jueves, 31 de octubre de 2024

«La fiesta de Holywins»... Un pequeño pensamiento para hoy


Halloween, cuyas raíces son, como sabemos, de carácter ocultista, es ahora la festividad más celebrada del año en los Estados Unidos y en donde se sigue el estilo de vida de esa nación como modelo. Una mirada superficial a sus orígenes nos revelará que su trasfondo se remonta a las prácticas paganas de las tribus celtas de la antigua Escocia e Irlanda. Para nuestros hermanos protestantes, este día cobra otro significado, ya que el 31 de octubre de 1517, Martín Lutero, en un acto decisivo, clavó sus 95 tesis en la puerta de una iglesia en Wittenberg, cuestión que marca el inicio del protestantismo. Pero, los católicos, celebramos la víspera de la fiesta de «Todos los Santos».

En el año de 2002, en la arquidiócesis de París, para contrarrestar el auge de la fiesta de Halloween, importada sobre todo por el comercio —hay que ver todo lo que se gasta en disfraces entre otras cosas— que iba creciendo, tuvo la iniciativa de celebrar una fiesta llamada «Holywins», reforzando así la fiesta de Todos los Santos. Este nombre de «Holywins» es un juego de palabras que significa «la santidad vence» y se celebra la tarde y noche del 31 de octubre. En Holywins, en diferentes parroquias —entre ellas la que yo tengo a mi cargo como párroco— los niños y adolescentes se disfrazan de santos y santas para participar en Misa, juegos, canciones, testimonios e incluso una Hora Santa. El objetivo es conocer más las vidas de los santos y recordar el llamado a la santidad que Dios hace a todos.

No me parece coincidencia, sino «diosidencia» que la Oración Colecta de este jueves nos invite a dar gracias a Dios por todos los beneficios de su inmensa generosidad y a amarlo con un sincero corazón y con todas las fuerzas. ¿Qué no fue eso lo que hicieron los santos? ¿Qué no es eso lo que puede hacernos plenamente felices en comunión con Dios? ¡Qué lindo sería que esta tarde-noche, en ves de ver brujas, zombis, monstruos o fantasmas, viéramos las calles inundadas por niños y adolescentes con disfraces de santos de Holywins! Creo que esta iniciativa nos ayuda sobremanera a recuperar el sentido católico de la fiesta, cada vez más relegada. Que la Virgen y todos los santos, desde el cielo, se unan a nuestra fiesta. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico y feliz Holywins!

Padre Alfredo.

miércoles, 30 de octubre de 2024

PARA LOS CONSENTIDOS DE MARÍA... HOMILÍA PARA LOS ALUMNOS DEL SEMINARIO MAYOR DE MONTERREY EN LA SEMANA MARIANA:


Queridos hermanos en el gozo de la misma vocación en y hacia el sacerdocio:

Siempre es un gusto compartir la Eucaristía con quienes vamos por la vida sostenidos por el mismo ideal y en particular estos días de la semana mariana reestrenándonos en el «sí» que, como María, queremos dar siempre al Señor. Quisiera iniciar esta mal hilvanada reflexión, con las palabras que san Pablo, el Apóstol de las gentes, nos comparte en la primera lectura que hemos escuchado: «Dios —dice Pablo— me había elegido desde el seno de mi madre, y por su gracia me llamó. Un día quiso revelarme a su Hijo, para que yo lo anunciara entre los paganos». (Primera Lectura Gál 1,13-24).

He elegido esta frase inicial de la Escritura porque antes que nada quiero compartirles que soy un sacerdote misionero (MCIU) que además, ha sido nombrado por el santo Padre, desde el año 2016, misionero de la misericordia. Así que, además, quiero decir que no me parece casualidad que hoy se sugiera celebrar la misa de la Divina Misericordia. Porque, como misionero, sé que eso debe ocuparme en todo tiempo y lugar, dando continuidad a mi ministerio sacerdotal de 35 años.

