miércoles, 18 de enero de 2017

Semana de oración por la unidad de los cristianos 2017...


Como cada año, desde 1908, esta semana, del 18 al 25 de enero, celebramos la semana de oración por la unidad de los cristianos. 

El lema de este año es: «Reconciliación. El amor de Cristo nos apremia».

El texto bíblico para este año  es el de 2 Cor 5,14-20, un texto que subraya que la reconciliación es un don de Dios destinado a toda la creación.

Como consecuencia de la acción de Dios, la persona que ha sido reconciliada en Cristo está llamada a su vez a proclamar esta reconciliación con palabras y obras: «El amor de Cristo nos apremia» (v.14). «Somos embajadores de Cristo y es como si Dios mismo os exhortara sirviéndose de nosotros. En nombre de Cristo les pedimos que hagan las paces con Dios» (v.20). 

Este texto bíblico pone de relieve que la reconciliación no se da sin sacrificio: Jesús entregó su vida, murió por todos. Los embajadores de la reconciliación están llamados, en su nombre, a dar su vida de forma parecida. No se puede vivir para uno mismo; es necesario vivir para aquel que murió por nosotros para ganarnos la salvación.

El amor de Cristo nos apremia a orar, pero también a ir más allá de nuestras oraciones por la unidad entre los cristianos. Todas las Iglesias y las congregaciones de creyentes cristianos necesitamos el don de la reconciliación con Dios como fuente de vida. Pero aún más, lo necesitamos para brindar un testimonio de amor común en Cristo ante el mundo: «Te pido que todos vivan unidos. Como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros. De este modo el mundo creerá que tú me has enviado» (Jn 17,21).

El mundo globalizado y lleno de megatendencias de toda clase, necesita embajadores de reconciliación que rompan barreras, que construyan puentes, que sean artífices de paz, que muestren Iglesias de puertas abiertas a nuevas formas de vida en el nombre de aquel que nos reconcilió con Dios, Jesucristo. Su Espíritu Santo nos conduce por el camino de la reconciliación en su nombre.

Propongo ahora una breve reflexión para cada día de este octavario, siguiendo el esquema que propone el "Consejo Pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos". Los materiales de este año se han preparado en Alemania debido a los 500 años de la Reforma. Se puede seguir de forma individual o comunitaria:



PRIMER DÍA DEL OCTAVARIO.
DÍA 18 DE ENERO: «Uno murió por todos» (2 Cor 5, 14)

Cuando Pablo se convirtió a Cristo llegó a un entendimiento radicalmente nuevo: una persona murió por todos. Jesús no murió solo por su pueblo, ni solo por aquellos que simpatizaban con sus enseñanzas. Murió por todos los pueblos, pasados, presentes y futuros. Muchos cristianos, fieles al Evangelio, han entregado sus vidas por sus amigos a lo largo de los siglos. Una de estas personas fue el franciscano Maximiliano Kolbe, que fue encarcelado en el campo de concentración nazi de Auschwitz, y que en 1941, voluntariamente, entregó su vida para que un compañero prisionero pudiera vivir.

Ya que Cristo murió por todos, «todos en cierto modo han muerto» (2 Cor 5, 14). Muriendo con Cristo, nuestro viejo modo de vida se ha vuelto una cosa del pasado y hemos entrado en una nueva forma de existencia: la vida en abundancia —una vida en la que podemos experimentar consuelo, confianza y perdón, también hoy— una vida que continúa teniendo sentido también después de la muerte. Esta nueva vida es vida en Dios.

Habiendo llegado a este entendimiento, Pablo sentía que el amor de Cristo lo apremiaba a predicar la Buena Noticia de la reconciliación con Dios. Las Iglesias cristianas comparten este mismo mandato de proclamar el mensaje evangélico. Debemos preguntarnos a la luz de nuestras divisiones cómo podemos anunciar este Evangelio de la reconciliación.

