martes, 31 de mayo de 2011

La visitación de María, Madre Inés y la abnegación. (San Lucas 1,39-56).

Hoy se termina el mes de mayo que hemos dedicado a María y celebramos la fiesta de la Visitación de María a su parienta Isabel.

En un carta colectiva, escrita en Tierra Santa (9 octubre 1958), la Madre María Inés describe sus impresiones personales de la visita a Ain Karim (donde, según la tradición, tuvo lugar la escena de la visitación y del Magníficat): "Me imaginaba ver llegar allí a la dulcísima María, llena de gracia, de amor y santidad, dispuesta a servir, a entregarse, para ayudar a su prima necesitada; parece que veía el abrazo cariñoso que las dos se daban, y que experimentaba la alegría del niño que venía, el cual quedó ya santificado en el seno de su madre... Después tomamos un poco de agua de un pozo, la cual manó cuando, a las palabras de María, Isabel comprendió a quién tenía ante sí, sintiéndose indigna de tanta dicha. Es muy devoto ese santuario; me gustó mucho... allí nació el Precursor" (Colectivas, 9 octubre 1958, I, pp.248-249).

Al describir esta escena evangélica de la visitación de María a su parienta Isabel, Madre Inés deja constancia de la actitud humilde, caritativa y contemplativa de la Santísima Virgen, que, con abnegación, parte hasta las montañas de Judea a visitar a su familiar que sabe está necesitada. El "Magníficat" resume "la experiencia personal de María", escribió el Beato Juan Pablo II en la Redemptoris Mater (RMa 36), porque, como dice Madre Inés, es un "cántico de humildad agradecida" (Estudios, Estudio sobre la Regla y el Evangelio, p.215, fol.648).

María es la Virgen de la abnegación, porque es la Virgen que ama, que actualiza en su vida aquellas formas de expresar el amor que Jesús presentó a sus discípulos, como clave de su seguimiento… “quien quiera venir en pos de mí tome su cruz…”, por eso se encaminó «presurosa» a servir no solamente a Isabel sino a todo aquel que fuera «el prójimo», como sucedió en las Bodas de Caná. La abnegación no tiene sentido ni razón de ser en el hombre, ni ejerce ningún atractivo sobre la naturaleza, inclinada a concederse todas las satisfacciones posibles si no es vivida a la luz de Cristo que se hizo pobre para enriquecernos y con la fuerza que brota de su encarnación, la abnegación se convierte en un camino necesario de santidad y de eficacia apostólica. Por eso María es la primera que la vive con premura. La abnegación es una virtud. «Abnegación» es una de esas palabras tan poco entendida y tan poco practicada, pero fue una de la palabras favoritas en la vida y mensaje del Señor Jesús. 

María, la Virgen de la abnegación, es la que puede ir mostrando al creyente auténticos caminos para vivir esa virtud en los pequeños detalles de cada día que son caminos de amor, un amor que la lleva a ella y nos lleva a todos a cooperar con Jesús y como Jesús a la expansión del Reino.

María nos indica el camino de la aceptación propia. Ella fue la sencilla mujer de Nazaret… Sólo un nombre y una aldea la definen... no hay más. Y Ella no aspira a más, aún sabiendo que la Madre del Mesías quizás tendría que ser de estirpe real, según las certezas judías… Al sentirse hechura de Dios se gusta así. Así la había querido Dios… Ella no desea grandezas que superen su capacidad y por eso dice: “Me llamarán bienaventurada todas las generaciones”.

La vida cristiana está llamada a ser un "Magníficat" permanente, que prepare la alabanza eterna en el cielo. Madre Inés asume esta actitud mariana de dimensión trinitaria, con esta oración: "¡Llévanos Jesús, al Padre. Que tu Evangelio meditado, comprendido, amado, practicado por ti y en ti, nos lleve al Padre celestial, a cantar el eterno magníficat de gloria y alabanza a la beatísima Trinidad!" (Ejercicios 1950, p.480, fol.906).

En la escena de la visitación, donde resonó el himno evangélico, Madre Inés encuentra abundante materia para imitar a María en cuanto a la abnegación y vivir, con y como ella, imitando los sentimientos del Señor que pasó por el mundo haciendo el bien y nos pidió llevar la cruz de cada día. Al explicar la visitación, ella llama a la Santísima Virgen "la contemplativa María". Subraya su humildad, su abnegación, su caridad y su espíritu contemplativo: "María, la contemplativa por excelencia... cuando todo la convidaba al retiro y a la oración silenciosa; ella la humilde María, la siempre recogida María, se «dirige presurosa a las montañas de Judea, a una ciudad de la tribu de Judá; y habiendo entrado en la casa de Zacarías, saludó a Isabel». ¿Qué iba a hacer la virgen pura, la llena de gracia... la contemplativa María? Iba a cumplir un deber de caridad" (Estudios, Sobre los santos evangelios, p.213, fol.646). Mucha gente se cruzaría con la Virgen en su largo de su viaje. Muchos no le prestarían especial atención. Otros quizá percibirían un no sé qué en el rostro, en el gesto, en la actitud, en el porte, un destello de encanto, de paz, de alegría que no sabrían explicar. El Cielo pasaba cerca.

No son cosas de poca monta lo que María fue a hacer a la casa de Isabel en esos tres meses, aunque fueron pequeños servicios. Dice Etienn Brot en uno de sus libros, que «Este episodio es uno de los más célebres y apreciados del Evangelio» (Lc 1, 39-56). 

En la visitación y en el "Magníficat" se aprecia con claridad que la vida de caridad y de misión se postulan mutuamente: "La contemplativa María, la Madre del Verbo de Dios, abandona su reposo, su soledad, el éxtasis dulcísimo de su Bien Amado, para prestar sus servicios y para santificar al precursor" (Estudios, p.215, fol.648). Así como los servicios humildes de María tuvieron su influjo en Juan Bautista, de modo semejante la conversión de muchos no cristianos será debida "a los misioneros y misioneras que por ellos oran, sufren y se abniegan" (ibídem). 

María se sabe «toda de Dios». La abnegación ante todo, se puede vivir cuando se es consciente de esto: «saberse de Dios». 

Quisiera compartir con ustedes, en este día, una oración mariana de un autor desconocido que me encontré hace poco :

María, aceptas a todos, acoges a todos, desde los pastores que van a adorar al Niño, hasta los «hermanos» de Jesús, esos hijos tuyos tozudos, ciegos, desagradecidos, que no le entendían a Jesús, que le dejan solo, que se escapan… Esos hijos que recoges a tu alrededor la mañana del sábado santo, derrochando sobre ellos ternura, alentando su esperanza. Indícanos el camino de la aceptación a los demás.

María, en Caná estás atenta… Con intuición de mujer, en una mirada de conjunto caes en la cuenta de lo esencial del momento, de lo más importante, la falta del vino, y tu caer en la cuenta provoca el milagro de Jesús. Indícanos el camino del caer en la cuenta… que supone olvido propio, atención a los demás, vivir el momento presente a tope…

María, ves marchar al Hijo y sabes asumir la soledad. Sabes que nada es tuyo, que tu Hijo no te pertenece, que tu Hijo pertenece al Padre y al plan que tiene sobre Él. Indícanos el camino del desprendimiento… Ayúdanos a vivir el desprendimiento…

María, Virgen de la abnegación, porque eres Virgen del AMOR, llévanos de tu mano para que a tu lado aprendamos a vivir nuestro compromiso, movidos por el Amor y nada más que por el amor.

Alfredo Delgado, M.C.I.U.

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