martes, 16 de diciembre de 2025

«UN IMPORTANTE ANTÍDOTO CONTRA LA SOLEDAD, LA DEPRESIÓN, LA ANGUSTIA Y LA ANSIEDAD EN EL SACERDOTE»

Soy consciente de que soy un sacerdote viejo. De hecho el más viejo del círculo de amigos sacerdotes con los que actualmente comparto muchos momentos en Monterrey donde mis superiores me tienen por ahora. 

El papa Francisco decía que uno de los tesoros que se deben cultivar es la amistad sacerdotal. «La amistad sacerdotal —decía— es una fuerza de perseverancia, de alegría apostólica, de valor e incluso de sentido del humor».

Los sacerdotes, tanto religiosos como diocesanos, debemos querernos, apoyarnos, pues tenemos la misma unción, la misma misión y, además, estamos dentro del camino de la misma santificación por el sacramento del Orden recibido. Y la convivencia, la comunión y la amistad nos hacen fuertes, le dan eficacia a nuestro sacerdocio, fortaleciéndolo y llenándolo de entusiasmo apostólico.

Hace poco, en el «National Catholic Register» de Estados Unidos, apareció un artículo tocando el tema sobre lo que pasa con muchos sacerdotes jóvenes abandonan el sacerdocio ministerial. Lo quiero compartir con algunas adaptaciones porque vale la pena porque sé que cada día más sacerdotes jóvenes toman, aparentemente de forma tempestiva, la decisión de dejar el ministerio sobre todo frustrados, solos, sin amigos sacerdotes, religiosos o laicos. 

Los sacerdotes debemos cultivar el don de la amistad entre nosotros y mantener una viva relación cercana con los consagrados y los laicos, especialmente con las familias, con los feligreses del pueblo de Dios. El sacerdote apartado, solitario, distante, lejano «para no contaminarse», no madura afectivamente, sino que más bien decrece, se va para abajo, en el justo sentido del término: se «deprime».

La afectividad sacerdotal crece y madura en relación con una variedad limitada de personas, porque no es que se pueda relacionar con toda gente que nos rodea; imposible; además de ello eso nos sometería a la pérdida de intimidad, que hemos de guardar continuamente. Nos hemos de relacionar también con psicólogos, quizá con un terapeuta, con los otros sacerdotes, con nuestra familia de sangre y las familias de la feligresía. Sin dejar de lado ni descuidar la relación con el director espiritual, que nos ayudará a desarrollar rectamente su vida afectiva.

Por supuesto la relación con las personas, como elemento constitutivo de la afectividad, no excluye -todo lo contrario-, sino exige y supone la relación con las personas divinas, Padre, Hijo y Espíritu Santo. 

Bien, pues estto que viene a continuación es el artículo que me resulta muy ilustrativo y de alguna manera creo que leerlo nos invita a orar por todos los sacerdotes sea cual sea nuestra vocación específica.

«Cuando Toby —nombre ficticio— se acercó al altar durante su misa de ordenación [sacerdotal] hace aproximadamente una década, comprensiblemente estaba nervioso, quizás mucho más [de lo común] que el candidato promedio.

A pesar de haber crecido como católico, amar su fe y recibir constante apoyo durante su experiencia en el seminario, Toby albergaba serias dudas sobre si realmente podría decir "Sí" al sacerdocio. Pero afirma que las expectativas de su familia, sus seguidores y el propio seminario crearon una situación en la que le resultó imposible dar marcha atrás en la ordenación.

Aunque inmediatamente se sintió profundamente inseguro en el sacerdocio, Toby, siguiendo el consejo de un sacerdote mayor, decidió dar lo mejor de sí en el ministerio parroquial. "Para Navidad, estaba al borde de un colapso nervioso", recordó Toby. “Intentaba hacer algo con todo el corazón, de forma correcta y consciente, pero no me sentía capaz. Sobre todo, celebrar la misa se volvió muy doloroso. Experimentaba un abismo entre lo que hacía y mi estado mental.”

Toby solicitó la reducción al estado laical tan solo unos años después de su ordenación. Declaró que siempre había sentido una fuerte atracción por el matrimonio; hoy está felizmente casado.