Preguntas:
1. ¿Qué significa decir que Jesús «murió por todos»?
2. El pastor alemán Dietrich Bonhoeffer escribía: «Soy hermano de otra persona gracias a lo que Jesucristo hizo por mí y me hizo a mí; la otra persona se ha vuelto un hermano para mí gracias a lo que Jesucristo hizo por él». ¿Cómo afecta esto a la forma en la que veo a los demás?
3. ¿Cuáles son las consecuencias de esto para el diálogo ecuménico e interreligioso?

Oración:
Dios y Padre, en Jesús nos diste a aquel que murió por todos. Él vivió nuestra vida y murió nuestra muerte. Tú aceptaste su sacrificio y lo elevaste a una nueva vida junto a ti. Concédenos a nosotros, que hemos muerto con él, poder hacernos uno por el Espíritu Santo, y vivir en la abundancia de tu divina presencia ahora y por siempre. Amén



SEGUNDO DÍA DEL OCTAVARIO.
DÍA 19 DE ENERO: «Ya no vivan más para sí mismos» (2 Cor 5, 15)

Por medio de la muerte y la resurrección de Jesucristo hemos sido liberados de crearnos nuestro propio sentido y de vivir solo a partir de nuestras fuerzas. Por el contrario, vivimos en el poder dador de vida de Cristo, que vivió, murió y resucitó por nosotros. Cuando «perdemos» nuestra vida por él, la encontramos.

Los profetas se enfrentaron constantemente a la pregunta acerca del modo correcto de vivir cara a Dios. El profeta Miqueas (Miq 6, 6-8) encontró una respuesta muy clara a esta pregunta: «respetar el derecho, practicar con amor la misericordia y caminar humildemente con tu Dios». El autor del salmo 25 sabía que no podemos hacer esto por nuestra cuenta y clamaba a Dios para que le diera luz y fuerza.

En los últimos años, el aislamiento social y la creciente soledad se han vuelto asuntos importantes en Alemania, como también en otras sociedades contemporáneas. Los cristianos están llamados a desarrollar nuevas formas de vida comunitaria en las que compartimos nuestros medios de sustento con los demás y afianzamos la ayuda entre las generaciones. El llamamiento evangélico a no vivir para nosotros mismos sino para Cristo es también un llamamiento a abrirnos a los demás y a romper las barreras que nos aíslan.

Preguntas:
1. ¿De qué manera nuestra cultura nos tienta a vivir solo para nosotros mismos en vez de para los demás?
2. ¿De qué formas podemos vivir para los demás en nuestra vida de todos los días?
3. ¿Cuáles son las implicaciones ecuménicas del llamamiento a no vivir ya para nosotros mismos?

Oración:
Dios Padre nuestro, en Jesucristo nos has liberado para una vida que va más allá de nosotros mismos. Condúcenos con tu Espíritu y ayúdanos a vivir nuestras vidas como hermanos y hermanas en Cristo, que vivió, sufrió, murió y resucitó por nosotros y que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.



TERCER DÍA DEL OCTAVARIO.
DÍA 20 DE ENERO: «A nadie valoramos con criterios humanos» (2 Cor 5, 16)

Encontrarse con Cristo cambia todo de arriba a abajo. Pablo tuvo esa experiencia de camino a Damasco. Por primera vez pudo ver a Jesús como quien era realmente: el Salvador del mundo. Su perspectiva cambió radicalmente. Tuvo que poner a un lado su juicio humano y mundano.

Encontrarnos con Cristo cambia también nuestra perspectiva. Sin embargo, muchas veces permanecemos en el pasado y juzgamos según criterios humanos. Pretendemos decir y hacer cosas «en el nombre del Señor», cuando en realidad pueden ser autorreferenciales. A lo largo de la historia, en Alemania y en muchos otros países, tanto las Iglesias como los gobernantes han abusado de su poder e influencia para perseguir fines políticos injustos.

