El mes de octubre, además de ser el mes del Rosario, ha sido siempre el mes de las misiones. En octubre, cada año, la Iglesia celebra el DOMUND (DOmingoMUNDial de las misiones) y todos los Vanclaristas, en el mundo entero, renuevan su compromiso.
Nuestra Madre espera de los vanclaristas laicos «líderes» que sean fermento del evangelio en medio del mundo, que sepan “ante todo dar testimonio de Cristo con una vida recta, limpia… un grupo que de veras se entregue al servicio de Dios y del prójimo”. Hoy quisiera invitar a todos nuestros hermanos vanclaristas a hacer un alto en el caminar y detenerse para reflexionar juntos en una cosa que expreso tomando textualmente unas palabras de Mons. Juan Esquerda Bifet en su libro sobre Van-Clar “VEN Y VERAS”:
“Si «VIVIR PARA CRISTO» es el lema del Vanclarista, ese vivir no sería auténtico sin una fuerte experiencia de Cristo, en diálogo con Él, escondido en la Eucaristía y en el Evangelio, esperando en el corazón de cada hermano.”
Un Vanclarista es, en primer lugar, una persona que se tiene que dejar poseer por el amor de Dios. La Iglesia los necesita as¡: “La Iglesia necesita de estos elementos juveniles y aún de mayor edad, para sembrar el bien por todas partes por donde pasen, asemejándose as¡ a su Divino Maestro que: PASÓ POR EL MUNDO HACIENDO EL BIEN…” (Carta de N.M. a V.C. 1973).
Cada vanclarista, en cualquier rincón del mundo en donde se encuentre, cerca o lejos de su grupo, ocupa un lugar muy importante en el Corazón de Dios, cada uno es único e irrepetible, no hay nadie como él o como ella. Ni siquiera si hay unos gemelos idénticos que sean vanclaristas son iguales, hay algo que los hace distintos. Para Dios, cada uno de nosotros somos un amigo como no hay otro. Así que para anunciar a Cristo como Misioneros hay que ser primero amigos de Él, es as¡ que el primer paso que ha de dar un vanclarista para evangelizar es hacerse amigo de Jesús, porque «vive para Él».
Muchas personas, hoy en día, piensan que es imposible establecer una amistad con Dios. Dios nos invita como Amigo a experimentar su amor amándole a Él y a nuestros Hermanos. Una persona que llega a un grupo de Van-Clar, debe hacer crecer en ella lo que llamamos «Espiritualidad», que es el camino que se ha de recorrer para cumplir la Voluntad de Dios como amigo suyo.
Los santos, para mucha gente, han pasado de moda junto con palabras como ésta de espiritualidad. Hay quienes piensan que son términos del pasado, da la impresión de que algunas palabras no las quisieran ni escuchar porque estorban a la vida de la sociedad de hoy: rezar, moral, confesarse, virginidad, rosario, espiritualidad y otras más.
Sin espiritualidad la persona no puede vivir. ¿Sin un camino, será posible llegar a alguna parte?… La Espiritualidad nos debe mover a querer estar con Jesús que es el que nos ha llamado a ser misioneros. Dice Nuestra Madre en una de sus cartas a Van-Clar: “Como quisiera que todos mis Vanclaristas se actuaran muy bien de su gran responsabilidad de almas de apóstoles, especialmente llamadas a estar con el Señor. Estando muy unidos a El, cuánto bien aún sin sentirlo, sin saberlo irán sembrando, y predicando a sus compañeros de estudios, de trabajo, de oficina, de viaje, etc. etc.”.
No sólo en el día del DOMUND al renovar el compromiso, sino siempre, Dios sale al encuentro de cada Vanclarista. Nuestro Señor quiere abrir a cada uno los brazos de su amistad, El está deseoso de tener amigos y tiene cosas especiales reservadas para ellos que quizá los que van por el camino de la mediocridad y lo rodean no entienden. No hay razón alguna que valga para que un Vanclarista se aparte de esta amistad con Dios.
