martes, 30 de agosto de 2016

«PAN DE VIDA, ALIMENTO PARA EL ALMA»... ... Hora Santa 29. (Para vivir en comunión con Jesús)


Monitor: El Señor Jesús, en el Evangelio de san Juan, nos ha dejado unas palabras que hoy, ante la presencia de Jesús Eucaristía, abren nuestra reflexión para estos momentos de oración: «Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí (Jn. 6,57). Buscando tener vida en abundancia para vivir para Cristo y nuestros hermanos pongámonos de pie para recibir a Jesús Eucaristía, Pan de Vida, alimento para el alma.


CANTO INICIAL:
«ESTÁS AQUÍ»

Estás aquí, aunque no te pueda ver, 
pues escondes tu gloria y majestad. 
Estás aquí, revestido solamente del amor, 
bajo la forma de un pan. 

Con sencillez, te me vienes a entregar 
y en mi interior, vas haciendo maravillas, 
corazón con corazón, en profunda comunión, 
me haces templo de la Santa Trinidad (2). 

Ven y cena conmigo, ven y mora en mi hogar, 
ven y nunca me dejes, pues sin ti me moriría, 
me haz herido con tu amor, ven y mora en mi interior, 
de ti quiero comulgar señor (2) .

(Se hace la exposición del Santísimo como de costumbre)

Lector 1: Como Jesús vive del Padre y para el Padre, así, comulgando el santo misterio de su Cuerpo y de su Sangre, nosotros vivimos de Jesús y para Jesús.
Lector 2: Hoy estamos ante Jesús Eucaristía para dar gracias por este alimento que nos llena de vida para darla a los demás.
Lector 1: Somos discípulos-misioneros que no podemos pensar en tenerte, Señor Jesús, solo para quedarte con nosotros sin llevarte a los demás.
Lector 2: Aquí, en adoración, acompañados de tu Madre Santísima, queremos que nos des vida, y vida en abundancia para darla a los demás.
Lectores 1 y 2: Tú eres, Señor, el Pan de vida.

(Momentos de silencio para meditar.)


CANTO PARA MEDITAR:
«SEÑOR, ¿A QUIÉN IREMOS?»

¿Señor, A Quién Iremos? 
Tú Tienes Palabras De Vida, 
nosotros Hemos Creído, 
que Tú Eres El Hijo De Dios... 

Soy El Pan Que Os Dá La Vida Eterna; 
El Que Viene a Mí No Tendrá Hambre, 
El Que Viene a No Tendrá Sed: 
Así Ha Hablado Jesús... 

¿Señor, A Quién Iremos?...

No Busqueis Alimento Que Perece, 
Sino Aquel Que Perdura Eternamente; 
El Que Ofrece El Hijo Del Hombre, 
Que El Padre Os Ha Enviado... 

¿Señor, A Quién Iremos?...

Pues Si Yo He Bajado Del Cielo, 
No Es Para Hacer Mi Voluntad, 
Sino La Voluntad De Mi Padre, 
Que Es Dar Al Mundo La Vida... 
¿Señor, A Quién Iremos?... 

El Que Viene Al Banquete De Mi Cuerpo, 
En Mi Vive Y Yo Vivo En El, 
Brotará En Él La Vida Eterna, 
Y Yo Lo Resusitaré... 

¿Señor, A Quién Iremos?...

(Momentos de silencio para meditar.)

Monitor: Entonemos el canto del Aleluya para escuchar luego la palabra del Señor. Nos ponemos en pie.

(Se entona un canto de Aleluya y si está presente un Presbítero, un Diácono o un Lector instituido, le corresponde hacer la lectura del Evangelio, en otro caso, puede ser leído por otra persona designada para el caso.)

Del Evangelio según San Juan.                                                          (Jn 6,27-35).

