martes, 24 de mayo de 2016

«VIVIR EL EVANGELIO... UN COMPROMISO DE TODO BAUTIZADO»... Un tema para meditar

La Palabra de Dios es una semilla que el mismo Dios ha sembrado en todo corazón humano, para que, escuchando y admirando, se haga hermano universal en la armonía de toda la creación. La tierra buena para recibir esa semilla de comunión es el corazón bueno y recto que sabe escuchar, conservar... y dar fruto con perseverancia. Como dice el Papa Francisco en Laudato Sii: "La convicción de haber recibido este regalo de Dios hace que «nada de este mundo nos resulte indiferente»".[1] El corazón de la santísima Virgen María fue así, pero eso con ella se aprende a admirar el misterio de nuestro propio corazón, donde ya habla y se refleja Dios amor.

La vocación de todo creyente, se alimenta, sobre todo, de la Eucaristía y de la escucha de la palabra de Dios, de conservarla en el corazón y de dar fruto, como María. Es de todos conocido cómo la lectura, meditación y contemplación de la Sagrada Escritura en su totalidad ha constituido siempre la principal ocupación de los grandes hombres y mujeres de Dios, muchos de ellos canonizados por la Iglesia, y en ella, muchos de los que han cimentado nuestra fe descubrieron su primera y fundamental norma de vida. Seguir a Jesús, en cualesquiera de las vocaciones especificas del cristiano, supone conocer todo su misterio y retraducirlo vital y experiencialmente a nuestro hoy. El Concilio Vaticano II pidió, especialmente a los religiosos —pero vale para todo creyente— tener «diariamente en las manos la Sagrada Escritura, a fin de adquirir, por la lectura y la meditación de los sagrados libros, el sublime conocimiento de Jesucristo» (Flp 3,8.).[2]

La totalidad del pueblo de Dios, debe ser, en todo tiempo y lugar, memoria permanente de la palabra de Dios, uniendo la palabra de Dios en la escritura con la palabra de Dios en la vida. La práctica de la lectura de la Palabra en familia o en la comunidad eclesial, coincide con el origen comunitario de la Escritura. Desde la lectura y meditación de la palabra de Dios vamos descubriendo el verdadero rostro de Jesús y las exigencias de su seguimiento, al igual que la dimensión comunitaria de la historia de la salvación y la dignidad de la persona humana.

Este tipo de lecturas, como sabemos, recibió en la Iglesia un nombre técnico: «Lectio divina». Esta lectio hace ver al pueblo de Dios que la Biblia no es un libro de historia o de doctrina, sino un libro por el cual el Espíritu Santo revela, en la existencia concreta, la voluntad de Dios Padre y su misterio. La doctrina y la historia se leen para poder encontrar en ellas el sentido de la vida.

La lectura bíblica participada; las actitudes de escucha y acogida, de éxodo y conversión; la observancia del compromiso bautismal —o en el caso de los consagrados, de los votos que se inspiran sobre todo en la Sagrada Escritura— las relaciones fraternas entre clérigos y laicos; la lectura y profundización de diversos temas desde el espíritu de la Sagrada Escritura; una devoción mariana fundada en la Biblia y el gran amor a la lectura y meditación de la Sagrada Escritura, pueden ser medios valiosos que nos ayuden a crecer en este aspecto vivencial y de compromiso.

Para todo católico, en el contacto con la Sagrada Escritura, hay un camino del corazón que incita a vivir plenamente su vocación específica. Con su lectura contemplativa, el bautizado se siente mirado y llamado por Cristo con amor (Mc 10,21), buscado y acompañado por sus pies (Lc 8,1; 10,39), bendecido y sanado por sus manos (Mt 8,3; 19,13-15), invitado a entrar en su corazón (Mt 11,28-29; Jn 20,27). Así, en cuanto más contacto se tiene con el Evangelio, la persona se convierte, para los demás, en mirada, pies, manos y corazón de Cristo: «Somos el buen olor de Cristo» (2 Cor 2,15).

