martes, 30 de septiembre de 2025

En el día de San Jerónimo... UN PEQUEÑO PENSAMIENTO PARA HOY

Hoy la Iglesia celebra a San Jerónimo, uno de los grandes doctores de la Iglesia, cuya dedicación y amor por la Sagrada Escritura sigue inspirándonos hasta nuestros días. Yo vivo siempre este día con gran gozo, porque gracias a Dios la comunidad parroquial que me toca pastorear, es muy amante de la Biblia y en nuestra escuela bíblica tenemos grupos a todas horas —incluso por zoom— con estuantes de muy diversas edades. San Jerónimo, que dedicó su vida al profundo estudio de las Escrituras decía: «Ignorar las Escrituras es desconocer a Cristo». 

Aunque era un gran erudito y tenía una vasta cultura, San Jerónimo vivió con sencillez y humildad. Pasó años en el desierto combatiendo sus propias debilidades y buscando la cercanía con Dios. Con su testimonio de vida nos recuerda que más allá de los logros humanos lo importante es vivir para agradar a Dios, haciendo vida la Palabra y siendo humildes y generosos. Así como San Jerónimo puso su inteligencia y sus talentos al servicio de la Iglesia, en medio de una vida que no fue nada fácil, nosotros también, como él, estamos llamados a poner nuestros dones al servicio de los demás, de la comunidad y de la Iglesia, sin buscar reconocimiento, sino la gloria de Dios. Recordemos que cada uno de nosotros puede ser instrumento de Dios si abrimos el corazón y nos dejamos transformar por Su palabra.

San Jerónimo nos enseña también que la persona que madura y crece a lo largo de su vida no es la que niega sus fracasos, sino la que sabe gestionarlos, es decir, aceptarlos claramente por lo que son, aprender de ellos, poner punto final a un capítulo y, a continuación, pasar página con serenidad y comenzar otro capítulo. Así fue él logrando la traducción de la Biblia al Latín dejándonos la famosa traducción conocida como «La Vulgata». En el Evangelio de hoy (Lc 9,51-56), el Señor Jesús envía mensajeros que le fueran anunciando. San Lucas nos dice que Cristo ha emprendido un camino y no se desviará de él, aunque sabe que Jerusalén matará al último de los profetas, como ha matado a muchos otros. Nosotros, hoy somos estos mensajeros, elegidos por el Señor a ir delante de él anunciando su Palabra. Que la Virgen, de quien San Jerónimo defendió la virginidad perpetua de María contra las ideas heréticas de su tiempo, interceda por nosotros. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

ALLÁ EN LA OTRA PARROQUIA...

“Allá en la otra parroquia, el padre predica breve y muy bien, ¡Que tipazo!”

“Allá en la otra parroquia, el coro y el sonido del templo es impresionante”.

“Allá en la otra parroquia, todo el mundo se saluda”.

“Allá en la otra parroquia todos están unidos y se apoyan”.

“Allá en la otra parroquia todo está muy bien organizado”.

“Allá en la otra parroquia, las celebraciones litúrgicas y los retiros son mucho más animados”.

“Allá en la otra parroquia la pastoral juvenil si está comprometida, todos los jóvenes están felices y unidos”.

¿Sabes lo que no hay en la otra parroquia, ni en ninguna otramás?

¡¡¡TÚ!!!

Tú… que participas a veces muy poco, pero te quejas mucho.

Tú… que solamente ves el mal en la cara de todos y aún así hablas de falta de unidad.

Tú… que no contribuyes, pero hablas de falta de inversiones y fondos, pero te olvidas de apoyar e incluso de dar tu ofrenda semanal.

Tú… que llegas sin saludar y no le diriges la palabra con nadie, pero piensas que las homilías y predicaciones son débiles.

Tú… que no reconoces el trabajo y entrega  de tu párroco, catequistas, evangelizadores, y de todas las personas que se entregan por amor y para dar vida a la comunidad parroquial; pero eso sí, gastas saliva alabando a los de lejos, y te la pasas  criticando y calumniando a los que sirven en la tuya.

En lugar de vivir haciendo comparaciones, es mejor hacer la diferencia donde tú estás, ser la Iglesia que deseas... colabora, involúcrate, ora, haz tus donaciones; lánzate en este compromiso de "no asistir a la Iglesia" sino a "ser Iglesia" y de preferencia una Iglesia saliente que se reúne para orar, fortalecerse y formarse  y así poder evangelizar y servir en las necesidades del pueblo de Dios.