Nuestros grupos de Vanclar ha crecido, pero no debemos ver solamente el número de grupos o de miembros, debemos preguntarnos: ¿Ha crecido junto con eso la espiritualidad de cada vanclarista? ¿Se ha hecho más grande nuestro deseo de ser amigos de Dios? ¿Hemos sabido sacar provecho de este amor de predilección que Dios nos tiene? ¿Nos hemos hecho más amigos de su Madre Santísima? ¨Hemos recorrido la vida en Vanclar solos o de la mano del Señor bajo la protección de María?
A mi siempre me ha impresionado abrir la Escritura y volver a leer una y otra vez los pasajes en los que Jesús llama, (Jn 1,46; Jn 1,39; Mc 3,13-14;Jn 1,43; Jn 15,16; Mt 9,13; Mt 4,19; Mt 8, 22; Mt 9,9 y muchos textos más). El Papa, en su mensaje del DOMUND de este año 2011 nos recuerda un llamado especial: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (Jn 20,21)
La llamada de Cristo y la invitación a prolongar su misión sigue resonando en muchos corazones de hoy, pero el riesgo de nuestros días sigue siendo el mismo que en tiempos del Maestro, cuando aquel joven rico no valoró la mirada de amor que Jesús amigo le dirigió, y entonces se marchó lleno de tristeza apegado a sus riquezas (Mc 10,21-22). No me gustaría ver que son muchos los Vanclaristas que se quisieran quedar apegados a sus cosas y no se lanzan a responder a Cristo, y ya no digo a una vida de consagración en la vida sacerdotal y religiosa −a la que de por s¡ ven como algo ajeno o “peligroso”− sino que ni siquiera se viera en algunos el deseo de responder a una vida cristiana en el mundo. ¡Dios nos libre! ¿Dónde quedaría el compromiso?
Nuestra Madre deseó en todo momento que el Vanclarista fuera el brazo derecho de la Congregación. ¿Se podrá ser brazo derecho sin espiritualidad? Van-Clar ofrece un gran regalo de Dios al laico de hoy: “Vivir para Cristo”. La espiritualidad ayuda al Vanclarista a caminar en la búsqueda de la realización de su opción fundamental y determinante. Esa opción es aquello que nos hace pensar cosas como esta: ¿Qué vine a buscar a Vanclar? ¿Qué es lo que espero del grupo? ¿Qué es lo que yo puedo dar?
No hay nada que pueda destruir tanto nuestra vida, dice San Juan Crisóstomo, un gran santo en la Iglesia, como el ir dejando las buenas obras para hacerlas más adelante, porque esto hace muchas veces que perdamos todos los bienes, los buenos deseos, los anhelos. Hay que desterrar de nuestra mente y de nuestro corazón esa frase tan común y extendida que dice: “¡Mañana empiezo!”. Si todo cristiano, por el hecho de ser bautizado, está llamado a ser santo, ¿qué podremos decir de un Vanclarista? Aquí no hay descuentos para nadie. La espiritualidad es el camino que irá formando al Vanclarista en esa carrera de la santidad.
Dice Monseñor Esquerda en el librito que ya mencioné: “Con personas entregadas, aunque sean limitadas y pobres, «Vanclar» puede hacer mucho para amar y hacer amar a Cristo y a la Iglesia. Con pesos muertos, «Vanclar» se reducir¡a a un taller de reparaciones o, peor aún, a un museo de antigüedades o de cacharros inútiles. Pero cuando uno reconoce su realidad y quiere empezar de nuevo, entonces se recupera el tono del seguimiento evangélico del Amigo Jesús en el corazón y en el grupo”.
La vida de un grupo, en todos sus aspectos, siempre es un reflejo de la vida de las personas que la integran. Si nosotros vemos que el grupo marcha bien, que hay armonía, que hay generosidad, cooperación y fidelidad, es que estos valores se están viviendo en cada uno; pero, si hay discordia, rivalidades, falta de seriedad en las relaciones fraternas, cazanovios y tumbanovias…. ¿qué hay en el corazón de cada uno? La Escritura es clara, “donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mt 6,21), “Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre.” (Mc 7, 15).
