santo Rosario, las costumbres piadosas han desaparecido de muchos hogares; el dulce nombre de María no se invoca, Y si no aman a ella, Jesús ¿Quien los enseñará a amarte?» Diario de 1932 a 1934.

Quiero volver ahora al inicio de esta mal hilvanada reflexión, que preparé en medio de mis inesperados días de enfermedad, quiero invitarlos a contemplar a María como la Madre que nos invita a mantenernos firmes en esperanza, que no defrauda (cf. Rm 5,5). María como discípula-misionera, Madre de Dios y Madre nuestra, es el prototipo de cómo vivir la esperanza cristiana de modo comprometido. En los textos marianos del Nuevo Testamento, como este tan sencillo que hoy da pie a nuestra reflexión, la actitud de esperanza de María se realiza por medio de un itinerario que comparte la misma vida de Cristo y sabe dejarse sorprender por él para acompañar después a sus hijos, los hermanos de Jesús. El testimonio de María, en medio de este grupo de oración que nos presenta el libro de los Hechos, se propone como figura o personificación de la Iglesia que vive en esperanza comprometida.

Es fácil encontrar en la vida de María los «lugares» de aprendizaje del ejercicio de la esperanza: la oración como escuela de la esperanza, el actuar y el sufrir, el juicio o examen de amor ya desde ahora y al final de la peregrinación terrena. En las diversas escenas evangélicas, como la anunciación, el Magnificat, Belén, la huida a Egipto, Nazareth, las Bodas de Caná, la vida pública de Jesús, su permanencia al pie de la Cruz... María se presenta con esta actitud de apertura a la Palabra personificada en el mismo Jesús. Por esta «contemplación», ella podía vislumbrar, llena de esperanza, un más allá. La cercanía de Jesús, desde el día de la Encarnación, se convierte en experiencia de una presencia que es más allá de la visibilidad humana y de los éxitos inmediatos que le hizo permanecer siempre a los pies de su Hijo Jesús siendo la primera en escuchar su Palabra y ponerla en práctica. María fue viviendo estas sorpresas gozosas y dolorosas, los momentos de luz y de gloria llena de esperanza. Por eso Ella, para aquellos primeros cristianos, impactados ciertamente por la resurrección de Cristo, pero experimentando a su vez su ausencia física, se convierte en «Estrella de esperanza» y «Madre de la esperanza» por ser reflejo de la luz personificada en Jesús. Y por ser Madre de Jesús, nuestro hermano mayor, es Madre de todos nosotros. 

Si al rezar el Rosario contemplamos a María, como Esperanza nuestra, entendemos que esperar, para todo hombre y mujer de fe, es caminar juntos, es salir de nuestras pequeñas covachas para dirigirnos, como Ella, hacia la inmensa fuerza del Misterio de Dios, que es su Reino que ya estamos viviendo. Con el ejemplo que ella nos da, nos queda más claro que esperar es aceptar el riesgo de la vida de Dios en nuestra vida y decirle «Sí»

Cuando estaba preparando en medio de la oración esta homilía que seguro los está arrullando y que parece no terminar nunca, me vino el pensar que nunca he preguntados por qué este hermoso templo está dedicado a Nuestra Señora del Rosario desde antes de haberse constituido como parroquia hace casi ya 25 años. No sé de quién o de quienes fue la iniciativa, pero sé que eso, ha venido de lo alto. Ella quiso quedarse aquí, en el corazón de tantos y tantos que hemos pasado por este bendito lugar, como yo, que aquí celebré mi primera misa y como muchos de ustedes que aquí se bautizaron, que aquí se casaron, que aquí han vivido momentos de gozo, de luz, de dolor y de gloria.

