viernes, 11 de julio de 2025

EL CAMINO LO MARCA EL EVANGELIO... Un pequeño pensamiento para hoy


Este es un buen día para recordar que la verdadera vida interior no nos aleja del mundo, nos enraíza más hondamente en él, pero desde Dios. La Iglesia celebra a San Benito, patrono de Europa y, en mi parroquia, patrono del tercer sector que hoy está de fiesta. San Benito vivió en una época de crisis y confusión, por lo tanto, un tiempo como el nuestro, pero no se encerró en sí mismo. Supo echarle una valiosa mirada su tiempo desde la luz de la fe, y respondió con lo que tenía para ofrecerle a ese mundo: oración, trabajo, comunidad, orden, y una confianza inquebrantable en Dios. Hoy más que nunca necesitamos que nos eche un empujoncito, para que  los bautizados, hombres y mujeres  de fe, entendamos que hemos de ser creyentes con mirada contemplativa y manos activas, capaces de transformar el mundo sin perder de vista al Señor. 

Para acoger a Jesús en nuestra existencia y contagiar la alegría de ser sus discípulos–misioneros como san Benito, el camino lo marca el Evangelio. Estamos llamados a testimoniar a Jesús en la humildad, en el servicio silencioso, sin miedo a ir contracorriente y pagar en persona, como nos invita a hacerlo la perícopa evangélica de hoy (Mt 10,16-23). Y, si no todos están llamados, como san Benito, a dejar totalmente la vida ordinaria para irse a un monasterio, a todo cristiano se le pide, sin embargo, que sea coherente en cada circunstancia con la fe que profesa. Es una gracia que debemos pedir al Señor. Ser coherentes, vivir como cristianos. Hoy mucha gente en las diversas encuestas que se hacen, a la pregunta de qué religión profesan, responden: «¡soy católico! pero viven como paganos. La coherencia es una gracia que hay que pedir constantemente.

Cristo nos llama para ser sus testigos frente al mundo. Él nos invita a salir del mezquino horizonte de esta sociedad deteriorada, violenta y agresiva, que margina, deshecha y destruye, descarta; para ser evangelizadores en nuestra casa, trabajo y sociedad en general. Somos enviados como corderos en medio de lobos... ¡no podemos perder el rumbo! ¿Seremos capaces de cumplir la misión? ¿Podremos llevar la cruz sobre los hombros a pesar de lo débiles que somos? Sí. Yo creo que sí, ya que Cristo le pide a cada uno lo que está a su medida. Pidámosle a María Santísima que nos ayude para ser los colaboradores que necesita la Iglesia para la edificación de la Jerusalén celestial entre nosotros, para que este mundo, que en mucho ha olvidado el valor de la dignidad de la persona humana, vuelva a encontrar el camino de la vida. Mientras tanto nosotros, acá en la Casa Madre, llegamos hoy casi al final de nuestros ejercicios espirituales reflexionando en la esperanza que no defrauda (Rm 5,5). ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

NO TODOS LOS HÉROES USAN CAPA...

Shavarsh Karapetyan's heroic rescue in Yerevan Lake

Corría el año de 1976 y el nadador olímpico soviético–armenio Shavarsh Karapetyan acababa de terminar una extenuante carrera de 20 kilómetros con su hermano Kamo, cuando presenció una escena impactante: un trolebús lleno de pasajeros perdió el control y se hundió en el embalse Ereván —una especie de lago artificial—, cerca de la ciudad del mismo nombre que es la capital de Armenia.

Sin pensarlo dos veces, Shavarsh se lanzó al agua helada, buceó casi 10 metros de profundidad con visibilidad casi nula, y rompió a patadas la ventana trasera del autobús, lesionándose en el proceso. Luego, comenzó a rescatar a las personas una por una, sacándolas hacia la superficie. Aquel día salvó 20 vidas pagando un precio altísimo: el agua contaminada, el esfuerzo extremo y la falta de oxígeno le provocaron una neumonía severa, septicemia —eso que ocurre cuando el sistema inmunológico, en lugar de combatir la infección de manera localizada, libera sustancias químicas que causan inflamación en todo el cuerpo, afectando a órganos y tejidos—  debido a los residuos de aguas negras en el lago y daño pulmonar severo, por lo que pasó 45 días hospitalizado. 

Shavarsh, antes de aquello, fue un exitoso nadador de aletas, estableció 11 récords mundiales y ganó múltiples títulos mundiales, europeos y soviéticos y debido a ese evento nunca pudo volver a competir. Su carrera deportiva terminó ahí… pero su leyenda apenas comenzaba. 

