sábado, 22 de junio de 2024

En la fiesta de la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento...

Yo creo que imaginan el gustazo que me da llegar a este día en que la Iglesia celebra a la beata María Inés Teresa del Santísima Sacramento, a quien muchos de nosotros, de cariño le decimos: «nuestra madre». El recuerdo de su mirada transparente vuelve a mi mente y a mi corazón y sobre todo el testimonio de su vida que marcó mi vida y sobre todo mi camino vocacional hacia la misión sin fronteras. Esta maravillosa mujer que, en las diversas etapas de su vida como seglar y como religiosa fue una enamorada del Evangelio, se nutrió desde el día de su primera comunión de la eucaristía caminando siempre de la mano de la Virgen María en su advocación de Guadalupe, con quien mantenía profundos diálogos que parecía interminables y la llevaban más a buscar las mil y una formas de que todos se encontraran con Cristo.

La Oración Colecta de esta celebración, se dirige al Padre de misericordia recordando que en la beata nos ha dado un modelo de ardor misionero para la extensión del Reino de Cristo y le pide que nos conceda que por su intercesión y siguiendo su ejemplo, podamos nosotros también proclamar el Evangelio con sencillez y alegría hasta los confines de la tierra. La sencillez y la alegría, fueron siempre dos aspectos que brillaron en la madre María Inés. Con su caridad evangélica, gracias a estas dos características, llegó a todos. Dejando atrás su hogar, su familia, la comodidad de su entorno familiar, respondió a la llamada a salir, a hablar de Cristo dondequiera que fuera para que todos le conozcan y le amen. Ella decía que esta era su única recompensa.


No cabe duda de que la santa madre Iglesia no se equivoca al seleccionar la figura imitable de hombres y mujeres que, como la beata María Inés, hayan gastado su vida en conquistar el mundo para Cristo. Estamos llamados a salir con el mismo celo, el mismo ardor, la misma sencillez y alegría, pero también con su sensibilidad, su respeto por los demás, su deseo de compartir con ellos esa palabra de gracia (cf. Hch 20,32), que tiene el poder de edificar y llevar a todos hacia la Eucaristía bajo la mirada de María. Que con la Guadalupana, la beata María Inés nos recuerde el día de hoy que todos somos discípulos–misioneros y que no hay tiempo que perder porque «urge que Cristo reine» (1 Cor 15,25). ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

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