martes, 29 de mayo de 2012

Coronación de María... La maternidad

Estamos por concluir el mes de mayo, mes mariano por excelencia y mes en que nuestra sociedad celebra a las madres de familia.

Quiero compartir con ustedes algunas ideas que me gustaría fueran en especial para todas las mamás que lean esto. El día 31 de mayo se corona a la Virgen Madre y sabemos que, todas las mamás, merecen junto a ella una corona.

Quiero partir para esta reflexión, del texto evangélico de san Lucas 11,27-28 en donde una mujer levanta la voz para que se oiga más que la voz de Jesús y grita a los cuatro vientos: ¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron". Realmente un «Hijo» así... ¡Qué madre debía tener! De seguro aquella mujer pensó en lo feliz que sería si pudiera ser ella esa madre dichosa y quizá muchas mamás pusieran pensar lo mismo.

Creo que toda mamá puede sentir aquella dicha, pero si se completa el texto: "Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la cumplen". Sí, María es dichosa por ser la Madre de Dios pero lo es más por ser la primera que vive a la escucha de la Palabra. Ella ha escuchado la Palabra, la ha conservado en su corazón y la ha vivido profundamente. Por eso aunque durante la vida terrena no fueron ahorrados a María ni la experiencia del dolor, ni el cansancio del trabajo, ni el claroscuro de la fe. A aquella mujer del pueblo, que un día prorrumpió en alabanzas a Jesús exclamando: «Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te alimentaron», el Señor le responde así. Era el elogio de su Madre, de su fiat, del hágase sincero, entregado, cumplido hasta las últimas consecuencias, que no se manifestó en acciones aparatosas, sino en el sacrifico escondido y silencioso de cada jornada, como suele ser la vida de cada mamá.

Jesús pasó muchos años de su vida «en familia», junto a su Madre y san José creciendo como los demás niños, desarrollándose como todo adolescente, cuestionándose y preparándose como todo joven... aprendiendo a vivir.

Bien podemos desplegar las alas de la imaginación para pensarnos la vida de María como la de toda mamá, recordando aquello que dice también el Evangelio: "Su madre conservaba todo esto en su corazón". A María, como a toda mamá, le debía hacer mucha ilusión ver a Jesús aprender a caminar, crecer y llenarse de sabiduría. Me la imagino viendo en su Hijo la capacidad de estudiar y trabajar y contemplando al mismo tiempo la proximidad que aquel joven tendría con su Padre Dios. Veo también a aquella mujer fuerte que, al cabo de treinta años de haber recibido a su pequeño, le ve partir al anuncio del Reino. La veo feliz en Caná y profundamente conmovida en el Calvario al pie de la Cruz.

María, como toda mujer que ha recibido por encargo esa vocación de ser madre, vivió profundamente identificada con las ilusiones y sufrimientos de su Hijo a quien cuidó cuando fue necesario, aceptó cuando no terminaba de entenderlo y acompañó sin ser protagonista de su vida hasta recibirlo en sus brazos bajado de la Cruz, para estrenarse desde allí en la ardua tarea de seguir siendo Madre, pero ahora de los discípulos, de los creyentes, de la Iglesia.

María es ahora coronada como Reina, pero es coronada por ser Madre, por estar atenta a la Palabra y ponerla en práctica desde su condición de dar vida. Aquella historia que comenzó en Belén cuando envolvía al pequeño en pañales, se hizo vocación de totalidad en la entrega sin condiciones. La Madre, unida con Jesús por los lazos de la sangre y de la fe, ahora queda unida con la fuerza de esos mismos lazos a cada uno de nosotros que queremos vivir la Buena Nueva que su Hijo inauguró.

Que todas las mamás se sientan coronadas en María por su "Sí" al llamado del Señor cuando Él mismo les invitó a vivir esta hermosa vocación y que todas se sientan dichosas porque buscan escuchar la Palabra para ponerla en práctica. ¡Felicidades a todas las mamás!

Alfredo Delgado Rangel, M.C.I.U.

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