La palabra de Dios, que es siempre viva y eficaz (Heb 4,12) nos invita, con este pequeño segmento paulino, a agradecer la elección que el Señor ha hecho de nuestras vidas y a dirigir nuestra mirada a la Madre de Dios quien, después de haber sido elegida, se dejó conducir en los diversos misterios de la vida por la mano misericordiosa de Dios.

En uno de los encuentros que, como misioneros de la misericordia tenemos con el Papa casi cada dos años, nos dijo con énfasis que el sacerdote de hoy debe ser alguien que tenga la boca chiquita y las orejas grandotas, para poder así ser portador de la misericordia que salva al mundo. Y, pensando en la elección que Dios hizo de María y de cada uno de nosotros, invitándonos a pronunciar un «sí» sostenido, creo que nuestra respuesta vocacional debe ser como la de María, alguien que más que grandes discursos, abrió su corazón y sus oídos a la voz de Dios y de los hermanos. Basta pensar en el «He aquí la sierva del Señor» (Lc 1,38) y en el «Hijo, no tienen vino» (Jn 2,3). María sigue siendo la mujer que está atenta a la escucha del Señor y atenta a la escucha de quien algo necesita.

Nosotros, queridos hermanos, somos los hombres que, habiendo querido hacer a un lado los intereses del materialismo y del consumismo reinantes, nos hemos querido concentrar en los intereses de Jesús —como decía la beata María Inés Teresa: «yo me ocuparé de tus intereses y tú te ocuparás de los míos»— y María, quien muchas cosas guardaba en su corazón (cf. Lc 2,19) se convierte en guía y modelo para ello.

A lo largo e nuestra existencia, en el devenir de nuestra vida, los misterios que rodean la vida del Señor y que se convierten también en los misterios de la vida de María, por esto de ocuparse en los intereses de Dios; se hacen también nuestros, porque en lo longitudinal de la coexistencia que como hijos del Padre Misericordioso compartimos en las diversas edades, tiempos y espacios que atravesamos en nuestras vidas entrecruzadas, mientras llega el día anhelado de nuestro encuentro con el Creador, los misterios de gozo, de luz, de dolor y de gloria, se van entrecruzando en nuestro camino.

Hace tres años, llegué por segunda vez a la comunidad parroquial de Nuestra Señora el Rosario en San Nicolás de la que, en el 2001 fui el primer párroco. Me he encontrado nuevamente con una comunidad cuya existencia está plenamente enraizada en el amor a la Virgen, una comunidad en la que además de la santa Misa, todos los días se reza el Rosario y se invita a los 10 sectores, a los 47 grupos parroquiales, movimientos y familias, a no dejar nunca esta devoción que ha sostenido la vida de los santos. La beata María Inés, que acompaña espiritualmente de manera particular esta comunidad parroquial, decía que: «El santo rosario es el pararrayos en las familias y que por ese medio la Madre de misericordia derrama torrentes de gracias, preserva del mal, y nos ayuda a ser cada día más semejantes a su divino Hijo». (cf. Carta a su hermana María Teresa el 31 de mayo de 1952.)

No dudo, ni un segundo, de que la floreciente vida de esta comunidad, se debe a ese apego a María que es palpable desde los abuelos hasta los niños pequeños que la integran. Cada vez que celebramos la Santa Misa, al despedirnos de ella le pedimos que no nos deje, que su vista de nosotros nunca aparte.

Hermanos míos, no quiero ni puedo hablar mucho. Yo aplaudí a Francisco —como le gustan que le llamen—, cuando pidió que las homilías fueran cortas. Solo quiero dejar un pequeño mensaje sobre todo en el corazón de los seminaristas... porque los sacerdotes bien que tenemos ya atravesado esto en el corazón:

El rol de la Madre de Dios en nuestras vidas en las que se entrelazan los misterios del rosario, es fundamental. Y esto a título doble: por ser seminaristas y por ser alumnos de este seminario en cuyas casas, la primera que sale a nuestro encuentro es ella, en esa hermosa escultura mariana que nos recibe. Yo soy exalumno, como MCIU de este seminario, aunque en aquel entonces no existía esta hermosa casa. Por eso resulta muy importante el ahondar su devoción personal y comunitaria hacia la Madre de Dios y rendir cada vez más su discernimiento vocacional en santo abandono en los brazos de tan excelsa Madre.

