Como todos sabemos, el Papa Francisco convocó a la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos que se celebrará del 5 al 19 de octubre de este año bajo el lema «Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización».
Se ha presentado ya el "Instrumentum Laboris" (Material de estudio para el Sínodo) que será analizado por los obispos durante este Sínodo a fin de responder a los nuevos desafíos de la familia actual.
Con este artículo, quiero dar mi pequeña aportación para irnos adentrando en el tema. Primero hago un resumen de lo que trata el "Instrumentum Laboris" y luego comparto algunos de mis puntos de vista sobre la familia hoy.
El material a estudiar se divide en tres partes:
La primera parte está dedicada al Evangelio de la familia, el plan de Dios, el conocimiento bíblico, magisterial y la recepción de la ley natural y de la vocación del ser humano.
La segunda parte afronta los desafíos pastorales inherentes a la familia, como la crisis de la fe, las situaciones críticas internas, las presiones externas y otros problemas, como las situaciones pastorales difíciles que tienen que ver con las parejas que viven juntas y las parejas de hecho, los separados, los divorciados, los divorciados vueltos a casar y sus hijos, las madres adolescentes, los que se encuentran en condiciones de irregularidad canónica y los que piden el matrimonio sin ser creyentes o practicantes.
Se ve, en todo este material, como la Iglesia desea encontrar soluciones compatibles con su enseñanza, que conduzcan a una vida serena y reconciliada, contemplando incluso la necesidad de simplificar y acelerar los procedimientos judiciales de nulidad matrimonial. Se habla de la propuesta de cursos de formación al matrimonio más bien desarrollados y de la necesidad de hacer un seguimiento al matrimonio después de la boda.
La tercera parte de este documento presenta temáticas relativas a la apertura a la vida, sugerencias pastorales, la praxis sacramental y la promoción de una mentalidad abierta a la vida. Se habla también de la responsabilidad educativa de los padres de familia.
Ahora mi aportación:
Son muchos los que desde hace años, más o menos angustiados o con tono de burla; con incertidumbre o confianza en Dios, con temor del futuro o buscando caminos, se preguntan por el sentido y el destino, que en el futuro puedan tener el amor humano, el matrimonio y la familia en el mundo.
Los problemas conyugales y su contorno inciden hoy con insistencia en el primer plano de noticias y novelas, basta pensar en las tan populares novelas mexicanas, en donde la familia se ve muy golpeada. Hay un creciente contraste entre los valores que propone la Iglesia sobre el matrimonio y la familia y la situación social y cultural diversificada en todo el planeta y promovida en los medios de comunicación (Cf. Instrumentum Laboris 15)..
La familia es un don de Dios y la Iglesia ha sido siempre fiel custodia de la familia consciente de que toda familia difiere de las demás familias de la misma manera en que difiere toda impresión digital, toda personalidad o todo rostro.
Desde que un niño va tomando uso de razón y se acerca a la catequesis, ya sea realizada por sus padres o por una institución, le queda claro que Dios no solamente ha establecido la unión del hombre y la mujer como una ley, sino que hace una llamada al amor. A lo largo de los siglos, la Iglesia no ha dejado de ofrecer su enseñanza constante sobre el matrimonio y la familia (Cfr. Instrumentum Laboris 4).
Según la experiencia de todos los pueblos, un hecho es bien evidente: la familia se funda en el matrimonio, unión de amor de comunión profunda entre el varón y la mujer. Este hecho, aunque muchos no lo vean claramente, ha sido el proyecto de Dios. Desde la creación, al haber creado la historia como tiempo y espacio para el encuentro con el hombre, decidió la creación de la mujer para que el hombre no fuera un solitario en el mundo (Cfr. Instrumentum Laboris 1).
Desde esta perspectiva bíblica es fácil comprender la importancia que tiene el amor entre la pareja para la constitución de la familia. No puede haber nada más contrario a la concepción cristiana del matrimonio que entender el amor como un valor secundario o accidental en la dinámica del matrimonio.
A veces se escucha decir: “Lo primero son los hijos”, y muchos han entendido este principio, como si el amor del que los hijos son fruto importara poco, como si la comunión entre los esposos quedara desvalorizada y marginada ante la fecundidad y hubiera que entender la institución matrimonial sólo como una institución reproductora. El amor entre los esposos debe ser considerado como la “causa y razón primera” de la familia. También desde el Génesis, Dios “los bendijo y les dijo: Creced, multiplicaos, llenad la tierra”. El proyecto de Dios al instituir el matrimonio como origen de la familia, es un proyecto de amor y fecundidad otro (cfr. Gen 1,24-31; 2,4b-25).
