miércoles, 25 de noviembre de 2015

«LA CORONA DE ADVIENTO»... Una celebración para cada domingo en este tiempo litúrgico


BENDICIÓN DE LA CORONA DE ADVIENTO
Y ORACIÓN PARA CADA SEMANA
HASTA NAVIDAD

“La Tierra, Señor, se alegra en estos días y tu Iglesia desborda de gozo ante tu Hijo, el Señor que se avecina como luz esplendorosa, para iluminar a los que están en las tinieblas del egoísmo, del dolor y del pecado.

Llenos de esperanza en su venida hemos preparado con gran cariño esta corona, la hemos hecho, en lo posible, con elementos naturales, para que nos acompañe en nuestra parroquia (familia, grupo, clase, colegio) en este tiempo de preparación para la venida de tu Hijo en Navidad.

Te damos gracias, Señor, por enviarnos a tu Hijo a salvarnos y te pedimos ayuda para preparar nuestro corazón a la venida de Cristo. Amén.Te pedimos Señor que al ir encendiendo cada semana estas velas nos ilumines a todos nosotros con ese esplendor de aquel que, por su luz del mundo, iluminará todas las oscuridades. Él que vive y reina por los siglos de los siglos”. Amén.

ORACIÓN PARA ENCENDER LA PRIMERA VELA DE LA CORONA:
Primer domingo de adviento.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Adán y Eva se dejaron engañar por el demonio al pensar que podían saber más que Dios y hacer lo que Él había prohibido. Así comenzó el desarrollo del pecado en el mundo y todo se volvió obscuridad para el hombre, pues el pecado nos aleja de Dios. Pero Dios prometió enviarnos a un Salvador. (cf, Gn 3).En esta primera semana del Adviento queremos levantarnos para esperarte preparados, para recibirte con alegría Señor. Muchas sombras nos envuelven. Muchos halagos nos adormecen. Queremos estar despiertos y vigilantes, porque tú nos traes la luz más clara, la paz más profunda y la alegría más verdadera que vence la oscuridad del pecado.

Encendemos, Señor, esta luz, como aquel que enciende su lámpara para salir en la noche, al encuentro del amigo que ya viene.

Se enciende la primera vela.

Cada miembro de la familia puede compartir cuáles son sus propósitos para esta semana.

Oración: Que esta corona nos ayude a preparar los corazones de cada uno de los que formamos la familia para tu llegada el día de Navidad. Te lo pedimos, Señor, a Ti que vives y reinas, por los siglos de los siglos. Amén.

CANTO: «CAMINAMOS»

Caminamos hacia el sol, esperando la verdad.
La mentira, la opresión, cuando vengas cesarán.

Llegará con la luz la esperada libertad. (bis)

Construimos hoy la paz, en la lucha y el dolor,
nuestro mundo surge ya, a la espera del Señor.

Llegará con la luz la esperada libertad. (bis)

Te esperamos, Tú vendrás, a librarnos del temor.
La alegría, la amistad, son ya signos de tu amor.

ORACIÓN PARA ENCENDER LA SEGUNDA VELA DE LA CORONA:
Segundo Domingo de Adviento.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

En la historia de Noé (cf. Gn 6-9), se ve como el pecado se fue extendiendo en el mundo y los hombres cada vez más se olvidaban de su amor y mandamientos. El arca de Noé nos recuerda el deseo de Dios de salvar a los hombres. El arco iris es el símbolo que nos recuerda el amor de Dios hacia los hombres.

Encendemos, Señor, la segunda vela, que es la vela de la promesa de Navidad, de la promesa de la venida del Salvador.

Se enciende la segunda vela. La primera vela se ha encendido antes de iniciar la celebración.

Cada miembro de la familia puede compartir cuáles son sus propósitos para esta semana.

Oración: Te pedimos que nos ayudes a no alejarnos de Ti por las cosas materiales, las prisas, los regalos. Te pedimos nos ayudes a vivir cerca de Ti estos días y siempre. Te damos gracias Señor por mandarnos a tu Hijo a salvarnos y te pedimos ayuda para preparar nuestro corazón para su venida. Amén.

CANTO: «VEN, VEN SEÑOR NO TARDES».

Ven, ven Señor, no tardes.
Ven, ven que te esperamos.
Ven, ven Señor, no tardes.
Ven pronto Señor.

El mundo muere de frío,
el alma perdió el calor,
los hombres no son hermanos,
el mundo no tiene amor.

Ven, ven Señor, no tardes...

Envuelto en sombría noche,
el mundo sin paz no ve,
buscando va una esperanza,
buscando, Señor, tu fe.

Ven, ven Señor, no tardes...

Al mundo le falta vida,
al mundo le falta luz,
al mundo le falta cielo,
al mundo le faltas Tú.

