jueves, 11 de diciembre de 2025

LOS SIGNOS DEL BAUTISTA... Un pequeño pensamiento para hoy

En la narración evangélica del domingo pasado la figura central, en este devenir del Adviento fue Juan el Bautista. El más grande los profetas y el que anuncia la venida del Señor y llama al pueblo a la conversión. Hoy el evangelio nos recuerda que la misión de Juan está íntimamente unida a la experiencia del encuentro, misión que empieza en el templo con Zacarías, quien al entrar en la presencia de Dios recibe la promesa de un hijo. Este hijo es Juan, que, desde el vientre de su madre, experimenta el encuentro con el redentor del mundo. Estos encuentros dejan entrever la importante misión a la que fue llamado desde el seno materno. Por eso el evangelista (Mt 11,11-15) pone en boca de Jesús esta expresión dirigida a la multitud: «En verdad les digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista».

El nacimiento de Juan el Bautista tuvo signos muy claros y evidentes de la intervención de Dios y de la elección de su persona para ser el profeta que anunció al Salvador del mundo y lo señaló ya entre nosotros; su vocación y su servicio humilde y austero es manifestación de una disposición certera para que se cumpla el plan de Dios, donde él debe disminuir y el Mesías debe crecer. El contemplar estos aspectos de la vida del precursor de Jesús nos ha de llevar a preparar el propio corazón para recibir a Cristo que viene a nuestro encuentro para volcar todos nuestros pensamientos, decisiones y acciones en la persona de Jesús. Juan nos ayuda también en este tiempo de Adviento, a pensar en el valor de nuestro propio testimonio de vida, sencillo y austero, libre y trasparente, convencido y radical que centra la esperanza en Cristo.

Para llevar a pleno cumplimiento la obra de la salvación, el Redentor, del que fue precursor el Bautista, sigue asociando a sí y a su misión a hombres y mujeres, que como Juan, los Doce y los discípulos, estemos dispuestos a tomar la cruz y seguirlo. Como para Cristo, también para los cristianos cargar la cruz no es algo opcional, sino una misión que hay que abrazar por amor, porque el Cristo que ha de venir por segunda vez al mundo, rodeado de gloria y esplendor, es el mismo que nación en Belén y que no deja de proponer a todos su invitación clara: «El que quiera ser mi discípulo, que renuncie a su egoísmo y lleve conmigo la cruz.» Sigamos de camino con María a la espera de Jesús que ya se acerca. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

martes, 9 de diciembre de 2025

YA LLEGA EL BUEN PASTOR... Un pequeño pensamiento para hoy

Mucha gente, en medio de la tolvanera que se levanta constantemente en esta sociedad líquida por ideas que van y vienen aceleradamente se siente perdida. Y es que debido a esta multiplicación excesiva de ideologías de diverso tipo, hay cientos y seguramente miles de personas que no mantienen posturas coherentes, que presentan visiones eclécticas que estructuran la participación política y social con roles que no se alcanzan a comprender o a vivir en plenitud. En los últimos años, ideologías militantes de las que todos sabemos y que se dan en diversas naciones, como el populismo de derecha y el liberalismo de justicia social han cobrado fuerza, conquistando adeptos y sacudiendo al llamado «establishment», ese grupo dominante de élite que controla el poder político, económico o social.

Los cristianos comprometidos, los hombres y mujeres de fe y la gente de buena voluntad, inmersos en las realidades del mundo, caminamos con esa sensación que carcome y que entristece el alma, que hace que de repente todo se vea gris, sin sol y sin colores. Debemos darnos cuenta de que en este tiempo de Adviento el Señor nos busca para recordarnos que vamos solo de paso por esta tierra y que hemos de dejarnos encontrar por él para prepararnos a su segunda venida. El Buen Pastor, al que hace referencia el evangelio de este martes, nos hace pensar en ese Dios que nos cuida y nos protege aún en medio de cuanta adversidad se presente, ayudándonos a avanzar por estos «valles oscuros» esperando la llegada de la luz de la que él es portador (Mt 18,12-14). Esas ovejas somos nosotros. 