Queridos hermanos, estamos hablando de María pero, en cierto sentido, también estamos hablando de nosotros, de cada uno de nosotros, poerque también nosotros somos destinatarios del inmenso amor que Dios reservó —ciertamente, de una manera absolutamente única e irrepetible— a María. En esta solemnidad de Nuestra Señora del Rosario, sigamos contemplando a María. Pidámosle llenos de fe que ella nos abra a la esperanza, a un futuro lleno de alegría y nos enseñe el camino para alcanzarlo. Que Ella nos ayude a acoger en la fe a su Hijo, a no perder nunca la amistad con él, a dejarnos iluminar y guiar por su Palabra; a seguirlo cada día, incluso en los momentos en que sentimos que nuestras cruces resultan pesadas. María, el arca de la alianza que está en el santuario del cielo, nos indica con claridad luminosa que estamos en camino, en esta hermosa red que es nuestra parroquia, hacia nuestra verdadera Casa, la comunión de alegría y de paz con Dios. Amén.

Padre Alfredo, M.C.I.U.

lunes, 6 de octubre de 2025

LA CASA DE LOS FAMOSOS Y EL BUEN SAMARITANO... Un pequeño pensamiento para hoy

Luego de varios días de haber dejado de compartir con ustedes, mis 14 lectores, mi reflexión por cuestiones de salud, retomo con gusto este «hobbie espiritual» que tanto disfruto, no sin antes agradecer el tropel de oración que se aventaron por un servidor. Para alguien que desde que fue sacado artísticamente con fórceps del vientre materno y cuyos recuerdos de niño tiene que ver mucho con el hospital, los doctores, las enfermeras y Lucita, la señora que inyectaba, no deja de ser sorpresiva la visita inesperada de Dios en situaciones de cirugías por más pequeñas que sean. Hoy el Evangelio Lc 10,25-37) es maravilloso como siempre y me ha hecho pensar en un acontecimiento que más que nuestras fiestas patronales en torno a la Virgen del Rosario, conmocionó a todo México y paralizó miles de actividades en toda la nación; incluso, seguramente, más que el informe presidencial. Me refiero a «La Casa de los Famosos». Seguro quien lea en otros países no sabré de qué hablo. Se trata de un programa como aquel famoso «Big Brother» pero con influencers de moda y artistas que con pena digo, me son totalmente ajenos por mi ignorancia televisiva.

Las parábolas de Jesús eran menos inocuas de lo que a primera vista. Siempre llevaban mucho detrás. Este lunes, la del «Buen Samaritano» es sensacional para abrirnos los ojos a una realidad: «¡Hemos dejado de voltear a ver al hermano necesitado!». Jesús propone esta parábola para responder a la pregunta «quién es mi prójimo». Ayer, 43 millones 150 mil votos de gente que estaba pegada al televisor desde sus hogares, habla de una situación que es de pensar. Pasando de largo ante 8.5 millones de seres humanos en situación de miseria —según datos del INEGI—, miles y miles de enfermos sin posibilidad de comprar medicamento, cientos de ancianos descartados y 4.4 millones de personas analfabetas que difícilmente encontrarán un empleo digno... nos hemos convertido en «Buenos Samaritanos» de gente que en ese reality ganaba entre $630,000 y $70,000 pesos. La diferencia es que el buen samaritano de la parábola no se preguntó por la procedencia del apaleado, no le pidió papeles. Se dio cuenta de que allí había sufrimiento y era preciso intervenir de inmediato. Más tarde volvería y arreglaría los asuntos con el hospedero.