Queridos seminaristas: Ustedes son los consentidos de María. En cada uno de ustedes ella ve a su Hijo que, en Nazareth, crecía en gracia, sabiduría y edad (Lc 2,52). No olviden nunca que gozan del inefable y dulcísimo privilegio de ser los predilectos de la Virgen. Bajo su mirada amorosa busquen asemejarse más a Jesús repasando entre sus manos las cuentas del rosario; con Ella prepárense para la misión de proclamar, testimoniar y dar a Cristo al mundo. Que María, la “forma Dei”, también forme a Cristo en sus almas con esos toques misteriosos e intangibles de amor materno. Que su intercesión convierta el agua de sus vidas en vino y les alcance la gracia de recibir el don del sacerdocio, siguiendo su ejemplo de Virgen fiel junto con la gracia de un amor ardiente y misericordioso a la luz de su testimonio de Madre de misericordia.

Padre Alfredo, M.C.I.U., octubre 8 de 2024.

«El Señor es clemente»... Un pequeño pensamiento para hoy


La Oración Colecta de hoy está tomada de la misa que el Misal Romano pone por los familiares y amigos y nos invita a pedir por su salud de cuerpo y alma suplicando al Señor, a la vez, que tenga clemencia para con ellos, esperando que le amen con todas sus fuerzas y le den gusto en su ser y quehacer. Me llama la atención, de entrada, que la oración inicie su súplica con implorar la clemencia de Dios, y es que la definición de clemente hace alusión al que el Señor tiene misericordia, piedad y compasión. 

Nuestro Padre Dios es un Padre de amor, un Padre justo. En la Sagrada Escritura encontramos que Él dice que a quien ama corrige (Prov 3,12 y Heb 12,6-11) pero se presenta también como un Dios que «es clemente». En Éxodo 33,19, se menciona que Dios es clemente con quien él quiere serlo. En el salmo 103,8-18, el salmista dice que el Señor es clemente y misericordioso, lento para la ira, y grande en misericordia. Y por su parte, el salmo 103, anota que Dios es tan bueno con los que lo respetan como un padre con sus hijos. La palabra clemente significa benevolente, benigno, compasivo, indulgente, misericordioso, piadoso, bondadoso, caritativo, tolerante... ¡y todo eso es nuestro Dios!

Hoy, al reflexionar en el contenido de la oración colecta del día, bien le podemos pedir al Señor que su clemencia envuelva siempre a nuestros familiares y amigo como una constante invitación a abrirse a su amor. Le pedimos que toque siempre a la puerta de sus corazones, pidiendo ser recibido como un huésped delicado, querido y bienvenido. Si nosotros también, al hacer esta súplica, le abrimos las puertas a la clemencia divina para con nosotros, ella entrará y se establecerá en nuestro corazón, convirtiéndolo en un trono de la gracia de Dios. Entonces su gracia nos guía y modela todo en nosotros conforme a la sabiduría de la voluntad divina. Que María santísima, que también es Madre de clemencia nos ayude. Bien decimos en la oración: ¡Oh clemente!, ¡Oh piadosa!, ¡Oh dulce siempre Virgen María!, ruega por nosotros, Santa Madre de Dios. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 29 de octubre de 2024

«En medio del mundo y para salvar al mundo»... Un pequeño pensamiento para hoy


En medio de esta Experiencia Jubilar Sacerdotal en la que llevo ya una de tres semanas, me encontré ayer en el lugar que ocupo en el salón sonde tenemos las conferencias con un sobre con mi nombre en el cual venían algunas «palancas» de feligreses, entre ellos la de Marthita la esposa de nuestro querido diácono Juan Quintanilla y por supuesto la suya. ¡Qué reconfortante es para uno, como sacerdote, ver el cariño y la fuerza de oración de sus feligreses, los laicos, los que, caminando como familia en la fe construyen y mantienen la vida parroquial! Siempre, en las diversas etapas de mi vida en las que me ha tocado estar al frente de una comunidad, he tratado de inculcar a la gente que ellos hacen, como laicos, la comunidad parroquial, porque el sacerdote un día está y otro ya no, sea porque ha muerto o porque ya lo cambiaron.

