Muchos católicos de hoy dicen que la misericordia de Dios hace que no te tienes que negar a nada, que no se necesita hacer cambios en la vida, que lo único que se tiene que hacer es recibir a Cristo como Salvador y que cada quien haga como pueda, que no se necesita entonces hacer obras buenas sino solamente creer. Tal vez la teología protestante lo vea de esta manera, sobre todo en algunas sectas de moda, pero sabemos que no puede ser así... El apóstol Santiago nos deja escrito esto: «Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta» (Sant 2,26). De tal manera que la fe sin obras es una fe muerta, porque la falta de obras revela una vida que no ha sido cambiada o un corazón que espiritualmente está muerto. La fe se demuestra por las obras que hacemos. La forma como vivimos revela lo que creemos y si la fe que decimos tener, es una fe viva.
La fe es un encuentro con Jesucristo, con Dios, y por eso de allí nace el deseo de hacer obras buenas que prolongan y extienden en el tiempo y en el espacio la misericordia de Dios. Por eso una fe sin obras, una fe que no te implique, que no te lleve a realizar buenas obras, no es fe. Solo palabras y nada más que palabras. Pidamos, por intercesión de María, que nos pone el ejemplo con su delicadeza en las Bodas de Caná, que estemos atentos para no dejar pasar las ocasiones en las que podamos hacer buenas obras. ¡Bendecido sábado!
Padre Alfredo.
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