Desde los primeros años del cristianismo son constantes las representaciones de ese Buen Pastor con el cordero al hombro, una imagen tierna y entrañable. De hecho las imágenes más antiguas que se han encontrado en las catacumbas son de el Buen Pastor. Hoy Jesús nos vuelve a hablar de ella, de cómo el pastor va en busca de la oveja perdida y de cómo se alegra al encontrarla.  Y llega más lejos al decirnos que no es voluntad de nuestro Padre que se extravíe ni una sola de sus ovejas: un mensaje de esperanza, de futuro, de confianza... ¡de Adviento! Cada año celebramos este tiempo litúrgico que nos recuerda que Dios no se cansa de amarnos, no se cansa de perdonarnos, no se cansa de prepararnos al encuentro definitivo; por eso nosotros no debemos tener reparos en dejarnos encontrar por Él, en dejarnos rescatar para salir de la noche oscura del alma —como decía San Juan de la Cruz— Acrecentemos nuestra confianza en Dios en este Adviento, dejémonos encontrar por el Buen Pastor y refugiémonos en sus brazos como la oveja perdida. Con Él, que ya llega, nada nos falta. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.


lunes, 8 de diciembre de 2025

¡Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti!... UN PEQUEÑO PENSAMIENTO PARA HOY

Celebramos hoy, dentro de este clima tan especial del Adviento, la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, es decir, el hecho de que María fue concebida sin pecado original desde el primer momento de su existencia. Dios preparó a María de manera especial para ser la madre de Jesús, preservándola del pecado original que todos heredamos. El evangelio de hoy (Lc 1,26-38), muy conocido por todos, nos corrobora este dogma cuando el ángel Gabriel saluda a María, porque se dirige hacia ella como «llena de gracia». 

Son estas palabras del saludo las que la Iglesia comenzó a ver como la base de este dogma —una verdad revelada por Dios y propuesta por el Magisterio (autoridad eclesiástica) como un fundamento de la fe que exige una adhesión irrevocable de los fieles y no puede ser puesta en duda— de la Inmaculada Concepción de María. Y es que esto da a entender que    ella ya estaba llena de gracia antes de que el ángel llegara. El ángel no le dice a la Virgen «recibirás la gracia», sino que se dirige a ella diciéndole directamente: «llena de gracia», porque Dios la había preparado desde su concepción. El ángel viene de parte de Dios, por lo tanto no la puede llevar al engaño como la serpiente sí lo hizo con Eva —primera lectura Gn 3,9-15.20) ni le puede hablar con medias verdades.

María, la «llena de gracia», recibe como don la divinidad; no se apropia, sino que recibe y acoge. Todo gozo de ser de Dios viene siempre de querer, de aceptar, de hacer nuestro lo que Dios quiere ofrecernos y a ella eso de ser inmaculada, se lo regaló Dios desde antes de estar en el seno materno. Gracias a la pureza de nuestra madre santísima, obedece a la voluntad del Señor y con todo su ser pronuncia un «sí» generoso, que compromete toda su vida, se pone plenamente a disposición del designio divino. Por eso ella es la nueva Eva, la verdadera «madre de todos los vivientes», de quienes por la fe en Cristo reciben la vida eterna. Encomendémonos a ella diciéndole: «¡Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti!» ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 7 de diciembre de 2025

Necesitamos de los sueños de los salmistas... Un pequeño pensamiento para hoy

El Adviento, para el hombre y la mujer de fe, es una invitación a mirar de otra forma la realidad de siempre, reconociendo en ella las promesas de Dios, que siguen vigentes, y acogiendo los anhelos más profundos del corazón humano, que se encamina con esperanza hacia la vida eterna. Los versículos entresacados del salmo 71 (Sal 71,1-2.7-8.12-13.17), en el salmo responsorial de hoy, nos invitan a ello. Este salmo es un canto de fe inquebrantable que entrelaza la esperanza con el recuerdo de la fidelidad pasada de Dios, la petición de su ayuda presente y la promesa de una alabanza futura, especialmente, en el caso del salmista que lo escribe, en la etapa de la vejez, viendo a Dios como su único y eterno refugio y esperanza.

