En este Domingo radiante de Vida, la Iglesia nos invita a participar del gozo de la Resurrección del Señor que aquí, en la parroquia, hemos celebrado desde anoche con la solemne Vigilia Pascual. En una celebración radiante de gozo, hemos pasado de la oscuridad a la Luz del Señor, del caos de este mundo al orden de la Nueva Creación que Dios ya introdujo en Jesucristo Resucitado. Con él, hemos pasado del hombre viejo destinado a la muerte al hombre nuevo, hecho para el Cielo. La Vigilia Pascual ha coronado nuestras vidas de la alegría de la Fe, la Esperanza y el Amor. Y es que no puede haber para el hombre alegría más profunda que la que en este día se proclama: la alegría de la Salvación. A estas horas, resuena, como el silbido de una luz vertiginosa, el eco, aún vivo, del anuncio de la Resurrección del Señor de anoche. Cristo ha resucitado y se ha aparecido. Es verdad, como dice el Evangelio, nosotros somos testigos de ello. Sin embargo, para poder gozar esta fiesta de la Resurrección, es necesario que nos vistamos con el traje de fiesta adecuado. Y ese traje de fiesta es la Fe, porque sin Fe, nos quedamos fuera de esta fiesta.
De los hombres y mujeres que conocieron a Jesús, sólo los que tuvieron fe en Él encontraron la alegría de la salvación. Para los otros, como para mucha gente de nuestros tiempos, las cosas no cambiaron. Sí, del mismo modo ocurre hoy: sólo por la fe, que recibimos en el Bautismo y compartimos en cada Misa, encontramos la alegría de la salvación... para muchos, incluso de los nuestros, este Domingo es igual a todos los demás... incluso puede que sea hasta un día triste, vacío, lleno de nostalgia y de un deseo ahogado de encontrarse con Dios. La Pascua que celebramos inaugura un tiempo de gozo muy especial, 50 días de fiesta con un prólogo maravilloso: La Octava de Pascua. Jesucristo ha resucitado como el Primero de muchos, para mostrarnos cual es la vida que nos espera y se nos ofrece si con esperanza, damos el paso de la fe.
Por la fe celebramos a Jesucristo, el Hombre Nuevo que nos renueva, a nosotros y a toda la Creación, inaugurando cielos nuevos y tierra nueva; y Jesús, el Señor, es ya la Cabeza de esta Nueva Creación. Por eso anoche hemos bendecido el fuego, la luz, el agua, y hemos renovado nuestras promesas bautismales: porque celebramos la nueva Vida que nos trae el mismo Dios hecho hombre. La Resurrección aniquila el poder de la muerte y la transforma sólo en un paso —amargo pero no definitivo—. La muerte se transforma en el último acto de amor y entrega del hombre a su Señor mientras somos peregrinos de esperanza en camino a la Resurrección con Cristo.
Ciertamente nosotros no hemos tenido oportunidad de ver a Jesús Resucitado. Pero Él mismo nos dice que son felices los que creen sin ver. Por eso el Señor no da, en primera instancia, pruebas en sentido estricto de la Resurrección, sino sólo signos: una tumba vacía, y ángeles que lo proclaman vivo... Por eso, nuestra única respuesta quiere ser la Fe... La fe del discípulo amado, que no vio a Jesús (Evangelio de hoy); vio las vendas caídas y el sepulcro vacío, y creyó en Jesús, al que más tarde vería... Al celebrar hoy llenos de alegría al Señor Resucitado, avivemos nuestra fe, acrecentemos nuestra esperanza con María, y dejemos que Cristo Resucitado renueve la fuerza de nuestro Amor.
AMÉN. ¡ALELUYA!
No hay comentarios:
Publicar un comentario