En aquel tiempo dijo Jesús: 27 «Trabajen, no por el alimento de un día, sino por el alimento que permanece y da vida eterna. Este se lo dará el Hijo del hombre; él ha sido marcado con el sello del Padre.» 28 Entonces le preguntaron: «¿Qué tenemos que hacer para trabajar en las obras de Dios?» 29 Jesús respondió: «La obra de Dios es ésta: creer en aquel que Dios ha enviado.» 30 Le dijeron: «¿Qué puedes hacer? ¿Qué señal milagrosa haces tú, para que la veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? 31 Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, según dice la Escritura: Se les dio a comer pan del cielo.» 32 Jesús contestó: «En verdad les digo: No fue Moisés quien les dio el pan del cielo. Es mi Padre el que les da el verdadero pan del cielo. 33 El pan que Dios da es Aquel que baja del cielo y que da vida al mundo.» 34 Ellos dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan.» 35 Jesús les dijo: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí nunca tendrá hambre y el que cree en mí nunca tendrá sed. Palabra de Dios.

(Si está presente un sacerdote o diácono se puede tener en este momento una breve homilía.)

Monitor: Respondamos ahora a la Palabra con el salmo 77 y digamos todos:
R/. El Señor les dio pan del cielo.

Lectores 1 y 2:
Lo que oímos y aprendimos,
lo que nuestros padres nos contaron,
lo contaremos a la futura generación:
Las alabanzas del Señor, su poder,
las maravillas que realizó.

R/. El Señor les dio pan del cielo.

Lector 1:
Dio orden a las altas nubes,
abrió las compuertas del cielo:
Hizo llover sobre ellos maná,
les dio pan del cielo.

R/. El Señor les dio pan del cielo.

Lector 2:
El hombre comió pan de ángeles,
el Señor les mandó provisiones hasta la hartura.
Los hizo entrar por las santas fronteras
hasta el monte que su diestra había adquirido.

R/. El Señor les dio pan del cielo.

(Momentos de silencio para meditar.)

Monitor: La unión con el Señor Jesucristo, que está vivo y se ha quedado en la Eucaristía, no puede darse si no es por medio del amor; gracias al cual, conservando Dios su naturaleza y nosotros la nuestra, dos seres vivientes, él el Creador y yo la criatura, nos fundimos para ser uno, como el Padre y Jesús son uno.
Lector 2: Conservando nuestra propia identidad, Tú, Señor Jesús, nos alimentas para fortalecernos, para darnos vida.
Lector 1: Comulgamos plena y definitivamente contigo, Señor Jesús, que te has entregado a nosotros en el Pan Eucarístico, solo cuando llegamos a decirle, con simplicidad y sinceridad de corazón como Pedro: «Señor, tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo» (Jn. 21, 16).
Lector 2: Nosotros entramos en comunión misteriosa contigo, y a través de Ti, Señor, con toda la Trinidad: con el Padre, mediante tu alimento, en el Espíritu Santo.
Lector 1: Toda la Santísima Trinidad está presente, aunque invisible, en estos momentos de oración.
Lector 2: Te contemplamos, Señor Jesús, aquí en el atar, eres el mismo Cristo indiviso queme invita a ser alimento para hermano que está junto a mí cada día. Tú nos dices: «Denles ustedes de comer».


CANTO PARA MEDITAR:
«EL PAN SABROSO»

Qué bueno es el Pan que Tú nos das,
regalo de tu amor, Jesús.
Qué bueno es el Pan que Tú nos das,
el Pan sabroso que  eres Tú.

Tú que hartaste a tu pueblo en el desierto,
danos pan y esperanza en el camino.

Qué bueno es...

Tú, Señor, que los panes multiplicas,
toma en tus manos nuestras ansias e ilusiones.

Qué bueno es...

En el largo recorrer de nuestra ruta
sólo Tú podrás salvar la fe del cielo.

Qué bueno es...

No nos sacian las migajas de placeres
que a su paso va ofreciendo nuestra vida.

Qué bueno es...

Momentos de silencio para meditar.

Monitor: Señor Jesús, alimento de nuestras almas en la Eucaristía, Tú nos invitas a gozar de tu presencia en estos ricos momentos de adoración. Escucha nuestras súplicas y bendice nuestro ser y quehacer para que nunca nos falte el alimento de tu Palabra y de tu Eucaristía:

R/. Tú eres, Señor, el Pan de vida.

Danos tu bendición y concédenos todas las gracias, que necesitamos, para amarte y servirte con la mayor fidelidad. R/. 

Bendice, Señor, a nuestro Santísimo Padre el Papa, vuestro Vicario en la tierra; ilumínale, santifícale y líbrale de todos sus enemigos para que nos siga alimentando de Ti. R/. 