“También ustedes, como piedras vivas, edifíquense y pasen a ser un Templo espiritual, una comunidad santa de sacerdotes que ofrecen sacrificios espirituales agradables a Dios, por medio de Cristo Jesús” (1 Pe 2, 5).

lunes, 29 de septiembre de 2025

MIGUEL, GABRIEL Y RAFAEL... Un pequeño pensamiento para hoy

No sabemos cómo son los ángeles. Pero en la Sagrada Escritura podemos contemplar muy de cerca cómo actúan, en relación a Dios y a nosotros. Hoy celebramos la fiesta de los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. Ángeles de alto rango considerados «jefes» o «mensajeros principales» de Dios. Se ubican en una jerarquía espiritual superior a los ángeles comunes y son reconocidos por su rol como mensajeros divinos y protectores. Miguel, al frente de los seguidores del Mesías en su lucha contra el espíritu del mal, Gabriel, en el evangelio anuncia a Zacarías el nacimiento de su hijo Juan y a María su elección como madre del Mesías y Rafael, actuando como medicina de Dios. 

Esta fiesta nos invita a dar gracias a Dios por la cercanía que nos hace experimentar a través de estos seres misteriosos, y nos estimula a ser como ellos. A ayudar a todos en la lucha contra el mal. A ser propagadores de las «buenas noticias» de Dios, para gozo y esperanza de todos. También nos ayuda a curar las heridas y las cegueras de cuantos nos rodean. El Evangelio de hoy (Jn 1,47-51) nos recuerda que los arcángeles «suben y bajan» sobre el Hijo del hombre, sirven a Dios, pero lo hacen en beneficio nuestro. Dan gloria a la Trinidad Santísima, y lo hacen también sirviéndonos a nosotros. Y, en consecuencia, veamos qué devoción les debemos y cuánta gratitud al Padre que los envía para nuestro bien.

La Iglesia, que en sus inicios fue protegida y defendida de una manera muy explícita por el ministerio de los Ángeles (cfr. Hch 5,17-20; 12,6-11) y continuamente experimenta su «ayuda misteriosa y poderosa», venera a estos espíritus celestes que tienen una tarea especial y pide con confianza su intercesión. Gabriel, Miguel y Rafael aparecen en la Biblia como presentes en las vicisitudes terrenas y llevando a los hombres —como nos dice san Gregorio el Grande— las comunicaciones, mediante su presencia y sus mismas acciones, que cambian decisivamente nuestras vidas. Pidamos su asistencia junto a la de María Santísima, a quien de una manera particular Gabriel le anunció la concepción virginal del Hijo de Dios, que es el principio de nuestra redención. ¡Bendecida fiesta de los Santos Arcángeles!

Padre Alfredo.

viernes, 26 de septiembre de 2025

«Sacerdotes conocedores de Cristio, portadores de su alegría»... UN PEQUEÑO PENSAMIENTO PARA HOY


No se puede hablar con alguien, o de alguien, si no se le conoce. Hoy, en el Evangelio (Lc 9,18-22) la figura de Cristo destaca preguntando primero «¿Quién dice la gente que soy yo?» y en segundo lugar, dirigiéndose a sus más cercanos discípulos–misioneros para hacerles también una pregunta: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?». En la historia cultural de la humanidad, Cristo es conocido tal vez por muchos no ciertamente por lo que escribió, sino por lo que se ha escrito acerca de él y, de manera muy especial, por lo que su buena noticia, en el Evangelio, representa en los más de dos milenios transcurridos desde su nacimiento. La historia de la humanidad, desde su encarnación, no ha transcurrido al margen de su persona, para seguirlo, para atacarlo o para malentenderlo. Ciertamente Cristo es alguien conocido que está presente en ámbitos sociales de todos los continentes. Incluso en círculos religiosos de diversas denominaciones y e gente atea. No se halla tampoco al margen del llamado «continente digital». 

Hay que aclarar que esta difusión, la hemos hecho los cristianos, sus discípulos–misioneros a lo largo de todas las épocas. El conocimiento de Cristo nos ha llevado a miles y miles de hombres y mujeres de fe a fijar la mirada en Cristo para mejor conocerle y hacerle amar. De hecho hay que tener bien claro que para ser un buen cristiano hay que ir mucho más allá del conocer a Jesús superficialmente y declararlo como «El Mesías de Dios», como afirma Pedro en este relato. Ser un buen cristiano, un católico comprometido, es conocerlo personalmente. El mismo Cristo habló de la necesidad de conocerlo a profundidad cuando en oración exclamó: «Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado» (Jn 17,3). Conocer bien a Jesús implica, por lo tanto, una respuesta de fe que nos lleve a esforzarnos por imitar sus virtudes, vivir de acuerdo con sus mandamientos y buscar hacer su voluntad en nuestras vidas. Implica confiarle nuestro ser y quehacer, ocuparnos de sus intereses y permitir que su poder transformador actúe dentro de nosotros.

