sábado, 18 de febrero de 2012

Otra vez es Cuaresma....

¿QUÉ ES LA CUARESMA?

Nuevamente nos encontramos con el tiempo litúrgico de la «Cuaresma», un tiempo especial para ahondar en el sentido de nuestra fe para ayudarnos a vivir más plenamente nuestra vocación cristiana. Este período de cuarenta días es tiempo de escucha de la Palabra, de oración y conversión, de privaciones y caridad, como de una espera confiada en la alegría de la Pascua que da certeza a nuestro caminar. La Cuaresma nos recuerda que no somos peregrinos hacia algo incierto, somos testigos de una Vida Nueva que se nos ha dado en Cristo.

Desde el siglo IV se empezó a manifestar en la Iglesia esta tendencia a constituir la Cuaresma en un tiempo de penitencia y de renovación para toda la Iglesia, con la práctica del ayuno y de la abstinencia. Conservada con bastante vigor, al menos en un principio, en las iglesias de oriente, la práctica penitencial de la Cuaresma ha sido cada vez más aligerada en occidente, pero debe observarse un espíritu penitencial y de conversión:

El tiempo de la Cuaresma debe ser como un retiro colectivo de cuarenta días, durante los cuales la Iglesia, proponiendo a todos los fieles el ejemplo de Cristo en su retiro al desierto, se prepara para la celebración de las solemnidades pascuales, con la purificación del corazón, una práctica perfecta de la vida cristiana y una actitud penitencial. La penitencia, traducción latina de la palabra griega metanoia, que en la Biblia significa la conversión (literalmente el cambio de espíritu) del pecador, designa todo un conjunto de actos interiores y exteriores dirigidos a la reparación del pecado cometido, y el estado de cosas que resulta de ello para el pecador. Literalmente: «cambio de vida».

La penitencia interior del cristiano puede tener expresiones muy variadas que se ponen de manifiesto especialmente en el tiempo cuaresmal. La Escritura y los Padres insisten sobre todo en tres formas: el ayuno, la oración y la limosna, que expresan la conversión con relación a sí mismo, con relación a Dios y con relación a los hermanos. Junto a la purificación radical operada por el Bautismo o por el martirio, citan, como medio de obtener el perdón de los pecados, los esfuerzos realizados para reconciliarse con el prójimo, las lágrimas de penitencia, la preocupación por la salvación del prójimo, la intercesión de los santos y la práctica de la caridad "que cubre multitud de pecados" (1 Pedro, 4,8.). (Cf. Catecismo Iglesia Católica, n.1434).

Todos los fieles, cada uno según nuestra vocación y condición de vida, estamos obligados por la ley divina a hacer penitencia; sin embargo, para que todos nos unamos en alguna práctica común de penitencia, se han fijado estos días penitenciales, de manera que todos,como una gran familia, nos unamos en la oración, realicemos obras de piedad y de caridad y trabajemos juntos para vencer el egoísmo, cumpliendo así con mayor fidelidad nuestras propias obligaciones y, sobre todo, observando el ayuno y la abstinencia con un espíritu de purificación). (Cf. Código de Derecho Canónico, cánon 124). En toda la Iglesia universal, son días y tiempos penitenciales todos los viernes del año y el tiempo de cuaresma." (Cf. Código de Derecho Canónico, canon 1250).

En recuerdo del día en que murió Jesucristo en la Santa Cruz, todos los viernes, —a no ser que coincidan con una solemnidad—, la Iglesia nos pide guardar la abstinencia de carne, o de otro alimento que haya determinado la Conferencia Episcopal; ayuno y abstinencia se guardarán el miércoles de Ceniza y el Viernes Santo." (Código de Derecho Canónico, canon 1251).

¿CUÁNDO ES CUARESMA?

La Cuaresma se inicia el Miércoles de ceniza y termina inmediatamente antes de la Misa Vespertina in Coena Domini. (Jueves Santo). Todo este período forma una unidad, pudiéndose distinguir los siguientes elementos:

1) Miércoles de ceniza,

2) Los domingos, agrupados en el binomio, I-II; III, IV y V; y el Domingo de Ramos de la Pasión del Señor,

3) La Misa Crismal y

4) Las ferias. (Misas diarias).

El «Miércoles de  Ceniza» es el principio de la Cuaresma; un día especialmente penitencial, en el que manifestamos nuestro deseo personal de conversión a Dios. Al acercarnos a los templos a que nos impongan la ceniza, expresamos con humildad y sinceridad de corazón, que deseamos convertirnos y creer de verdad en el Evangelio. El origen de la imposición de la ceniza y su utilización como signo de conversión pertenece a la estructura de la penitencia de la Iglesia. Empieza a ser obligatoria para toda la comunidad cristiana a partir del siglo X. La liturgia actual, —sin que este día sea obligatoria la asistencia a Misa o  al Rito de Imposición de Ceniza— conserva los elementos tradicionales: imposición de la ceniza y ayuno riguroso. La bendición e imposición de la ceniza tiene lugar dentro de la primera Misa que se celebra, después de la homilía; aunque en circunstancias especiales, se puede hacer dentro de una celebración de la Palabra. Las fórmulas de imposición de la ceniza se inspiran en la Escritura: Génesis 3, 19 y Marcos 1, 15.