Cuando Cristo eleva a sacramento la dignidad del matrimonio, la relación entre los esposos cristianos adquiere una nueva significación, representa la unión amorosa entre Cristo y la Iglesia que engendra un pueblo(cfr. Ef5,31-32). Los esposos representan a Cristo y a la Iglesia y su alianza conyugal representa una alianza superior: la que Dios ha hecho con su Pueblo y cuya máxima expresión ha sido el amor demostrado por Cristo con su Iglesia en el sacrificio de la Cruz. Amándose de esta manera, los esposos se santifican y superan la fragilidad y la pobreza del amor humano. Esta es la gracia, este es el “don” del sacramento que engendra la familia (Cfr. Instrumentum Laboris 3).
Hoy hay un problema muy grave, cada día son más las parejas que llegan al matrimonio tomándolo como una opción apasionada o como un contrato de intereses. Para algunos el matrimonio eclesiástico es solamente un conjunto de trámites eclesiales para quedar bien con los demás. Muchas parejas desde antes de casarse, empiezan a tomar los populares anticonceptivos, porque quieren esperarse... ¿esperarse a qué?... ¿qué no se trata de una opción de fe para hacer fecundo el amor en una familia?... ¿qué la realización del matrimonio no está dentro de la vivencia del núcleo familiar? (Cfr. Instrumentum Laboris 129).
Tal vez todo esto responda a tantas cuestiones de infidelidad, no solamente de parte del hombre, como era lo tradicional, sino que ahora de parte de la mujer, que haciendo a un lado las entrañas de madre es capaz de abandonar a los hijos y dejarlo todo por lo que llama “un verdadero amor”. El hombre y la mujer modernos se han dejado influenciar por la idea del “amor libre” que ve en la unión matrimonial no más que un yugo insoportable al que se une el peso de los hijos.
Según la tradición cristiana del matrimonio es indisociable, la fecundidad, ensalzada en la Sagrada Escritura como bendición de Dios. La Iglesia siempre ha enseñado que el amor de los esposos ha de ser un amor fecundo. La familia no es solamente un instrumento de socorro, ni mucho menos una inversión que los padres hacen en los hijos para después cobrar con intereses, es ante todo, una comunidad creadora que se reconoce como “don” de Dios (Cfr. Instrumentum Laboris 122). No quiero decir con esto que la fecundidad de los esposos o el cumplimiento pleno de su matrimonio, o la perfección de la familia se mida sin más por el “número” de hijos. Los esposos cristianos han de cumplir su deber de ser fecundos, actualizando una paternidad responsable que no se deja llevar solamente por el instinto ciego de la reproducción o del placer, sino que se guía por la luz de la razón humana, atendiendo a que “ser padres” no supone solamente engendrar, sino también educar humana y espiritualmente a una persona, dos, tres o más (Cfr. Instrumentum Laboris 3). Desde la más antigua tradición católica, la familia ha sido llamada: “pequeña Iglesia” o “Iglesia doméstica”.
Todo hombre, con una que otra excepción, convive en el seno de una familia. Este es un hecho primordial que no podemos perder de vista. La familia es la célula primera y vital de la sociedad. “La familia es el núcleo para el desarrollo del hombre”, es formada de personas, allí el individuo nace a la vida y va conociendo las realidades que envuelven su misma vida. La familia es el medio de transformación de la persona y allí va aprendiendo todo, o casi todo. En la familia se van desarrollando las ideas que forman el pensamiento de las personas que integran una sociedad (Todo el Capítulo II del Instrumentum Laboris trata este tema).
La familia en los tiempos modernos, ha sufrido quizá como ninguna otra institución, la acometida de las transformaciones amplias, profundas y rápidas de la sociedad y de la cultura. Actualmente la dignidad de esta institución no brilla en todas partes con el mismo esplendor, porque vemos la realidad que nos rodea de familias desintegradas por el egoísmo, por el alcohol, por las sectas )Cfr. Instrumentum Laboris 68).
En torno a esto, podemos decir que hay una gran inquietud de padres de familia, maestros, políticos, sacerdotes, religiosos, de comprender y solucionar la cantidad tan grande de problemas que enfrenta la familia de hoy. Basta ver la gran cantidad de literatura al respecto. Se dan conferencias, se hacen debates, se escuchan conferencias, pero a menudo se nos olvida que siendo la familia un don de Dios hemos de recurrir a Él.