Conocer a Jesús no es un evento único, sino un proceso continuo. Implica crecer en el conocimiento y la comprensión de sus enseñanzas, profundizar nuestra relación con él a través de la oración y los sacramentos, y buscar continuamente alinear nuestras vidas con su ejemplo. A eso hemos venido estos días los sacerdotes que hemos hecho ejercicios espirituales. Los días han pasado y es hora de volver a las tareas pastorales, recordando que la primacía del sacerdote del siglo XXI consiste en el estar muy cerca de Cristo el Buen Pastor y conocerle más y más. Estos días, en fraternidad sacramental lo hemos hecho presente en la Eucaristía y en las reflexiones compartidas por monseñor Carlos Santos; en sus homilías y prédicas, en su cercanía y en el compartir nuestro ser y quehacer. Hemos vivido nuestro sacerdocio recordando, como decía Benedicto XVI, que somos «servidores de la alegría de los demás». Conocemos a Jesús cada día más y más en la sorpresa de cada día, siempre dispuestos a ser enviados por Cristo, que nos conoce mejor que nosotros a él. Regreso ahora a la vida diaria pensando en otro Papa, san Juan XIII, que se empeñó en amar a Cristo y consiguió hacerlo con la misma sencillez cuando era un modesto cura, que cuando fue Papa. Siempre consciente de que su condición de sacerdote estaba por encima de todo bajo el cuidado de María, Madre de los sacerdotes. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

jueves, 25 de septiembre de 2025

¿QUÉ HACE UN DIRECTOR DE ORQUESTA?


Muchas veces, a lo largo de mi vida, he tenido la oportunidad de hablar con muchos amantes de la música, que, como yo, gozan con los conciertos de música clásica —que por cierto muy poco puedo disfrutar ya en vivo, porque la Sinfónica toca los jueves y me es imposible ir—, y me he dado cuenta de que, a pesar de ello, no tienen una clara idea de lo que es el director de orquesta, de cuál es su misión y de la importancia que tiene su trabajo en el resultado de un concierto. 

Cuentan que una vez en Estados Unidos en uno de los ágapes que suelen dar los organizadores al terminar los conciertos, una persona preguntó a un director: «Maestro, ¿usted qué hace cuando no tiene concierto y si todos los músicos de la orquesta tienen su papel, para qué está usted allí? Yo creo que ni le miran».

Por eso me vino la idea de compartir, en unos cuantos renglones, en este blog en que escribo un poco de todo, unas cuestiones que creo son muy importantes e ilustrativas sobre el director de una orquesta.

Los directores desempeñan un papel fundamental en la coordinación y la interpretación de toda orquesta, así como de cualquier coro, y son, en primer lugar, los responsables de mantener el ritmo y asegurar la cohesión musical. Para ello, utilizan gestos específicos con las manos y la batuta, que indican el tiempo, el ritmo y la dinámica de la interpretación.

En primer lugar el director estudia la partitura para comprender la intención del compositor y decide cómo expresar la música, aplicando matices, fraseos y detalles expresivos que no están explícitamente escritos.  Antes del concierto, organiza y dirige los ensayos para trabajar los aspectos técnicos de la pieza y pulir la interpretación hasta que todos los músicos estén sincronizados y alineados con la visión del director. 

El director de orquesta se sitúa en el medio entre el propio compositor y la audiencia. A través de cómo interpreta cierta obra, el director puede determinar la intención original del compositor a la vez de dar un toque único, lo que deriva en que no haya dos representaciones iguales. De esta manera, el director es el responsable de establecer el tono con el que se comunica, de manera emocional y narrativa.

Él utiliza la batuta y el lenguaje corporal para comunicar instrucciones a la orquesta, marcando el tiempo, la dinámica y los inicios de los diferentes instrumentos o secciones. La mano derecha del director, que normalmente sostiene la batuta, es la principal responsable de marcar el tiempo. Movimientos optimistas señalan la aproximación del tiempo fuerte, que se produce cuando la batuta se mueve hacia abajo, indicando el comienzo de un compás. Además, la batuta puede dibujar arcos pequeños o amplios, de forma suave o agitada, para expresar el carácter del sonido deseado.