Con cada bautizado, enamorado del Evangelio, “Cristo puede recorrer con cada uno el camino de la vida”.[3] El fin general, de todo bautizado, será siempre «vivir el Evangelio con pasión», como decía la beata María Inés Teresa, a quien nunca faltó el alimento del Evangelio. Ella se sintió amada, enviada y acompañada por el Jesús del Evangelio. La “urgencia del reino de Cristo”[4] le fue unificando en su modo de pensar, valorar las cosas y adoptar actitudes. De la experiencia de vivir buscando el Reino, pasó espontáneamente a comprometerse para «recapitular todas las cosas en Cristo» (Ef 1,10). Su vida, como la de muchos santos y santas enamorados del Evangelio, fue «tocada por la mano de Cristo, conducida por su voz y sostenida por su gracia».[5]

“Cuando alguien va conociendo a Jesús y va viviendo el Evangelio, siente que en su ser se va imprimiendo el semblante de Jesús como el del Ser que más se ama. Él llama y uno se va configurando con Él en respuesta a una vocación, la vocación a ser como Él”.[6] La beata María Inés, supo que el «sígueme» que Jesús pronunció en el Evangelio, lo sigue diciendo día tras día esperando una respuesta de amor, por eso ella, misionera siempre, vivió con el Evangelio en el corazón y en los labios. En sus “Notas Íntimas”[7] encontramos dos escritos que se refieren directamente a los Evangelios: “Composición sobre los Evangelios” y “Estudio sobre la Regla y el Evangelio”.

La “Composición sobre los Evangelios” fue escrita el 18 de octubre de 1943. Ella misma  en el escrito dice que se trata de «pequeños estudios, sacados de la narración de los cuatro evangelistas». Allí va realizando un análisis sinóptico de algunas partes de los Evangelios y presenta a cada uno de los evangelistas. Se trata de 13 páginas de teología bíblica, fruto de su meditación.[8]

El “Estudio sobre la Regla y el Evangelio” fue escrito cuando se le dio el cargo de maestra de novicias en el monasterio del “Ave María”, en el año de 1944. En este pequeño ensayo, la beata hace una síntesis y descripción del primer número de la Regla que vivía como Clarisa de Clausura en aquellos años: “Guardar el santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo y va analizando los primeros 16 capítulos de san Mateo con aplicaciones a la vida religiosa. Es un escrito de 42 páginas.[9]

En "La Lira del Corazón", tiene 50 referencias al evangelio de san Mateo, 15 de san Marcos, muchísimas citas de san Lucas y podemos decir, respecto a san Juan, que tenía preferencia por leer a este evangelista.

Hoy el Evangelio sigue siendo  gracia y conquista para todo bautizado, palabra viva del Señor para todos sin rebajas. El Evangelio, el anuncio y fuente de gozo y salvación, tiene que seguir llegando a todos los rincones del mundo; a todos los hombres y mujeres de la humanidad. «¡Qué todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero», decía la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, y vaya que ella se adentró en conocer y amar a Dios.[10] Mucho se valió del Evangelio, ya en su casa, antes de ingresar al Monasterio del “Ave María”. Luego, en ese mismo monasterio —en especial en los domingos— dedicaba largas horas a la meditación del Evangelio, y en su vida activa, como misionera de primera línea siguió haciendo del Evangelio, junto con la Eucaristía, el motor que la impulsaba a vivir en plenitud.

La presencia de los bautizados, en medio de los hombres de hoy, en el diario acontecer de este mundo que parece que sufre la ausencia de Dios y el indiferentismo religioso, tiene que ser anuncio del Evangelio de la alegría, presencia de Cristo, fuente y salvación para todos. Como hombres y mujeres de fe, los bautizados le mostramos al mundo el Cristo que llega con sencillez y desbordando misericordia, a tocar las puertas del corazón de cada hombre y mujer de hoy. Por eso, necesitamos empaparnos del Evangelio para poder ser testigos coherentes y heraldos creíbles de la fe, de manera que todos los cristianos, al vernos, experimenten la vida en Cristo y sepan discernir las realidades divinas y humanas según el Espíritu de Dios. “Una sociedad que ya ha oído y leído el Evangelio; ahora necesita signos, gestos, actitudes y experiencias del Evangelio”[11]. La sociedad en que vivimos pide signos, gestos y experiencias. Hoy son muchas las personas que han oído o que han leído algo sobre Jesús y sobre su Evangelio, pero no lo han visto, lo quieren ver vivo en nosotros.

