martes, 30 de octubre de 2012

NUEVA EVANGELIZACIÓN... ¿Y ahora qué hay que hacer?


Ahora que ha terminado el Sínodo de la Nueva Evangelización la Iglesia debe asumir con renovado impulso la misión de llevar el Evangelio a todos con un nuevo ardor, con nuevas expresiones y con un nuevo método, esa es la «novedad» que nos ha traído este importantísimo acontecimiento dentro del «Año de la Fe», esa es la «NUeva Evangelización» que hay que emprender.

¿Cómo hemos de vivir los católicos la vocación misionera que recibimos en el bautismo y que ha acrecentado en nosotros mismos la fe? ¿Qué tendremos que hacer como discípulos y misioneros frente a los cambios sociales y culturales de nuestro tiempo? ¿Hacia dónde lleva el Espíritu hoy a nuestras diócesis, nuestras parroquias, nuestras instituciones? ¿Cómo debe ser el sacerdote, el consagrado, el laico de la Nueva Evangelización?

Sabemos que no es fácil dar razón de nuestra fe ante una situación tan cambiante cada día y en medio de un contexto que, respecto al pasado, presenta muchos rasgos nuevos, pero también críticos que modifican la percepción de nuestro mundo. Benedicto XVI en "Porta Fidei" dice que "mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas" (n. 2).

«Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y por los siglos» (Hb 13,8), eso lo sabemos y lo entendemos todos, pero, el mundo no es el mismo hoy que ayer. Los católicos tenemos que dar una respuesta adecuada a las necesidades de los hombres y de los pueblos de hoy para promover una cultura más profundamente arraigada en el Evangelio, descubriendo «el hombre nuevo» (Ef 4,24), que está en nosotros gracias al Espíritu que nos ha sido dado por Jesucristo y por el Padre.

Las transformaciones sociales y culturales, están modificando considerablemente la percepción que el hombre tiene de sí mismo y del mundo, generando repercusiones también sobre su modo de creer en Dios. Hoy hay mucha gente desorientada y confundida en todo aquello que nos ha sido transmitido sobre el sentido de la vida y algunos han llegado al abandono de la fe. La situación de debilidad, disminución, privatización, reducción y falta de empeño en la transmisión de la fe a las nuevas generaciones no se ha adaptado a su forma de ser y de pensar. Por ello, la Iglesia necesita re-novar, hacer «nueva» su evangelización. Benedicto XVI nos ha puesto la muestra al lanzar el "YOUCAT", ese resumen maravilloso del Catecismo de la Iglesia Católica dirigido a los jóvenes con lenguaje a su altura y condición. El Papa dice en el prólogo a los jóvenes: "Estudiad el catecismo con pasión y perseverancia. Sacrificad vuestro tiempo para ello. Estudiadlo en el silencio de vuestra habitación, leedlo de dos en dos; si sois amigos, formad grupos y redes de estudio, intercambiad ideas por Internet. En cualquier caso, permaneced en diálogo sobre vuestra fe".

¿Por qué no podemos imaginar nuevos instrumentos y nuevas palabras que hagan audible y comprensible la palabra de la fe en los nuevos desiertos de este mundo globalizado? ¡Por qué no podemos reavivar el fervor de la fe y del testimonio entre los jóvenes? ¿Por qué no buscamos ir redescubriendo la alegría de creer, y el entusiasmo en la comunicación de la fe para que las nuevas generaciones se sientan gozosas de ser miembros vivos de la Iglesia? ¿Por qué no aprovechamos el «Año de la Fe» para recuperar energías, reafirmar la voluntad de creer y refrescarnos en el contacto con la Sagrada Escritura? ¿Por qué no somos creativos y nos ingeniamos nuevas formas, nuevas expresiones y nuevos métodos para  vivir la fe y transmitirla?

Para responder a todas estas interrogantes y seguramente a muchas más en el contexto de cada uno, recurrimos a la «Nueva Evangelización» que nos impulse a anunciar adecuadamente el Evangelio en los nuevos escenarios con audacia misionera, para hacernos presentes en el tejido social. Ahora es el tiempo de la creatividad para transmitir la fe a través de todos los medios en una
renovada modalidad de anuncio, sobre todo para quienes viven en contextos de secularización, sin excluir de ello a los mismos países de tradición cristiana. Por eso el Santo Padre Benedicto XVI, ha creado el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, en donde ha insertado ahora todo lo referente a la catequesis para que que el anuncio de Cristo llegue a todos.

La Nueva Evangelización es trabajar arduamente para que toda la Iglesia, dejándose regenerar por la fuerza del Espíritu Santo, se presente al mundo contemporáneo con un impulso misionero capaz de promover la vivencia de la fe con un renovado entusiasmo.

En síntesis, el corazón de la nueva evangelización está en el mandato misionero del Señor Jesucristo, que nos envía al mundo una vez más como discípulos y misioneros, para que nos dejemos guiar por el Espíritu Santo, como los primeros cristianos, que, junto a María, con su oración, con su testimonio de vida, con su predicación, hicieron crecer la semilla que Cristo dejó depositada al fundar la Iglesia.

¿Y ahora qué hay que hacer? Esto es lo que hay que hacer. Impulsados por el Señor, de la mano de María y alentados por el testimonio de los santos y beatos, que, como la Madre María Inés, buscaron siempre formas nuevas de conquistar el mundo para Cristo.

El éxito de lo que hagamos en el dinamismo de la «Nueva Evangelización» dependerá de la oración, de la búsqueda y crecimiento de la santidad personal y del compromiso misionero de muchos. Quiero terminar recordando unas palabras del beato Juan Pablo II —que fue quien introdujo este término— refiriéndose a la recristianización de Europa: «en nuestros días, como en toda época, en la Iglesia, se necesitan heraldos del Evangelio expertos en humanidad, que conozcan a fondo el corazón del hombre de hoy, participen de sus gozos y esperanzas, de sus angustias y tristezas, y al mismo tiempo sean contemplativos, enamorados de Dios. Para esto se necesitan nuevos santos.» Y añadía: «Los grandes evangelizadores de Europa han sido los santos. Debemos suplicar al Señor que aumente el espíritu de santidad en la Iglesia y nos mande nuevos santos para evangelizar al mundo de hoy.» (Discurso al Simposio del Consejo de la Conferencia Episcopal de Europa, 11-X-1985).

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