El salmista nos ayuda a conectarnos profundamente con la esperanza del Adviento porque nos dispensa un salmo mesiánico y de confianza, que pide la venida de un Rey justo que traiga paz, que defienda a los pobres y que sea la esperanza de vida para todos, reflejando la venida de Jesús, el Mesías, el Rey de justicia y paz, la esperanza definitiva del pueblo en espera de su Salvador. El salmo pide a Dios que confíe al rey su juicio y justicia, para que rija con rectitud a los humildes (versículos 1-2). Esto resuena con la espera del Adviento por el Mesías que establecerá un reino de justicia y paz con el deseo de que «en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente» (versículo 7), una promesa central de la venida de Cristo en este tiempo de Adviento. Desde lo profundo de su corazón, quien confeccionó este salmo clama por la liberación de los pobres y afligidos, que no tienen protector (versículo 12) y con eso nos recuerda que el Adviento celebra a Jesús, que viene a salvar a los necesitados y oprimidos.

Depositemos nuestra esperanza en Dios y aprovechemos no solamente éste, sino todos los salmos que en Adviento se nos ofrecen en cada misa reflejando la esperanza de que Cristo viene a traernos la salvación para todo el mundo. Que los salmistas nos ayuden a entender que no habrá justicia, ni paz, ni felicidad para todos si al mundo le falta la «experiencia de Dios"» en la oración, en el trato íntimo con él. Necesitamos de «los sueños» de los salmistas porque necesitamos defendernos frente a la desesperanza soñando sueños como ellos. Es que aunque sepamos que la reconciliación universal pertenece a la vida cumplida del Reino de Dios, ya desde ahora podemos realizar anticipos, a pequeña o mayor escala, de esa paz cumplida. Acompañados de los salmistas, así como de la intercesión de Isaías, Juan el Bautista, José de Nazareth y por supuesto María, abramos un camino al Señor que llega. ¡Bendecido segundo domingo de Adviento!

Padre Alfredo.

«Las vacaciones, un tiempo esencial para los sacerdotes»

Los sacerdotes, al igual que todo el resto del común de los mortales, acumulamos cansancio. El ejercicio de nuestro ministerio nos mantiene en constante movimiento que a veces termina pasando factura a nuestra salud, por eso no debemos renunciar al necesario tiempo de descanso recordando obviamente que un sacerdote sigue siendo «alter-Christus», otro Cristo, que se pone in persona Christi, en lugar de Cristo, para que Cristo pueda estar presente entre la demás gente que. vacaciona. ¡Los sacerdotes siempre llevamos co nosotros «tatuado», el amor de Cristo durante las vacaciones.

Sabemos que nuestra respuesta vocacional suele malinterpretarse como una obligación de estar disponibles 24/7. Pero el descanso y la relajación son tiempos indispensables para recargar energías, romper con un ritmo a veces abrumador.

Ninguno de los sacerdotes —al igual que el resto del común e los mortales— estamos libres de sufrir un «burn-out» —un estado de agotamiento físico, mental y emocional causado por estrés laboral crónico— por enfrentar una sobrecarga de trabajo en soledad. Para evitar esto es vital tener amigos sacerdotes, un grupo donde podamos hablar, compartir, reír y descansar. El aislamiento es el terreno más fértil para el desgaste espiritual.

San Juan Pablo II hablaba, ya en sus tiempos, de las exigencias del ministerio sacerdotal que por la escasez de sacerdotes se acrecentaban; el Papa Francisco pidió con insistencia sacerdotes alegres; y León XIV nos habló, el 26 de junio de este Año Jubilar, a un grupo de 1,500 sacerdotes diocesanos y religiosos que colaboramos en la formación permanente del clero, de las alegrías y fatigas de los presbíteros diciéndonos, entre otras cosas: «Nadie aquí está solo. Y aunque estés trabajando en la misión más lejana, ¡nunca estás solo! Traten de vivir lo que el Papa Francisco llamaba tantas veces la “cercanía”: cercanía con el Señor, cercanía con el obispo o el superior religioso, y cercanía también entre ustedes, porque realmente deben ser amigos, hermanos; vivir esta hermosa experiencia de caminar juntos sabiendo que estamos llamados a ser discípulos del Señor. Tenemos una gran misión y juntos podemos llevarla a cabo. Contemos siempre con la gracia de Dios, también con mi cercanía, y juntos podremos ser verdaderamente esta voz en el mundo».

