Eran las siete de la tarde y seis minutos del 13 de marzo del 2013 —segundo día del Cónclave— cuando empezó a salir el humo blanco de la chimenea del Vaticano, las campanas de la Basílica empezaron a replicar sin parar y los miles de fieles que estaban en la plaza de San Pedro —resguardados de la lluvia con paraguas multicolores— desbordaban de gozo al mismo tiempo que las cuentas de facebook, junto a millones de tuiteros compartían el gozo de tener un nuevo Papa.
La gente de la plaza y de todo el orbe, esperábamos el “Habemus Papam” que pronunciaría el Cardenal Protodiácono al abrirse la ventana del balcón central anunciando al mundo que “Tenemos Papa” dando a conocer el nombre y presentando al que los 115 Cardenales electores habían elegido con la luz y la fuerza del Espíritu Santo —quien es el divino elector— en la quinta ronda de votaciones.
Y se hizo el anuncio: Jorge Mario Bergoglio, un sencillo argentino que con sencillez y humildad saludaba a la multitud vestido con su sotana blanca de sobria esclavina y su pectoral, el mismo con el que llegó al Cónclave. Adoptando el nombre de «Francisco», Bergoglio se convirtió en el primer Papa no europeo desde hace 741 años, el primer Papa Jesuita y el primer latinoamericano que ocupa la Sede de Pedro. La alegría era desbordante y el grito de la multitud que llena de gozo y esperanza gritaba: ¡Francesco, Francesco, Francesco! se dejó escuchar en el mundo entero, gracias a la magia de las redes sociales y los medios de comunicación social.
El Papa eligió el nombre de «Francisco» (Francesco en italiano), en honor de san Francisco de Asís, dejando ver desde el primer momento, que quiere ser un pastor pobre y sencillo que guíe a la Iglesia con el servicio, el amdel nuevo Papa.
La elección de un Papa marca para él el inicio de una nueva vida, una especie de nuevo nacimiento, y por eso su ministerio Petrino queda marcado por un nuevo nombre desde el año mil.
El Papa Francisco (Franciscus PP. en latín) nació en Buenos Aires, Argentina, el 17 de diciembre de 1936, sus padres Mario (empleado ferrocarrilero) y Regina (ama de casa), engendraron cinco hijos, entre ellos Jorge Mario. Realizó estudios de química y entró en el seminario el 11 de marzo de 1958 para luego iniciar su noviciado y hacer su profesión religiosa en la Compañía de Jesús (Jesuitas). Los primeros estudios eclesiásticos los hizo en Chile para continuar luego en Argentina, donde obtuvo la Licenciatura y fue profesor de Literatura y Filosofía. Estudió allí mismo la Teología obteniendo la licenciatura y recibió la ordenación sacerdotal el 13 de diciembre de 1969 y el 22 de abril de 1973 hizo su profesión perpetua.
Fue maestro de novicios, profesor de Teología, Consultor Provincial y Rector del Colegio Mayor. Fue Provincial de Argentina durante 6 años y luego Rector del Colegio Máximo y de las facultades de Filosofía y Teología. Ejerció su ministerio sacerdotal como párroco de la Parroquia del Patriarca san José en la diócesis argentina del mismo nombre. En marzo de 1986 concluyó en Alemania su Tesis Doctoral y regresó a Córdoba, Argentina, como director espiritual y confesor.
El 20 de mayo de 1992, el beato Juan Pablo II lo nombró obispo titular de Auca y auxiliar de Buenos Aires, recibiendo el 27 de junio del mismo año la ordenación episcopal. El 3 de junio de 1997 fue nombrado obispo coadjutor de la misma diócesis y el 28 de febrero de 1998 arzobispo de Buenos Aires. Actualmente era también, el ordinario para los fieles de rito oriental en Argentina y Gran Canciller de la Universidad Católica de Argentina.
El beato Juan Pablo II lo nombró Cardenal en el consistorio del 21 de febrero del 2001. Fue presidente de la Conferencia Episcopal Argentina de 2005 a 2011 y ha sido miembro de las Congregaciones para el Culto Divino y la Disciplina de los sacramentos; de la Congregación del Clero y de los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica. Fue también miembro del Pontificio Consejo para la Familia y de la Pontifica Comisión para América Latina.
El nuevo Papa es un misionero de primera línea, un pastor generoso y agradecido con Dios por la vida que le ha conservado. Vive con un solo pulmón desde que tenía 20 años de edad. Es un hombre que se caracteriza por su estilo de vida sobrio y austero, sin dar saltos en el vacío, es decir, alguien que siempre pone su seguridad en Dios y en su respuesta al llamado que le ha hecho el Señor. Es autor de varios libros, entre ellos: Meditaciones para Religiosos (1982), Reflexiones sobre la Vida Apostólica (l986) y Refelxiones de Esperanza (1992).
Las primeras palabras de nuestro nuevo Pontífice, al dar la bendición «Urbi et Orbi», nos muestran a grandes razgos lo que quiere ser su programa de vida como Padre y Pastor. Las transcribo aquí en el español latinoamericano:
“Hermanos y hermanas, buenas tardes. Saben que el deber del cónclave era dar un Obispo a Roma. Parece que mis hermanos Cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo..., pero aquí estamos. Les agradezco la acogida. La comunidad diocesana de Roma tiene a su Obispo. Gracias. Y ante todo, quisiera rezar por nuestro Obispo emérito, Benedicto XVI. Oremos todos juntos por él, para que el Señor lo bendiga y la Virgen lo proteja”.
El Santo Padre recitó entonces junto con todos el Padre nuestro el Ave María y el Gloria al Padre y luego continuó con las siguientes palabras:
“Y ahora, comenzamos este camino: Obispo y pueblo. Este camino de la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad a todas las Iglesias. Un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre por nosotros: el uno por el otro. Recemos por todo el mundo, para que haya una gran fraternidad. Deseo que este camino de Iglesia, que hoy comenzamos y en el cual me ayudará mi Cardenal Vicario, aquí presente, sea fructífero para la evangelización de esta ciudad tan hermosa. Y ahora quisiera dar la Bendición, pero antes, antes, les pido un favor: antes que el Obispo bendiga al pueblo, les pido que ustedes recen para el que Señor me bendiga: la oración del pueblo, pidiendo la Bendición para su Obispo. Hagamos en silencio esta oración de ustedes por mí....
Ahora daré la Bendición a ustedes y a todo el mundo, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad”. E impartó la bendición «Urbi et Orbi» (para la ciudad y para el mundo). Al final, se depidió diciendo:
“Hermanos y hermanas, los dejo. Muchas gracias por su acogida. Recen por mí y hasta pronto. Nos veremos pronto. Mañana quisiera ir a rezar a la Virgen, para que proteja a toda Roma. Buenas noches y que descansen”.
Agradezcamos al Espíritu Santo sus luces y el regalo de este hombre de Dios que inicia su ministerio suplicando la oración de toda la Iglesia a la que invita a caminar con su testimonio de sencillez y humildad.
Alfredo Delgado Rangel, M.C.I.U.
Agradezcamos al Espíritu Santo sus luces y el regalo de este hombre de Dios que inicia su ministerio suplicando la oración de toda la Iglesia a la que invita a caminar con su testimonio de sencillez y humildad.
Alfredo Delgado Rangel, M.C.I.U.
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