sábado, 19 de mayo de 2012

El don recibido en la beatificación de Madre Inés...

El don recibido en Madre Inés —ahora conocida también como la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento— es un regalo que nos sobrepasa, un don que es más grande que nuestra pequeñez de mente y de corazón y que va más allá de todos nuestros proyectos siempre cortos. Ahora que la beatificación ha pasado, todos los miembros de su Familia Misionera no nos debemos de  cansar de gracias a Dios por el carisma de Madre Inés como regalo a la Iglesia Universal.

Dios nos ha regalado una beata que vivió en todas partes y en todo tiempo con una gran pasión, amplitud y generosidad su entrega misionera en la palabra hablada, escrita y enseñada. Ella hizo, en las cosas pequeñas de cada día, un caminito especial de santidad  y en su vehemente anhelo y sed de almas, señaló la meta hacia donde todo creyente debe dirigir sus pasos. En su vida encontramos el paradigma del profetismo que necesitamos en nuestros días y que a ella le llevó a trazarse un sistema de vida hasta alcanzar la santidad en medio de muchos desafíos como los que cualquiera de nosotros puede tener: "Me parece ver al demonio furioso, queriendo destrozar por sus garras este instituto misionero... él eso quisiera, pero mi dulce Morenita, mi Madre amadísima, me dice desde el Tepeyac que allí está ella que es mi Madre, que estoy en su regazo y corro por su cuenta, que si tengo necesidad de otra cosa" (Carta al director espiritual el 22 de febrero de 1950). "Quisiera tener toda la capacidad de Dios, si se me permite la frase, para hacer prodigios por Él, para darle infinita gloria. Es el amor de enamoramiento; se siente como desesperación de no poder hacer por Él todo lo que se quisiera" (Carta personal del 30 de septiembre de 1949).

Por lo que ella fue, por lo que es ahora como beata y por el camino espiritual que dejó como herencia, me parece escucharla diciendo con sencillez: Me siento contenta y alegre de ser todavía el granito de trigo que tiene que morir para fructificar" (Carta personal del 15 de mayo de 1950).

Ahora somos invitados, de manera especial por ser el año de la beatificación, a venerar la plenitud de la vida de esta ínclita mujer cuya vida se presenta con más claridad y plenitud en la lucha de cada día por alcanzar la santidad en lo pequeño, en el ir y venir del trajín, en las cosas ordinarias sencillas y del áspero devenir.

La beata Madre Inés se gastó y se desgastó sin reservarse nada para sí. Vivió siempre pendiente de la voluntad del Padre con un corazón inflamado en ansias de amar al mismo Dios y a todo lo suyo: El Padre, Jesús, el Espíritu, la excelsa Madre de Dios María Santísima, las almas... Su figura humilde, sencilla y alegre, emana, aún en las últimas fotografías de su vida, un algo especial. Su sonrisa, esa sonrisa que nunca en su consagración se borró de sus labios, es un testimonio claro de una paz profunda y de una alegría que brotó siempre de buscar en todo hacer la voluntad de Dios sabiéndose amada y llamada por Él, razón para vivir siempre con un constante entusiasmo conjugado con un suave y sabio equilibrio que la sostuvo siempre, aún en medio de las dificultades y de la persecución que en una época vivió y superó con dolor dentro y fuera de su obra.

Antes de morir, puedo expresar con naturalidad: "Hemos terminado, gracias a Dios". "Cómo explicarle Padre —escribe a su director espiritual— lo que se pasa por mi alma cuando en ella sólo reina la fe... no tengo palabras adecuadas para explicarlo... con frecuencia esta fe es más dulce y más vívida que la misma realidad... puedo decirle, Padre mío, que mi confianza, mi seguridad en Dios es más grande, cuanto mayores son mis tribulaciones... he resuelto concentrarme toda en Dios, no esperar apoyo y protección mas que de Él". (Da las cartas a su director espiritual entre 1948 y 1950).

Nos toca ahora a nosotros velar para que este don no se apague, velar par que la llama de su carisma, espíritu y espiritualidad siga animando a la Iglesia. A nosotros nos toca cuidar que su beatificación —mientras se llega el momento de la canonización— sea fecunda en la búsqueda de la santidad y del compromiso misionero. Este año, agradeciendo el don de su beatificación, le pedimos a la nueva beata una bendición especial, le decimos «¡Benedícite!» como ella nos enseñó, para que nos ayude a ser luz de Cristo para las gentes y esperanza para el mundo en la urgencia en la que ella vivió por establecer el Reino. "Por la noche —escribe en 1950 refiriéndose a sus hijas espirituales— al darles la bendición en refrectorio al decirles: El Señor os bendiga y os guarde, sentí tanto la responsabilidad, y el deseo de que todas se santifiquen, que se las entregué a nuestro Señor con ansias vehementes, pero ya no pude más, no pude continuar porque las lágrimas me ahogaron" (Carta al director espiritual el 19 de mayo de 1950).

Este año de su beatificación, tenemos que pedirle al Señor que nos conceda la sabiduría necesaria para saber expandir el carisma de Madre Inés por todas partes. A los miembros de la Familia Inesiana nos toca, no retenerla solamente para nosotros, sino prolongar su carisma, espíritu y espiritualidad en el tiempo, encarnando esto en la propia vocación y en las diversas situaciones de nuestras vidas.

Sigamos celebrando el gozo de su beatificación con el ideal común de la misión y el empeño por la santidad que brotaron de un corazón sin fronteras contemplativo y enamorado del Evangelio, que puso a las almas en la niña de sus ojos y que se consagró a "conquistar vasallos para el Rey inmortal de los siglos".

Nos sentimos agradecidos por este gran don para comunicarlo al mundo entero. La beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento es un regalo para la Iglesia Universal y para el mundo entero. Que cada uno de nosotros podamos seguir haciendo programa la súplica de Madre Inés: "Que todos te conozcan y te amen, es la única recompensa que quiero".

Alfredo Delgado Rangel, M.C.I.U.

1 comentario:

  1. Se acerca el día de la celebración de la fiesta, en Ixtlán estamos colocando nuestro granito de arena para dar a conocer esa misión que la Beata María Inés inició y que como miembros de la familia inesiana tenemos que continuar y promover, sobre todo en estos tiempos que "Urge que Él Reine".... Excelente blog... Saludos a todos los Misioneros de Cristo...

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