La ceniza procede —de ordinario— de los ramos bendecidos el Domingo de la Pasión del Señor, del año anterior, siguiendo una costumbre que se remonta al siglo XII. La fórmula de bendición hace relación a la condición pecadora de quienes la recibirán. El simbolismo de la ceniza es para ayudar al creyente a meditar en la condición débil y caduca del hombre que camina hacia la muerte; para que no se olvide de la situación pecadora del hombre; para que acreciente su oración y súplica ardiente para que el Señor acuda en su ayuda y para que mantenga firme la esperanza en la resurrección, ya que el hombre está destinado a participar en el triunfo de Cristo. La meta siempre será llegar: "al estado de hombre perfecto y a la madurez que corresponde a la plenitud de Cristo" (Ef. 4, 13).

La Iglesia nos invita a hacer de este tiempo una especie de retiro espiritual en el que el esfuerzo de meditación y de oración debe estar sostenido por un esfuerzo de mortificación personal cuya medida, a partir de este mínimo, es dejada a la libertad generosidad de cada uno. Para animarnos en este caminar, cada año el Santo Padre emite un Mensaje de Cuaresma que va marcando la pauta a seguir como Familia que peregrina hacia la Pascua. Este año de 2012 el tema es «Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras» (Hb 10, 24). Si se vive bien la Cuaresma, se puede lograr una auténtica y profunda conversión personal, preparándonos, de este modo, para la fiesta más grande del año: el Domingo de la Resurrección del Señor.

¿QUÉ HACER EN ESTA CUARESMA?

El Santo Padre Benedicto XVI nos dice que este es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitario. Se trata de un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual. Así que no hay que desaprovechar las gracias que este tiempo litúrgico nos regala y hay que buscar constantemente la oportunidad para realizar obras de conversión, como son, por ejemplo: Acudir al Sacramento de la Reconciliación (Sacramento de la Penitencia o Confesión) y hacer una buena confesión: clara, concisa, concreta y completa; superar las divisiones, perdonando y crecer en espíritu fraterno y practicando las Obras de Misericordia que se dividen en espirituales y corporales (o materiales).

Vale la pena repasar en este tiempo las obras de misericordia para saber con qué material contamos para concretizar la práctica de nuestras obras cuaresmales. Las obras de misericordia espirituales son siete: Enseñar al que no sabe; dar buen consejo al que lo necesita; corregir al que yerra; perdonar las injurias; consolar al triste; sufrir con paciencia las adversidades y flaquezas del prójimo; rogar a Dios por los vivos y los muertos.

Las obras de misericordia corporales son también siete; visitar al enfermo; dar de comer al hambriento; dar de beber al sediento; socorrer al cautivo; vestir al desnudo; dar posada al peregrino; enterrar a los muertos (La Iglesia aconseja vivamente que se conserve la piadosa costumbre de sepultar el cadáver de los difuntos; sin embargo, no prohíbe la cremación, a no ser que haya sido elegida por razones contrarias a la doctrina cristiana [Código de Derecho Canónico, canon 1176 §3]). Hagámonos el propósito de vivir intensamente la Cuaresma cumpliendo con el precepto del ayuno y la abstinencia, así como con el de la vivencia de las obras de misericordia, la confesión y la comunión anual.

AYUNO Y ABSTINENCIA.

El ayuno consiste en hacer una sola comida fuerte al día —aunque se puede comer algo menos de lo acostumbrado por la mañana y la noche— sin comer nada entre los alimentos principales, salvo en caso de enfermedad y que éste obliga a todos los mayores de edad, hasta que tengan cumplido cincuenta y nueve años. (Cf. CIC, c. 1252).

Por abstinencia entendemos la práctica de privarse de comer carne (roja o blanca y sus derivados) después de que se han cumplido catorce años de edad.(cfr. CIC, c. 1252). La Conferencia Episcopal de cada País puede determinar con más detalle el modo de observar el ayuno y la abstinencia, así como sustituirlos en todo o en parte por otras formas de penitencia, sobre todo por obras de caridad y prácticas de piedad. (Cf. Código de Derecho Canónico, canon 1253).

Creo que, más que nada, debemos de cuidar que no vivamos el ayuno o la abstinencia como unos mínimos sacrificios ni aprovechar la Cuaresma para hacer dieta, sino vivir esta práctica como una manera concreta que nos ayude a crecer en el verdadero espíritu de penitencia para darnos a los demás como Cristo lo hizo, que entregó su vida por nuestra salvación. El Papa Benedicto XVI en su Mensaje para la Cuaresma 2012 nos dice que ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor, todos hemos de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras (cf. Hb 6,10). Y esta llamada es especialmente intensa en este tiempo santo de preparación a la Pascua.

HACIA LA PASCUA.

Sin contemplar la Pascua, sin ir hacia ella, el tiempo de Cuaresma perdería su carácter de tiempo litúrgico fuerte, porque el sentido del mismo es que toda la Iglesia se prepare para la celebración de las fiestas pascuales. La Pascua del Señor, el Bautismo y la invitación a la reconciliación, mediante el Sacramento de la Penitencia, son las grandes coordenadas de la Cuaresma.

Ojalá y todos pudiéramos aprovechar las catequesis del Misterio Pascual y de los sacramentos que se dan en las parroquias en este tiempo;  acercarnos a los ejercicios espirituales como signo de penitencia y anhelo de búsqueda de pistas nuevas para la conversión. Ojalá no desaprovechemos las oportunidades —que siempre son abundantes— de llevar a la práctica las privaciones voluntarias como el ayuno y la limosna y las obras caritativas y misioneras. La participación —de ser posible diaria— en la liturgia cuaresmal, en las celebraciones penitenciales y, sobre todo, en la recepción del sacramento de la penitencia: serían momentos fuertes en la práctica penitencial de nuestra Cuaresma.

Alfredo Delgado Rangel, M.C.I.U.

No hay comentarios:

Publicar un comentario