viernes, 6 de mayo de 2016

Mascotas... ¿cómo las trato?

No soy ni médico ni veterinario, soy un religioso que ejerce el ministerio sacerdotal como misionero y me atrevo ahora a hablar de un tema que me parece, es polémico en torno a los animales y a los humanos, el tema de las mascotas en el hoy por hoy. Las mascotas y en general muchas clases de animales domésticos, a lo largo de la historia de la humanidad han tenido un gran vínculo afectivo y emocional con los seres humanos, como los perros que con su lealtad y nobleza nos cautivan y nos roban el corazon como una excelente mascota y nuestro mejor amigo. La Iglesia considera a los animales e incluso en el bendicional pone especiales oraciones para bendecir a los animales. 

Los animales, como las plantas y los seres inanimados, están naturalmente destinados al bien común de la humanidad pasada, presente y futura (cf Gn 1,28-31). El uso de los recursos minerales, vegetales y animales del universo no puede ser separado del respeto a las exigencias morales. El dominio concedido por el Creador al hombre sobre los seres inanimados y los seres vivos no es absoluto; está regulado por el cuidado de la calidad de la vida del prójimo incluyendo la de las generaciones venideras; exige un respeto religioso de la integridad de la creación. El Catecismo de la Iglesia Católica, en el número 2416 nos recuerda que los animales son criaturas de Dios, que los rodea de su solicitud providencial (cf Mt 6,16). Por su simple existencia, lo bendicen y le dan gloria (cf Dn 3,57-58). También los hombres les deben aprecio. Hay que recordar con qué delicadeza trataban a los animales san Francisco de Asís, san Felipe Neri, san Roque, san Lázaro, san Antonio de Padua y muchos otros santos. 

Los animales, creados por Dios, habitan el cielo, la tierra y el mar, y comparten la vida del hombre con todas sus vicisitudes. Dios, que derrama sus beneficios sobre todo ser viviente, más de una vez se sirvió de la ayuda de los animales o también de su figura para insinuar en cierto modo los dones de la salvación. Los animales fueron salvados en el arca de las aguas del diluvio y, después del diluvio, quedaron asociados al pacto establecido con Noé; el cordero pascual recordaba el sacrificio pascual y la liberación de la esclavitud de Egipto; un gran pez salvaguardó a Jonás; unos cuervos alimentaron al profeta Elias; los animales fueron agregados a la penitencia de los hombres y, junto con  toda la creación, participan de la redención de Cristo. 
Hoy en día varias especies animales se han convertido en un miembro mas de muchas familias con los cuales interactúan diariamente. Yo creo, como siempre se nos ha enseñado, que no hay diferencia de clase entre animales y humanos; sino que hay hay diferencia de grado. O sea, somos parte de la evolución. De hecho, muchos de los comportamientos de los humanos son similares, en sus bases, a los de los animales. Entonces es obvio que los animales no son humanos; pero que nosotros, los humanos, sí somos animales y a veces eso, en nuestros tiempos, ha creado confusión.

En los últimos años, hemos visto como ha proliferado el número de personas que tienen más y más perros y gatos como mascotas. Estos animalitos, que son mamíferos sociales se asemejan en muchas cosas a las personas pero no son personas y no hay que olvidarlo. Por ejemplo, son animales sociales que necesitan el contacto con su grupo, tanto para sobrevivir, como para ser felices. Por ejemplo, los perros tienen una extraordinaria agudeza sensorial, sobre todo en el caso del oído y el olfato y por eso es que los vemos felices escuchando música. Los perros y los gatos se diferencian de nosotros en su capacidad para aprender a detectar estímulos, que nosotros nunca podremos percibir (sonidos, olores). Las mascotas, tienen necesidades y características consustanciales a su especie. Se asemejan en algunas cosas de su comportamiento o reacciones a los humanos, opero no son humanos y no pueden ni deben ser tratados como humanos, es decir, no se les debe atribuir necesidades propias de las personas. 

Las mascotas, son «un miembro más de la familia» y todos o casi todos, hemos tenido una mascota. Estos animalitos domésticos se integran a nuestros hogares. De hecho, me parece que entendemos que está bien que así sea, y se da porque generalmente tenemos de mascota un perro y la especie canina es una especie social que tiene un comportamiento similar al del humano. Por eso puede formar parte de la familia. La mascota puede ser es el miembro no humano de la familia, pero un perro o un gato no son humanos, no necesitan dormir en una cama costosísima, bañarse todos los días (menos un gato), o cambiar de menú a diario y lavarse los dientes después de comer. 

Si se malinterpretan las necesidades de las mascotas se pueden generar, en primer lugar, problemas en la convivencia con ellos y luego, problemas en el comportamiento de la persona que los tiene, porque se tiende a proyectar en el animal reacciones y pensamientos humanos, como por ejemplo, el deseo de venganza. Ni un perro ni un gato entienden qué son y para qué sirven las reglas y normas; obedecen o actúan de determinada manera por la costumbre de repetir cierto comportamiento, que es aceptado por el dueño y nada más. Hay personas que si se dieran cuenta cuánto gastan en su mascota... se cuestionarían de verdad si hacen lo mismo por un humano. Me parece que casi sin darnos cuenta, estamos llegando en este mundo globalizado, a extremos de insensatez en esto de los perros, gatos y demás mascotas y los amos o dueños de las mismas. Una cosa es un ser humano, con todos los defectos que se quiera y otra un animal —entrenado, educado, domesticado—, un mamífero social, pero a fin de cuentas un animalito, una mascota.