En la vivencia del Evangelio, todo bautizado puede irse configurando con Cristo para realizar plenamente su vocación y dar una respuesta de amor a la llamada que Dios le hace. En el contacto frecuente con el Evangelio se puede aumentar la fe, buscando pensar como Cristo, se puede avivar la esperanza, sintiendo y valorando las cosas como Cristo, y se puede aumentar la caridad, al reaccionar amando como Él.

En el Evangelio, Cristo nos llama a compartir su existencia, su misión y sus vivencias. Él nos dice: «Como mi Padre me amó, así os he amado yo; permaneced en  mi amor» (Jn 15,9). Para nosotros el Evangelio no puede quedarse solamente como algo archivado, sino que debe convertirse en realidad que se vive día a día, que es riesgo y aventura. Todos los días de nuestra vida, vistos con el Evangelio en el corazón y en los labios, reservan una sorpresa o son una etapa en la renovación de nuestra respuesta al compromiso bautismal. La gente que sabe que somos católicos, nos pregunta si hemos encontrado a Cristo, si dialogamos con Él en la oración, si sabemos como se puede vivir el Evangelio que Él anunció en la vida de cada día.

Sólo si nos adentramos en el Evangelio podremos ser católicos de verdad y amar con un corazón universal. Nuestras vivencias, nuestras preocupaciones, nuestras actitudes, nuestras motivaciones..., deben estar  siempre condicionadas por el Evangelio. Si está de moda o no el Evangelio, al bautizado no le interesa. Lo importante es encontrar la manera de vivirlo y anunciarlo. El Evangelio nunca estará de moda, pero nunca pasará de moda; será siempre la solución para la raíz de todo problema personal, familiar y comunitario. Ahí está nuestra flaqueza y nuestra fuerza. Ni podemos estar sobre el candelero de la moda, ni podemos ser un objeto de museo; la verdad del Evangelio es mucho más sencilla y profunda. Cuando no vivimos intensamente la intimidad con Cristo en el Evangelio, no hay quien nos entienda, ni nosotros mismos, por eso no podemos hacer el Evangelio a un lado.

«Estar con quien sabemos que nos ama» siempre es posible, así que siempre será posible tener un tiempo para el Evangelio, para esa «Lectio divina» en la que encontraremos fuego que incendiará más el deseo de vivir nuestra vocación. Tal vez no todos podemos estar asistiendo a clases sobre el Evangelio, quizá no tenemos clases de Sagradas Escrituras como se tienen en los seminarios y casas de formación de los religiosos, pero ciertamente, después de una jornada pesada, es posible estar con Cristo en el Evangelio, una frase, un versículo, un capítulo... será hasta un relax antes de ir a dormir. Pero las cosas cambian cuando uno considera estos momentos de estar con el Señor en el Evangelio como una obligación o una carga. Y, naturalmente, entonces es pesadísimo, si no imposible, encontrar gusto a nuestra vivencia del compromiso bautismal.

Todo es cuestión de saber dónde está el peso del amor. Nuestra suerte está ligada a la de Cristo. Nuestra vida está enrolada en la dinámica del Evangelio hacia el Padre para llevar a todos los hombres hacia Él. En el Evangelio, Cristo nos ha hecho entrar en los secretos de un Dios amor que es eterno y cuya misericordia es infinita. Vivir nuestrao compromiso bautismal, es también saber disfrutar del Evangelio como herencia de amor, Él lo ha dejado para nosotros... entrando en el silencio y en la elocuencia del Evangelio, encontraremos nuestra razón de ser y nuestra identidad. María de Nazareth, la mujer del Evangelio, la llena de Gracia, nos ayudará.