Quizá uno de los retos más difíciles para la familia hoy, sea aquella de la formación de los hijos sobre todo al llegar a la adolescencia. Es importante recalcar que es de por sí una etapa de cambios difíciles para ellos y que quieran sentirse acogidos en su casa, comprendidos, queridos. Los padres y los hijos son generaciones diferentes. Los padres saben, al igual que los hijos, que la familia es una escuela de virtudes, de valores morales, pero, esos valores.... ¿son los mismos para los padres y los hijos?
Tenemos cantidad de hijos adolescentes que han pasado más horas frente a la televisión y a Internet que frente a sus padres. Con la televisión no se puede dialogar, ni tampoco con los juegos más electrónicos ya programados. ¿Cómo se inculca en casa el valor del diálogo? ¿Qué momentos se buscan? ¿Será necesario que papá o mamá se den tiempo para hablar en la televisión o que salgan en alguno de los juegos cibernéticos? A esto hay que añadir que en México existe una verdadera colección de programas de ínfima calidad en la T.V. y en la radio que no ayudan al crecimiento o integración de la persona. Por otra parte un gran problema es que el nivel de estudios de los hijos ha superado a los papás y casi casi hay que volver a estudiar con ellos la primaria y la secundaria, pues multiplican de otra forma o componen las frases de la oración de forma diversa. ¿Cuánto se han capacitado hoy los padres de familia para dar respuestas a sus hijos?
Los muchachos quisieran encontrar un hogar cuando llegan del colegio... Primero, los recibe la servidumbre, a quien le tienen ya más confianza, mamá está ocupadísima y llegó con un pollo rostizado para comer que rapidito mete al micro y ya está, una sopita de lata y una gelatina de la tienda.... ¿No será que está preparando al adolescente para después comer más rico en la universidad? ¿No lo estarán llevando a decir: ¿para qué voy a casa? Por otra parte, se ve la falta frecuente de leyes que tutelen a la familia en el ámbito del trabajo y, en particular, a la mujer-madre trabajadora (Cfr. Instrumentum Laboris 71).. Mucho se habla de los adolescentes y de los jóvenes; de las maldades que cometen, de que no saben comprender y obedecer, pero ¿será toda la culpa de ellos?, ¿alguno de nosotros no fue adolescente?
Por otra parte, si la familia es un don de Dios... ¿qué Dios es el que infundes en ellos? ¿el Dios de amor o el Dios de temor?, ¿cómo se hace presente a Dios en la casa?, ¿cómo se continúa la clase de valores que reciben en el colegio?, ¿qué te ven a ti hacer o decir?, ¿cuando están cerca de los padres y están hablando por teléfono, qué escuchan los hijos?
Eso sí, en la sociedad de hoy, al muchachito o a la niña se le compra todo lo que quieren, parece que muchas familias tuvieran una especie de convenio transitorio en función de la satisfacción individual, y todos los miembros de la familia van cayendo en la trampa de satisfacer y satisfacer para estar al último grito de la moda en todo. El consumismo tiene fuertes consecuencias sobre la calidad de las relaciones familiares, centradas cada vez más en “tener” en lugar que en “ser” (Cfr. Instrumentum Laboris 74).
¡Que desafíos tan grandes para la familia hoy!... Creo que en la familia actual se necesitan más padres empeñados que preocupados, que sepan recurrir a Dios para pedirle luz, esa luz que los lleve a dialogar, a convivir con sus hijos, a darles tiempo, a comprometerse. Ya si los hijos no quieren enderezar sus pasos, eso es otra cosa, pero que no quede en el corazón del padre o de la madre la certeza de que pudo haber hecho más. "El método de transmisión de la fe no muta en el tiempo, aunque se adapte a las circunstancias: camino de santificación de la pareja; oración personal y familiar; escucha de la Palabra y testimonio de la caridad. Donde se vive este estilo de vida, la transmisión de la fe está asegurada, aunque los hijos estén sometidos a presiones de signo opuesto" (Intrumentum Laboris 134).
Desde una visión de la familia como don de Dios hay que crear nuevos espacios en la familia para el tiempo de hoy. ¿Qué será más importante, comprar carro nuevo, estrenar sala o gastar en la formsción e integración de la familia? Son muchos los niños y jovencitos que están acostumbrados a oír: ¡para eso no hay dinero!, aún viviendo en la cultura del derroche. Benditos los padres y madre de familia que destinan gran parte de su presupuesto a la educación cristiana de sus hijos, así hay que gastar todo lo que se deba, aunque se deba todo lo que gaste. Dios proveerá.
