jueves, 5 de abril de 2012

SEMANA SANTA...Una pequeña reflexión para cada día

DOMINGO DE RAMOS.

En aquellos días coincidieron en Jerusalén todos los que esperaban un cambio político y religioso. Mucha gente esperaba un cambio, pero, como como sucede en muchos casos, cada uno esperaba eso a su manera y casi nadie reconoció al Mesías en la persona de Jesús.

La Escritura nos dice que el Señor entró a Jerusalén montado en un burro y no en una biga conducida por un auriga como solían ir los personajes importantes del imperio romano que había conquistado aquellos territorios. Cristo quería dejarnos en claro que en medio de un mundo al que le gusta sopesar y calcular todo desde lo que se tiene, o lo que se aparenta tener, el Mesías haría de entrar en nuestras vidas en sencillez para hacernos constructores de paz. Un Rey como Él, no dudó en hacerse uno como nosotros, para que pueda transformar nuestra vida por su sola gracia haciéndonos, como decía la Madre María Inés: "Almas pacíficas y pacificadoras".
Ahora nosotros, como enseña el Papa Benedicto XVI, “hemos visto y vemos todavía ahora los prodigios de Cristo: cómo lleva a hombres y mujeres a renunciar a las comodidades de su vida y a ponerse totalmente al servicio de los que sufren; cómo da a hombres y mujeres la valentía para oponerse a la violencia y a la mentira para difundir en el mundo la verdad; cómo, en secreto, induce a hombres y mujeres a hacer el bien a los demás, a suscitar la reconciliación donde había odio, a crear la paz donde reinaba la enemistad”.

Al celebrar su entrada triunfal con ramos y palmas, los creyentes nos unimos a tantos hombres y mujeres que hoy se ven perseguidos por predicar el Evangelio y por trabajar en la búsqueda de la libertad de tantas personas que sufren a causa de gente triunfalista que no ha entendido nada. El Domingo de Ramos en este 2012, puede llevarnos a pedir por tantos políticos que están en campaña y por quienes tienen autoridad para solucionar la tremenda situación de violencia que vemos a nuestro alrededor, recordando que toda autoridad viene de Dios.

JUEVES SANTO.

"Los amó hasta el extremo", así comienza el capítulo 13 del evangelio de Juan, a partir del cual, el evangelista irá presentando el cumplimiento de la obra de Jesús, la llegada de su hora, el tiempo de su glorificación. 

Este día contemplamos el gesto testimonial que busca expresar lo más importante de su predicación: amar a los demás como servidores, buscar el bien de los otros por encima del propio, enseñar con el ejemplo de vida.Este día se celebra el día del AMOR. Es el día en que el Maestro se entrega en el servicio humilde y sacerdotal lavando los pies a sus apóstoles y quedándose para siempre en el signo pobre y sencillo de la Eucaristía para manifestarse siempre en el amor. El gesto de Jesús nos invita también a nosotros a ponernos al servicio de los de los que más nos necesitan, los que están a nuestro lado y al mismo tiempo nos hace correr al encuentro de aquellos con los que nadie quiere ir sin buscar pretensiones de triunfalismo y sin herir susceptibilidades.

Hace unos días el Señor se dejaba ungir los pies con un perfume caro acogiendo el gesto de María con sensibilidad y gratitud, ahora es él quien tiene el detalle de lavar los pies a los suyos para dejar el aroma de su entrega por nuestra libertad. Al lavar los pies a los discípulos, el Mesías estaba aceptando lo sucio, lo poco agradable de nuestra condición humana amando a los suyos como son y esperando una transformación al amar.

Muchos aprovechan estos días santos para descansar, ojalá y en este descanso haya un espacio de tiempo para encontrar al Señor en un rato de intimidad, porque la fe es para ser vivida y practicada, no sirve ni basta decir "Señor, Señor" (como nos enseña la parábola de la casa edificada sobre piedra, ver Mt. 7). Jesús quiere e invita a sus discípulos a demostrar con gestos y actitudes nuevas el conocimiento de las cosas de Dios que hay en nuestro corazón. En esto se encuentra la felicidad, el sentido pleno de la existencia: en vivir para los demás como servidores amando como Él.

