domingo, 20 de febrero de 2011

Tía Reyna voló al cielo...

"Las almas de los justos están en las manos de Dios
y no los alcanzará ningún tormento".
Sab 3,1-9


Corrían los primeros minutos del sábado pasado cuando Reyna Ayala dejó este mundo luego de una enfermedad que le acompañó por un buen tiempo. "Tía Reyna", como me enseñaron mis papás a llamarle desde muy pequeño, era la comadre entrañable de mi mamá que, motivada por mi misma madre, se adentró a vivir su vocación de esposa, madre y apóstol cristiano en la "Agrupación de Esposas Cristianas" desde hace mucho tiempo.

Son muchas, muchísimas las cosas que recuerdo de esta maravillosa mujer, casada con "mi tío Samuel" (también tío de cariño y ferviente y comprometido miembro de la Iglesia Metodista) y madre de Samuelín, Carmina y la Chata. Fueron 82 años de una larga vida en la que no pude ver otra cosa que no fuera el rostro de una mujer feliz que destilaba caridad y justicia. Sí, podemos decir que esa fue una característica especial en ella: dar a cada uno lo que le corresponde y eso, acompañado de mucho amor. Así lo puede testimoniar la familia, los "sobrinos" como yo, los compadres, los chicos y chicas que se asistían en su casa, los vecinos, en fin...

De muy pequeño, era la vecina de al lado, con todas las buenas características que una vecina excepcional pueda tener. Mujer de temple y a la vez alegre, con una carcajada que para mí será siempre inolvidable y que invitaba a reír con ganas. Sencilla y generosa, ¡siempre dio y se dio con alegría! Entre las amigas de mi madre era conocida como "la comadre Reyna"

Tanto ellos, como nosotros, nos cambiamos de aquella calle de Torreón, en la colonia Chapultepec y las relaciones cordiales y de familia siguieron siendo las mismas, o quizá, más profundas. Los hijos tomamos rumbos diferentes y los compadres siguieron su mismo camino de compartir la vida en la plática alegre, las visitas mutuas, el café y la tarea hermosa de vivir para Cristo con una vida serena y llena de Dios. ¡Era sabrosa la plática con tío Samuel y tía Reyna!

Hace algunos años le diagnosticaron un cáncer en el estómago que no diezmó para nada su fe, vivió alegremente llena de esperanza obedeciendo a los médicos, siguiendo tratamientos y visitando frecuentemente el hospital. En los últimos meses, aunque ella no lo decía, sí lo decían los demás con un cierto aire de dolor: "¡Se le ve muy cansada!"

Ahora ella ya no está cansada, ella goza, estoy seguro que ha "volado" al cielo porque su vida fue un cumplir la voluntad de Dios realizándose plenamente en lo que Dios le había encomendado. El Señor me permitió acompañarle en el último adiós en la Misa Exequial en la que muchísima gente participó con fe, agradeciendo los infinitos beneficios que Dios concedió a tía Reyna y a muchos y muchas a través de ella, la mujer justa y llena de caridad. La Virgen la llevó de su mano al cielo, era sábado el día del funeral.

¡Qué hermoso es desgastar la vida así... dándose! Descanse en paz tía Reyna.

Alfredo Delgado, M.C.I.U.

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