Ven, ven Señor, no tardes...


ORACIÓN PARA ENCENDER LA TERCERA VELA DE LA CORONA:
Tercer domingo de Adviento

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Moisés (cf. los libros de Éxodo y Deuteronomio) fue escogido por Dios para liberar a su pueblo de la esclavitud en Egipto. Este es un símbolo de la liberación del pecado por la venida de Jesús al mundo. Más adelante, Dios da los diez mandamientos a Moisés en el monte Sinaí, con los que nos muestra el camino para la salvación y se abre una luz en la vida de los hombres.

Encendemos, Señor, la tercera vela, que es la vela que nos recuerda el compromiso que tenemos de cumplir los mandamientos para preparar así la venida del Salvador.

Se enciende la tercera vela. La primera y segunda velas se han encendido antes de iniciar la celebración.

Cada miembro de la familia puede compartir cuáles son sus propósitos para esta semana.

Oración: Te pedimos Señor nos ayudes a cumplir con tus mandamientos para poder acercarnos a Ti durante toda nuestra vida. Te damos gracias Señor por dejarnos un camino a seguir con tus mandamientos y te pedimos nos ayudes a cumplirlos para preparar nuestro corazón a tu venida. Amén.

CANTO: «VEN, SEÑOR DE LA JUSTICIA». 

Ven, Señor de la justicia
ven, Jesús, nuestra esperanza (bis).

Una voz clama en el yermo
"Preparad los caminos a Dios”
Su Verbo proclama Su Gloria
y aquellos que creen la verán.

Ven, Señor de la justicia...

El Espíritu está sobre Ti, Jesús
la Buena Nueva a los pobres traes
la libertad al cautivo,
la luz a los ciegos das.

Ven, Señor de la justicia...

Por nuestra desobediencia
entró el dolor en el mundo;
mas Tú, cargando con ella,
rescatas a la humanidad

Ven, Señor de la justicia...

Bendito seas, Dios de Israel,
porque eres fiel a Tu alianza
y has liberado a Tu pueblo
de toda injusticia y temor.


ORACIÓN PARA ENCENDER LA CUARTA VELA DE LA CORONA:
Cuarto domingo de Adviento

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Con el mensaje que el Arcángel Gabriel lleva a María (Lc 1, 26-38), se hace realidad la promesa de salvación a los hombres. Gracias al "sí" de la Virgen María, se pudieron llevar a cabo los planes de Dios para el mundo.

Encendemos, Señor, la cuarta vela, que representa la llegada de Cristo a los corazones que lo anhelan recibir como María y José.

Se enciende la cuarta  vela. Las demás velas se han encendido antes de iniciar la celebración.

Cada miembro de la familia puede compartir cuáles son sus propósitos para esta semana.

Oración: Señor, te pedimos nos ayudes a estar siempre dispuestos a dar un "sí" como  el que dio tu Madre Santísima, un "sí" a lo que nos vayas pidiendo en la vida y a lo que nos pidas en nuestras personas. Te damos gracias, Señor, por haber enviado a tu Hijo a salvarnos y por darnos una Madre en el Cielo. Amén.

CANTO: «LA VIRGEN SUEÑA CAMINOS».

LA VIRGEN SUEÑA CAMINOS,
ESTÁ A LA ESPERA,
LA VIRGEN SABE QUE EL NIÑO
ESTÁ MUY CERCA.

DE NAZARETH A BELÉN
HAY UNA SENDA,
POR ELLA VAN LOS QUE CREEN
EN LAS PROMESAS.

LOS QUE SOÑAIS Y ESPERAIS
LA BUENA NUEVA,
ABRID LAS PUERTAS AL NIÑO
QUE ESTÁ MUY CERCA.
EL SEÑOR CERCA ESTÁ, ÉL VIENE CON LA PAZ.
EL SEÑOR CERCA ESTÁ, ÉL TRAE LA VERDAD.

EN ESTOS DÍAS DEL AÑO
EL PUEBLO ESPERA
QUE VENGA PRONTO EL MESÍAS
A NUESTRA TIERRA.

EN LA CIUDAD DE BELÉN
LLAMA A LAS PUERTAS
PREGUNTA EN LAS POSADAS
Y NO HAY RESPUESTA.

LOS QUE SOÑAIS Y ESPERAIS....

LA TARDE YA LO SOSPECHA,
ESTÁ ALERTA,
EL SOL LE DICE A LA LUNA
QUE NO SE DUERMA.

A LA CIUDAD DE BELÉN
VENDRÁ LA ESTRELLA,
VENDRÁ CON TODO EL QUE QUIERA
CRUZAR FRONTERAS.

LOS QUE SOÑAIS Y ESPERAIS....