Bendice a la Iglesia haz que tu luz brille en todas las naciones; y que todos te conozcan y te amen. R/. 

Bendice a los sacerdotes, santifícalos y multiplícalos. R/. 

Bendice y protege a nuestra nación. R/. 

Bendice a todos nuestros familiares y amigos y concédeles la bienaventuranza eterna. R/. 

Bendice a los que nos han ofendido y cólmalos de beneficios. R/. 

Bendice a todos los deprimidos, los angustiados, los que se encuentran solos y haz que vivan todos en tu gracia y amistad y que un día nos reunamos con ellos en la Gloria. R/. 

Da el descanso eterno a todas las almas de los fieles difuntos que están en el Purgatorio. R/. 

Da la salud a los enfermos. Convierte a todos los pecadores. Danos a todos tu divino amor, para que la fe que nos impide ahora ver tu santísimo rostro se convierta un día en luz esplendorosa en la Gloria, donde en unidad con el Padre y el Espíritu Santo te alabemos y bendigamos por los siglos de los siglos. Amén.

Monitor: Dentro de un rato volveremos a las ocupaciones habituales de cada día, pero vamos alimentados con esta oración ante Ti, Señor, Pan de vida. . En el trabajo y en el descanso, nos acordaremos de Ti, y procuraremos vivir con la dignidad que merece tu amistad divina.


CANTO PARA RECIBIR LA BENDICIÓN CON EL SANTÍSIMO:
«ADORO TE DEVOTE»

Adoro te devote, latens déitas, 
que sub is figuris vere látitas.
Tibi se cor meum totum súbiicit,
quia te contémplans totum déficit

Visus, tactus, gustus in te fállitur,
sed audítu solo tuto créditur;
credo quidquid dixit Dei Filius:
nil hoc verbo veritátis vérius

In Cruce latebat sola déitas,
at hic latet simul et humánitas;
ambo tamem crédens atque cónfitens,
peto quod petivit latro póenintens.

Plagas, sicut Thomas, non intúeor,
Deum tamen meum te confíteor;
fac me tibi semper magis crédere,
in te spem habere, te dilígere.

¡O memoriále mortis Dómini!
Panis vivus, vitae praestans hómini;
praesta meae menti de te vívere,
et te illi semper dulce sápere.

Pie pellicáne, Iesu Dómine,
me immundum munda tuo sánguine;
cuis una stilla salvum fácere
totum mundum quit ab omni scélere.

Iesu, quem velatum nunc aspicio,
oro, fiat illud quod tam sítio;
ut te reveláta cernens fácie,
visu sim beátus tuae glóriae. 
Amen.

Ministro: Nos diste, Señor, el Pan del cielo,
Todos: Que en sí contiene todas las delicias.

Ministro: Señor nuestro Jesucristo, que en este admirable Sacramento nos dejaste el memorial de tu pasión concédenos, venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente los frutos de tu Redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén

(Si está presente un sacerdote o diácono, se dará la bendición del forma acostumbrada, de otra manera, se hace la reserva).

Alabanzas al Santísimo Sacramento en reparación de las blasfemias

Bendito sea Dios.
Bendito sea su Santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendita sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Consolador.
Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el Nombre de María, Virgen y Madre.
Bendito sea San José, su castísimo esposo.
Bendito sea Dios, en sus Ángeles y en sus Santos.


CANTO PARA MEDITAR:
«EL PAN SABROSO»

Yo soy el Pan de vida
El que viene a mi no tendrá hambre
El que cree en mi no tendrá sed
Nadie viene a mi, si el Padre no lo llama.

Yo lo resucitaré, yo lo resucitaré,

Yo lo resucitaré, en el día final.

El Pan que yo daré, 
es mi Cuerpo, vida del mundo. 
El que coma de mi carne tendrá vida eterna, 
tendrá vida eterna. 

Yo lo resucitaré...

Mientras no comas 
el Cuerpo del hijo del hombre, 
y bebas de su sangre, y bebas de su sangre, 
no tendrás vida en ti. 

Yo lo resucitaré...

lunes, 22 de agosto de 2016

A prayer for vocation…


Lord Jesus,

you said to your disciples:

«The harvest indeed is great

but the labourers are few.»

We ask that we may know

and follow you have called us.