Dependiendo de la obra, el director sube y baja la batuta que sostiene en la mano derecha —un compás binario o dividido en dos partes—, parte de abajo, va hacia la derecha y sube —compás ternario— o parte de abajo, va hacia la izquierda, hacia la derecha y arriba —compás cuaternario—. Muchas veces estos movimientos para los que no son músicos son casi inapreciables debido a la velocidad con que los realiza.

La mano izquierda es la encargada de señalar las entradas de cada grupo de instrumentos o de solistas. Con todo el cuerpo y principalmente con ambas manos indica la intensidad y el carácter de la obra. Por ejemplo, si abre mucho los brazos quiere decir que les está pidiendo a los intérpretes que toquen más 'forte' o fuerte —esta abertura de sus brazos, sin dejar de mover las manos, puede ser también progresiva— o que toquen más «piano», más suave. Con la mirada, con los ojos, con la boca... hará también mil gesticulaciones que serán importantes (según sus manías personales) para aunar la interpretación de todos los integrantes y que suene como una única obra.

El director de orquesta es el alma mater de la música grupal, es el auténtico intérprete, cuyo instrumento es una serie de músicos que puede manejar para conseguir una interpretación personal de un documento escrito. Como curiosidad, hay también que decir que debe tener los pies bien asentados en el suelo de forma paralela a los hombros y situar los brazos a su altura. Parece una tontería pero es esencial, ya que es posible que pierda el equilibrio en un momento de énfasis o que termine con fuertes dolores de espalda.

Por eso la postura del director siempre es crucial. Con el cuerpo erguido, los brazos bien posicionados por encima de la cintura y ligeramente arqueados, mantiene una posición cómoda y flexible, lo que le permite realizar los gestos necesarios para dirigir la orquesta y coordinar los tiempos de cada uno de los músicos que la integran, para que entren en el momento justo. Durante el concierto, él moldea la interpretación en el momento, asegurando que todos los músicos toquen juntos, con el mismo volumen y ritmo, y que se escuche la obra de forma cohesionada. 

Además de llevar el tiempo, el director es responsable de controlar la intensidad de la interpretación, exigiendo más o menos volumen y nivelando las interpretaciones para que todas las partes de la orquesta se escuchen de forma equilibrada. A pesar de su importancia, él no toca ningún instrumento ni emite sonidos; su trabajo es puramente gestual y de guía. 

Con su liderazgo, inspira y persuade a los músicos para que den lo mejor de sí, fomentando un ambiente de trabajo en equipo y buscando una interpretación que transmita el espíritu y la emoción de la composición. Esta habilidad de liderazgo que debe tener, junto a la interpretación, es lo que hace que la actuación del director sea esencial para el éxito de una interpretación musical.

Quiero ahora mencionar a algunos de los mejores directores de orquesta a lo largo de la historia que ya han fallecido pero siguen siendo un importante referente e inspiración para las futuras generaciones:

1. Carlos Kleiber (1930 – 2004). Fue un austríaco acreditado como uno de los mejores del siglo XX y para algunos, el mejor de la historia. Su fama mezcló tanto su talento como diferentes controversias, y es que tenía una personalidad compleja, expuesta por la cancelación de sus actuaciones habitualmente, la negativa a conceder reportajes y la búsqueda de la perfección absoluta. Su estilo de dirigir era realmente expresivo, algo bien recibido por el público gracias a sus gestos con los brazos. Su repertorio abarcaba 22 compositores y sus grabaciones de sinfonías como las de Beethoven se han llegado a considerar en ocasiones como definitivas.

2. Herbert von Karajan (1908 – 1989). Este director, también austriaco, destacó especialmente por su habilidad para conseguir que la orquesta produjera un sonido magnífico. Pudo trabajar con algunas de las principales orquestas del mundo, como la Orquesta Filarmónica de Berlín durante 35 años, dejando un legado musical realmente impresionante. Además, es el artista discográfico de música clásica con las mayores ventas de todos los tiempos.

3. Leonard Bernstein (1918 – 1990). Compositor, pianista y director de orquesta, fue el primer director de orquesta nacido en los Estados Unidos que obtuvo una fama mundial al dirigir la Orquesta Filarmónica de Nueva York, además de por sus Conciertos para jóvenes en televisión y por sus diferentes composiciones, tales como “West Side Story” o “Candide”. Destacó por la interpretación de una amplia gama de géneros musicales, comenzando con música clásica —haciendo resurgir la música de mi admirado Gustav Mahler— hasta jazz. No solo fue remarcable como director, sino también como educador musical influyente, especialmente entre los más jóvenes.