Lo sabemos bien: si un sacerdote no está bien en su vida personal, espiritual, física o psicológica, difícilmente será feliz en su ministerio, y eso inevitablemente repercute en las comunidades. No somos héroes. La fatiga puede afectarnos sin importar nuestra edad y los años de ordenados. 

Las vacaciones suelen ser muy beneficiosas. El Papa Francisco no fue muy dado a tomarlas, mientras que San Juan Pablo II y Benedicto XVI se refugiaban en las montañas del norte de Italia, y León XIV se retiró dos semanas a Castel Gandolfo a donde se va, habitualmente cada martes. No puedo hablar por todos por supuesto, pero para mí el día de descanso, la semana de estudio, el retiro, los ejercicios y las vacaciones son esenciales porque como decía alguien por allí: «Quien no descansa, cansa a los demás». 

Aprovechemos nuestros días de vacaciones y termino esta breve reflexión dedicada a mis hermanos Misioneros de Cristo; a uno de mis grupos de amigos sacerdotes muy queridos formado por Toño, Checo, Jaime, Van Troi, Edgar y Rola; también a Julián, José Luis, Florencio, Lauro, Pancho; a Victor y a mis demás ahijados padres y muchos amigos sacerdotes más con las palabras con que el Santo Padre terminó nuestro encuentro de junio pasado: «No somos perfectos, pero somos amigos de Cristo, hermanos entre nosotros y hijos de su tierna Madre María. Y eso nos basta».

¡Felices vacaciones a todos mis hermanos sacerdotes!

Alfredo, M.C.I.U.

sábado, 6 de diciembre de 2025

UN NUEVO OBISPO AUXILIAR... Un pequeño pensamiento para hoy

Esta mañana amanecimos en Monterrey con la alegre noticia de que el Santo Padre, el papa León ha nombrado al padre José Eugenio Delgado obispo auxiliar de Monterrey. No somos parientes, pero nos decimos «primos» porque nuestros papás son originarios del vecino estado de Coahuila. Me pareció un detalle muy especial de Dios nuestro Señor que la lectura del evangelio de hoy (Mt 9,35-10, 1.5a.6-8) toque el tema de las ovejas que experimentan la necesidad de un pastor. Quienes viven en Monterrey saben de la necesidad de pastores para nuestra comunidad católica. Los sacerdotes somos pocos y las vocaciones escasas. La llegada de un obispo auxiliar es siempre un signo de esperanza que viene claramente de Cristo el «Buen Pastor».

El padre Eugenio es muy buen sacerdote. Una persona de oración y de servicio. Estudió en Roma Teología Espiritual y ha sido formador en el seminario, rector de Catedral y párroco en Nuestra Señora de Fátima, además de que es el rector de la Escuela Bíblica de Monterrey, así que será con toda seguridad «un pastor que conoce el olor de las ovejas de Monterrey». Como sacerdote «el primo» siempre ha tenido un gran corazón para servir a los fieles. Siempre cerca de sus alegrías y dolores y en los retos que encuentran en su vida diaria. Estoy seguro, que será un gran Obispo.

Quisiera que recordáramos que ser obispo en la Iglesia Católica no es un «trabajo más» o «un oficio común y corriente». Por eso es un día tan especial no solo para la Iglesia de Monterrey sino para todos. Porque sabemos que Jesucristo elige a cada obispo para llevar a cabo la misión que le encomendó a sus Apóstoles y a la Iglesia. Para todos los miembros de la Iglesia cada obispo es una señal viva de la presencia de Jesús que nos ama a cada uno, que está vivo entre nosotros y que camina con nosotros en nuestra jornada de vida. Que María santísima guíe el corazón del padre Eugenio que vive no solamente el Adviento del tiempo litúrgico como todos nosotros, sino el Adviento de su ordenación episcopal. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

ORACIÓN A CRISTO REY

Mi padre, don Alfredo (1934-2019), solía rezar mucho y pensar en Cristo Rey como compañero de camino. Muy temprano hacía sus oraciones y en especial, ya anciano, repasaba, después de Laudes, una serie de oraciones entre las cuales me encontré ésta. De niños nos llevó muchas veces a la parroquia de Cristo Rey en Monterrey a misa dominical. Les invito a rezarla ustedes también:

Corazón Sacratísimo del Rey pacífico, 
¡Corazón Santo que adoro con toda las fuerzas de mi ser!
¿Cómo, ni con que se me dará dado 
agradecerte los beneficios innumerables,
de que tu ardientísima caridad 
me ha colmado, en toda mi vida? 

