En estos días estoy celebrando el décimo aniversario de mi anterior viaje a África... ¡Qué rápido pasa el tiempo!
Vienen a mi mente las palabras de San Pablo: “Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es para mí una necesidad imperiosa. ¡Pobre de mí si no anuncio el Evangelio!”.
(1Cor 9,16)
¿A qué me lleva el Señor a Sierra Leona? ¿Por qué he sido constituido Misionero de la Misericordia por el papa Francisco? ¿Qué es lo que tengo y debo de hacer allá? ¿Podré descubrir lo que el Señor tiene preparado para los años venideros en mi vida misionera? Y si lo hago… ¿Estaré bien de salud para servirle al cien? Estas y muchas preguntas más cruzan por mi mente. Se que el Señor ha tomado mi vida quebrantada por el pecado y mi débil salud para que sus Manos Misericordiosas cambien mi existencia y la de muchos. Él habrá de ayudarme siempre, como lo ha hecho hasta el día de hoy, a recordar que soy lo que soy, polvo y miseria al servicio de su Misericordia —como decía nuestra beata madre fundadora María Inés— sí, polvo y miseria que con el Agua Viva del Señor se transforman en barro que se quiere dejar moldear en sus manos como una vasija que en medio de las debilidades ha sido restaurada por sus manos una y otra vez; por esas manos divinas que me crearon a su imagen y semejanza para que en medio del mundo, como un granito de arena, sea yo un generoso sacerdote, un religioso y misionero portador de misericordia para todos aquellos que se acercan a buscar al Señor y así dentro de esta misión tan hermosa para la que me ha elegido en África, en Europa, en América y donde Él quiera, sea expresión de su misericordia que sale al encuentro de todos. ¡Qué difícil misión y qué gande me queda!
Siento el llamado nuevamente, escucho su voz diciendo nuevamente mi nombre aún en medio de un mundo que no hace silencio, sino que grita con voces de hombres y mujeres de toda clase y condición buscando misericordia.
Quiero ser expresión de ese Dios misericordioso que me da la vida y la vocación, y con ello la capacidad de absolver y restaurar corazones, como otros han restaurado el mío.
El Santo Padre, ayer en la mañana me ha dado su bendición. El Papa me ha dicho que confiese mucho y que perdone mucho... ahora peregrino por el mundo y escribo en una escala en el aeropuerto de Bruselas viendo tanta gente ir y venir, muchos, casi lo puedo asegurar, sin un rumbo fijo, sin saber a donde van.
Se me acaba el tiempo libre de Internet y me quedo como el barro en las manos del Señor, El Alfarero y quiero ir a Sierra Leona y a todas partes a dar frutos cumpliendo mi encomienda, la que el Señor me dio al enviarme a este mundo cuando ya pensaba que sería su misionero, quiero dar frutos en la vocación de vida, frutos en la vocación de cristiano, frutos en la vocación como sacerdote, religioso y misionero.
Han pasado diez años desde aquel viaje hermoso que ha quedado grabado en mi corazón y en un diario que, si no se me ha perdido, algún día compartiré. Hoy inicio otro diario o no tanto, no lo sé, llegaré a celebrar la Misa en Lunghi y mañana tendremos retiro con el padre Pepe, los hermanos Eduardo y Ricardo y algunas hermanas... ¿Me acompañan?
Alfredo Delgado Rangel, M.C.I.U.
Dios sabe porque te escogió a ti. Eres la persona perfecta para llevar su palabra. Tienes un gran compromiso que se transforma en un DON lleno del espíritu santo y te permite llegar a los corazones. Gracias por compartir tu compromiso con Amor.
ResponderEliminar