Como sabemos, el 11 de octubre de 2012 iniciaremos con toda la iglesia, convocados por el Papa Benedicto XVI, el AÑO DE LA FE. Es una invitación conmemorativa de los cincuenta años de la apertura de del Concilio Ecuménico Vaticano II (1963 -1965), también celebraremos los veinte años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, señalado por el Papa como un “subsidio preciosos e indispensable…uno de los frutos más importantes del Concilio Vaticano II”(2). Este año de la fe culminará el 24 de noviembre de 2013, Solemnidad de Cristo Rey del Universo.
El Papa Benedicto en la carta apostólica que ha escrito para la ocasión, llamada “Porta Fidei” (La Puerta de la Fe), nos invita a adquirir una exacta conciencia de la fe, para reanimarla, purificarla, confirmarla y confesarla. Es necesario leerla y seguir las propuestas que el Santo Padre nos hace. El 10 de agosto pasado, el Papa Benedicto XVI explicó que la nueva evangelización que necesita el mundo actual, requiere por parte de los laicos un testimonio valiente y creíble, que permita llevar la esperanza del Evangelio a todos los ámbitos de la sociedad.
Lo más importante en este año, para el Vanclarista, según nos dice el Papa, será descubrir que la fe no es un contenido intelectual o una teoría, sino el encuentro con una persona, que vive en la iglesia (Jesucristo) y que, a la profesión de fe (credo) sigue la explicación de la vida sacramental, ya que sin la Liturgia y los Sacramentos “la profesión de fe no tendría eficacia, pues carecería de la Gracia que sostiene el testimonio de los cristianos.
Acabamos de celebrar, llenos de gozo, la beatificación de nuestra amada Madre Fundadora María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, una mujer de fe profunda y arraigada en las enseñanzas de la Iglesia; una mujer de una talla impresionante en el amor y en la fidelidad a la Iglesia; un alma que trazó un camino para encontrarse con Cristo en la vida de fe.
Muchas veces el Papa recurre a la metáfora del camino: la fe como camino y el camino de la fe, pero antes del camino está la puerta, de allí el nombre de la declaración de convocatoria: «La Puerta de la Fe» o «Porta Fidei» (cfr. Hch 14,27). La fe es, por una parte, adhesión a los contenidos recibidos por la Revelación Divina, que nos transmite la Iglesia y se viven en ella y, por otra parte se apoya en la confianza absoluta en el testimonio divino, que no engaña (le creemos). La teología habla de “creer que” y “creer en”, la fe objetiva y la fe subjetiva.
La fe, para cada uno de los miembros de Van-Clar, no puede ser, de ninguna manera, un acto privado, para vivirla de manera individual, porque Van-Clar es una comunidad insertada en la Iglesia Familia de Dios. La tarea del Vanclarista, que es «dar testimonio de vida cristiana en el lugar donde se encuentre», lo debe llevar a echarse encima una responsabilidad social de lo que se cree, una dimensión pública donde se profese y se manifieste esta fe al estilo de Madre Inés.
En el «mundo» en el que el Vanclarista se desenvuelve, los valores de la fe —aún por muchos que se dicen católicos—, son desconocidos, incomprendidos, obstaculizados, negados y hasta combatidos. El Vanclarista mismo, en su condición de laico, se da cuenta de que su propio ambiente no se ha llegado a impregnar con los valores cristianos. Esto hace más necesario un replanteo, una nueva evangelización, una misión permanente, volver a predicar la fe sin dar nada por supuesto. Dice la Beata María Inés Teresa que “los Vanclaristas son misioneros seglares que viven en el espíritu de Cristo; que se apasionan por Él, que dan testimonio de Él con su vida, sus ejemplos, su cristianismo y de allí dimana una vida mejor, ya sea en la sacerdotal, en la religiosa, en la familiar, en la profesional, etc., entregados a la voluntad del Padre con sencillez, alegría y gran confianza impregnando todos los ambientes del amor de Cristo y su Iglesia”. (Cf. Guía del Vanclarista). La fe se demuestra en las obras de amor hacia los demás. (Cfr. Sant. 2,14 -18).
Sabemos que la fe es un acto personal y comunitario a la vez: es un don de Dios, para vivirlo en la gran comunión de la iglesia y comunicarlo al mundo, como discípulos misioneros de Aquel que da inicio y lleva a término la obra. Los Vanclaristas, son misioneros del Evangelio para el ambiente social del trabajo, de la educación, de las relaciones comerciales… La Iglesia, a través del espíritu y espiritualidad de Madre Inés, los envía a la misión permanente en nombre de Cristo. ¿Quién mejor que ustedes puede anunciar el amor de Cristo a sus contemporáneos en el mundo?
La Beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, tal vez adelantándose un poco a las líneas de acción que luego daría el Concilio Vaticano II, pero siempre inspirada por Dios, nunca pensó en los Vanclaristas simplemente como «colaboradores» o «cooperadores» del clero y de los religiosos en la extensión del Reino, sino como «laicos corresponsables» del ser y el actuar de la Iglesia Misionera. Esta corresponsabilidad, dice ahora el Papa Benedicto XVI, exige un cambio de mentalidad referido, en especial, al papel de los laicos en la Iglesia, y por lo tanto, es importante que se consolide un laicado maduro y comprometido.
Por lo tanto, el Vanclarista debe considerarse a la «vanguardia» de la acción misionera que impulsa la fe en todos los ámbitos del mundo. El nombre de «Vanclarista» viene de «Vanguardias Clarisas», es decir, el brazo derecho de las Misioneras Clarisas y ahora de toda la Familia Inesiana.
