Cuentan que un hombre santo acariciaba apaciblemente una perdiz, esa pequeña ave silvestre cuya carne es tan preciada en el arte culinario. De pronto, un cierto filósofo se aproxima con aparejo de cazador y se maravilla de que el santo varón, que gozaba de tanta reputación, se entretuviera y perdiera el tiempo en cosas tan insignificantes como el acariciar a una perdiz. Entre los dos personajes se entabló este diálogo:
-¿Eres tú el santo insigne del que' me hablaron? ¿Por qué te entretienes en diversiones tan ridículas?" -pregunta el filósofo. -¿Qué es esto que llevas en la mano?-le preguntó a su vez el santo varón. -Un arco -respondió el filósofo. -¿ Y por qué no lo llevas siempre tenso? -dijo el santo. -No conviene -responde el filósofo-, pues si estuviese siempre tenso se echaría a perder el arco. Así, cuando fuera necesario lanzar un disparo más potente contra alguna fiera, por haber perdido su fuerza debido a la continua rigidez, el tiro no iría ya con la violencia necesaria. -Pues bien -concluyó el santo-, no te admire tampoco, joven, que yo conceda a mi espíritu este inocente y breve esparcimiento. Si de vez en cuando no le permitiese descansar de su tensión, concediéndole algún solaz, la misma continuidad del esfuerzo le ablandaría y aflojaría, y no podría obedecer a las órdenes y a las exigencias del espíritu.
Las vacaciones son necesarias para reparar fuerzas físicas; espirituales y para damos a los demás, especialmente a los que viven a nuestro lado, como quizá no nos damos cuando estamos en tiempo ordinario y en plena época de trabajo o estudio intenso. Por eso es necesario poner atención en que el tiempo de vacaciones no se convierta en un período de tiempo perdido, lleno de holgazanería e individualismo, sino que nos propongamos aprovecharlo en el cultivo de valores y virtudes.
Las vacaciones son una excelente oportunidad para trabajar estos hábitos buenos que en ocasiones con el ajetreo del período de trabajo o de clases, no nos damos el tiempo de fomentar y sabemos que para algunos, las únicas vacaciones en sus trabajos o escuelas son los días de Semana Santa.
-¿Eres tú el santo insigne del que' me hablaron? ¿Por qué te entretienes en diversiones tan ridículas?" -pregunta el filósofo. -¿Qué es esto que llevas en la mano?-le preguntó a su vez el santo varón. -Un arco -respondió el filósofo. -¿ Y por qué no lo llevas siempre tenso? -dijo el santo. -No conviene -responde el filósofo-, pues si estuviese siempre tenso se echaría a perder el arco. Así, cuando fuera necesario lanzar un disparo más potente contra alguna fiera, por haber perdido su fuerza debido a la continua rigidez, el tiro no iría ya con la violencia necesaria. -Pues bien -concluyó el santo-, no te admire tampoco, joven, que yo conceda a mi espíritu este inocente y breve esparcimiento. Si de vez en cuando no le permitiese descansar de su tensión, concediéndole algún solaz, la misma continuidad del esfuerzo le ablandaría y aflojaría, y no podría obedecer a las órdenes y a las exigencias del espíritu.
Las vacaciones son necesarias para reparar fuerzas físicas; espirituales y para damos a los demás, especialmente a los que viven a nuestro lado, como quizá no nos damos cuando estamos en tiempo ordinario y en plena época de trabajo o estudio intenso. Por eso es necesario poner atención en que el tiempo de vacaciones no se convierta en un período de tiempo perdido, lleno de holgazanería e individualismo, sino que nos propongamos aprovecharlo en el cultivo de valores y virtudes.
Las vacaciones son una excelente oportunidad para trabajar estos hábitos buenos que en ocasiones con el ajetreo del período de trabajo o de clases, no nos damos el tiempo de fomentar y sabemos que para algunos, las únicas vacaciones en sus trabajos o escuelas son los días de Semana Santa.
Mucha gente aprovecha estas vacaciones de Semana Santa para cultivar alguna habilidad o destreza específica, hace cosas que tenía pendientes como pequeños trabajos manuales de casa, p´ractica con más intensidad alguna nueva técnica en los deportes, cultiva habilidades sociales e intelectuales, visitando amigos o leyendo más o va de paseo solo o con la familia a algún lugar a descansar. Es de todos conocido que, en Semana Santa, las playas están a reventar; sin embargo, quienes somos creyentes, no podemos olvidar que la Semana Mayor encierra unos días que llamamos "Santos" y que exigen la adecuación de los días de descanso a la vivencia de nuestra fe. Mucha gente, especialmente jóvenes en grupos, va de misión a comunidades alejadas o necesitadas a compartir la fe en estos días con una mayor intensidad.
También en casa se pueden planear actividades de tipo religioso que den la oportunidad de vivir el mandamiento del amor, de tomar contacto con la realidad salvífica de Cristo en la Cruz y quizá hacer un ambiente de descanso en donde no todos los miembros de la familia están de vacaciones.
Depende de cada quien que estas vacaciones sean un .momento de "crecimiento interior" de armonía y conocimiento familiar y de descanso corporal, de tal manera que podamos continuar con nuestras actividades renovados y dispuestos a seguir caminando hacia el encuentro final con nuestro Padre Dios.
Una excelente recomendación es llevar un plan diario de actividades de estos días donde quede claro el propósito de cada día de descanso e informarse en la propia parroquia si por estos días se oferece algún curso especial, retiro o simplemente estar al tanto de las celebraciones del Triduo Pascual para asistir sin prisas.
El contacto con la naturaleza puede ser una magnífica ocasión para hacer de estos días una auténtica escuela de silencio y reflexión. Campamentos, caminatas por la montaña o la orilla del mar, convivencias familiares con espacios para la oración... Son, por encima de todo, una oportunidad para aprender a ver, a escuchar, a reflexionar, a comprender…, a realizar un encuentro reflexivo con Dios. El desarrollo equilibrado de la personalidad se basa en el silencio interior, que supone capacidad de observación, admiración, contemplación, escucha. Semana Santa puede ofrecer, para quienes descansan esos días, una valiosa posibilidad.
Así, las vacaciones de Semana Santa son una oportunidad para acrecentar la oración, hacer un buen examen para acercarse al sacramento de la reconciliación, crecer en la lectura de la Palabra, en la experiencia del silencio, en las mismas celebraciones de Semana Santa, ayudándolos a comprender su sentido y a vivirla como un tiempo de Gracia especial que la Iglesia nos regala. Ojalá, si tienes vacaciones de Semana Santa, puedas vivir este descanso en espíritu de conversión, profundidad, contemplación y esperanza, camino hacia la Pascua en la que Cristo Resucitado, “hace nuevas todas las cosas”.
Finalmente, hay que recalcar que, en estos días de vacaciones, se puede aprender, aún desde los más pequeños, a equilibrar la atención a todas las dimensiones de su ser persona: La física, con el descanso del ajetreo, la práctica del deporte y el contacto con la naturaleza; la intelectual, con el aprendizaje o perfeccionamiento de alguna habilidad literaria, musical o de cualquier otro tipo; la afectiva, con la participación y el contacto más frecuente y de mejor calidad con la familia en una convivencia a la que se le puede dar más tiempo y, finalmente, la espiritual, a través de actividades de servicio en la parroquia, en la misión y en la asistencia descansada a los Oficios de Semana Santa, ya que ¡Dios no se va de vacaciones!
Alfredo Delgado, M.C.I.U.
No hay comentarios:
Publicar un comentario