En 1741, los cristianos de la Iglesia de Moravia (Herrnhuter), transformados por su encuentro con Cristo, respondieron al llamamiento de no valorar a nadie con criterios humanos y eligieron «someterse al gobierno de Cristo». Al someternos nosotros hoy al gobierno de Cristo, estamos llamados a ver a los demás como los ve Dios, sin desconfianza ni prejuicios.

Preguntas:
1. ¿Dónde puedo identificar yo experiencias de Damasco en mi vida?
2. ¿Qué es lo que cambia cuando miramos a los demás cristianos y a las personas de otras confesiones con los ojos de Dios?

Oración:
Dios trino, eres el origen y el fin de todo lo que existe. Perdónanos cuando solo pensamos en nosotros mismos y nos ciegan nuestros propios criterios. Enséñanos a ser amables, acogedores y misericordiosos, para que podamos crecer en la unidad que es un don tuyo. A ti sea el honor y la alabanza por los siglos de los siglos. Amén.



CUARTO DÍA DEL OCTAVARIO.
DÍA 21 DE ENERO: «Lo viejo ha pasado» (2 Cor 5, 17)

Muchas veces vivimos desde el pasado. Mirar atrás puede ser útil y con frecuencia es necesario para sanar la memoria, pero también nos puede paralizar y nos puede impedir vivir en el presente. El mensaje de Pablo aquí es liberador: «lo viejo ha pasado».

La Biblia nos anima a tener en cuenta el pasado, a tomar fuerzas de la memoria y a recordar lo que Dios ha hecho, pero también nos pide dejar lo viejo, incluso lo que ha sido bueno, para poder seguir a Cristo y vivir una vida nueva en él (Flp 3, 7-14).

A lo largo de este año muchos cristianos están conmemorando la labor de Martín Lutero y de otros reformadores. La Reforma cambió muchas cosas en la vida de la Iglesia de occidente. Muchos cristianos dieron un testimonio heroico y muchos fueron renovados en su vida cristiana. Al mismo tiempo, como nos muestra la Escritura, es importante que el pasado no nos limite, sino que dejemos que el Espíritu Santo nos abra a un nuevo futuro en el que se superen las divisiones y el pueblo de Dios sea salvado.

Preguntas:
1. ¿Qué podemos aprender al leer juntos la historia de nuestras divisiones y desconfianzas?
2. ¿Qué debe cambiar en mi Iglesia para superar las divisiones y fortalecer lo que nos une?

Oración:
Señor Jesucristo, el mismo ayer, hoy y siempre. Cura las heridas de nuestro pasado; bendice hoy nuestra peregrinación hacia la unidad y condúcenos hacia tu futuro, en el que serás todo en todos, con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.



QUINTO DÍA DEL OCTAVARIO.
DÍA 22 DE ENERO: «Una nueva realidad está presente» (2 Cor 5, 17)

Pablo se encontró con Cristo, el Señor resucitado, y se convirtió en una persona nueva, así como le pasa a todos los que creen en Cristo. Esta nueva realidad no es visible a simple vista. Es una realidad de fe. Dios vive en nosotros por el poder del Espíritu Santo y nos hace participar en la vida de la Trinidad.

Por este acto de nueva creación se supera el pecado original y se nos inserta en una relación salvífica con Dios. De ahí que se puedan decir cosas verdaderamente extraordinarias de nosotros. Como dijo Pablo: en Cristo somos una nueva criatura; en su resurrección la muerte ha sido vencida; ninguna persona o cosa nos puede arrebatar de las manos de Dios; somos uno en Cristo y él vive en nosotros. En Cristo somos «un reino de sacerdotes» (Ap 5, 10), al darle gracias por haber vencido la muerte y al proclamar la promesa de una nueva creación.

Esta nueva vida se hace visible cuando le permitimos que tome forma en nosotros y nos volvemos «compasivos, benignos, humildes, pacientes y comprensivos». También tiene que hacerse visible en nuestras relaciones ecuménicas. Una convicción común en muchas Iglesias es que cuanto más estemos en Cristo, más cerca estaremos unas de otras. De un modo especial en este 500 aniversario de la Reforma, recordamos tanto los éxitos como también las tragedias de nuestra historia. El amor de Cristo nos apremia a vivir como nuevas criaturas, buscando activamente la unidad y la reconciliación.