Hermanos y hermanas vanclaristas, en este día del DOMUND renuevan su compromiso de amistad con Jesús. Necesitamos que esparzan esta espiritualidad por el mundo, necesitamos que recorran este camino para, como dice Nuestra Madre : “VIVAN PARA CRISTO, sanando el ambiente con el «buen olor» de Cristo, con el perfume de las virtudes cristianas” (cf. Cta. a Vanclar).
¿Qué pudiera hacer falta? Sin duda, ponerse en camino, no instalarse para poder repartir amor sin medida; tener coraje para vivir esa espiritualidad que les debe sostener, deseo ardiente que haga que su vida no se diluya y termine vacía, perdida en medio de las rivalidades, de la violencia y discordias de la sociedad en que vivimos, por un lado atacada por la inseguridad causada por el narcotráfico y por otra parte fascinada con el ansia de vivir a la moda a costa de lo que sea,
La Espiritualidad debe impregnar la vida diaria del Vanclarista. Como dijo el beato Juan Pablo II en la Redemptoris Missio: “Viviendo con plena docilidad al Espíritu; ella compromete a dejarse plasmar interiormente por él, para hacerse cada vez más semejantes a Cristo. No se puede dar testimonio de Cristo sin reflejar su imagen, la cual se hace viva en nosotros por la gracia y por obra del Esp¡ritu”. (R.Mi. 87). Hay que recordar que el espíritu del Vanclarista es Misionero por excelencia y está plasmado en una espiritualidad que nos ha dejado Nuestra Madre y que es Eucar¡stica, Sacerdotal, Mariana y Misionera vivida en la alegre entrega. Siguiendo el camino de la espiritualidad, el vanclarista se va formando un ideal, un ideal que es una aspiración suprema, un ideal que lo lleva a hacerse amigo de Jesús y a hacerle amigos a Jesús en la misión.
Quisiera invitarles ahora a escuchar a Nuestra Madre hablar del ideal:
“Tengo para mí, íntimamente, que el ideal es la muralla donde se estrellan las sugestiones diabólicas, es el escudo, donde rebotan las flechas enemigas, es el baluarte desde donde se ve venir con calma al enemigo, porque se está seguro”.
“El ideal acrecienta las fuerzas del alma, la sostiene y robustece en sus debilidades, le hace dulce lo que es amargo, la llena de santos deseos, la inflama en el amor divino, y aquilata su celo por la salvación de las almas”.
“A pesar de mis muchos defectos y faltas, mi alma está enamorada del ideal, el es, el que me ha de salvar, de corregir, de perfeccionar. En la sed ardiente que siento por la salvación de las almas, él es el que me ha de proporcionar medios y ocasiones, de renunciamientos, de vencimientos, de peque¤os y ocultos sacrificios, que son las monedas con que se compran las almas para Jesús”.
Hermano y amigo vanclarista, hermana y amiga vanclarista, permíteme que termine esta reflexión con una pregunta para prepararte a renovar tu compromiso en el DOMUND:
¿Cuál ha sido el ideal de tu vida? ¿Haz sacrificado por él otros valores? S¡, piensa ahora, como Vanclarista, ¿cuál es el ideal de tu vida?
Revisa en ti y en tu entorno…
– La unión con Dios en cuanto relación de amor.
– La búsqueda de la santidad.
– El proyecto de Dios sobre ti y los que te rodean.
– El ansia misionera que vives.
– La coherencia en tu vida de fe como misionero.
– el anhelo para transformar nuestra sociedad luchando por la justicia y la paz.
– El amor los pobres, a los deprimidos, a los solos, a los olvidados.
– La presencia de María.
– El gozo por la próxima beatificación de Madre Inés…
Alfredo Delgado Rangel, M.C.I.U.
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