4. Claudio Abbado (1933 – 2014). Este director de orquesta italiano fue titular de la Filarmónica de Berlín desde el año 1989 y destacó por su técnica y por la renovación generacional de músicos, impulsando programaciones temáticas multidisciplinares y un nuevo repertorio musical, incluyendo a compositores contemporáneos. Contaba con un enfoque sensible y profundo de la música, siendo capaz de resaltar algunos matices realmente únicos, lo que le convirtió en uno de los directores más respetados de su generación.

Actualmente contamos con muy buenos directores de orquesta a nivel mundial de los cuales mencionaré unos cuantos:

1. Gustavo Dudamel (Barquisimeto, Venezuela, 26 de enero de 1981). Considerado por muchos uno de los más influyentes, versátiles y aclamados directores a nivel mundial, es el director de la Orquesta Sinfónica de la Juventud de Venezuela y la Filarmónica de Los Ángeles. Por sus numerosos hitos, logros e influencia musical es considerado como el director de orquestas hispanohablante más influyente a nivel internacional de la época moderna.

2. Kirill Petrenko (Omsk, Unión Soviética, 11 de febrero de 1972). Es un músico ruso, director titular de la Filarmónica de Berlín reconocido por su trabajo en música moderna y clásica. Petrenko destaca especialmente por sus interpretaciones de óperas del repertorio ruso, el repertorio sinfónico ruso del siglo XX y las óperas de Richard Wagner y de Richard Strauss. 

2. Daniel Barenboim (Buenos Aires, 15 de noviembre de 1942). Es un pianista y director de orquesta argentino nacionalizado español, israelí y palestino. Posee una larga y exitosa trayectoria por lo que con frecuencia citado como uno de los grandes de la música clásica. El 12 de enero de 2008, se convirtió en el primer ciudadano del mundo con ciudadanía israelí y palestina, y dijo que la había aceptado con la esperanza de que sirviera como señal de paz entre ambos países. El 4 de octubre de 2022, anunció que se retiraba a causa de una enfermedad neurológica grave. En febrero de 2025, dijo que tenía Parkinson.

3. Sir Antonio Pappano (Epping, Inglaterra, 30 de diciembre de 1959). Es un director de orquesta y pianista británico de ascendencia italiana. Ha sido director titular de la Orquesta Sinfónica de Londres y director musical de la Royal Opera House. Recibió el título de Sir en 2012 por la reina Isabel II en reconocimiento a su destacada carrera como director de orquesta. Actualmente es el director titular de la Opera Real Covent Garden, de Londres, y de la orquesta de la Accademia Nazionale di Santa Cecilia, de Roma.

Otros directores notables son Andris Nelsons, director artístico de la Orquesta Sinfónica de Boston; Vladimir Jurowski, director artístico de la Orquesta de París y el Festival de Glyndebourne y Carlos Miguel Prieto, destacado por su trabajo con la Orquesta Sinfónica Nacional de México y la Youth Orchestra of the Americas. 

Entre las pocas mujeres directoras de orquesta destacan Alondra de la Parra, directora artística de la Orquesta Filarmónica de las Américas y de la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid e Inma Shara, que ha dirigido orquestas como la de Viena. En diciembre de 2008 fue la primera mujer que dirigió un concierto en el Vaticano. 

Creo que, de alguna manera, con esta pequeña aportación, podemos valorar más el personaje que, a simple vista en un concierto de música culta, sube a un podio y gesticula de forma más o menos histriónica ante un grupo de músicos que conocen a la perfección las partituras que deben interpretar. Ese personaje que, además, es el único miembro que carece de instrumento y no emite sonido alguno por sí mismo en toda la ejecución. Sin embargo, su figura es tan importante, que es quien recibe la mayor parte de la ovación del público. 

Padre Alfredo.


«LA CURIOSIDAD ES SOLAMENTE EL PRINCIPIO»... Un pequeño pensamiento para hoy


La curiosidad es una emoción agradable que involucra la búsqueda de información, conocimientos y experiencias nuevas. Es una emoción fuertemente vinculada al impulso de conocer o averiguar cosas novedosas y resolver interrogantes, una respuesta humana natural y puede darse como un estado emocional temporal o configurarse en un rasgo de personalidad. En el campo religioso, la curiosidad es una de las maneras con las cuales Dios busca atraer las almas hacia Sí. En el Evangelio de hoy (Lc 9,7-9), el escritor sagrado destaca que Herodes «tenía ‘curiosidad’ de ver a Jesús». Este Herodes Antipas era hijo del viejo Herodes el Grande, que había ordenado la matanza de los niños de Belén, esperando destruir al Rey de los Judíos. Él era una astilla del viejo tronco, pero era todavía varios grados más perverso que su progenitor. La curiosidad de Herodes había sido estimulada porque había oído muchas cosas concernientes a Jesús. ¿Cómo llegó a oír acerca de Él? Es que toda Jerusalén resonaba con las noticias de sus milagros y de sus portentosas palabras. Herodes, un convertido a la fe judaica, como de hecho lo era, se interesaba en cualquier cosa que pasara entre los judíos, y con mayor razón si tenía relación con su reino, pues el recelo que despertó el enojo de su padre, no estaba del todo ausente en él.