En los últimos años los cambios en el trato a las mascotas han ido cada vez más allá quitándoles la esencia de su especie. Por ejemplo, se les da comida especializada (a veces mejor que la que come un humano), se les viste por que se cree que tienen frío, olvidando que ellos no necesitan ropa, pues su piel está especialmente diseñadas para soportar las inclemencias del tiempo; además, ellos no se aburren de la comida y con croquetas es más que suficiente. Por otra parte, personas que evitan tener hijos les dan la misma atención que se le daría a un niño o a un bebé, cubriendo o satisfaciendo las necesidades del dueño, pero no las de las mascotas. Hace poco, el papa Francisco habló de los matrimonios que eligen tener perros y gatos, en lugar de hijos. La responsable de ello, dijo, es la «cultura del bienestar» que se ha propagado en los últimos 10 años y que los ha convencido de que es mejor tener mascotas que hijos. El sumo pontífice fue más lejos y agregó que quienes prefieren dar su amor a sus mascotas, al final de sus vidas terminan solos.

Cada día, los pasillos de los artículos para mascotas en los supermercados crecen más y más y crece el número de tiendas especializadas en artículos para mascotas vendiendo hasta cepillos para sus dientes y no se que cosas más. Cuando las personas humanizan a sus mascotas, solo se concentran en darles amor y cuidados, pero pasan por alto todas sus necesidades de un animal. Una mascota —por más que sea «un lindo gatito»— no es un hijo, ni puede ocupar el lugar de un familiar que ya no está. Un gato es un gato, un perro es un perro... una mascota, y debe ocupar su lugar como mascota. Si se humaniza una mascota y se basan sus cuidados, primero que nada en un afecto desmedido, se está siendo egoísta, se le está confundiendo y no se está respetando su esencia de animal.

Para que una mascota conserve su identidad, no necesita ser apapachada todo el día. Necesita tener cubiertas sus necesidades cubiertas, en tres mandatos fundamentales: ejercicio, disciplina y afecto. Esa es la receta para una mascota equilibrada y feliz.

El filósofo inglés Roger Scruton (n. 1944), especializado en estética filosofica, ha publicado un libro donde critica a quienes pretenden poner los animales al mismo nivel del hombre. Su publicación se llama «Animal Rights and Wrongs» y ofrece una serie de argumentos convincentes. Por lo que se refiere al tema de la diferencia en la capacidad intelectiva entre el hombre y los animales, Scruton hace una serie de observaciones que a mi juicio, debemos considerar: Los animales tienen deseos, pero no hacen opciones, cuando se entrena un animal se pueden cambiar sus deseos, pero el animal no hace una opción. La inteligencia de los animales está orientada por sus instintos y la experiencia del momento, en cambio el hombre puede proyectarse en el futuro. La vida social de los animales está guiada por los instintos y no hay diálogo o razonamiento moral como existe en una comunidad de personas. Los animales no tienen una imaginación propiamente hablando, o un sentido estético y sus emociones están limitadas a un nivel físico; tampoco tienen consciencia de sí o un lenguaje abstracto.

Hay otro gran filósofo que ha escrito sobre esta diferencia entre el humano y los animales. Se llama Karol Wojtyla y es mejor conocido como San Juan Pablo II. En su libro «Amor y responsabilidad», escrito antes de ser elegido Papa, examina aquello que diferencia al hombre de los demás seres, incluso los animales. Una persona —afirma Wojtyla— es un ser racional, con una capacidad intelectiva cualitativamente superior a los animales. Pero no nos encontramos sólo ante una cuestión de funcionalidad intelectiva. La persona goza de una interioridad, en cuanto que es un sujeto con un carácter espiritual, en el que se incluye una conciencia y una orientación hacia la verdad y el bien. Por tanto, la naturaleza del hombre es sustancialmente diversa a la de los animales e incluye la capacidad de la autodeterminación basada sobre la propia reflexión y la libre voluntad.

En fin, yo lo único que creo es que las mascotas deben de ocupar su lugar de mascotas y no otro, que ni les beneficia ni les perjudica y sí causa un conflicto mental y de comportamiento en el ser humano, además de que le explota en el consumismo desmedido que se vive en un mundo en que rápidamente se globaliza todo, lo bueno y lo malo.

Oh, Dios, que todo lo hiciste con sabiduría,
y que, después de crear al hombre a tu imagen,
le diste, con tu bendición,
el dominio sobre todos los animales,
extiende tu mano con benevolencia
y concédenos que estos animales nos sirvan de ayuda
y nosotros, tus servidores,
ayudados con los bienes presentes,
busquemos con más confianza los futuros.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Padre Alfredo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario