"Urge que Él reine"
27 de septiembre de 2009
Queridos familiares y amigos:
El viernes 24, casi al terminar el día, el Padre Misericordioso entregó a mí tía Celina Montoya la corona de la victoria llevándola con Él.
La tía Celina es quien crió a mi mamá y a sus hermanos desde que mi abuela fue llamada a la patria celestial cuando mi madre tenía 11 años de vida, siendo mamá la mayor de cuatro hermanos de los que tía Celina se hizo cargo. El 20 de noviembre próximo cumpliría 92 años y fue, de verdad, una mamá y una abuela para la familia.
Ingresó por primera vez en su vida a un hospital el pasado mes de junio, pues se cayó debido a que su cadera se deshizo, según informaron los médicos que la trataban. Ni en el hospital ni en casa expresó alguna queja. Cuando la visité en el hospital su primera pregunta fue: ¿Freddie ya comiste?
Se distinguió en su vida por vivir una consagración total al Señor en pobreza, castidad y obediencia, como si fuera una religiosa pero dentro del hogar. Siempre prudente y alegre, sirvió incansablemente a varias de las generaciones de nuestra familia sin pedir absolutamente nada a cambio. Nunca le escuchamos una queja, un mal comentario, una reclamación, ni nada por el estilo.
No dejó nada material en este mundo, porque nunca anheló nada, nunca pidió nada. Algunas y algunos de ustedes me han escuchado quizá platicar de algún hecho de su vida en alguna conferencia o plática. Una mujer excepcional.
Entre sus últimas palabras y que han quedado grabadas, destacan el expresar que ella fue inmensamente feliz y una recomendación que nos hizo de ser siempre muy agradecidos con Dios porque Él nos ha socorrido mucho. ¡A todos los quiero por igual! ¡Mucho! exclamó.
El martes pasado, en una ceremonia muy emotiva que el Señor nos permitió realizar allí en su lecho, recibió el viático, (la última comunión), apretando entre sus manos un Rosario bendito por el Santo Padre porque diario lo rezaba (decía que no nos podemos perdonar no rezar el Santo Rosario) y dando la paz a cada uno de los sobrinos y sobrinos nietos que estábamos presentes; incluso al hermano David, seminarista Misionero de Cristo que me acompañó, le dio, entre una voz que se entrecortaba y se iba apagando, sus consejitos sobre obediencia y fidelidad. Siempre tenía con ella una reliquia de Nuestra Madre Fundadora y preguntó: ¿Cómo va lo de la Madre?
Estoy seguro de que en cada una de nuestras familias de sangre, hay personas maravillosas como la tía Celina, que dejan recuerdos que nos acompañarán y alentarán siempre. Gente buena y llena de Dios que va dejando el dulce olor de Cristo.
Mi mamá me pide les agradezca a todos y a todas sus oraciones, su presencia y sus llamadas telefónicas durante la enfermedad de mi tía y ahora. El sábado pasado celebramos sus funerales en un ambiente de paz y gratitud por una vida tan larga y tan ejemplar. Ayer domingo en la Catedral, fue la Misa en que se recibieron condolencias de amigos y familiares. ¡Dios les pague!
Su amigo que se encomienda y envía en gratitud la bendición sacerdotal,
Freddie, M.C.I.U.