ORACIÓN PARA ENCENDER UN CIRIO Y COLOCARLO EN EL CENTRO DE LA CORONA:
Noche del 24 en la cena de Navidad

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Esta Navidad queremos aprovecharla como un tiempo de gracia, para sentir que Dios quiere habitar en este hogar y nacer en cada uno de nuestros corazones.

Encendemos la Corona de Adviento y una vela blanca: Encendemos las cuatro velas de la Corona de Adviento y una vela blanca que ponemos al centro de la corona, al lado de una imagen de la Virgen o en el pesebre.

Esperábamos la gloria deslumbrante del Señor y tú nos mandaste un tierno niño, en el silencio de la noche. Esperábamos un guerrero y tú nos has enviado un príncipe de la paz. Esperábamos al Dios fuerte y omnipotente, y tú nos has dado un manso cordero. Teníamos mucho miedo y tú nos has dado el amor, la paz y la vida. Esperábamos recibir mucho de ti y tú has superado nuestra capacidad y deseo, tú mismo te nos has dado, todo entero y para siempre

Mientras el Niño Dios pasa de mano en mano, la persona que le toca tenerlo, hace una sencilla petición y todos responden: ¡Hoy nos ha nacido el Mesías, el Señor! Se reza el Padrenuestro, el Avemaría y un Gloria.


Oración: ¡Oh Dios!, que has iluminado esta noche santa con el nacimiento de Cristo, la luz verdadera; concédenos gozar en el cielo del esplendor de su gloria a los que hemos experimentado la claridad de su presencia en la tierra. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

CANTO: «NOCHE DE PAZ».

Noche de paz, noche de amor,
todo duerme en derredor,
entre los astros que expanden su luz,
brilla anunciando al Niñito Jesús,
brilla la estrella de paz,
brilla la estrella de paz.
Noche de amor, noche de paz,
Jesús nace en un portal,
llena la tierra la paz del Señor,
llena las almas la gracia de Dios.
Porque nació el Redentor,
porque nació el Redentor.
Noche de paz, noche de amor,
todo canta en derredor.
Clara se escucha la voz celestial,
llamando al hombre al pobre portal.
Dios nos ofrece su amor,
Dios nos ofrece su amor.

Padre Alfredo.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Bienaventuranzas de la Vida Consagrada...

El año 2015 ha sido vivido como el "Año de la Vida Consagrada". Cada religioso —entre ellos yo mismo— debe preguntarse qué va quedando de la vivencia de este espacio de tiempo en nuestras vidas.

Siempre, las Bienaventuranzas (Mt 5,1ss) han marcado el ritmo de la vida del consagrado que quiere plasmar a Cristo en él y ser, como decía la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento: "una copia fiel de Jesús".

Me encontré estas "Bienaventuranzas de la Vida Consagrada" que escribió en una carta el arzobispo español Carlos Osoro (2/2/14), y las comparto con ustedes, en especial con mis hermanos y hermanas que conmigo caminan por las sendas de la Vida Consagrada:

“1) Bienaventurados quienes escuchan la llamada de Dios y descubren que son elegidos por Él, llamados por Él y se dejan guiar por su llamada.

2) Bienaventurados quienes viven con la seguridad y la certeza de que es Dios quien capacita siempre para dar una respuesta a su llamada, con compromiso de totalidad.

3) Bienaventurados los que llegan a descubrir y vivir que esa llamada tiene un contenido y una exigencia, la de que toda su vida gire en torno a Jesucristo.

4) Bienaventurados los que saben experimentar como gracia que Cristo, muerto y resucitado, es quien nos introduce en la vivencia del Reino que Él ha inaugurado.

5) Bienaventurados los que descubren y viven una vida distinta de la que se construye y se realiza con la fuerza , el poder y con las manifestaciones del mundo.

6) Bienaventurados quienes comprenden, junto al Señor, que la Vida Consagrada nos introduce en una nueva comunidad de vida, que es la Iglesia, que tiene su manifestación en vidas concretas que expresan la relación entre Cristo y la Iglesia su esposa.

7) Bienaventurados quienes son llamados a regalar el amor eterno y darlo en la manera de mirar y obrar de Cristo.

8) Bienaventurados los que saben que lo suyo viene de Dios y ello supone una dedicación total y absoluta a la gloria de Dios y al servicio de la Iglesia y para todos.”

miércoles, 18 de noviembre de 2015

¿QUÉ ES LA VIDA CONSAGRADA? Un video ilustrativo...

PARA UNA BUENA CONFESIÓN...





“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso y su palabra no está en nosotros”, 1 Juan 1,9-10.