We pray for those called to serve:

those you are calling now,

and those you will call in the future.

May they be open and responsive

to the call of serving your people.

Amen.

For your consideration…

miércoles, 17 de agosto de 2016

LETTERA APOSTOLICA* in forma di Motu Proprio con cui si istituisce il Dicastero per i Laici, la Famiglia e la Vita...


La Chiesa, madre premurosa, ha sempre, lungo i secoli, avuto cura e riguardo per i laici, la famiglia e la vita, manifestando l’amore del Salvatore misericordioso verso l’umanità. Noi stessi, avendo questo ben presente in ragione del Nostro ufficio di Pastore del gregge del Signore, ci adoperiamo prontamente a disporre ogni cosa perché le ricchezze di Cristo Gesù si riversino appropriatamente e con profusione tra i fedeli.

A tal fine, provvediamo sollecitamente a che i Dicasteri della Curia Romana siano conformati alle situazioni del nostro tempo e si adattino alle necessità della Chiesa universale. In particolare, il Nostro pensiero si rivolge ai laici, alla famiglia e alla vita, a cui desideriamo offrire sostegno e aiuto, perché siano testimonianza attiva del Vangelo nel nostro tempo e espressione della bontà del Redentore.

Pertanto, dopo avere accuratamente valutato ogni cosa, con la Nostra autorità Apostolica istituiamo il Dicastero per i Laici, la Famiglia e la Vita, che sarà disciplinato da speciali Statuti. Competenze e funzioni finora appartenuti al Pontificio Consiglio per i Laici e al Pontificio Consiglio per la Famiglia, saranno trasferiti a questo Dicastero dal prossimo 1° settembre, con definitiva cessazione dei suddetti Pontifici Consigli.

Quanto stabilito desideriamo che abbia valore ora e in futuro, nonostante qualsiasi cosa contraria.
In Roma, presso San Pietro, sotto l’anello del Pescatore, 15 agosto 2016, nella solennità dell’Assunzione della Beata Vergine Maria, Giubileo della Misericordia, anno IV del Nostro Pontificato.

FRANCESCO

* Copia dell'originale latino

lunes, 8 de agosto de 2016

«LAS OBRAS DE MISERICORDIA»... Una breve reflexión sobre la práctica de las mismas

La palabra «MISERICORDIA» viene de las palabras latinas «miserium» que significa miseria y «cor» que significa corazón. Así, el significado de la palabra es: «CORAZÓN COMPASIVO». La misericordia es fruto del amor que impulsa a la compasión de la miseria e impulsa a socorrerla con los medios que se tenga al alcance (cf Ef 4,32). La persona misericordiosa siempre busca la felicidad del otro y es capaz de compenetrarse  intensamente —ponerse en los zapatos— en los sentimientos del prójimo (cf 1 Pe 3,8). La beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento habla muchas veces de «Miseria», que, en el sentido original de la palabra, significa también estar sin protección, abandonado, expuesto al peligro y sin casa. Este género de «Miseria», forma parte siempre de todo tipo de necesidad. La «Misericordia» trata de ponerle remedio dando con amor, además de hospitalidad y ayuda, también seguridad y protección asemejándonos a Dios, que es rico en misericordia.

La práctica de las obras de misericordia, es algo vital en la vida de todo cristiano, porque es la manera de manifestar externamente, mediante la beneficencia esta gran virtud de la misericordia. Sabemos que las obras de misericordia son 14 y se dividen en 7 corporales y 7 espirituales. Las obras de misericordia corporales, se hallan vinculadas al discurso de Jesús sobre el juicio universal (cf. Mt 25, 31-46) y a las buenas obras del piadoso israelita Tobías durante su exilio (cf. Tob 1,19ss; 2,9). Las obras de misericordia corporales son: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al foratero, asistir al enfermo, visitar a los presos y enterrar a los muertos. El ámbito de las obras espirituales de misericordia, está construido, en cambio, por todas las necesidades del espíritu. La lista de estas obras calca, evidentemente, la de las obras corporales. Cambia la formulación, pero el contenido permanece el mismo. Las obras de misericordia espirituales son: dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia los defectos del prójimo y orar por los vivos y difuntos.