Cada Vanclarista debe sentir como suyo “el compromiso a trabajar por la misión de la Iglesia: con la oración, con el estudio, con la participación activa en la vida eclesial, con una mirada atenta y positiva hacia el mundo, en la continua búsqueda de los signos de los tiempos” (Mensaje del Papa Benedicto XVI el 10 de agosto de 2012) y por lo mismo, ni él ni su grupo se pueden cansar de afinar cada vez más por medio de la formación inicial y permanente su peculiar vocación de fiele laicos “llamados a ser testigos valientes y creíbles en todos los ámbitos de la sociedad, para que el Evangelio sea luz que lleva esperanza en las situaciones problemáticas, de dificultad, de oscuridad, que los hombres de hoy encuentran a menudo en el camino de la vida”. (Mensaje del Papa Benedicto XVI el 10 de agosto de 2012).
El “Año de la fe” será, entonces, para cada Vanclarista y para cada grupo de Van-Clar, una llamada urgente como responsables de la transmisión de la fe en el ambiente que les rodea, para que lo hagan con mucha más fuerza y convencimiento, convencidos de que sólo así colaborar a la construcción de la nueva civilización del amor con nuevos métodos, con nuevas expresiones y con el nuevo ardor de la «Nueva Evangelización».
La tarea no es sencilla pues cada uno va a tener que poner un gran esfuerzo para que la vivencia de la fe en el mundo actual sea una realidad y la conservación, transmisión y acrecentamiento de la fe ocupe un puesto prioritario en sus preocupaciones como laicos. El Santo Padre, en este documento “Porta Fidei” los alienta a vivir la fe cuando dice: “Por la fe, muchos cristianos han promovido acciones en favor de la justicia, para hacer concreta la palabra del Señor, que ha venido a proclamar la liberación de los oprimidos y un año de gracia para todos (cf. Lc 4, 18-19). Por la fe, hombres y mujeres de toda edad, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida (cf. Ap 7, 9; 13, 8), han confesado a lo largo de los siglos la belleza de seguir al Señor Jesús allí donde se les llamaba a dar testimonio de su ser cristianos: en la familia, la profesión, la vida pública y el desempeño de los carismas y ministerios que se les confiaban”. (Porta Fidei 13).
El “Año de la fe” debe ser, para cada uno y para todos, junto con los demás miembros de la Familia Inesiana, una llamada a confesar nuestra fe, con el mismo celo misionero de nuestra Beata Madre Fundadora, en medio de un mundo que se muestra tantas veces increyente y laicista; por eso, porque hemos de hacerlo en medio de un mundo que no desprecia o menosprecia la fe, hemos de mostrarnos con sencillez como auténticos y verdaderos creyentes, capaces de transformar nuestra vida desde la fe y desde el mensaje salvador de Jesucristo. Sólo así seremos creíbles ante los que no creen o se muestran indiferentes respecto a la fe, a Dios y a cuanto tenga relación con Él.
El “Año de la fe” urge a una revisión profunda y seria del compromiso misionero que se ha adquirido al hacer el compromiso. Sin embargo, con la mentalidad siempre positiva y abierta de Madre Inés, no debe ser esta una ocasión para desanimarnos ante los fallos personales o de grupo, sino para conocer donde y en qué situación espiritual y misionera estamos y, desde ahí, emprender un camino de conversión a lo que Dios y el mundo espera de Van-Clar. El Señor lo pide y la sociedad actual lo reclama; el mundo tiene puestos sus ojos en las vidas de los creyentes, de los laicos comprometidos, de los misioneros seglares, para comprobar si realmente se corresponde lo que dicen, con lo que son y con lo que viven. Luego del gozo de la beatificación de Madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, no pueden defraudarse ni defraudar al mundo y, mucho menos, permitir que, por una vivencia mezquina o defectuosa de la fe en el compromiso misionero que libremente se ha hecho, aquellos que no creen porque aún no conocen al Señor o son indiferentes porque aún no le aman, en vez de animarse a buscar a Dios, reavivar su fe y plantearse su vida como seguidores de Jesús, lleguen a la conclusión de que para vivir como cristianos católicos, no merece la pena descubrir a Jesucristo.
Hay mucho por hacer en este Año de la Fe. El Papa nos invita a todos mirar a María, la mujer de fe profunda, la mujer que nunca fue vacilante ante lo que Dios le pedía. “Por la fe, María acogió la palabra del Ángel y creyó en el anuncio de que sería la Madre de Dios en la obediencia de su entrega (cf. Lc 1, 38). En la visita a Isabel entonó su canto de alabanza al Omnipotente por las maravillas que hace en quienes se encomiendan a Él (cf. Lc 1, 46-55). Con gozo y temblor dio a luz a su único hijo, manteniendo intacta su virginidad (cf. Lc 2, 6-7). Confiada en su esposo José, llevó a Jesús a Egipto para salvarlo de la persecución de Herodes (cf. Mt 2, 13-15). Con la misma fe siguió al Señor en su predicación y permaneció con él hasta el Calvario (cf. Jn 19, 25-27). Con fe, María saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón (cf. Lc 2, 19.51), los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el Cenáculo para recibir el Espíritu Santo (cf. Hch 1, 14; 2, 1-4)”.
Ella, vestida de «Guadalupana» es Patrona de los Vanclaristas, y de la mano de ella hay que entrar al “Año de la Fe” reforzando y fortaleciendo la condición de discípulos y seguidores de Jesús, por medio de la propia y auténtica conversión de vida según el Evangelio y el carisma heredado de su beata madre fundadora; y poniendo en práctica su característica condición de misioneros laicos, en virtud de la cual no pueden, ni deben, guardarse para sí la fe, sino comprometerse a ser portadores de la misma para los demás, llevándola al corazón del mundo y siendo cause para que se encuentren con el Señor para los que aún no le conocen ni le aman.
ALFREDO DELGADO RANGEL, M.C.I.U.
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