1. La Misericordia de Dios y el perdón de los pecados.

La misericordia de Dios, llega a ser algo casi incomprensible para el ser humano, porque todos pecamos una y otra vez, nos arrepentimos y luego volvemos a cometer las mismas faltas, provocamos el enojo de Dios y sin embargo él no deja de ser misericordioso con nosotros. La misericordia divina, es la perfección del Amor, tanto así, que Él envió a su propio Hijo al mundo, permitiendo su muerte en la cruz y de este modo expiar nuestros pecados. En su justicia Dios nos condena, pero en su misericordia Él mismo nos salva.

Para muchos de los católicos no es fácil ni agradable confesarse, porque reconocerse pecador frente a un sacerdote que es igual, un pecador, parece ser algo muy humillante. Sin embargo, después de la confesión todo mundo habla de una gran paz espiritual que  restituye la amistad con Dios, aumenta la gracia santificante, refuerza la fe, aumenta la fuerza para evitar cometer mas faltas, llena de vigor el alma para no caer en la tentación y compromete al hombre y a la mujer de fe a no ofender más a Dios.

Sin embargo, después de confesarse, muchas veces sucede que la persona no se siente segura si ha hecho una buena confesión, porque ocurre que cuando está frente al confesor, los nervios o el hecho de buscar reconocer las propias faltas sin olvidar ninguna, le traicionan, y se crea un estado de confusión o temor. Más de alguna vez pasa que hay gente que piensa que ciertas cosas no son faltas y no la dice o se justifica para luego quedarse con la duda. Confesarse, entonces, no es algo agradable para la mayoría, ya que hay que desnudar el alma, manifestando lo que, ordinariamente causa vergüenza.

Con todo, ese echar hacia afuera los motivos de los propios pesares resulta, una buena ayuda para sentirse liberado y perdonado, reconociendo que no se es nunca mejor que los demás. «Todos somos pecadores» ha dicho el Papa Francisco recientemente.

Para poder recibir el sacramento de la Reconciliación, se requiere una experiencia similar a la del Hijo Pródigo (Lc 15, 11-32), de manera que se experimente internamente el vacío que supone el verse alejado de Dios. Entendemos y sabemos, a través de la Sagrada Escritura, que es la confesión de cada pecado lo que hace posible y accesible el perdón de Dios. Pero sabemos que no es la confesión de pecados concretamente lo que hace que seamos perdonados. La confesión de pecados contiene en si misma un misterio, que sobrepasa todo aquello que suponemos. La confesión expone el pecado y su raíz, de esta forma recibe su sentencia de muerte cuando es confesado. Pero es la luz, la que elimina la culpa y la fuerza del pecado y no la confesión. La confesión la coloca en la luz.

La confesión expone al pecador junto con su pecado a la Luz de Dios para que los hombres vean, también muestra cómo es el hombre en su condición de pecador y cómo es Cristo en su condición de Salvador, pues confesando y viviendo de la paz que inmediatamente se experimenta al salir de la confesión, hace que las demás personas vean en el penitente la realidad de Dios, sin que la propia persona se de cuenta de eso. 

2. Condiciones para una buena confesión.

Desde hace muchísimo siglos, la Iglesia ha enseñado que para hacer una buena confesión se
requieren cinco condiciones:

2.1 Examen de conciencia. 
2.2 Dolor de los pecados. 
2.3 Confesión verbal. 
2.4 Propósito de enmienda. 
2.5 Cumplir la penitencia.

Veamos ahora cada una de ellas:

2.1 Examen de conciencia.

Así como un buen comerciante hace inventarios con frecuencia para saber cómo va el negocio, así el buen católico que piensa en su salvación, hace un «inventario» de su vida diaria, de su ser y quehacer, para ver hacia dónde se está dirigiendo su compromiso como cristiano. Esa es la razón por la que es tan importante examinar la conciencia, para así poder acusarnos de todos los pecados que realmente hayamos cometido. Claro que a la confesión sólo se llevan los pecados, pero es conveniente que reconozcamos no sólo lo malo, sino también las cosas positivas y buenas que hemos logrado en el Señor. Se deben emplear algunos minutos previos a la confesión para este punto, tratando de repasar tanto los mandamientos de Dios como los de la Iglesia, para descubrir aquello en lo que se ha fallado.

La beata madre María Inés, examinaba su conciencia de ordinario dos veces cada día. Ella escribe: “Estoy sí, grandemente arrepentida de todos mis pecados, porque con ellos he causado mucho pesar a nuestro Señor. Los borraré todos con la sangre de Jesús en el sacramento de la penitencia, y con su gracia y de la mano de María me propongo emprender en los caminos de la santificación, una carrera de gigante.” (Ejercicios Espirituales de 1936, f. 786).