Yo quisiera, dulcísimo Rey, 
poseer el lenguaje de los serafines 
para que mis palabras 
ardiesen en este día, 
tanto como mi corazón, 
al entregarme sin reservas a ti, 
consagrándote, amantísimo Rey 
las potencias de mi alma, 
los sentidos de mi cuerpo, 
mi vida, mi muerte y todo cuanto soy. 

¡Viva Cristo rey, en mi corazón, 
en mi casa, y en mi patria!
Amén.

Parroquia de Cristo Rey
en Monterrey.


viernes, 5 de diciembre de 2025

Mirar con los ojos de la esperanza... UN PEQUEÑO PENSAMIENTO PARA HOY


En el Evangelio de hoy (Mt 9, 27-31), Jesús plantea una pregunta a dos ciegos que parece que titubean un poco respecto a que Jesús pueda curarlos. El evangelista no nos dice si se trata de dos personas ciegas de nacimiento o que han perdido la vista y desean recobrarla. El caso es que para ser que expresan, tal vez con sus gestos o el tono de voz —que en el escrito no podemos escuchar— que dudan de ser curados. Yo creo que en este Adviento hoy se nos plantea esa misma pregunta a nosotros: «¿Crees que puedo hacerlo?». Al pensar en la segunda venida de Cristo nos pregunta si nuestra confianza nos permite mirar con unos ojos llenos de esperanza el futuro, porque él, el Mesías viene a salvarnos.

A veces no vemos lo evidente de la presencia de Dios que viene a nuestro encuentro porque nos ciega nuestro pesimismo, no encontramos los lentes que llevamos puestos en la fe que recibimos desde nuestro bautismo. En Adviento, ante el consumismo exagerado al que el ambiente nos invita, mucha gente se queja de que no le alcanza para un buen regalo, de que no va a cenar en Navidad algo espectacular, de que no va a poder pedir vacaciones y ve los colores de la vida de otra forma, cuando este tiempo nos debe llenar de esperanza a todos. Y parece ser que no solamente nos cegamos, sino que también nos volvemos sordos ante la voz de Dios y confiamos más bien en lo que no deberíamos, porque también tenemos cerrados los oídos y desconfiamos de que Jesús pueda venir a devolvernos la vista con los ojos de la fe y el oído con las orejas de la esperanza.

Adviento es un tiempo para levantar la mirada, para abrir los oídos, para ensanchar el corazón y dejar atrás los prejuicios que nos impiden confiar no solamente en los demás, sino incluso en nosotros mismos y sobre todo en Dios que no nos desampara y que viene a salvarnos de todo lo que causa nuestra ceguera y nuestra sordera. El viene con el colirio de la esperanza porque los desánimos, las fragilidades, las decepciones, las caídas y los momentos en los que uno parece rendirse a la hora del trabajo espiritual, apostólico y familiar no tienen otra fuente más que la falta de esperanza y la necesitamos recobrar. Pidamos a María que nos ayude a disponer el corazón para que en estos días la esperanza sea la virtud central y podamos repetir lo que dice el salmo 26: «El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle miedo? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar?». ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

martes, 2 de diciembre de 2025

SENCILLEZ... Un pequeño pensamiento para hoy

Hoy quiero empezar la reflexión de este día con una anécdota que el padre Ansel Grün Bron cuenta acerca del futbolista polaco Robert Lewandowski. Después de un partido de fútbol en el que Lewandowski anotó cinco goles en media hora, le preguntaron en la rueda de prensa cómo se sentía y contestó: «estoy muy satisfecho». Esa fue una respuesta simpática y sencilla a la vez. El futbolista no intentó destacar con sus goles, ni situarse en el foco de atención. Simplemente dijo con sencillez: «estoy muy satisfecho». Y es que estop viene a colación por el evangelio de hoy (Lc 10,21-24) en el que Jesús destaca que el Padre Misericordioso ha revelado las verdades de la fe a la gente sencilla.