Cuando Juan murió, Herodes oyó todavía más acerca de Cristo, de tal forma que, maravillado por los hechos que estaban ocurriendo, se enfrascó en la creencia de que Juan el Bautista, a quien él había decapitado, había resucitado de los muertos. Es fácil imaginar que Jesús se convirtió en una especie de pesadilla para su conciencia: estaba turbado y alarmado por lo que oía que el profeta de Nazaret estaba haciendo y por eso mantenía viva su curiosidad. Pero nosotros sabemos bien que para conocer a Jesús de manera auténtica no es suficiente la curiosidad, sino que se requiere un compromiso total del corazón, la práctica de la humildad, el servicio y el amor por encima de las motivaciones personales y la disposición a tomar la cruz de cada día como un acto de entrega y sacrificio, culminando en una relación de transformación y vida para conocerlo y crecer en semejanza a Él.

Con frecuencia nos topamos hoy con hombres y mujeres que, en estos tiempos, asisten a Misa para oír al predicador; no porque quieran ser convertidos, no porque tengan alguna idea de volverse alguna vez seguidores de Jesús, sino porque han oído algo que provoca su curiosidad. Sin embargo, no es suficiente se curiosos. La fe comienza cuando dejamos que Él se revele en nuestra vida y somos capaces de responder con la vida: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (cf. Lc 9,20). Es entonces, cuando se da el paso de la curiosidad a ser discípulo–misionero: escuchando, acogiendo y convirtiéndonos en testigos. Los ejercicios espirituales que el grupo de sacerdotes estamos haciendo, despiertan, por supuesto, una sana curiosidad, la fomentan como una cualidad necesaria para la profundidad del proceso espiritual abandonando la comodidad, permitiendo la apertura a la experiencia, el pensamiento espontáneo y la admiración para reforzar el «sí» auténtico, que hemos de mantener para seguir a Jesús. Pidamos a María santísima para que ella nos ayude a estar atentos y dar el paso, porque el quedarse en la pura curiosidad puede nublar el corazón, impidiendo reconocer la presencia de Dios en nuestro día a día. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

miércoles, 24 de septiembre de 2025

Desde ayer, en este clima de ejercicios espirituales para sacerdotes, dirigidos por Don Carlos Santos, obispo auxiliar de Monterrey, un hombre profundamente enamorado de la Palabra de Dios que, con su sencillez, nos acerca en cada reflexión a la tarea de reformar nuestra vida para reestrenar la vocación y el ministerio sacerdotal y llevarla a metas más altas de santidad, he pensado mucho en el envío. De hecho ayer comentaba con él cómo Jesús, al enviar a predicar a los apóstoles, no es que se hubiera hecho de un gran equipo de hombres letrados o eruditos... Pedro lo había negado; Santiago y Juan querían solucionar un problema bajando fuego del cielo; Felipe no entendía mucho y había pedido a Nuestro Señor que le mostrara al Padre; Bartolomé, como buen «israelita», seguramente era más «cuadrado» que nada; Mateo tenía un trabajo poco digno, al colaborar con el imperio invasor... y así por el estilo. 

Hoy el Evangelio (Lc 9,1-6) nos refiere que estos hombres, elegidos por Él, conferidos de su Gracia, son enviados a predicar y a realizar signos en su Nombre. A pesar de ser como son, no necesitan más que la Gracia para su misión de ser constructores, anticipadores del Reino entre los hombres. Ciertamente la de ser enviados no es una misión fácil. Y menos en una época como la actual, marcada por un anhelo multicultural de vivir en la opulencia, en una búsqueda frenética de un confort que parece nunca satisfacerse. Las tentaciones, las falsas seguridades del poder o del dinero, se hacen presentes en medio del camino de los enviados, haciendo ver que sin cosas innecesarias que se presentan como del todo necesarias, no se puede evangelizar.

