martes, 3 de enero de 2012

Iniciamos el nuevo año en el nombre del Señor Jesús...

Jesús ha ido acompañando nuestro caminar en el tiempo litúrgico de la Navidad que culminará dentro de pocos días. ¿Hemos sido, o somos, conscientes de estos pasos junto a nosotros en estos días de fiesta? Antes que termine este tiempo hermoso de la Navidad, quiero compartir unas líneas que nos sirvan de reflexión en torno a este Misterio de Amor de Dios que se hace hombre para nuestra salvación y que tiene un nombre que está sobre todo nombre: «Jesús». Siento que este es un buen tiempo para meditar en el santo nombre de Jesús y lo que significa para nosotros al iniciar el caminar de un nuevo año civil.

Todos tenemos un nombre. El nombre que nos singulariza como individuos y nos distingue de los demás, el nombre que nos identifica personal, familiar y socialmente. La costumbre de poner nombre a las personas viene desde hace muchísimo tiempo. En la Sagrada Escritura se da nombre a la primera pareja, y Dios encarga a Adán y Eva que pongan nombre a todas las cosas. San Lucas nos refiere en el evangelio que, en la ceremonia de la circuncisión, al hijo de María, conocido como «hijo del carpintero», le pusieron por nombre «Jesús», como lo había dicho el ángel de parte de Dios. De modo que el nombre de Jesús no fue un capricho de los papás, o de los abuelos, o de los padrinos, sino algo providencial, un nombre elegido por Dios para significar su misión así, el nombre de Jesús significa: «Dios salva» o «salvación de Dios».

“No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en tu seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin” (Lc 1, 30-33). Con estas palabras el Ángel de la Anunciación se había dirigido a María de Nazareth dándole a conocer, junto al anuncio de la Encarnación, el nombre que llevaría Aquel que en su seno inmaculado se haría hombre. El nombre dado a una persona era de importancia vital en la antigüedad, venía a ser algo así como su esencia, “su yo”; allí donde estaba el nombre estaba la persona (Dt 12, 5). El nombre también implicaba “propiedad”. Cuando el nombre de una persona era pronunciado sobre algo o sobre alguien este quedaba sometido bajo el dominio de aquel cuyo nombre era pronunciado. Ejemplos de ello pululan en la Biblia: si el nombre de Joab se hubiera pronunciado sobre la ciudad de Rabá, que había rendido, le hubiera pertenecido a él y no al rey David (2 Sam 12, 28); las mujeres pasaban bajo la autoridad del varón cuando su nombre “se pronunciaba” sobre ellas (Is 4, 1). El faraón de Egipto pone de manifiesto la potestad que ejerce sobre el rey de Judá “cambiándole el nombre” (2 Re 23, 34); incluso las primeras páginas del Génesis, para expresar el encargo que recibe el hombre de dominar sobre la tierra, recogen: “Y Dios formó de la tierra todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el hombre le diera” (Gn 2, 19).

El nombre «Jesús», que por mandato divino es anunciado también a José (Mt 1, 21), no está carente de significado y simbolismo. Jesús, en palabras de San Bernardo, no lleva un nombre vacío o inadecuado. El nombre «Jesús» es la forma latinizada del griego “Iesous”, término con el que Cristo es identificado en el Nuevo Testamento. Este nombre deriva del hebreo “Yeshú”, forma abreviada de “Yeshúa”, la variante más extendida del nombre “Yehoshúa”, que etimológicamente significa como hemos dicho «Yahveh salva» o «salvación de Yahveh».