Evidentemente la propuesta de Jesús no tiene nada que ver con el modelo de felicidad y de «amor» que nos propone la sociedad de nuestros días… ¿es díficil vivir esto? ¿cómo podemos vivir este mandato del amor a los demás en la vida concreta de todos los días? Cristo se ha quedado en la Eucaristía para ser, como dice Madre Inés: "La misión de Jesús visible en el mundo ya terminó, él ya acabó su carrera, más se quedó en la Eucaristía hasta la consumación de los siglos para seguir desde allí siendo el promotor, el auxiliador, el sostén, el refrigerio, el guía, el consuelo de todos aquellos que quieren como él: Pasar por el mundo haciendo el bien". A través del sacerdocio ministerial la presencia eucarística del Señor llega hasta los últimos rincones del mundo.

VIERNES SANTO.


El Señor sabía el resultado del juicio que se le haría. Sabía que estaba condenado por un mundo que vive en la injusticia y da gran espacio a la maldad. Eso lo saben también hoy muchas personas que son juzgadas injustamente.La pregunta para la reflexión del día de hoy es obvia: ¿Por qué tenía que ser así? La respuesta más profunda y válida solamente Dios puede darla, pues pisamos el terreno insondable de la voluntad divina y su proyecto eterno de redención realizado en Cristo. “Por nosotros y por nuestra salvación”, como decimos en el credo, es la razón teológica que nuestra fe nos descubre para explicar y entender toda la vida de Jesús desde la encarnación a su pasión, muerte y resurrección.

Creemos y decimos que la cruz es la señal del cristiano no por masoquismo espiritual, sino porque la cruz es fuente de vida y de liberación total, como signo que es del amor de Dios al hombre por medio de Jesucristo. El amor que testimonia su cruz es la única fuerza capaz de cambiar el mundo, si los que nos decimos sus discípulos seguimos su ejemplo. Junto a la Cruz de Jesús estaban su

Madre y las otras mujeres con Juan, nosotros también, el día de hoy, podemos estar allí para pedir, como hacía la Madre Inés: "Que su Sangre preciosa se derrame sobre nosotros y nos purifique. Ella decía que el Padre nos puso en manos de su Hijo, como una joya de inapreciable valor, puesto que dio toda su Sangre por nosotros; nos conquistó a fuerza de amor, ¡de exceso de amor!… desde el pesebre hasta la cruz…"

Este día de silencio puede ser una oportunidad especial para hacer un análisis de nuestra vida y tomar la seria determinación, librándonos de palabrerías inútiles, de ponerse del lado del Señor Crucificado buscando cómo colaborar para transformar en oportunidad y estímulo el dolor que oprime hoy a la humanidad.

SÁBADO SANTO.

Hoy es un día de silencio en la Iglesia: Cristo yace en el sepulcro y la Iglesia medita, admirada, lo que ha hecho por nosotros este Señor nuestro. Ante el silencio y la oscuridad del sepulcro, el mundo guarda silencio para aprender del Maestro, y al contemplar su cuerpo destrozado está a la expectativa de un acontecimiento luminoso: La vida total y definitiva que estamos esperando renovará la vida de cada día.

El Sábado Santo no es propiamente una jornada triste. El Señor ha vencido al demonio y al pecado, y dentro de pocas horas vencerá también a la muerte con su gloriosa Resurrección. Nos ha reconciliado con el Padre celestial: ¡ya somos hijos de Dios! Dice Madre Inés que, "habiéndose entregado por nosotros hasta la muerte de cruz, en un amor inmenso, espera en retorno todo el amor de que seamos capaces. Es necesario entonces que hagamos propósitos de agradecimiento, que tengamos la seguridad de que superaremos todos los obstáculos, sean del tipo que sean, si nos mantenemos bien unidos a Jesús por la oración y los sacramentos".

El Sábado Santo, con los sagrarios vacíos y las imágenes cubiertas, es una oportunidad para meditar en lo que es la ausencia de Dios, en la fealdad del pecado, que nos aleja de Dios, nos hace perder la visión sobrenatural de los acontecimientos y la oportunidad de llegar al Cielo. Hoy podemos ofrecer a la Santísima Virgen nuestras vidas y decirle que el sacrificio de su hijo Jesucristo y su dolor no fueron en vano.

VIGILIA PASCUAL.