El ejemplo de los Doce, pecadores perdonados que hacen comunidad reconciliados y agradecidos, y que no hacen otra cosa que transmitir y compartir con sencillez su propia experiencia de haberse dejado alcanzar por Cristo nos debe animar, porque todos somos enviados participando de la apostolicidad de la Iglesia. La orden dada a los Doce al ser enviados, vale también, aunque de manera diversa, para todos los cristianos. No necesitamos más que la Gracia de Dios. «Te basta mi gracia» (2 Cor 12,9), le dijo el Señor a San Pablo. «Ni morral, ni comida, ni dinero...». A nosotros también nos envía el Señor a proclamar la Buena Nueva aprendiendo una de las características fundamentales de la comunidad creyente: la confianza en su Providencia. Dirijamos nuestra mirada hacia María Santísima, enviada a ser la Madre de la Iglesia, la Madre de los enviados con un corazón abierto a la confianza. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 23 de septiembre de 2025

TU MADRE Y TUS HERMANOS TE BUSCAN... Un pequeño pensamiento para hoy


Gran parte del día —excluyendo a los monjes de clausura— el sacerdote se encuentra rodeado de gente. Un considerable tiempo de su día lo pasa en el templo y en la oficina, atendiendo asuntos pastorales y no tan pastorales. Digo esto porque me viene imaginar a Jesús, por la escena evangélica de hoy y otras más, rodeado siempre de gente, mucha gente. Recuerdo una vez que estaba ante el Santísimo, en un rato de adoración entre Misa y Misa de domingo y llegó una señora a decirme: «Fulanita tiene una sobrina en su casa y quiere que vaya ahorita a verla porque se puso muy grave… ¡Yo le cuido el Santísimo para que vaya!… ¡Qué tantas cosas no le pasarían a Jesús con la gente que incluso no le quedaba tiempo ni para comer por atender a tantos y tantos!

En este Evangelio de hoy (Lc 8,19-21), Jesús aparece rodeado de mucha gente. Así es, como digo, la vida de un sacerdote. En medio de esa muchedumbre, alguien se acerca a Nuestro Señor y le dice: «Tu madre y tus hermanos están allá afuera y quieren verte». De inmediato Jesús aprovecha la ocasión para dejar una gran enseñanza: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra De Dios y la ponen en práctica». ¿Cuánta de esa gente realmente escuchaba a Jesús? ¿Cuántos de esos buscaban poner en práctica lo que escuchaban? ¿Cuántos acudirían seguramente a tratar de conseguir alguna curación, algún buen lugar como Santiago y Juan en el banquete celestial?

Creo que en estos días de retiro, María, la madre de Jesús y madre nuestra, ha venido a buscarnos a nosotros, que intentamos ser «otro Cristo en la plenitud sacerdotal». Seguramente, luego de despachar a la multitud que le rodeaba —porque de seguro no todos le escuchaban como sucede hoy en las homilías— el Señor atendió con gusto a su madre, ejemplo sublime de escucha y puesta en práctica de la Palabra. A ella le pedimos que, en estos días de ejercicios sacerdotales, se mantenga a nuestro lado para animarnos a regresar con la muchedumbre de fieles... Por cierto, a la enferma grave por la que me sacaron del Santísimo no la puede atender, pues se estaba bañando —nada grave como mi hicieron creer— y yo tenía que regresar a la siguiente Misa. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 22 de septiembre de 2025

«Desde el Refugio, en ejercicios espirituales»... UN PEQUEÑO PENSAMIENTO PARA HOY


Escribo mi reflexión desde el hermoso rinconcito de la naturaleza que se goza en «El Refugio», la casa de retiros del presbiterio de Monterrey y en la que nos encontramos el padre Carlos Careaga, un servidor y 50 sacerdotes más en ejercicios espirituales. El padre Carlos participa porque es decano y, el decanato del que está al frente, está en esta tanda de ejercicios. Yo me encuentro aquí como parte de la comisión del clero, colaborando en la pastoral sacerdotal con el gusto de servir y acompañar a mis hermanos sacerdotes. Recién desembarcado de Turquía y Grecia paso ahora, de los días del descanso corporal al descanso espiritual.

El Evangelio de hoy (Lc 8,16-18), bastante corto por cierto, da luz a mi ser y quehacer de estos días. En este Evangelio se lee que «nadie enciende un candil y lo tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama; lo pone en el candelero para que los que entran tengan luz». Esto me hace ver que, como sacerdotes, no podemos ocultar la luz de la fe como si se tratara de un asunto privado. Todo sacerdote, incluso recién ordenado o de largo kilometraje, como yo, con 36 años de ordenado, ha recibido mucho y, por lo tanto, hay un gran compromiso de dar. Porque no sea que nos acaben quitando lo que creemos tener que definitivamente no es para nosotros, sino, por la caridad pastoral, para los demás... «al que tiene se le dará, al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener.»