Antes de la Encarnación este nombre ya aparece en los libros del Antiguo Testamento, aunque no fue usado por ninguna persona destacada desde el tiempo de Josué, hijo de Nun, jefe del ejército israelita y estrecho colaborador de Moisés. También fue el nombre del autor del libro del Eclesiástico en el Antiguo Testamento (denominado Sirácida en algunas versiones), de uno de los ancestros de Cristo (Lc 3, 29), y de uno de los compañeros del apóstol Pablo (Col 4, 11). Este nombre aparece también citado en escritos seculares. En las obras de Flavio Josefo, por ejemplo, son mencionados unos veinte personajes con igual denominación. Se considera que la forma de este nombre en arameo, el idioma de la Judea del siglo I, es la que con toda probabilidad usó Jesús: “Ieshuá”. En Marcos y Lucas, Jesús es llamado “Iesous ho nazarenos”, en Mateo y Juan (Lucas en ocasiones) se utiliza la forma “Iesous ho nazoraios”, que es la forma en que aparece también en el libro de los Hechos de los Apóstoles.

La interpretación de estos epítetos no es unánime. Para la mayoría de los exegetas, ambos hacen referencia a su localidad de origen, Nazaret; otros, en cambio, interpretan el epíteto “nazoraios” ("nazoreo") como compuesto de las palabras hebreas “neser” ("retoño") y “semah” ("germen"); y, según esta interpretación, el epíteto tendría un carácter mesiánico.

Cierto que no es que creamos que existe un poder intrínseco escondido en las letras que componen el Nombre de Jesús y por eso lo honramos, sino que el nombre de Jesús nos recuerda todas las bendiciones que recibimos del Redentor. Para agradecer su amor y todas las bendiciones reverenciamos el Santo Nombre. Por eso descubrimos nuestras cabezas y doblamos nuestras rodillas y nuestros corazones ante el Santísimo Nombre de Jesús; él da sentido a todos nuestros afanes, como indicaba el emperador Justiniano en su libro de leyes: "En el Nombre de Nuestro Señor Jesús empezamos todas nuestras deliberaciones". En su nombre, pues, iniciamos este nuevo año 2012.

El nombre de Jesús brinda ayuda a necesidades corporales, según la promesa de Cristo: "En mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se curarán" (Mc 16, 17). En el Nombre de Jesús los Apóstoles dieron fuerza a los cojos (He 3, 6; 9, 34) y vida a los muertos (He 9, 40). El nombre de Jesús da consuelo en las aflicciones espirituales y le recuerda al pecador la misericordia del padre del Hijo Pródigo y el del Buen Samaritano; le recuerda al justo el sufrimiento y la muerte del inocente Cordero de Dios. El nombre de Jesús nos protege de Satanás y sus engaños, por eso el Demonio teme el Nombre de Jesús, quien lo ha vencido en la Cruz. En el nombre de Jesús obtenemos toda bendición y gracia en el tiempo y en la eternidad, pues Cristo ha dicho: "lo que pidan al Padre en mi nombre se lo concederá." (Jn 16, 23). Por eso la Iglesia concluye todas sus plegarias litúrgicas: "Por Jesucristo Nuestro Señor". Así se cumple la palabra de San Pablo: "Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble." (Fil 2, 10). Con razón la Madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento nos invitaba siempre a ser "copias fieles de Jesús".

Hay un bello himno de Vísperas titulado "Jesu dulcis memoria", basado en un poema anónimo atribuido a San Bernardo, que es de una belleza excepcional y que quiero ahora compartir con ustedes, deseando que este nuevo año 2012 sea siempre vivido en el nombre de Jesús. Hagamos todo lo que venga en este nuevo año y siempre, en el nombre del Señor, y entonces todo nos traerá felicidad, la felicidad de que hacemos todo en su nombre. Donde esté el nombre del Señor, las cosas prosperarán. Si tiene el poder de expulsar los demonios, si puede aliviar las enfermedades, con mayor razón nos acompañará y ayudará en todo.

Dediquemos este año y el resto de nuestra vida a Jesús, de esta manera viviremos bien nuestro mandato misionero al cumplir el propósito de nuestra vocación para que todos conozcan, amen e imploren ese Nombre sublime y bendito. El catecismo nos dice que hemos sido creados para conocer, amar y servir a Dios en este mundo para poder ser felices en el otro. Es en este espíritu en que me invito e invito a todos a iniciar este año nuevo. ¡Qué todos iniciemos así el año: en el Nombre de Jesús!