¿Cómo se podrá ganar un padre y una madre el amor, la piedad, la gratitud y el respeto de sus hijos? Hay una sentencia muy antigua que dice: “Al niño se le impone, al muchacho se le propone, al joven se le expone”. En la familia, don de Dios, los padres deben ir creciendo junto con los hijos. Muy atinadamente, Santo Tomás de Aquino, ese gran hombre de la Iglesia, hablando al respecto dice: “Para la educación de los hijos se requiere no solamente la solicitud de la madre que alimenta al hijo, sino mucho más todavía la solidaridad del padre, que debe formarle, y defenderle, y hacer que crezca en bienes interiores y exteriores” . La Iglesia actual secunda esto y hace responsable de la educación de los hijos, tanto al padre, como a la madre (Cfr. Instrumentum Laboris 133 y 134).
En la familia, actual, no valen las reglas de siempre. La familia está cambiando con rapidez y profundidad y de sus mismos miembros depende hacia donde se orienta y por eso no tenemos otra referencia, que Dios mismo, para orientar la familia. Entre los cambios más sobresaleintes está el progreso tecnológico que e"s un desafío global para la familia, en cuyo seno causa rápidos cambios de vida respecto a los valores, las relaciones y los equilibrios internos. Los puntos críticos surgen, por tanto, con más evidencia donde en familia falta una educación adecuada al uso de los medios de comunicación y de las nuevas tecnologías" (Instrumentum Laboris 69).
Imposible agotar el tema, esto ha sido un querer cuestionar y provocar una tarea para prepararse a este Sínodo Extraordinario leyendo el Instrumentum Laboris. En 1920 un pensador de la época, de apellido Lunachasky, declaró varias veces: “Nuestro problema de ahora es terminar con la familia y liberar a las mujeres del cuidado de los niños”... Hay quienes se dejaron seducir por aquello y ahora vemos las consecuencias. Sin embargo, sabemos que la familia es un don de Dios y seguirá siendo en el futuro la célula fundamental de la sociedad, aunque aparezcan formas o se adopten posturas contrarias. Yo creo y estoy convencido de que con padres y madres bien formados, la familia persistirá en el futuro. Este Sínodo extraordinario nos ofrecerá tres grandes ámbitos sobre los cuales la Iglesia desea desarrollar el debate para llegar a indicaciones que respondan a los nuevos desafíos: el Evangelio de la familia que hay que proponer en las circunstancias actuales; la pastoral familiar que hay que profundizar frente a los nuevos desafíos; la relación generativa y educativa de los padres respecto de los hijos (Cfr. Instrumentum Laboris 158).
Invito, especialmente a los padres y madres de familia, a leer el Instrumentum Laboris y a voltear sus miradas hacia sus hogares tratando de invertir siempre, el máximo esfuerzo en la formación de su familia, en ese don de Dios tan valioso que Dios les ha dado. Que cada uno descubra el tesoro tan valioso que hay en este don. Que al terminar de leer estas líneas y luego de la oración propuesta en el Instrumentum Laboris, vean su familia y contemplen aquella familia de Nazaret... Hay mucho que hacer, nada está perdido.
San Juan XIII, aquel Papa que tuvo tanto cariño a su familia. expresó alguna vez, respecto a su propia familia “A mi querida familia de aquí abajo, de la que yo no he recibido ninguna riqueza material, no puedo dejarles más que una muy grande y especial bendición, invitándoles a permanecer en el temor de Dios, que la ha hecho tan querida, pese a su modestia, y de la que nunca he tenido que avergonzarme”.
El Papa Francisco nos propone esta oración por la familia:
Jesús, María y José
en vosotros contemplamos
el esplendor del verdadero amor,
a vosotros, confiados, nos dirigimos.
Santa Familia de Nazaret,
haz también de nuestras familias
lugar de comunión y cenáculo de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas Iglesias domésticas.
Santa Familia de Nazaret,
que nunca más haya en las familias episodios
de violencia, de cerrazón y división;
que quien haya sido herido o escandalizado
sea pronto consolado y curado.
Santa Familia de Nazaret,
que el próximo Sínodo de los Obispos
haga tomar conciencia a todos
del carácter sagrado e inviolable de la familia,
de su belleza en el proyecto de Dios.
Jesús, María y José,
escuchad, acoged nuestra súplica.
Amén.
P. Alfredo Leonel G. Delgado Rangel,
M.C.I.U.