Presento, para terminar, unos pensamientos de la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento con algunas ideas sobre el Evangelio:

“No nos hagamos ilusiones hijos, no hay otra santidad que la del EVANGELIO, bien interpretado, no acondicionado a nuestra comodidad”. (Carta colectiva, 28 de enero de 1971).

“Pidan que seamos verdaderamente misioneros, que todos meditemos, estudiemos y saboreemos el santo Evangelio”. (Carta a las hermanas de Indonesia, Roma 25 de mayo de 1975).

“Tú Jesús mío, que te gozas en consentir, que tus hijos se sientan necesarios a tu corazón, para la difusión del Evangelio, sacia los deseos de mi alma, colma los anhelos de mi corazón, que todos ellos no tienden sino a hacerte amar de todas las Naciones.” (Ejercicios espirituales de 1944, p. 13).

“En fin, todo, todo el Evangelio, no es otra cosa sino una continua manifestación de las ternuras del Corazón de Jesús, de su infinita misericordia”. (Ejercicios espirituales de 1941, P. 57).

“¿No quieres servirte de mi, como instrumento para tu Gloria, para llevar a tantas almas tu Santo Evangelio, y con él la comprensión de tu bondad, de tu caridad, de tu ternura, DE TU AMOR INFINITAMENTE MISERICORDIOSO, de todo lo que Tú sabes hacer en favor de un alma que espera y confía en Ti?”. (Notas Íntimas, p. 37).

“Soy imagen viviente de la divinidad. Por eso, si no vivo para Él y por Él únicamente, desdichada de mi, estoy perdiendo miserablemente el tiempo. Me revestiré de las vestiduras inmortales del mismo Dios”. (Ejercicios espirituales de 1943, p. 15).

“Y tomando el prototipo de la humanidad, Cristo Jesús, ¿cuál fue su vida cuando su tiempo hubo llegado de darse a conocer, de predicar, de mostrarse a las multitudes enseñándoles que el Reino de Dios había llegado? Fue un continuo darse, un entregarse sin reservas, un sacrificio sin medida, un ejercicio infinito de paciencia. Y su unión con su Padre era la misma, sus comunicaciones con Él continuas, su oración ardientísima” (Notas Íntimas, p. 54).

Algunos puntos de reflexión bíblica:

Amistad con el Cristo de los Evangelios: Lc 10,21ss; Heb 7,25.
Sequela Christi: Mt 4,19-22; 19,27.
Vivir de su presencia: Mt 28,20.
El don del Señor: Jn 15,16.


Alfredo L. Gpe. Delgado Rangel, M.C.I.U.


[1] LS 3, Cfr. Lc 8,11-15.
[2]P.C. # 6.
[3]R.H. # 13.
[4]Pasaje de 1 Cor 15,5 que Nuestra Madre toma como lema para la familia misionera que funda: “Oportet Illum Regnare”.
[5]V.C. # 40.
[6]DELGADO RANGEL Alfredo Leonel Gpe., “Qué alegría ser Misionero de Cristo”, Monterrey, sin fecha.
[7]Las “Notas Íntimas” están formadas por una serie de escritos de la beata María Inés que fueron agrupadas en un libro después de su muerte
[8]Es conveniente, para ampliar el tema, leer: HERNÁNDEZ MARTÍN DEL CAMPO Martha Gabriela M.C., “Cantaré eternamente las misericordias del Señor”, Editorial Paolo de Savorgnani, México 1992.
[9]En una grabación, años después, cuando ya ha fundado la congregación de las Misioneras Clarisas, ella misma relata, en una conferencia que queda grabada, cómo estas meditaciones eran fruto de su oración y de su deseo de vivir el Evangelio. Una copia del cassette se encuentra en la Casa Madre, en Cuernavaca.
[10]Palabras que constantemente repetirá nuestra madre la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento.
[11]ESQUERDA BIFET Juan, “Testigos de la esperanza”, Ediciones Sígueme, Salamanca 1981, p. 33.

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