Sin duda, Toby dedicó mucho menos tiempo al ministerio sacerdotal que la mayoría de los hombres ordenados. Pero el fenómeno de los hombres que abandonan el sacerdocio rápidamente —por razones ajenas a la mala conducta o al escándalo— es más común de lo que se cree. 

Expertos que trabajan con sacerdotes declararon que, en los últimos años, han observado con mayor frecuencia que los problemas de agotamiento y soledad alejan a los hombres de su vocación. Y los datos respaldan esta observación: según un estudio reciente de The Catholic Project, los sacerdotes más jóvenes reportan niveles más altos de agotamiento y soledad en comparación con sus colegas de mayor edad.

Los sacerdotes necesitan interacción regular e intencional con sus compañeros y fraternidad, apoyo de los laicos y formación humana y espiritual continua para persistir en su vital servicio a la Iglesia, según declararon expertos en formación sacerdotal. “De hecho, la formación nunca termina realmente. Debería ser una parte constante de la vida de un sacerdote, pero no siempre es así”, afirmó Anthony Lilles, profesor de teología moral y dogmática en el Seminario de San Patricio en Menlo Park, California.

Se sabe anecdóticamente que un número considerable de sacerdotes solicitan la dimisión del ministerio en la actualidad, pero es difícil saber cuántos con certeza. Lilles y otros comentaron que perciben que un número creciente de jóvenes abandona el sacerdocio poco después de la ordenación, pero hasta la fecha esto no ha sido corroborado por un estudio formal.

En términos generales, dijo Lilles, que un hombre abandone el sacerdocio dentro de los cinco años indica un problema con su formación en el seminario; después de cinco años, la falta de apoyo continuo es probablemente el factor más importante.

El Padre Peter —cuyo nombre también es ficticio—, un joven vicario parroquial ordenado hace aproximadamente una década y que sirve en la Costa Este, declaró que conoce a un número considerable de jóvenes, tanto de su edad como menores, que han dejado el sacerdocio, tanto en su diócesis como en otros lugares. En sintonía con Lilles, el Padre Peter afirmó que la mayoría de los sacerdotes comprenden bien las realidades del sacerdocio a los cinco años, y que su continuidad dependerá de su madurez, formación y vida espiritual. Como sacerdote, «se exige mucho de tu energía y de tu corazón. Si una persona no ha aprendido a equilibrar su propia vida y no cuida de la 'parroquia de su alma', eso se convierte en un problema», afirmó el Padre Peter.

Para muchos de los sacerdotes que el Padre Peter conoce y que han dejado el sacerdocio, las exigencias del sacerdocio no se ajustan a sus expectativas. Ha visto cómo una cultura clerical de "adicción al trabajo" lleva al descuido de la salud espiritual, física y mental de los sacerdotes, abriendo así la puerta a la proliferación de vicios. Recordó a un compañero que dejó el sacerdocio después de tan solo seis años, citando el comportamiento "poco cristiano" de sus compañeros sacerdotes. Otros compañeros, una vez que comprendieron lo "desordenadas y rotas" que pueden ser las personas que trabajan en la Iglesia tras bambalinas, concluyeron que el sacerdocio no es para ellos, dijo.

"He conocido a personas que no quieren dejar el sacerdocio, pero sienten que no tienen otra opción ni apoyo de otros sacerdotes, de su obispo", dijo el Padre Peter. "Básicamente, llegan a un punto en el que dicen: 'Si esto es el sacerdocio, entonces no quiero saber nada de él'", dijo. 

A pesar de su relativamente corto tiempo en el ministerio activo, Toby, quien ejerció su ministerio en el Reino Unido, comentó que pudo observar de primera mano cómo el estilo de vida sacerdotal, a menudo solitario, puede ser perjudicial y empujar a los hombres a abandonar el seminario. “Básicamente, formamos una comunidad [en el seminario], y luego [después de la ordenación] se nos pide vivir prácticamente una vida de aislamiento, de soledad… Vi eso como un factor para otros hombres que básicamente discernieron su salida del seminario antes de ser ordenados. Sé que fue un factor importante para un buen amigo mío”, declaró Toby.