2.2 Dolor de los pecados.

Si la misericordia de Dios es lo más importante, al acercarnos al confesor —pues sin ella no podríamos conseguir jamás la justificación de nuestras culpas— hay que buscarla con sincero arrepentimiento. A esto se le llama también "dolor de corazón", pues se supone que uno tiene que experimentar un vivo sentimiento de pena por haber ofendido al Señor, nuestro Dios, que sólo quiere lo bueno para nosotros. Este sentimiento no lo podemos confundir, en forma alguna, con lo que los sicólogos llaman «complejo de culpa», que es algo enfermizo, producto de una mente perturbada, y no la consecuencia de la confrontación entre nuestra miseria y la bondad y el amor de nuestro Padre.

Algunos, por querer curar esos complejos de culpa, han tratado de arrancar los legítimos sentimientos de dolor que debe experimentar un ser humano, cuando se da cuenta de que sus pecados ofenden a Dios y le ocasionan la pérdida de la eterna felicidad. Por eso nuestra sociedad adolece —como un grave mal— de falta de lo que llamaríamos «conciencia de pecado», que es mucho peor que los complejos de culpa, porque éstos últimos pueden causar muchos problemas durante la vida presente, pero lo otro nos conducen a una ruina total y definitiva.

El dolor de los pecados debe brotar cuando descubrimos cómo Dios nos ama y lo que ha hecho para nuestra eterna salvación: enviar a su propio Hijo, para que cargando sobre sus hombros nuestros pecados, pagara la deuda que a nosotros correspondía y que, de ninguna manera, podíamos saldar.

Sobre este tema del dolor de los pecados, la beata madre María Inés Teresa nos dice: “Pongamos mucho empeño en evitar la menor falta deliberada, pero aun cuando hayamos cometido alguna falta, corramos a sus brazos, confesémosle nuestra miseria llenos de paz, pidámosle perdón y esperemos su beso de reconciliación”. (Carta colectiva del 24 de abril de 1953 en altamar).

2.3 Confesión verbal.

Esto es, quizás, lo que mucha gente encuentra más difícil, por cuanto supone manifestar lo que hemos hecho de malo. Pero, ¡qué bien nos sentimos cuando, habiendo limpiado nuestra alma, sabemos que Dios nos ha perdonado! El sacerdote, ciertamente, es un ser humano igual que todos, con la misma condición pecadora, lo que, en realidad, es una ventaja, ya que puede comprender nuestros errores y entender nuestros fallos. El sacerdote es un hombre que vive en el mundo sin ser del mundo, y él nos puede ayudar a vencer la «mundanidad» que quiere adueñarse del corazón.

Por otro lado, la Iglesia ha rodeado de tanto respeto este sacramento, que la persona que va a confesarse puede estar segura de que, en todo momento, su privacidad quedará a salvo, ya que uno puede escoger entre confesarse cara a cara o en el anonimato detrás de una rejilla. En todos los casos el sacerdote está obligado, bajo severísimas penas espirituales, a guardar absoluto sigilo de lo que ha oído. Se ha sabido de algunos sacerdotes, como san Juan Nepomuceno, que han padecido incluso la muerte por guardar el secreto sacramental.

El sacerdote, en el sacramento de la Reconciliación, no es un juez, sino un representante de Jesucristo, que mostró siempre una gran misericordia para con los pecadores. Por eso nadie puede temer que el confesor vaya a condenarlo, ni tan siquiera abochornarlo por los pecados, sino animarlo a que no vuelva a cometerlos.

Una buena confesión exige que uno diga todos los pecados cometidos desde la última vez que recibió este sacramento, a ser posible señalando el número de veces y las circunstancias que cambian su gravedad. Por ejemplo, una persona casada tendrá que aclarar su condición, pues esto cambiaría un pecado carnal en adulterio. Un sacerdote deberá decir que lo es y un religioso deberá presentarse como tal.

A nadie se le pide, desde luego, que haga una descripción detallada de sus pecados, ya que esto no es necesario, a no ser que el confesor, en algún caso especial, lo crea conveniente para aconsejar mejor al penitente. Aquel que, conscientemente, omitiera algún pecado grave, no sólo no quedaría perdonado, sino que cometería un sacrilegio.

Dice la beata madre María Inés: “Nuestro Señor olvida para siempre, como si jamás se hubiesen cometido, todas las faltas de las que nos hemos arrepentido”. (Ejercicios Espirituales de 1962).

2.4 Propósito de enmienda.

Es consecuencia lógica de un arrepentimiento sincero el que uno se proponga no volver a pecar. Sabemos, sin embargo, que ningún sacramento nos hace impecables, y que, pese a todo, seguiremos conservando nuestra condición pecadora durante toda nuestra vida. El propósito de enmienda supone un sincero deseo de no pecar, pero no la seguridad de que uno nunca más va a recaer en el pecado, ya que hemos de contar con nuestras limitaciones.

El propósito de enmienda supone la intención de luchar por vencer el mal, incluyendo la huida de las ocasiones de pecado. También conlleva poner todos los medios para ir superando las caídas, sobre todo los espirituales, como la oración, la práctica de los sacramente, los actos de penitencia y las acciones de amor y servicio al prójimo.