Me da gusto que, en este marco de esta maravillosa experiencia, hoy la liturgia nos sugiera celebrar la misa por los laicos y la Oración Colecta sea una súplica al buen Dios para que los fieles que han sido llamados a vivir en el mundo, en medio de las ocupaciones terrenales, colaboren sin cesar en la instauración de su Reino. Y es que yo me siento feliz con la comunidad parroquial que, como párroco, inmerecidamente me ha sido encomendada. No terminaría de citar nombre de hombres y mujeres de toda clase y condición, que a diario ponen su ser y quehacer para edificar una congregación de fieles que, junto a los dos sacerdotes y al diácono permanente, da testimonio de los valores que Jesucristo ha venido a traernos, de parte de nuestro Padre misericordioso para ser felices y para hacer felices a los demás. Desde el principio de los tiempos, Dios creó al hombre para que viviera en comunidad con los demás. Desde que Adán recibió una ayuda idónea para él y que Moisés recibió la compañía de Aarón, hasta que Jesús eligió a doce discípulos para que vivieran con Él y aprendieran de Él. 

Desafortunadamente, la mente occidental de hoy aprecia la autonomía y valora la privacidad, pero, esto ha afectado en gran medida la forma en que muchos católicos piensan acerca de sus relaciones con los miembros de sus comunidades parroquiales. No entienden que la vida de fe es personal pero no privada, y eso es una tragedia. Los cristianos en el mundo están llamados a salir de sí mismos y a unirse a una familia nueva en la que todos los hermanos tienen el mismo Padre. Se aprenden los nombres de los demás, toman las cargas de los demás, aprenden de las vidas de los demás y se animan mutuamente a esforzarse aún más por «el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús» (Flp 3,14). Por eso a mí, y no solamente por las cartitas que recibí, sino por su testimonio de vida, agradezco a Dios por los laicos que forman parte de mi comunidad parroquial y por todos aquellos que han entrelazado sus vidas con la mía en Sierra Leona, en Roma, en Costa Rica, en California, en Irlanda, en España, en Alemania y en tantas otras partes de mi México lindo y querido y otras partes del mundo. Que la Virgen, que se encaminó presurosa, que veló por los que le faltaba el vino y que oró con los discípulos cuando Jesús ya había regresado a la derecha del Padre los aliente. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

domingo, 20 de octubre de 2024

«Para el DOMUND 2024»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy es la fiesta del DOMUND. El día en que la Iglesia universal reza por los misioneros y colabora con la labor evangelizadora. Esta Jornada Mundial de las Misiones se celebra en todo el mundo. El DOMUND es una llamada de atención sobre la responsabilidad de todos los cristianos en la evangelización e invita a amar y apoyar la causa misionera. Los misioneros dan a conocer a todos el mensaje de Jesús, especialmente en aquellos lugares del mundo donde el Evangelio está en sus comienzos y la Iglesia aún no está asentada. Estos lugares, como nuestra misión en Sierra Leona, dependen en gran medida de la labor de los misioneros y de las Obras Misionales Pontificias. 