Esta noche solemne la Vigilia Pascual nos ofrece una visión global del paso y del recorrido desde la creación hasta la «Nueva Creación». Se nos presentan unas perspectivas de la Historia de la Salvación desde la creación del mundo hasta la plenitud. Con la encarnación y la resurrección de Jesús, todo el mundo sufre una revolución y a la vez se capacita para tomar parte de la plenitud y soberanía del mismo Señor resucitado, con una nueva y mejor forma de existencia.

Cristo es el primer fruto de esa nueva creación. Su vida, que culmina con su resurrección y glorificación por el Padre, es como la anticipación que deja entrever lo que todavía queda por hacer, y lo que aún falta a la creación y a la humanidad en todas las dimensiones de la existencia. Con la resurrección de Jesús empieza el futuro escatológico, es decir, la plenitud y perfección de paz, de bien, de amor, de vida, de justicia, que serán el Reino de Dios ya realizado; que ya ahora vivimos como inicio y en crecimiento, y que entonces llegará al término definitivo y perfecto.

Este término definitivo y perfecto no se realizará hasta que llegue "el día del Señor". Mientras, vivimos en la realidad de lo que somos y poseemos, con la esperanza de lo que tendremos y seremos. Para llegar, como Cristo a la resurrección, se necesita una vida y una lucha. Por eso

Cuando salgamos esta noche de la celebración de la Vigilia, tenemos que ser testigos de esta Resurrección porque, como dice Madre Inés: "El día de la Resurrección del Señor no es de ayer y no tiene ocaso, es de hoy y para siempre". 

Esta noche podemos unirnos a Su Santidad Benedicto XVI que dice en oración: Concédenos la humilde sencillez de la fe que no se desconcierta cuando tú nos llamas a la hora de las tinieblas y del abandono, cuando todo parece inconsistente. En esta época en que tus cosas parecen estar librando una batalla mortal, concédenos luz suficiente para no perderte; luz suficiente para poder iluminar a los otros que también lo necesitan. Haz que el misterio de tu alegría pascual resplandezca en nuestros días como el alba, haz que seamos realmente hombres pascuales en medio del sábado santo de la historia.

DOMINGO DE PASCUA.

Hoy estalla la fecundidad de Dios en su infinita misericordia. Tanto amor no podía ser vencido por el odio, la envidia y toda la malicia de la humanidad. Tanta entrega no podía ser contenida en un sepulcro de muerte inútil y fatal. Tanta misericordia no podía no despertar de su anonadamiento trágico. También hoy es Dios quien perpetúa su amor. También la resurrección es pura obra divina y pura expresión de amor incontenido e incontenible.

El Domingo de Resurrección o de Pascua que hemos iniciado con la Vigilia Pascual, es la fiesta más importante para todos los católicos, ya que con la Resurrección de Jesús es cuando adquiere sentido toda nuestra religión. La Resurrección es una luz para los hombres y cada cristiano debe irradiar esa misma luz a todos los hombres haciéndolos partícipes de la alegría de la Resurrección por medio de sus palabras, su testimonio y su trabajo apostólico.

Debemos estar verdaderamente alegres por la Resurrección de Jesucristo, nuestro Señor. En este tiempo de Pascua que comienza, debemos aprovechar todas las gracias que Dios nos da para crecer en nuestra fe y ser mejores cristianos. Vivamos con profundidad este tiempo. Con el Domingo de Resurrección comienza un Tiempo pascual, en el que recordamos el tiempo que Jesús permaneció con los apóstoles antes de subir a los cielos, durante la fiesta de la Ascensión.

Pasión-muerte-resurrección: una sola realidad, una sola vida, que ya no queda fuera de nuestra historia, de nuestra existencia, de nuestro mundo sino que, por el bautismo, con la inhahitación de la Santísima Trinidad, pasa a ser Vida de nuestra vida y triunfo de nuestra muerte. Dice Madre Inés: “El tiempo se acaba pronto, pero tenemos toda la eternidad para gozar sin término de un Dios que nos ama, y a quien desea ser amado, pide nuestra confianza y nuestro celo por la salvación de las almas”. ¡Aleluya! ¡Felices Pascuas! ¡Cristo ha resucitado!

Alfredo Delgado, M.C.I.U.

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