El logro de Karapetyan no fue reconocido inmediatamente. Todas las fotos de aquel accidente y su heroicidad se mantuvieron en la oficina del fiscal de distrito y sólo se publicaron dos años después. Fue galardonado después con la Medalla por el Rescate de Personas Ahogadas, y la Orden de la Insignia de Honor. Su nombre se convirtió en un nombre familiar en la URSS el 12 de octubre de 1982, cuando Komsomólskaya Pravda publicó un artículo sobre su hazaña, titulado «La batalla submarina del Campeón». Esta publicación reveló que él era el salvador, tras lo cual recibió cerca de 60.000 cartas.

Años después, en 1985, mientras iba caminando, vio que uno de los edificios del pabellón deportivo de la misma Ereván en llamas. Otra vez, sin pensarlo, entró varias veces para sacar a las personas atrapadas, hasta que el edificio colapsó sobre él. Fue hospitalizado de nuevo, esta vez con quemaduras graves y daño nuevamente en los pulmones.

Hoy, a sus 72 años, sigue vivo, es Maestro de Honor de Deportes de la URSS, tiene una empresa de calzado que se llama «Segundo aliento» y aunque su historia es poco conocida, representa el verdadero significado del heroísmo: sacrificarse por otros,  sin cámaras, aunque se pierda la fama y sin esperar nada a cambio.

No todos los héroes usan capa… algunos nadan hacia el peligro con el corazón por delante.

Padre Alfredo.

jueves, 10 de julio de 2025

«Portadores de paz llenos de esperanza»... Un pequeño pensamiento para hoy

La resurrección de Jesús nos invita a ser portadores de paz | Suyapa Medios 

Para todo miembro de la Familia Inesiana es una bendición estar en la «Casa Madre», este bendito lugar del que despegó la obra misionera de la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento. Vengo aquí a este santo lugar en Cuernavaca desde hace muchos años. Mi primera visita fue todavía en vida de la beata en 1978 y, aunque ella no vivía aquí desde diez años atrás, cada rincón de la casa, como hasta ahora, hablaba de su sí al Señor. Con el paso de los años —y de los temblores— los espacios han cambiado. De hecho el edificio en el que pasé muchos veranos siendo seminarista y que albergó un tiempo al seminario de esta diócesis, ya no existe. Hay uno nuevo que lo sustituye desde el terrible sismo del 2017. El caso es que aquí me encuentro compartiendo unos días de ejercicios espirituales para un grupito de nuestras hermanas Misioneras Clarisas que se han convertido desde el domingo en la noche en «mártires de la escucha» y junto con ellas hemos reflexionado en el tema central de este Año Santo, de Jubileo que cada 25 años celebra en la Iglesia la redención de Cristo: «La esperanza no defrauda» (Rm 5,5).

Entre otras cosas, en nuestras meditaciones, hemos reflexionado en la importancia de ser testigos y proclamar con esperanza el Reino de Dios en los lugares donde estamos, en las circunstancias concretas de mi propio cotidiano, a pesar de vivir en un mundo que parece haber olvidado a Dios. Haciendo conciencia de que la misión es de Dios y nosotros somos sus colaboradores, no podemos perder la esperanza al evangelizar, porque, aunque haya algunos que no quieran recibir la Buena Nueva, como sucede en el pasaje del Evangelio de hoy (Mt 10,7-15) sabemos que toda persona guarda en el fondo de su corazón la imagen de un bien futuro que pone en marcha sus mejores capacidades. Y toda persona, consciente o inconscientemente, trata de buscar un fundamento para apoyar sus esperanzas. La misma vida nos enseña que es imposible caminar sin esperanza.

En un mundo tan dividido como el de hoy, donde la guerra, los conflictos y las múltiples heridas de relaciones malsanas fragilizan la vida y las personas, Jesús nos muestra el camino, siempre ofreciendo la paz. Una paz que, como hemos reflexionado las hermanas y yo, primero tiene que habitar en nosotros para que realmente se pueda ofrecer gratuitamente a quien la quiera recibir, aunque claro, nuestra esperanza es que todos la quieran recibir: «Que todos te conozcan y te amen», anhelaba la beata María Inés. La historia de José, que en parte se narra hoy en la primera lectura de la Misa (Gn 44,18-21.23b-29;45,1-5), nos muestra que si somos capaces de reconocer, y ayudar a reconocer, cómo Dios camina con nosotros, la reconciliación y sanación del corazón es posible y la esperanza de restablecer la fraternidad se hace realidad. No todo en este mundo está perdido, la batalla sigue y Nuestra Señora de la Esperanza nos acompaña y nos sostiene para amar más a su Hijo Jesús y esparcir su paz.