La observación de Toby refleja un problema que enfrentan los sacerdotes en muchas diócesis y comunidades religiosas. Si bien a menudo comienzan con un gran celo, muchos sacerdotes jóvenes hoy en día se encuentran con importantes responsabilidades poco después de asumir el alzacuellos. Cada vez más, a medida que más diócesis cierran y fusionan parroquias, sumado a la continua escasez de sacerdotes, a los pastores jóvenes se les puede pedir que pastoreen varias parroquias a la vez.

Matthew Rudolph, cofundador de Chrism, un ministerio de Colorado que busca brindar apoyo integral y continuo para ayudar a los sacerdotes a prosperar, señaló que Jesús, en los Evangelios, envió a sus discípulos "de dos en dos", reconociendo la necesidad de compañía. Hoy en día, los sacerdotes suelen ser enviados "uno por uno": asignados a las rectorías por sí mismos, a veces en lugares geográficamente distantes de su hermano sacerdote más cercano, dijo Rudolph. Rudolph comentó que conoció personalmente a dos amigos que dejaron el sacerdocio tan solo un par de años después de su ordenación. Ambos experimentaron una profunda desilusión y soledad casi inmediatamente después de comenzar su ministerio activo. Descubrieron que, tras la ordenación, el apoyo y la fraternidad que construyeron durante el seminario pueden desmoronarse abruptamente. El estrés, el aislamiento y la "vida de soltero" en la que caen algunos sacerdotes pueden conducir a la depresión, la desesperanza, el abuso de sustancias e incluso, trágicamente, al suicidio. "Creo que debemos recordar que los sacerdotes también son humanos", dijo Rudolph.

El padre Carter Griffin, rector del Seminario San Juan Pablo II en Washington, D.C., enfatizó que los seminarios desempeñan un papel fundamental en la preparación de los hombres para la fidelidad a largo plazo a su vocación sacerdotal. Señaló que ya se han logrado mejoras significativas en las últimas décadas. Se hace hincapié en garantizar una formación humana integral, que incluye el mantenimiento de la salud y los límites de la castidad, el manejo de las ansiedades y la gestión de la inmensa carga de trabajo de la vida parroquial. También se están realizando esfuerzos para cultivar una cultura de "compromiso", comenzando en el seminario.

“Vivimos en una época y en una sociedad en la que los compromisos no se toman en serio… pero debemos hacer todo lo posible para ayudar a nuestros hombres a asumir y cumplir sus compromisos”, dijo el padre Griffin. Naturalmente, la formación espiritual también sigue siendo de vital importancia. “La respuesta más eficaz para los sacerdotes que abandonan su ministerio es una relación más profunda con el Señor. Todavía tenemos que afrontar las cosas a nivel humano, por supuesto, pero el sacerdocio solo tiene sentido a través de la fe y la relación con Dios. Un buen seminario ayudará a un hombre a cultivar esa relación cada día”, dijo.

“[Los sacerdotes] no priorizan reunirse tanto como les conviene”, comentó el padre Peter, señalando que a veces la falta de fraternidad sacerdotal se debe menos a la logística y más a la falta de motivación.

El padre Sean Conroy, vicario parroquial de Santo Tomás Moro en Centennial, Colorado, se unió a los Compañeros de Cristo durante su seminario, un grupo de sacerdotes diocesanos comprometidos a vivir juntos en comunidad en la medida en que su arzobispo se lo permite. Los compañeros nunca se pierden la comida comunitaria del sábado por la noche: los sacerdotes cocinan para los demás, dedican tiempo a la oración y disfrutan de la compañía mutua. En medio de las responsabilidades y el estrés de ser párroco, puede ser fácil ver el tiempo que pasa en comunidad con sus hermanos sacerdotes como un compromiso más, admitió el padre Conroy. Pero aprecia que le ayude a crecer en santidad y a promover su desarrollo humano y espiritual. “Reconocemos que [la comunidad] es algo que necesitamos para ser sacerdotes santos, y es algo que buscamos”, dijo el Padre Conroy. “Cuando soy fiel al apoyo de los hermanos, siempre me voy sintiéndome mucho mejor… En esencia, la fraternidad sacerdotal es necesaria”.