Hay pecados que logran arraigarse en uno, produciendo un hábito vicioso. Estos son muchas veces el producto de una compulsión, lo que hace más difícil vencerlos. Cuando esto ocurre no hay por qué alejarse de los sacramentos ni sentirse avergonzado de confesar siempre lo mismo. Lo que no puede faltar es el deseo de lucha, contando siempre con la ayuda del Señor.

La beata madre María Inés Teresa, en sus meditaciones escribe esto que mucho nos puede ayudar: “¡Oh belleza de la nieve blanca y pura, cómo te pareces a la belleza del alma en gracia; a la belleza del alma, rehabilitada por la sincera confesión, adquiere nuevamente su blancura perdida! Y si tanto nos encanta ese sublime espectáculo de la naturaleza, ¿qué no será el de un alma pura hecha a imagen y semejanza de Dios, y destinada a amarles eternamente en el cielo?” (Blancura de nieve).

2.5 Cumplir la penitencia. 

Hace muchos años la penitencia que se imponía a los pecadores públicos era sumamente severa. Esto fue cambiando poco a poco. Hoy en día, aunque la penitencia es más suave, el sentido es el mismo: demostrar nuestro sincero arrepentimiento mientras se ofrece una satisfacción por las culpas cometidas. Sabemos que el perdón es un don generoso y gratuito de Dios, pero con la penitencia tratamos de agradar a Dios, ofreciéndole el pequeño regalo de lo que hacemos, mostrándole así nuestro agradecimiento. Por eso todos debemos hacer penitencia, no solamente la que vaya marcando el confesor. Esta penitencia queda a juicio del confesor, que es quien la impone. Unos sacerdotes prefieren oraciones u obras buenas y otros dejan al criterio del penitente aquello que puedan hacer para cumplir esta obligación.

La beata madre María Inés apunta algo importante al respecto cuando dice: “Procuraré no dejar sin confesar ningún pecado venial, haciendo de él verdaderos actos de penitencia, para que quede todo saldado”. (Ejercicios Espirituales de 1943).

3. Cuestiones importantes en torno al sacramento de la Reconciliación.

Hemos visto, hasta ahora, las condiciones que, tradicionalmente, se han requerido para hacer una buena confesión, sin embargo, no podemos olvidar una que es, posiblemente, de las más importantes, puesto que fue impuesta por el propio Jesús.

Cristo nos enseña a orar de esta manera: "Padre... perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden..." (Mt 6,12), y a continuación añade: "Porque si ustedes perdonan a los demás sus culpas, también su Padre celestial los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco su Padre perdonará las culpas de ustedes" (Mt 6, 14-15). No dudemos, pues, que ésta es una condición indispensable si queremos ser perdonados.

Por eso, si vamos a la confesión con espíritu de venganza o negando el perdón a otros que nos han ofendido, tendríamos que posponer la búsqueda de la absolución hasta que estemos dispuestos a perdonar de corazón a las personas a las que guardamos rencor por lo que nos han hecho. Esto es, sin lugar a dudas, la condición más difícil. Por eso debemos pedir la fuerza del Espíritu Santo para entender que lo que otros nos deben no es nada en comparación a la deuda que tenemos con Dios. (Ver Mt 18, 21-35). Perdonemos, pues, de corazón, y seremos perdonados.

4. Hacer un buen examen de conciencia

Para hacer un examen de conciencia profundo y completo, debemos analizar nuestra vida y abrir nuestro corazón sin engaños. Se pueden seguir estos pasos que algunos recomiendan:

4.1 Invocación al Espíritu Santo. Llamar al Espíritu Santo para que nos ilumine y nos haga ver nuestra vida desde los ojos de Dios.

4.2 Acto de presencia de Dios. Hacer un esfuerzo para darnos cuenta de que Dios está presente en nuestra vida atento a nuestras intenciones, a nuestros deseos, a nuestras necesidades.

4.3 Acción de gracias. Recordar todos los beneficios que hemos recibido de Dios, especialmente los más cercanos y los más íntimos. Al recordar estos beneficios, brotará naturalmente dentro de nosotros el agradecimiento a Dios.

