Hace pocos días, Mons. José Rodríguez Carballo, secretario del dicasterio de la Vida Consagrada, nos recordó en el Congreso Internacional para clausurar el Año de la Vida Consagrada, que antiguamente, en los noviciados y en general en las casas de formación, se trataba mucho el tema de la urbanidad y las buenas costumbres. Se enseñaba y se insistía en formar en la amabilidad.
La amabilidad es una virtud, una cualidad definitoria de las personas y es una virtud que nace de esos buenos sentimientos que el hombre alberga por el simple hecho de ser imagen misma de Dios. “Los frutos del Espíritu son: amor, alegría, paz, tolerancia, amabilidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio de sí mismo”. (Gál 5, 22-23)
Se es amable, principalmente, por el amor que se tiene a toda criatura por ser obra de Dios.
Si quien se encuentra en la etapa e la formación inicial —en cualesquiera de las vocaciones que hay en la Iglesia— aprende desde pequeño a ser amable con los demás, se convierte en alguien digno de dar y recibir amor, que de hecho, es la traducción exacta del latín «amabilis» del cual proviene nuestra palabra en español. Si quienes ya vamos entrados en años de vida y de esa formación que nunca termina, nos re-estrenamos en la amabilidad... ¡el mundo a nuestro alrededor se hace nuevo! Porque hay que recordar a Cristo con la Samaritana (Jn 4) o con Zaqueo (Lc 19) o con los dos de Emaús (Lc 24) y muchos otros más que, en el Evangelio, recibieron un gesto amable de nuestro Redentor.
Hace poco me encontré por allí estos«Estatutos de la amabilidad» que me vienen bien:
Sonreír siempre a las personas con las que convives
Ofrecerte siempre para ayudar
Evitar o suavizar las penas a los demás
Contener todo gesto de impaciencia o mal humor
Cuidar especialmente a las personas difíciles
Mandar siempre con benevolencia
Ser comprensivo con los defectos y miserias del prójimo
Excusar y defender a los que han fallado
Corregir con delicadeza y sintiendo dolor por ello
Ser respetuoso y cortés sin ser empalagoso
Hablar siempre bien de los demás o mejor callar
No están mal ¿verdad?
Alfredo Delgado, M.C.I.U.
No hay comentarios:
Publicar un comentario