En este año el mundo giró y se sacudió con muchas cosas. La historia de muchos países se desarrolló en torno a la violencia y a la crisis económica que ha puesto en jaque a la casi intocable Europa y que desde allí se ha extendido en muchas partes de occidente; además, claro está, del sonadísimo tema del fin del mundo, que no se acabó y que puede ser que se acabe en este 2013 o sabrá Dios cuando, porque sólo a Él le toca decidir el desenlace final de nuestro peregrinar en este mundo como pueblo, como Iglesia, como familia de los hijos de Dios para ir, literalmente, a la vida eterna.
Evidentemente el mundo no se acabó en este 2012 y, como todos los años, ha tenido sus cosas buenas y sus cosas malas. Hemos reído y hemos llorad, hemos ganado y hemos perdido. A muchos ciertamente nos resultó bastante corto, a pesar de haber tenido también sus dificultades como la escasez tan manifiesta de vocaciones que me ha tocado palpar al ver las consecuencias de un mundo consumista y materialista que obstaculiza y frena el deseo incipiente de consagrarse a Dis que surge en el corazón de algunos jóvenes; o el inesperado ataque de una misteriosa bacteria que trastocó por más de un mes la vida de mi padre. Pienso también en los seres queridos que han partido a la casa paterna este año y han dejado un espacio que nadie, sino solamente Jesús podrá llenar.
En unas cuantas líneas y antes de arribar a nuestra querida comunidad de "El Tigre", en Michoacán —a donde aún y a pesar de estar en el siglo XXI, no ha llegado el poder de la banda ancha satelital o la telefonía celular— quiero desear a mis cinco o seis lectores un año 2013 lleno de esperanzas y un final del 2012 lleno de gratitud al Padre Misericordioso
Para cada uno de ustedes mi bendición sacerdotal y mis deseos de paz para el año 2013, anhelando que a nadie se nos olvide celebrar también cosas buenas que te ocurrieron en el 2012.
¡Que disfruten de un buen fin de año! ¡Feliz fin de año y feliz año nuevo!
Alfredo Delgado, M.C.I.U.
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