Padre Alfredo.

miércoles, 9 de julio de 2025

UNAS CUÁNTAS PREGUNTAS...

20 legionarios de Cristo serán ordenados sacerdotes en Roma - Dirección  General de los Legionarios de Cristo

¿Quién se detiene a escuchar a los sacerdotes? ¿Dónde están esos sabios que llevan a cabo la delicada tarea de guías espirituales? ¿Qué lugar ocupa la amistad, concretamente, en la vida de un sacerdote? ¿Quién se fija en cómo es el sacerdote, en lo que lleva en su corazón? ¿Cuáles son esas relaciones que el sacerdote puede construir sin temor a ser chantajeado, ridiculizado públicamente, explotado? ¿A quién le importa realmente todo esto?  ¿Qué pasa si un sacerdote pierde la salud mental? ¿O, peor aún, la vida? ¿A quién le importa?

¡SEÑOR, CUIDA A TODOS MIS HERMANOS SACERDOTES Y LÍBRANOS DEL MAL... AMÉN!

«ÉL NOS LLAMÓ»... Un pequeño pensamiento para hoy

Trece laicos y religiosos inician desde Javier una vida misionera 

El Evangelio de hoy (Mt 10,1-7) nos presenta la elección y envío de los doce apóstoles que Jesús eligió para estar con él y para enviarlos a predicar (Mc 3,13-14). Estos hombres hacen un grupo tan diverso como nos iremos dando cuenta a lo largo de las andanzas que vivirán junto al Señor. Primero están Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, luego Santiago y su hermano Juan de los que más o menos sabemos algo; de los otros siete no sabemos casi nada —si no tomamos en cuenta lo que se narra en los evangelios apócrifos u otros escritos tardíos del mismo tipo—. La lista termina con el que lo entregará.

Si hubiéramos estado en el lugar de Jesús... ¿habríamos elegido colaboradores como ellos para una tarea tan difícil como «expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias? Nuestro Señor eligió un grupo «variopinto» y luego... ¡nos eligió a todos nosotros!, a sabiendas de que, como Moisés con su pueblo de duro corazón, tendría grandes dificultades para hacer comprender a sus seguidores inmediatos, y mucho menos a todos nosotros, el sentido de su misión, que hunde sus raíces en la compasión por los que sufren y carecen de dirección. Bien que todos conocemos nuestras limitaciones y debilidades, aunque a veces nos hagamos ciegos ante ellas; pero la misión que se nos ha confiado es más grande que nosotros, va mucho más allá de lo que podamos ver. Aquel que nos la confió está siempre a nuestro lado para consolarnos y alimentarnos. Decía la beata María Inés: «Jesús Eucaristía, ‘centro y alegría de mi corazón’». (Viva Cristo Rey)... «La Eucaristía debe ser ‘el centro de nuestros amores’». (Adveniat Regnum tuum).

El mismo Jesús que llamó a los doce, es el mismo que nos llama a nosotros desde su presencia Eucarística para seguir dando muestras de la inmensa misericordia que ofrece el anuncio del Reino de los Cielos. No olvidemos que nuestra vocación al Evangelio no es un privilegio que debamos conservar solo para nosotros, sino una gracia que hay que compartir. Y no olvidemos que el Señor no entrenó a sus discípulos con largos discursos, sino que simplemente los involucró en sus viajes misioneros y los envió a la misión. Pidámosle a María, la «Virgen del Camino», que nos ayude a no quedarnos teorizando frente a Jesús Eucaristía, sino que nos involucremos con Él en la misión. ¡Bendecido miércoles, ombligo de la semana!

Padre Alfredo.

martes, 8 de julio de 2025

«Un Dios sorprendente»... UN PEQUEÑO PENSAMIENTO PARA HOY


Todos hemos escuchado hablar de Jacob, figura central del Antiguo Testamento, patriarca de Israel conocido por su historia de engaño, su lucha con un ángel y por ser padre de las doce tribus de Israel. Jacob es un personaje que aparece en todo el libro del Génesis, acaso superado únicamente por Abraham. A la luz de la primera lectura (Gn 32,22-32) quisiera hablar de él. En su juventud se comportó como farsante, engañó a su papá con ayuda de su mamá, reemplazando a su hermano para quedarse con la primogenitura. En su adultez peleará con Labán, hermano de Rebeca su esposa, quien lo engañará casándolo con Lía, hermana de Raquel, quien reemplazó a su hermana la noche de bodas, así Lía hizo valer sus derechos de hija primogénita. La antesala de su reconciliación con Esaú es uno de los momentos más enigmáticos de toda la Biblia, puesto que la lucha con el ángel —u hombre— que hoy narra la lectura, lo muestra aguerrido y arriesgado, pero al mismo tiempo, al final, débil y sometido a una marca que lo acompañaría toda su vida. 