Bob Schuchts, fundador del Centro de Sanación Juan Pablo II en Florida, comentó que ha observado que la crisis de abuso sexual ha creado un temor generalizado a la intimidad entre laicos y clérigos, reemplazando las amistades sanas entre sacerdotes y laicos por la cautela y la distancia, afirmó. Ante esto, Schuchts sugirió que los católicos deberían considerar dar pequeños pasos para invitar a su sacerdote a la vida familiar, como invitarlo a compartir una comida. “Realmente no amamos a nuestros sacerdotes activamente. La mejor comunidad está entre los hermanos sacerdotes, entre ellos. Pero también es necesario que los sacerdotes y las familias se involucren entre sí”, dijo Schuchts.

Toby dijo que cree que es importante que los sacerdotes se acerquen a los laicos, especialmente a las parejas casadas, ya que las vocaciones matrimoniales y sacerdotales se complementan. “Creo que algo que los laicos pueden hacer es... invitarlo a sus vidas, entablar una amistad con él en cierto sentido, pero también en términos de darle un lugar como alguien que está ahí para acompañarlos espiritualmente, apoyarlos y nutrirlos”, dijo Toby.

Rudolph, por su parte, dijo que cree que muchos párrocos se sienten genuinamente queridos por su feligresía, pero de una manera un tanto anónima. Aconsejó a los feligreses laicos que “conozcan al hombre que está tras el cuello”: que aprendan sobre él, recen y ayunen por él y lo animen de una manera específica y personal. Los sacerdotes a menudo reciben más críticas que ánimos, añadió Rudolph, así que compartan comentarios positivos y expresen su gratitud, aconsejó.

El padre Griffin estuvo de acuerdo. Dijo: “Los sacerdotes estamos muy agradecidos por el amor y el apoyo de las personas a las que servimos. ... Participar en las iniciativas parroquiales y otras necesidades de la parroquia no solo fortalecerá su sentido de pertenencia a la comunidad parroquial, sino que también será un gran apoyo para su sacerdote”.» Hasta aquí el artículo.

Yo espero que la lectura de estas líneas que van sumamente de acuerdo con mi humilde opinión, nos puede ayudar no solamente a orar por los sacerdotes, sino a vernos como seres humanos y no solamente como objeto de consumo. 

Varias veces he comentado el sentir de algunos de mis hermanos hermanos sacerdotes que me dicen que terminan la última misa del día o la última actividad en la parroquia, todos parten a sus casa o trabajos y ellos se quedan allí… en sus oraciones, rodeados por el silencio.

La mayoría de las personas se nos acercan a los sacerdotes por un breve instante cada semana para preguntarnos entre otras cosas: ¿Me puede confesar? ¿Me bendice esta medalla? ¿Puede ir a ver a un enfermo? ¿Me bendice la camioneta?... pero no se involucran para nada en nuestras vidas como seres humanos. No nos preguntan cómo estamos, si nos sentimos bien, si algo nos hace falta, si pueden echarnos la mano en algo... Llegan y se marchan sin intercambiar muchas palabras.

Yo por mi parte no me puedo quejar, tengo muchos amigos sacerdotes y bastante gente que me procura, pero tal vez tú que lees esto seas sacerdote y no te acercas a tus hermanos en el ministerio; eres tal vez una religiosa y rezas solamente de forma abstracta por los sacerdotes sin descender a casos especiales. Eres tal vez un hombre o una mujer que vive en medio del mundo sin ninguna clase de interacción personal con el o los sacerdotes de tu parroquia...

Así como los sacerdotes diocesanos o religiosos somos responsables de cuidar el bienestar del rebaño encomendado y animar a todos en la fe y la vocación específica, todos pueden hacer lo mismo por nosotros. Si tu pastor fuera tu hermano, ¿cómo te gustaría que lo trataran? Comprometamonos al 100% para acompañar, alentar, cuidar a todo sacerdote porque sin el sacerdote, aunque sea el más pecador, el más miserable, el más indigno... no podemos tener a Jesús Eucaristía.

Padre Alfredo.

P.D. No te olvides de orar por mí.

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