Hoy es día internacional de la mujer. Quisiera felicitar hoy a todas sin excluir a ninguna, por supuesto pienso en mi mamá, en mi cuñada, en mis tías y primas, en “las madres” o sea las religiosas. Felicito a las casadas, a las solteras, a las viudas, a las que se han quedado solas. Pienso en las amigas y en las que no lo son tanto; en las de cerca y en las de lejos. A cada una la felicito con sus historias y realidades, con sus sueños, sus ilusiones y esperanzas, a cada una con el haber de una vida corta como la de la que acaba de ver la luz del mundo en este momento y que no conozco o la de quien parece estar trabajando horas extras con mucho amor al pasar de los 100 años de vida, como tía Amparo o Mimí que este año cumplirán 105.
Pienso en María de Nazareth, quien antes de ser madre, y ganarse el título de Madre de Dios, fue mujer. Una mujer que consciente y libremente se arriesgó, se jugó el todo por el Todo y asumió sus responsabilidades como debe hacerlo toda mujer de hoy.
Ante Dios, la Virgen dio su “Sí” a la voluntad de Dios después de cerciorarse bien sobre lo que se le pedía (Lc. 1, 34-38). Ante la sociedad, María se presentó arriesgándose a ser criticada (Mt. 1,18). Ante la historia, la “Mujer” dio a luz al Salvador del mundo, respondiendo a Dios con todo su yo humano, femenino, en la misión más importante encomendada por Dios a una persona (Lc. 1,31-33. 38; Jn.19,25).
Me llama la atención que María fue una mujer de pueblo y no una princesa, y que de esa mujer pobre nació el Hijo de Dios en la tierra. Ella, como mujer también fue esposa y madre. Contó con un esposo, José, que la respetó (Mt. 1,18-19), creyó y confió en ella (Mt. 1,24-25), la defendió (Mt. 2,14) y la acompañó en el diario vivir de una vida escondida con Cristo en Dios (Col 3,3). De María seguro decían: “Ella es la mujer del carpintero”.
Quizá la más hermosa definición de una “Mujer” como ella, en toda la extensión de la palabra, la encontramos en el pasaje aquel de San Lucas (Lc 11,27) que nos cuenta de una mujer que, de entre la muchedumbre que estaba escuchando las palabras de Jesús, lanza un piropo para María por ser la madre física de Jesús. Él entonces dice: “Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan”. Dichosa tú, mujer, que eres aventurada como María, porque ella tiene una fecundidad espiritual con Jesús y tú la tienes en el Espíritu al hacerte mamá, amiga, hermana y compañera.
¡Feliz día internacional de la Mujer!
Alfredo Delgado, M.C.I.U.
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