Los sacerdotes, como todo bautizado, tenemos necesidad de renovar nuestra relación con Dios, y eso para poder ofrecer un servicio de mayor calidad a los hermanos. Es importante poder disfrutar de unos momentos intensos de oración sosegada, de oración permanente, de oración transformadora, de tal manera que recarguemos las pilas. Se trata de que seamos conscientes de que no podemos quedarnos atrapados —por así decir— en la actividad pastoral de cada día, sino de responder al proyecto de Dios sobre nuestra vida y servir con alegría siendo discípulos–misioneros, testigos del Evangelio. Si los sacerdotes no hacemos un espacio para vivir en intimidad con Jesús, no sabremos actuar ni expresar nuestro servicio al estilo de Jesús. Encomiéndenos al cuidado de María Santísima en estos días, para que ella nos siga enseñando a amar a Jesús con todo el corazón y a entregar la vida por Él, con Él y en Él. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 21 de septiembre de 2025

«La vida, un instante para compartir lo que somos, lo que hacemos, lo que tenemos»... UN PEQUEÑO PENSAMIENTO PARA HOY


Regreso a escribir mi mal hilvanado pequeño pensamiento luego de un tiempecito de ausencia por haberme tomado unos días de descanso, aprovechando para visitar con el padre Rolando, entre otros lugares, la casita en donde la tradición asegura que San Juan mantuvo consigo a la Santísima Virgen María en sus últimos días de vida en Éfeso, en la lejana Turquía e ir de allí, en barco a Patmos, la isla griega en la que el apóstol y evangelista, en el pasaje de Apocalipsis 1,9 declara: «Yo estaba en la isla llamada Patmos, a causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo» y escribió el Apocalipsis. Dos naciones, dos culturas... dos espacios en donde pudimos palpar la presencia, en Turquía, de las suntuosas mezquitas de la religión Musulmana con sus imponentes minaretes y, en unas cuantas islas griegas, el arraigo de la tradición cristiana de la Iglesia Ortodoxa.

Y regreso con una noticia impactante para mí, que en las mañanas, luego de rezar y al estar tomando ordinariamente el café espresso matutino con la media fruta y las nueces antes de ir a entrenar, veo el telediario matutino con una de las conductoras más destacadas de Monterrey, Débora Estrella, que ayer falleció en un inesperado accidente en una minúscula avioneta de acrobacias en mi querido municipio de García, aquí en la periferia del Sultana del Norte. La destacada comunicadora encabezaba este noticiero desde el 2018 y Telediario en la Selva de Cemento durante los fines de semana. No puedo dejar de pensar en ella al releer el Evangelio de este domingo y toparme de frente con el comunicador más excelente de todos los tiempos que sabía cómo sorprender y captar la atención de su público. Por supuesto me refiero a Nuestro Señor Jesucristo, que, hablando en parábolas —a veces un poco incomprensibles a primera vista como la de hoy— nos comunica lo que el Padre Eterno —a quien los musulmanes llaman Alá— quiere de nosotros. Con la parábola de hoy (Lc 16,1-13) Cristo nos lleva a pensar en las riquezas de este mundo que todos tenemos de una o de otra manera. 

Para explicar esto me pongo como ejemplo, porque no pudiera haber hecho este viaje maratónico de quince días si un matrimonio generoso no me hubiera regalado pasajes y estancias en aviones y barco y si una persona muy querida tuviera la posibilidad de otorgarme por mi aniversario de ordenación y cumpleaños, el dinero para subsistir tantos días. Cierto que todos vamos a pasar por este mundo que dejaremos de forma trágica como Débora o quedándonos dormidos con el beato Juan Pablo I, pero mientras tengamos algo que compartir, hemos de pretender «hacernos amigos» con el dinero, haciendo el bien, en vez de acumular poder. El administrador de la parábola no es de ninguna manera un «ejemplazo» por lo que hacía, sino por la decisión que tomó. Se fue a lo más práctico, a lo más justo y a lo más positivo que los cristianos debemos hacer con los bienes que Dios nos ha encomendado en este mundo. No se puede hacer amigos, si no es compartiendo los bienes. Esta es la mejor manera de usar las riquezas. Lo contrario, además de ser un escándalo en la perspectiva del Reino, nos cierra el futuro que está en las manos de Dios y que marca que, nuestro andar en este mundo, acabará en el momento menos esperado. Que este Dios misericordioso y generoso le permita a Débora Estrella y a cada uno de nosotros, contemplar su rostro. ¡Bendecido domingo... nos vemos en Misa!

Padre Alfredo.