Por ser una persona hiperactiva, ha sido complicado, desde pequeño, tenerme sentado frente al televisor, así, que, por lo mismo, nunca he visto un reality de ningún tipo. Pero bien sé que están envueltos en un aire de superficialidad y falta de contenido de baja calidad. Algunos amigos psicólogos me dicen que se provoca la manipulación haciendo que el auditorio vibre con el odio hacia algunos participantes fomentando dinámicas perjudiciales. Leyendo al eminente sociólogo y filósofo Zygmunt Bauman (1925-2017) uno alcanza a ver que en medio de la sociedad líquida en la que vivimos, este tipo de entretenimiento va moldeando la percepción de la realidad influyendo en los valores y comportamientos de la sociedad. La Casa de los Famosos batió nuevamente récords de métricas digitales como negocio exitoso. El ganador se llevó 4 millones de pesos más lo que ya ganaba cada semana... ¿Y quiénes perdieron? Tal vez entre ellos esté la multitud que con las bocinas de los carros que están pagando hasta el día del juicio final, a todo lo que da y acompañados de porras a todo pulmón, se lanzaron anoche a festejar en la Macroplaza de Monterrey porque el ganador fue alguien de aquí, mientras los necesitados de alguna ayuda económica, una caricia, un poco de comida, un abrazo, un rato de escucha, una llamada de consuelo, etc. Se quedaron tirados en el camino. Quizá para algunos hubiera sido conveniente que no me recuperara para volver a escribir, pero yo creo que ustedes, mis 14 lectores, me darán la razón. Que la Santísima Virgen, a quien mañana contemplaremos como Nuestra Señora del Rosario, la excelsa mujer que comparte con nosotros los misterios de la vida, nos abra los ojos y el corazón. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

sábado, 4 de octubre de 2025

ORACIÓN VOCACIONAL DEL JOVEN



Señor Jesús,
reconociéndome amado por Ti,
he visto cuánto te necesita
el mundo.

A pesar del miedo y la duda,
aquí estoy.
Envíame a ser,
lo que has soñado para mí,
desde la eternidad.

María, Madre de los jóvenes,
tú que dijiste «sí» con alegría,
enséñame a hacer,
todo lo que Él me diga.
Amén.

martes, 30 de septiembre de 2025

En el día de San Jerónimo... UN PEQUEÑO PENSAMIENTO PARA HOY

Hoy la Iglesia celebra a San Jerónimo, uno de los grandes doctores de la Iglesia, cuya dedicación y amor por la Sagrada Escritura sigue inspirándonos hasta nuestros días. Yo vivo siempre este día con gran gozo, porque gracias a Dios la comunidad parroquial que me toca pastorear, es muy amante de la Biblia y en nuestra escuela bíblica tenemos grupos a todas horas —incluso por zoom— con estuantes de muy diversas edades. San Jerónimo, que dedicó su vida al profundo estudio de las Escrituras decía: «Ignorar las Escrituras es desconocer a Cristo». 

Aunque era un gran erudito y tenía una vasta cultura, San Jerónimo vivió con sencillez y humildad. Pasó años en el desierto combatiendo sus propias debilidades y buscando la cercanía con Dios. Con su testimonio de vida nos recuerda que más allá de los logros humanos lo importante es vivir para agradar a Dios, haciendo vida la Palabra y siendo humildes y generosos. Así como San Jerónimo puso su inteligencia y sus talentos al servicio de la Iglesia, en medio de una vida que no fue nada fácil, nosotros también, como él, estamos llamados a poner nuestros dones al servicio de los demás, de la comunidad y de la Iglesia, sin buscar reconocimiento, sino la gloria de Dios. Recordemos que cada uno de nosotros puede ser instrumento de Dios si abrimos el corazón y nos dejamos transformar por Su palabra.

San Jerónimo nos enseña también que la persona que madura y crece a lo largo de su vida no es la que niega sus fracasos, sino la que sabe gestionarlos, es decir, aceptarlos claramente por lo que son, aprender de ellos, poner punto final a un capítulo y, a continuación, pasar página con serenidad y comenzar otro capítulo. Así fue él logrando la traducción de la Biblia al Latín dejándonos la famosa traducción conocida como «La Vulgata». En el Evangelio de hoy (Lc 9,51-56), el Señor Jesús envía mensajeros que le fueran anunciando. San Lucas nos dice que Cristo ha emprendido un camino y no se desviará de él, aunque sabe que Jerusalén matará al último de los profetas, como ha matado a muchos otros. Nosotros, hoy somos estos mensajeros, elegidos por el Señor a ir delante de él anunciando su Palabra. Que la Virgen, de quien San Jerónimo defendió la virginidad perpetua de María contra las ideas heréticas de su tiempo, interceda por nosotros. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.