Preguntas:
1. ¿Qué es lo que me ayuda a reconocer que soy una nueva creación en Cristo?
2. ¿Qué pasos tengo que dar para vivir mi nueva vida en Cristo?
3. ¿Cuáles son las implicaciones ecuménicas de ser una nueva creación?

Oración:
Dios trino, te nos has revelado como Padre y Creador, como Hijo y Salvador, como Espíritu y dador de vida, y sin embargo eres uno. Superas y trasciendes nuestras fronteras humanas y nos renuevas. Danos un corazón nuevo para superar todo lo que pone en peligro nuestra unidad en ti. Lo pedimos en el nombre de Jesucristo, por el poder del Espíritu Santo. Amén.



SEXTO DÍA DEL OCTAVARIO.
DÍA 23 DE ENERO: «Dios nos ha reconciliado con él» (2 Cor 5, 18)

La reconciliación tiene dos caras: es al mismo tiempo fascinante y aterradora. Nos atrae de modo que la deseamos: dentro de nosotros, entre nosotros y entre nuestras diferentes tradiciones confesionales. Pero nos damos cuenta del precio a pagar y esto nos aterra, ya que la reconciliación implica renunciar a nuestro deseo de poder y de reconocimiento. En Cristo, Dios nos reconcilia gratuitamente consigo, aunque nos hayamos separado de él. La acción de Dios, sin embargo, trasciende también esto: Dios no solo reconcilia consigo a la humanidad, sino a toda la creación.

En el Antiguo Testamento Dios es fiel y misericordioso con el pueblo de Israel, con el que hizo una alianza. Esta alianza sigue vigente: «los dones y el llamamiento divinos son irrevocables» (Rm 11, 29). Jesús, que inauguró la nueva alianza en su sangre, era un hijo de Israel. Muchas veces a lo largo de la historia nuestras Iglesias han fallado a la hora de reconocer esto. Desde el Holocausto se ha vuelto un compromiso distintivo de las Iglesias en Alemania combatir el antisemitismo. Del mismo modo, todas las Iglesias están llamadas a llevar a cabo la reconciliación en sus comunidades y a resistir cualquier forma de discriminación humana, ya que todos somos parte de la alianza de Dios.

Preguntas:

1. ¿En cuanto comunidades cristianas cómo entendemos el formar parte de la alianza de Dios?
2. ¿Qué tipos de discriminación deben combatir nuestras Iglesias hoy en nuestra sociedad?

Oración:
Dios misericordioso, desde el amor hiciste una alianza con tu pueblo. Danos fuerza para resistir toda forma de discriminación. Haz que el don de tu alianza de amor nos llene de alegría y nos inspire una mayor unidad. Te lo pedimos por medio de Jesucristo, el Señor resucitado, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.


SÉPTIMO DÍA DEL OCTAVARIO.
DÍA 24 DE ENERO «El ministerio de la reconciliación» (2 Cor 5, 18-19)

La reconciliación entre Dios y la humanidad es la realidad central de nuestra fe cristiana. Pablo estaba convencido de que el amor de Cristo nos apremia a hacer que la reconciliación de Dios se haga presente en todos los ámbitos de nuestra vida. Hoy en día esto nos lleva a examinar nuestras conciencias acerca de nuestras divisiones. Como demuestra la historia de José, Dios siempre otorga la gracia necesaria para sanar las relaciones rotas (Gén 50, 15-21).

Los grandes reformadores como Martín Lutero, Ulrico Zuinglio y Juan Calvino, como también muchos que permanecieron católicos, como Ignacio de Loyola, Francisco de Sales y Carlos Borromeo, intentaron conseguir que la Iglesia occidental se renovara. Sin embargo, lo que debería haber sido una historia de la gracia de Dios, estuvo también marcada por el pecado de los hombres y se volvió una historia del desgarramiento de la unidad del pueblo de Dios. De la mano del pecado y de las guerras, la hostilidad mutua y la sospecha fueron creciendo a lo largo de los siglos.