Las obras de misericordia son todas aquellas acciones caritativas mediante las cuales nos acercamos al prójimo poniéndonos en sus zapatos para ayudarle en sus necesidades espirituales y corporales (cf. Is 58,6-7; Heb 13,13). El practicar constantemente estas obras de misericordia es de vital importancia, porque nos ayuda a despertar y examinar nuestra conciencia, nos hace entrar más y más en el corazón del Evangelio y a imitar a Cristo. La beata María Inés Teresa repetía constantemente: «Jesús manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo» y es que vivía sumergida en la práctica de esta virtud. En uno de sus escritos, sobre las bienaventuranzas, hablando de las obras de misericordia apunta: «El alma misericordiosa se asemeja un tanto a la luz, que la baña con sus rayos; y no se mancha, al contrario, sale de allí más límpida y radiante, porque ha obrado un acto de misericordia, aun cuando aquella alma a la que se ha acercado sea un lodazal de pecados graves. Qué gloria para Jesús el rescatar una alma para él. ¡Le hemos costado tanto!».

Alfredo Delgado, M.C.I.U.

lunes, 1 de agosto de 2016

¿QUÉ HA PASADO CON LA NUEVA EVANGELIZACIÓN?...

San Juan Pablo II la pidió, Benedicto XVI la impulsó y Francisco la está echando a andar. Aquel anhelo que empezó en Haití en 1983, cuando san Juan Pablo II lanzó el grito de invitación a vivir una nueva evangelización, da la impresión de que no se ha estrenado. Evidentemente la evangelización, en sí, será siempre la misma. Vale para eso recordar la definición que nos presenta el Documento Evangelii Nuntiandi —un clásico de la espiritualidad misionera— tan apreciado por la beata María Inés Teresa y por tantos misioneros de su época: «Como núcleo y centro de su Buena Nueva, Jesús anuncia la salvación, ese gran don de Dios que es liberación de todo lo que oprime al hombre, pero que es, sobre todo, liberación del pecado y del maligno, dentro de la alegría de conocer a Dios y de ser conocido por Él, de verlo, de entregarse a Él. Todo esto tiene su arranque durante la vida de Cristo y se logra de manera definitiva por su muerte y resurrección; pero debe ser plenamente realizado el día de la venida final del mismo Cristo, cosa que nadie sabe cuándo tendrá lugar, a excepción del Padre» (E.N. 9).

No ha habido ni habrá jamás una novedad mayor que la muerte y resurrección de Jesucristo, por eso la evangelización es y será siempre nueva. «Jesucristo es el mismo hoy, ayer y siempre» (Heb 13,8). La evangelización, en nuestros tiempos, es nueva, porque a su servicio se ponen todos los nuevos medios científico-técnicos de que se dispone, especialmente las redes sociales en Internet. La novedad está también en que la Iglesia tiene que infundir en las venas del hombre de hoy, la virtud perenne, vital y divina del Evangelio, que debe ser presentado como el mensaje central salvador para cada generación.

El hombre de hoy está necesitado del Evangelio, es el hombre de la post-modernidad; el hombre que antepone el «hacer» al «ser»; las cosas a las personas; lo fragmentario a lo totalizante y que vive en medio de una crisis de valores sometido a una cultura de la indiferencia y del permisivismo. El hombre de hoy es un ser que rechaza a Dios pero que al mismo tiempo emprende como una especia de carrera detrás de lo sagrado y lo confunde con la magia y la superstición. El hombre de hoy es alguien necesitado del Evangelio, porque Jesús sigue hablando, sigue enseñando, sigue cuestionando, sigue siendo gracia y conquista para todos.

Cuando se iba a acercar el año mil, la humanidad vivió una etapa de gran temor porque esperaba el fin del mundo de un momento a otro y... ¡aquí estamos! Tampoco el advenimiento del año 2,000 significó el fin del mundo aunque muchos así lo esperaban hace más de 15 o 20 años. San Juan Pablo II, que introdujo a la Iglesia al Tercer Milenio, hablaba mucho en sus discursos y documentos de este tema del Tercer Milenio. Él no se cansó de invitar a la Iglesia a lanzarse a una nueva evangelización acorde a los nuevos tiempos, a la nueva época, a las nuevas expresiones de la gente, a fin de que el mundo fuera más humano y por supuesto más cristiano. Hoy, para muchos creyentes, después de más de 2000 años —2016 para ser exactos— el Evangelio está «sin estrenar».