El texto narra que se apareció «un hombre» para pelear con él (v. 24). Jacob únicamente pudo percibir una presencia masculina que se abalanzó sobre él. Él se había quedado solo, en la noche oscura, lo que provocó el encuentro con ese ser misterioso por medio de lo único que Jacob sabe hacer: luchar, como hizo con todos los hombres con quienes ha peleado y a quienes ha engañado: Esaú, Isaac y Labán. En esta noche su naturaleza se aferra, lucha, exige, pregunta por el nombre de su contrincante. Pero es noche del alma y no hay respuesta a su pregunta, está por nacer el hombre nuevo transformado por la superación de las experiencias de enfrentamiento y frustraciones que dará paso a la experiencia auténtica de paternidad. Fue una larga lucha que se prolongó durante toda la noche hasta que fue vencido quedando herido en fémur para siempre. En medio de la oscuridad Jacob vio el rostro de Dios que le sorprendió y le reveló un nuevo nombre, «Israel», el que lucha con Dios (Gn 32.24). 

Jacob tuvo la experiencia de los místicos que reconocen que nada se parece más a Dios que la oscuridad. Muchos de ellos hablan, como santa Teresa y san Juan  de la Cruz de la «noche oscura». El que luchó con Dios y le arrancó su bendición regresa ahora a las luchas de la vida con otra perspectiva. Jacob, ahora Israel, debe aceptar las sorpresas de Dios. La reconciliación con su hermano desciende gratuitamente como una bendición. Por eso hemos de estar abiertos siempre a la sorpresa de Dios. La historia de la salvación nos muestra que Dios está lleno de sorpresas. Desde niños gustamos de las sorpresas, ¡que no son lo mismo que los sustos!, Sin embargo, si hablamos de las sorpresas al niño dentro de nosotros, como adultos nos podemos topar con la pregunta clave de la fe: ¿Cómo manejamos las sorpresas de Dios? ¿Cómo responder de la mejor manera a las sorpresas que Dios nos presenta en nuestras vidas? Que María, que se dejó sorprender por el anuncio el ángel, nos ayude. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 7 de julio de 2025

«HACE 121 AÑOS NACIÓ LA BEATA MARÍA INÉS»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hace 121 años nació, en Ixtlán del Río, en Nayarit, la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento y es un regalo maravilloso estar desde ayer aquí en la Casa Madre, el lugar en donde dio inicio esta obra misionera que nos ha atrapado a muchos para conquistar el mundo como ella lo hizo, y llevarlo a Dios. En el cielo ya no hay cumpleaños, hay gozo de eternidad, hay premio de gloria, hay esperanza ya colmada. Que desde allá interceda por nosotros y que siga siendo esa «estrellita», como ella anhelaba, que ilumine nuestro andar con destellos de la luz que provienen de Nuestro Señor.
 
«Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, impón tu mano sobre ella y vivirá», suplica postrado ante Jesús en el Evangelio de hoy (Mt 9,18-26) el jefe de una de las sinagogas de aquel tiempo. El Señor acude a imponer las manos sobre la niña muerta y en el camino permite que la toque el manto una mujer enferma. Es que, como nos enseña la beata María Inés corroborando lo que muchos santos dicen, Dios no está nunca desatento de nosotros. Es siempre presencia amistosa, íntima, que abraza la necesidad de todos. Por eso agradezco a todos lo que me han escrito o enviado mensajes de audio tocante a mi reflexión de ayer que me hace reconocer siempre a ese Dios cercano. Me han llegado comentarios de todo tipo y ante esto quiero afirmar que somos cuerpo y alma y que ambas pueden quebrarse.
 
Sí, podemos morir de cáncer, hipertensión arterial, infarto, aneurismas... pero también podemos sufrir en el alma. Hay enfermedades y aneurismas del corazón, heridas mortales de las cuales el alma no se recupera. En la mayoría de los casos, el suicidio es el equivalente emocional del cáncer, un derrame cerebral o un ataque al corazón. Por allí encontré, leyendo sobre el tema, que el suicidio es un intento desesperado de terminar con un dolor insoportable, muy parecido a un hombre que se tira por una ventana porque su ropa está en llamas. No dejemos de pedir a María santísima no solamente por los sacerdotes sino por todos. Cuando estamos indefensos, Dios no lo está. El amor de Dios puede descender al mismo infierno —como profesamos en nuestro credo— y sus manos son más suaves que las nuestras, la compasión de Dios es más amplia que la nuestra y el entendimiento de Dios supera infinitamente el nuestro. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.