4.4 Análisis del cumplimiento de la voluntad de Dios. Llevar a cabo un examen de cómo hemos vivido desde la última confesión la voluntad de Dios. Debemos ver los aspectos positivos y negativos, examinar actitudes internas y poner mucha atención a las relaciones con Dios y con los demás. Para esto, puede resultar útil tener un cuestionario, que nos ayude a llegar a esos rincones íntimos de la conciencia que nos pueden pasar desapercibidos:

4.4.1 Analizar nuestras actitudes, acciones u omisiones hacia Dios:

¿Creo verdaderamente en Dios o confío más en brujerías, amuletos, supersticiones, horóscopos o “energías”?
¿Amo a Dios sobre todas las cosas o amo más a las cosas materiales?
¿Voy a Misa los domingos y fiestas de guardar y trato de descansar ese día para dedicarlo a Dios?
¿Me confieso y comulgo con frecuencia?
¿Hago oración, entendida como un diálogo de amistad con Dios?
¿He usado el nombre de Dios sin respeto? ¿Pido ayuda a la Virgen y al Espíritu Santo? ¿Defiendo a la Iglesia y a sus representantes?

4.4.2 Analizar mi actitud y mis acciones u omisiones hacia los demás:

¿Trato bien a mi familia?
¿Busco hacerlos felices o que se haga lo que yo digo?
¿Los respeto o los maltrato?
¿Trato bien a los demás?
¿Soy justo con todos?
¿Ayudo a los necesitados?
¿He matado, robado o mentido?
¿He hecho daño a alguien?
¿Acostumbro hablar mal o pensar mal de los demás?

4.4.3 Analizar mi actitud y mis acciones u omisiones hacia mí mismo:

¿Lucho por ser mejor cada día de acuerdo a mi vocación y condición de vida?
¿He controlado mi carácter?
¿He respetado mi cuerpo y el de los demás? ¿He alejado de mi mente los malos pensamientos?
¿He sido fiel en mi matrimonio?
¿Siento envidia de los demás, por lo que son o lo que tienen?

4.5 Petición de perdón: Ya que revisamos nuestra vida, hay que comparar la propia conducta y nuestras actitudes con los beneficios que hemos recibido de Dios. Entonces caemos en la cuenta de que nuestra respuesta al amor de Dios es muy pobre y que no hemos llegado a lo que Dios nos pide. Por eso, le pedimos perdón llenos de confianza, pues sabemos que Él nos perdonará. Dios siempre acoge gustoso nuestras buenas intenciones.

4.6 Propósito de enmienda: Debemos poner los medios para mejorar y acercarnos más al plan de Dios sobre nuestra vida. El propósito es algo concreto que nos ayuda a mejorar en aquello donde hemos visto que fallamos más.

4.7 Petición de fuerzas: Ya que formulamos un propósito de enmienda, debemos volver nuestra mirada a Dios y con mucha confianza pedirle que nos ayude a mejorar pues somos débiles, no podremos avanzar en el camino hacia Dios, hacia la santidad, si Él no nos ayuda.

Alfredo Delgado Rangel, M.C.I.U.

«VEN, SEÑOR, NO TARDES MÁS»... HORA SANTA 24 para vivir el tiempo de Adviento


Monitor: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré á él, y cenaré con él, y él conmigo" (Ap 3, 20). Hermanos En este tiempo de preparación para el gran acontecimiento de la llegada de Jesús, El Mesías que viene a salvarnos, nos reunimos para orar en comunión en esta Hora Santa. Nos ponemos de pie.

Canto de Entrada:

VEN SEÑOR, NO TARDES EN LLEGAR,
Y LA PAZ AL MUNDO LE DARÁS.
CON TU LUZ PODREMOS CAMINAR,
LA NOCHE SE VUELVE CLARIDAD.


El misterio de un pecado
vino a ser una promesa.
El milagro de la culpa
fue causa de Redención.
ESTRIBILLO.

Del cantar de los profetas
fue brotando la esperanza.
La sonrisa de una Virgen
dio al mundo la salvación.
ESTRIBILLO.

Por las sendas de la vida,
se abren nuevos horizontes.
En las sombras de las penas
un nuevo sol brillará.
ESTRIBILLO.

La tristeza de los hombres,
se convierte en alegría.
El rencor de las naciones
se ha convertido en amor.
ESTRIBILLO.

Ministro: Adoremos y demos gracias en cada momento 
Todos: al Santísimo Sacramento 

Padre Nuestro … 
Ave María … 
Gloria …

Momento de un profundo silencio para meditar.

Ministro: Señor Jesucristo, creemos firmemente que te encuentras presente en el Santísimo Sacramento del altar, te amamos con todo el corazón y con toda el alma. Deseamos ardientemente tu llegada a nuestros corazones. Ya queremos celebrar la Navidad porque queremos escuchar tu voz y la voz de tu Padre. Ya queremos que vengas por segunda vez porque queremos contemplar a tu Padre cara a cara contigo y bajo la acción del Espíritu Santo. Estamos aquí haciendo un espacio de silencio tan necesario entre el ruido del diario ir y venir de estos días del Adviento. ¡Ven Señor Jesús!