El hombre sencillo no se complica ni complica a los demás. Y, en el caso de quien tiene fe, el sencillo deja entrar a Dios en su alma, sin cerrarle la puerta con el cerrojo o el pasador del egoísmo. Cuando se habla de sencillez me encanta ir al corazón de María, en el que fulgura, definitivamente esta virtud. Basta ir al episodio de la anunciación en el evangelio de san Lucas en donde se narra que el ángel entró y saludó a María. ¡Qué fácil fue para Dios, a través de Gabriel, entrar en el corazón de María, alma sencilla, sin pliegues, sin fisuras! Dios no tuvo que derribar ningún muro en ella.

¡Qué bien suena escuchar el evangelio de este martes y experimentar cómo Jesús se llena de alegría al ver la sencillez de los suyos y hace por eso un hermoso canto de alabanza al Padre! Un reconocimiento al actuar de Dios que deja en la ignorancia de las cosas altas a los que se complican. Y digo que nos viene muy bien porque el Adviento, para muchos, no es tiempo de sencillez, sino de personas que se sumergen en rémoras interminables viendo a ver qué compran de regalos para la Navidad o que adornos sofisticados colocan en sus casas para «apañar» a los demás. Los primeros discípulos de Jesús fueron sencillos, algunos de ellos rudos pescadores que se convirtieron en los depositarios del mensaje del Padre y los encargados de llevar la Buena Nueva al mundo, y Dios irá con ellos; o tal vez mejor dicho «en ellos». Que María, en su sencillez, nos contagie para que nosotros también recibamos a Jesús con un corazón sencillo. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 1 de diciembre de 2025

UNA FE SORPRENDENTE... Un pequeño pensamiento para hoy

El tiempo el Adviento es algo así como un hermoso canto de gratitud al Padre Misericordioso que nos colma con la esperanza de que su Hijo, el Redentor, viene a salvarnos. El Mesías vendrá primeramente a reafirmar la fe de Israel. El profeta Isaías nos lo recuerda en la primera lectura de hoy (Is 4,2-6): «Aquel día, el vástago del Señor será el esplendor y la gloria, y el fruto del país será orgullo y ornamento para los redimidos de Israel». Luego se acercarán las naciones paganas a participar del don de su salvación, como lo vemos en el evangelio de este lunes (Mt 8,5-11). El centurión sabía que era muy probable que Jesús no entrara a casa de un pagano y confiesa con humildad que él no pertenece al pueblo elegido, que la salvación le llegará, todo lo más, en un segundo momento.

Pero, a la confesión de la propia humildad, viene enseguida la impresionante confesión de fe cristológica. El centurión funda una contraposición entre su autoridad y la de Jesús; su autoridad es limitada, subordinada; él no es el césar… pero tiene algún poder sobre soldados y criados, un poder que es «eficaz». Frente a ese poder limitado, reconoce que Jesús posee un señorío absoluto que por la autoridad que muestra, es capaz de trascender espacios. Jesús mismo queda sorprendido de la indefectible fe del pagano; el texto griego dice «etháumasen», que significa que Jesús «se admiró». Al parecer, los judíos, incluso los que estaban más cerca de él, con toda su preparación veterotestamentaria, no habían llegado a percibir esa su ilimitada autoridad mesiánica.

Esto abre nuestro corazón a la gratitud, porque esta acción colma la tarea del Mesías de un sinfín de esperanzas misioneras: «vendrán muchos de oriente y de occidente...». El Adviento es esperanza para todos... ¡para todos! —como decía el papa Francisco—porque el Padre Eterno no considera a nadie como caso perdido, para todos envía a su hijo Jesús. El pagano, el inmoral, el político corrupto o el explotador… no han perdido la capacidad de reconocer en Jesús a su Salvador. Prologuemos este anhelo de nuestro Padre Dios y en este tiempo de Adviento vayamos preparando no solo nuestro corazón, sino el de quienes nos rodean, aunque estén alejados de la fe. Seguro con pequeños gestos de servicio, de atención, de escucha, percibirán que hay «Alguien» que se acerca y nos trae la Buena Nueva. Con María caminemos de la mano en este Adviento. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.