La Iglesia, cuya naturaleza es misionera desde sus inicios, tiene una amplia labor social y educativa en todo el mundo: atiende a 117.119 instituciones sociales: hospitales, residencias de ancianos, orfanatos y comedores para personas necesitadas en todo el mundo. Se encarga de 209.688 instituciones educativas: guarderías, escuelas, universidades y centros de formación profesional. En los Territorios de Misión la Iglesia atiende a 26.711 instituciones sociales. Esto significa que el 22,81% de las instituciones sociales del mundo están en la Misión. La Iglesia en estos territorios también se encarga de 99.045 instituciones educativas, lo que representa el 47,23% del total de instituciones educativas que tiene la Iglesia. Muchas de las parroquias que están en los diversos territorios de misión están a cargo de instituciones fundadas por grandes misioneros, como la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, fundadora de la Familia Inesiana, presente en 16 países del mundo. Las misiones siguen necesitando nuestra ayuda en oraciones, sacrificios y economía, por eso muy necesaria toda nuestra colaboración.

La Oración Colecta de este domingo nos recuerda que los bautizados, los que hemos recibido gratuitamente el regalo de la fe, debemos servir al Señor con un corazón sincero. Y es que Dios, en toda la Biblia, apela siempre al corazón de una persona para evaluar su sinceridad y verdadero compromiso con Él. La misma salvación nace en un corazón sincero: «Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Ro 10.9). Cuando hablamos de salvación, hablamos de la misma base, cimiento o plataforma. Si mi plataforma es sólida y sincera, podré vivir consciente y comprometidamente la condición de misionero que he recibido en el bautismo, porque todos, por la gracia de este sacramento que nos abrió las puertas de la Iglesia, nos hemos convertido en misioneros. Pidámosle a María santísima que nos preste su corazón para que, con sinceridad, amemos al Señor y le hagamos amar del mundo entero. ¡Bendecido DOMUND!

Padre Alfredo.

sábado, 19 de octubre de 2024

«Que la virgen interceda para alcanzar la paz»... Un pequeño pensamiento para hoy

Todos los sábados del año litúrgico la Iglesia destina un detalle especial para la santísima Virgen María invitando a los sacerdotes a elegir alguna de las misas que el Misal Romano presenta en honor de María. Este sábado no es la excepción y la Oración Colecta nos lleva a pedir que nos asista la venerable intercesión de santa María siempre Virgen y que, librándonos de los peligros, nos haga gozar de la paz de Dios. Estamos, como todos lo sabemos, con la paz en un hilo. El Papa Francisco ha afirmado ya varias veces, en los últimos tiempos que la «tercera guerra mundial a pedazos» se está transformando en un «verdadero conflicto global». En enero de este año, el Papa ha afirmado que «las guerras modernas ya no se desarrollan sólo en los campos de batalla delimitados, ni afectan solamente a los soldados. 

En un contexto en el que ya no parece observarse una distinción entre los objetivos militares y civiles, no hay conflicto que no termine de algún modo por golpear indiscriminadamente a la población civil... la guerra —dice el Santo Padre—es tan sólo una inmensa tragedia y una inútil masacre que golpea la dignidad de cada persona sobre esta tierra. De un modo singular, María, que es es imagen de Dios en cuanto ella representa la generosidad de la realeza del Señor en la tierra, es admirada como “Reina de la Paz». Dependiendo de Jesucristo y en colaboración con Él, que es la imagen suprema de Dios (Colosenses 1,15), ella personifica y hace presente la magnanimidad de Dios, que se entregó con tan extraordinaria humildad y desinterés para hacerse uno de nosotros y llenar nuestros corazones de paz. 

¡Cuánto tenemos que pedirle a ella, a la portadora de la paz, que es el mismo Dios, que interceda por esta dura situación que a todos nos lleva de encuentro! Hace unos días, visitando el santuario de María la que desata los nudos me vino a la mente un pensamiento de san Irineo que dice: «San Ireneo de Lyon dice: “el nudo que hizo Eva con su desobediencia lo deshizo María con su obediencia». Creo que, el nudo de las guerras, que viene desde aquellos tiempos de Caín y Abel a causa del nudo que trabó Eva y que acabó con la paz de la convivencia humana, María lo puede desatar. Que ella interceda y alcancemos nuevamente la paz. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.