Lector 1: Lectura de la carta de san Pablo a los Filipenses.                                          Flp. 2, 6-11

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios,
al contrario, se anonadó a sí mismo, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el “Nombre -sobre-todo-nombre”;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo
y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Momento de un profundo silencio para meditar.

Canto:

LA VIRGEN SUEÑA CAMINOS,
ESTÁ A LA ESPERA,
LA VIRGEN SABE QUE EL NIÑO
ESTÁ MUY CERCA.

DE NAZARETH A BELÉN
HAY UNA SENDA,
POR ELLA VAN LOS QUE CREEN
EN LAS PROMESAS.

LOS QUE SOÑAIS Y ESPERAIS
LA BUENA NUEVA,
ABRID LAS PUERTAS AL NIÑO
QUE ESTÁ MUY CERCA.
EL SEÑOR CERCA ESTÁ, ÉL VIENE CON LA PAZ.
EL SEÑOR CERCA ESTÁ, ÉL TRAE LA VERDAD.

EN ESTOS DÍAS DEL AÑO
EL PUEBLO ESPERA
QUE VENGA PRONTO EL MESÍAS
A NUESTRA TIERRA.

EN LA CIUDAD DE BELÉN
LLAMA A LAS PUERTAS
PREGUNTA EN LAS POSADAS
Y NO HAY RESPUESTA.

LOS QUE SOÑAIS Y ESPERAIS....

LA TARDE YA LO SOSPECHA,
ESTÁ ALERTA,
EL SOL LE DICE A LA LUNA
QUE NO SE DUERMA.

A LA CIUDAD DE BELÉN
VENDRÁ LA ESTRELLA,
VENDRÁ CON TODO EL QUE QUIERA
CRUZAR FRONTERAS.

LOS QUE SOÑAIS Y ESPERAIS....

Momento de un profundo silencio para meditar.

Monitor: Ante Jesús Eucaristía, recordemos ahora algunos conceptos del Adviento y meditemos en ellos:

Lector 2: ¿Qué es el tiempo del Adviento? 
Lector 3: Es el tiempo en que esperamos con alegría el nacimiento del Niño Jesús: LaNavidad. “La Iglesia actualiza esta espera del Mesías; participando en la larga preparación de la primera  venida del Salvador; los fieles renuevan el adviento y  deseo de su segunda venida”. 

Lector 2: ¿Cuánto tiempo dura el  período de Adviento? 
Lector 3: Son los cuatro domingos anteriores a la Navidad; en los cuales nos preparamos espiritualmente para el nacimiento del Niño Jesús.

Lector 2: ¿Quién anunció antiguamente el Nacimiento de Jesús?
Lector 3: Lo anunciaron los profetas. 

Lector 2: ¿Quién fue el profeta del Señor, que fue enviado para preparar su camino? 
Lector 3:Fue San Juan Bautista. Precediendo a Jesús “con el Espíritu y el poder de Elías (Lc 1,17). Juan el Bautista da testimonio de Él mediante su predicación, su bautismo de conversión y finalmente con su martirio.

Lector 2: ¿Qué acontecimiento importante ocurre después del cuarto domingo de adviento? 
Lector 3: La Navidad. “Jesús nació en  la humildad de un establo, de una familia pobre; unos sencillos pastores son los primeros testigos del glorioso acontecimiento. La Iglesia no se cansa de cantar la gloria de
esa noche.

Lector 2: ¿Quién nos orienta y dirige para continuar celebrando este acontecimiento? 
Lector 3: Nuestros sacerdotes que incansablemente participan en ello y que además son personas consagradas a Dios para el servicio de sus hermanos en las diferentes comunidades, como continuadores de la misión salvadora de Jesús.

Lector 2:¿Qué podemos hacer en este tiempo de Adviento para que no nos falten sacerdotes?
Lector 3:Promover las vocaciones y hacer oración para que Dios mueva esos corazones.

Monitor: En el silencio interior contemplemos al Dios hecho hombre y alimento en esta Hostia
Santa.

Momento de un profundo silencio para meditar.

Si está presente el sacerdote o el diácono, se das la bendición como de costumbre; de otra manera, se hace la resreva.

Letanía ante Jesús Sacramentado:

Bendito sea Dios.
Bendito sea su Santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo verdadero Dios y verdadero Hombre.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendito sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Consolador.
Bendita sea la Incomparable Madre de Dios la Santísima Virgen María.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el Nombre de María Virgen y Madre.
Bendito sea San José su casto esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.

Canto de salida:

Caminamos hacia el sol
esperando la verdad.
La mentira, la opresión,
cuando vengas cesarán.

Llegará con la luz
la esperada libertad./ (bis)


Construimos hoy la paz
en la lucha y el dolor,
nuestro mundo surge ya
a la espera del Señor.

Te esperamos, Tú vendrás
a librarnos del temor.
La alegría, la amistad,
son ya signos de tu amor.