La larga historia de la evangelización de la humanidad, nos presenta cómo la Iglesia ha peregrinado de cultura en cultura sin identificarse jamás de un modo exclusivo con ninguna y, ahora, parecería que «la ruptura entre Evangelio y cultura es, sin duda, el drama de nuestro tiempo (cf. E.N. 20). La nueva evangelización tiene que seguir realizando un gran esfuerzo para encontrar un nuevo lenguaje antropológico que permita trasvasar el contenido fundamental del mensaje revelado a cada cultura y criticar, corregir y extirpar, los errores de las culturas que son incompatibles con el Evangelio. El modelo, por supuesto, de esta nueva evangelización, es Jesús, el Verbo encarnado; por lo tanto, la nueva evangelización no eximirá al evangelizador de las culturas locales y de la cultura universal de la incomprensión ni de la persecución —como está sucediendo actualmente en varias naciones—, porque si el modelo es Jesús, habrá de llegar al Calvario para alcanzar luego la resurrección.

Tal vez la lucha más grande y la persecución más intensa, se viva en la indiferencia religiosa reinante en el mundo de hoy en un gran número de personas «bautizadas», que resulta altamente desconcertante pero que nos hace pensar en algo... ¡la fe cristiana no es hereditaria! La fe nace, vive y renace gracias a la palabra o al testimonio del evangelizador, un evangelizador que se ha dejado «tocar» por Cristo y presenta con premura, la alegría del Evangelio. La evangelización, en cuanto tal, es una continuidad viviente desde el anuncio mismo de Jesús —pasando por la predicación apostólica— hasta llegar a los evangelizadores propios de cada pueblo y nación.

Creo que somos muchos los que vamos viendo claramente que la renovación y el seguir trabajando en la nueva evangelización, no es un mero capricho. La nueva evangelización es un imperativo fundamental del Nuevo Testamento. San Pablo no se cansó de repetirlo a aquellas primeras comunidades de creyentes: «Renueven el espíritu de su mente y revístanse del hombre nuevo» (Ef 4,23). «No se acomoden al mundo presente, antes bien, transfórmense mediante la renovación de su mente, de forma que puedan distinguir cuál es la voluntad de Dios» (Rm 12,2). El estar escuchando hablar de la nueva evangelización nos debe surgir la necesidad de buscar una fidelidad más radical al contenido mismo de la evangelización.

Ante esta nueva evangelización, en la que estamos inmiscuidos desde tiempos de san Juan Pablo II, no podemos ser infieles al contenido del mensaje y deformarlo con doctrinas propias. No podemos «rebajar» el Evangelio a mera publicidad; no podemos vivir nuestro compromiso bautismal como negocio, regateando para alcanzar la salvación; no podemos ser infieles a los destinatarios; no podemos ser infieles a Jesús. Solamente en Cristo, camino, verdad y vida (Jn 14,6). Solamente en Él, el Señor de la historia, el Dios con entrañas de misericordia, encontraremos la clave para interpretar correctamente los signos de los tiempos y vivir la nueva evangelización.

El tiempo propicio para la nueva evangelización ha llegado ya. El Tercer Milenio va avanzado y los evangelizadores que se necesitan para llevar a todos esta nueva evangelización somos nosotros... ¡y somos un poco más de doce, como los primeros! Decía la Beata María Inés: «Que se conviertan todos, Señor, ¡que todos te amen!... ¡pero pronto! Mi corazón no puede sufrir más que se robe a Dios toda la gloria que esas almas, hechas a imagen y semejanza tuya, pudieran darle si le conocieran» (Lira del Corazón). Y para esto no necesitas más, ¿me permites que te diga?, que tomar instrumentos que quieran dejarse hacer en tus manos creadoras. Por mí aquí me tienes; yo quiero dejarme manejar por Ti... Señor, mi fuerza, mi poder, mi confianza, mi fe ciega, está en mi miseria, puesta al servicio de tu misericordia. Con esto lo digo todo» (Lira del Corazón).

Dejemos que etas últimas palabras de la Beata María Inés Teresa, resuenen en nuestro corazón y nos inviten a empezar la nueva evangelización viviendo el Evangelio.

Alfredo Delgado Rangel, M.C.I.U.