Dejo ahora un video con el himno "Jesu dulcis memoria" y después la letra en español y en latín. ¡Feliz Año, para todos, en el nombre del Señor Jesús!

Alfredo Delgado Rangel, M.C.I.U.



En español la letra dice así:

Es dulce el recuerdo de Jesús,
que da verdaderos gozos al corazón
pero cuya presencia es dulce
sobre la miel y todas las cosas.

Nada se canta más suave,
nada se oye más alegre,
nada se piensa más dulce
que Jesús el Hijo de Dios.

¡Oh Jesús!, esperanza para los penitentes,
qué piadoso eres con quienes piden,
qué bueno con quienes te buscan,
pero ¿qué con quienes te encuentran?

¡Oh Jesús!, dulzura de los corazones,
fuente viva, luz de las mentes
que excede todo gozo
y todo deseo.

Ni la lengua es capaz de decir
ni la letra de expresar.
Sólo el experto puede creer
lo que es amar a Jesús.

¡Oh Jesús! rey admirable
y noble triunfador,
dulzura infefable
todo deseable.

Permanece con nosotros, Señor,
ilumínanos con la luz,
expulsa la tiniebla de la mente
llena el mundo de dulzura.

Cuando visitas nuestro corazón
entonces luce para él la verdad,
la vanidad del mundo se desprecia
y dentro se enardece la Caridad.

Conoced todos a Jesús,
invocad su amor,
buscad ardientemente a Jesús,
inflamaos buscándole.

¡Oh Jesús! flor de la Madre Virgen,
amor de nuestra dulzura
a ti la alabanza, honor de majestad divina,
Reino de la felicidad.

¡Oh Jesús! suma benevolencia,
asombrosa alegría del corazón
al expresar tu bondad
me urge la Caridad.

Ya veo lo que busqué,
tengo lo que deseé
en el amor de Jesús desfallezco
y en el corazón todo me abraso.

¡Oh Jesús, dulcísimo para mí!,
esperanza del alma que suspira
te buscan las piadosas lágrimas
y el clamor de la mente íntima.

Sé nuestro gozo, Jesús,
que eres el futuro premio:
sea nuestra en ti la gloria
por todos los siglos siempre. Amén. 

En latín dice así:

Iesu dulcis memoria
Dans vera cordis gaudia
Sed super mel et omnia
Eius dulcis praesentia.

Nil canitur suavius
Nil auditur iucundius
Nil cogitatur dulcius
Quam Jesus Dei Filius.

Iesu, spes paenitentibus
Quam pius es petentibus
Quam bonus Te quaerentibus
Sed quid invenientibus?

Iesu dulcedo cordium
Fons vivus lumen mentium
Excedens omne gaudium
Et omne desiderium.

Nec lingua valet dicere
Nec littera exprimere
Expertus potest credere
Quid sit Iesum diligere.

Iesu Rex admirabilis
Et triumphator nobilis
Dulcedo ineffabilis
Totus desiderabilis.

Mane nobiscum Domine
Et nos illustra lumine
Pulsa mentis caligine
Mundum reple dulcedine.

Quando cor nostrum visitas
Tunc lucet ei veritas
Mundi vilescit vanitas
Et intus fervet Caritas.

Iesum omnes agnoscite
Amorem eius poscite
Iesum ardenter quaerite
Quaerendo in ardescite.

Iesu flos matris Virginis
Amor nostrae dulcedinis
Tibi laus honor numinis
Regnum beatitudinis.

Iesu summa benignitas
Mira cordis iucunditas
In comprehensa bonitas
Tua me stringit Caritas.

Iam quod quaesivi video
Quod concupivi teneo
Amore Iesu langueo
Et corde totus ardeo.

O Iesu mi dulcissime
Spes suspirantis animae
Te quaerunt piae lacrymae
Et clamor mentis intimae.

Sis, Iesu, nostrum gaudium,
Qui es futurus praemium:
Sit nostra in te gloria
Per cuncta semper saecula. Amen.

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