El ministerio de la reconciliación incluye la tarea de superar las divisiones dentro del cristianismo. Hoy en día, muchas Iglesias cristianas trabajan juntas con mutuo respeto y confianza. Un ejemplo positivo de reconciliación ecuménica es el diálogo entre la Federación Luterana Mundial y el Congreso Mundial Menonita. Después de que se hicieron públicos los resultados de este diálogo en el documento «La sanación de las memorias: reconciliación por medio de Cristo», las dos entidades organizaron juntas una celebración penitencial en 2010 que fue seguida de otras celebraciones penitenciales por toda Alemania y en muchos otros países.

Preguntas:
1.¿Dónde percibimos la necesidad de un ministerio de la reconciliación en nuestro contexto?
2. ¿Cómo estamos haciendo frente a esta necesidad?

Oración:
Dios de toda bondad, te damos gracias por habernos reconciliado a nosotros y a toda la creación contigo en Cristo. Capacítanos a nosotros, a nuestras congregaciones y a nuestras Iglesias para el ministerio de la reconciliación. Sana nuestros corazones y ayúdanos a propagar tu paz. «Donde haya odio, que sembremos amor; donde haya ofensa, perdón; donde haya duda, fe; donde haya desesperación, esperanza; donde haya tinieblas, luz; donde haya tristeza, gozo». Te lo pedimos en el nombre de Jesucristo, por el poder del Espíritu Santo. Amén.



OCTAVO DÍA DEL OCTAVARIO.
DÍA 25 DE ENERO Reconciliados con Dios (2 Cor 5, 20)

¿Y si...? ¿Y si las profecías de la Biblia se hicieran realidad? (Miq 4, 1-5) ¿Y si las guerras entre los pueblos se detuvieran y se hicieran de las armas instrumentos de vida? ¿Y si la justicia de Dios y la paz reinaran, una paz que fuera más que la simple ausencia de guerra? ¿Y si toda la humanidad se juntara para una celebración en la que ni tan siquiera se marginara a una persona? ¿Y si no hubiera ya luto, ni llanto, ni muerte? (Ap 21, 1-5a). Sería la plenitud de la reconciliación realizada por Dios en Jesucristo. ¡Sería el cielo!

Los salmos, los cánticos y los himnos cantan el día cuando toda la creación llegada a su plenitud finalmente alcance su meta, el día en que Dios será «todo en todos». Hablan de la esperanza cristiana, del cumplimiento del reino de Dios en el que el sufrimiento se convertirá en alegría. En aquel día, la Iglesia será revelada en su hermosura y gracia como el único cuerpo de Cristo. Siempre que nos reunimos en el Espíritu para cantar juntos el cumplimiento de las promesas de Dios, se abren los cielos y empezamos a bailar aquí y ahora al son de la melodía de la eternidad.

Puesto que ya podemos experimentar esta presencia del cielo, celebremos juntos. Podemos sentirnos inspirados para compartir imágenes, poesías y cantos de nuestra tradición particular. Estos recursos pueden abrir espacios para que experimentemos nuestra fe común y nuestra esperanza del Reino de Dios.

Preguntas:
1. ¿Cómo te imaginas el cielo?
2. ¿Qué canciones, historias, poesías e imágenes de tu tradición te transmiten la sensación de estar participando en la realidad de la eternidad de Dios?

Oración:
Dios trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te damos gracias por esta Semana de Oración, por estar juntos como cristianos y por los distintos modos en que hemos sentido tu presencia. Haz que siempre podamos alabar juntos tu santo nombre para que podamos seguir creciendo en la unidad y la reconciliación. Amén.


Alfredo Delgado, M.C.I.U.

(Traducción al castellano de los textos originales: Saúl Botero-Restrepo).

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