miércoles, 13 de febrero de 2013

Una renuncia por amor... ¡Gracias Santo Padre!

A todos sorprendió la noticia de que el Santo Padre Benedicto XVI dejará su cargo el próximo 28 de febrero por «falta de fuerzas». Nos ha dicho que tomó la decisión hace casi un año, en su viaje a México y Cuba, aunque sólo se la comunicó a sus colaboradores íntimos. Una vez elegido su sucesor se irá a un monasterio de clausura.

El Papa ha manifestado que lo ha hecho con plena libertad «por el bien de la Iglesia», tras haber orado durante mucho tiempo y haber examinado su conciencia ante Dios, muy consciente de la importancia de este acto, pero consciente al mismo tiempo de no estar ya en condiciones de desempeñar ese ministerio petrino que exige tanto y  sin la fuerza que éste requiere. Con plena confianza, ante una audiencia como la de todos los miércoles, pero en este miércoles de ceniza de 2013, el Papa se sabe sostenido e iluminado por la certeza de que la Iglesia es de Cristo, que no dejará de guiarla y cuidarla. El Papa ha agradecido a todos el amor y la plegaria con que lo hemos acompañado desde todos los rincones del mundo. Sencillo y concreto, como es, ha dicho: «¡Gracias! En estos días nada fáciles para mí, he sentido casi físicamente la fuerza que me da la oración, el amor de la Iglesia, su oración. Sigan rezando por mí, por la Iglesia, por el próximo Papa. El Señor nos guiará».

El Papa afirma que se dedicará a la oración por la Iglesia y que su renuncia se debe a la falta del vigor físico que se requiere para hacer llegar lo espiritual a un mundo tan cambiante y rápido como el de hoy.

Creo, en primer lugar, que de ninguna manera podemos comparar su pontificado con el de Juan Pablo II (quiero muchísimo a los dos y los admiro como dos grandes hombres santos) en el que desde años y años atrás venía dirigiendo a la Iglesia, y fue envejeciendo en el cargo; en cambio, el Santo Padre Benedicto XVI, desde el día en que inició su pontificado, afirmó que éste sería corto, ya que fue elegido a solamente dos años de llegar naturalmente a la renuncia como Cardenal. Es decir, empezó a ser Papa siendo un viejito. ¿Han visto al Papa enviar un twiter? ¿Cómo escribirá un facebook? Son pocas las personas que a los 85 años (conozco dos) manejan celulares, smartphones, tabletas y computadoras con agilidad.

Tuve ocasión de saludar a Joseph Ratzinger dos veces como Papa en Roma, y las dos veces me impresionó su sencillez —y por qué no decirlo— su personalidad más bien tímida, pero, así lo conocí cuando era Cardenal y yo era estudiante allá mismo en Roma. Un hombre de Dios cuando es llamado a un servicio en la Iglesia, conserva su forma de ser y se deja llevar por Dios. A mí sinceramente el tema no me da pie a despertar polémica ni especulaciones, es simplemente la vida de un hombre que siempre ha sido sincero y coherente con su forma de ser; un hombre que nunca ha buscado quedar bien con nadie y que está plenamente convencido de que quien guía a la Iglesia, es Cristo.

Joseph Ratzinger, al dejar de ser el Papa Benedicto XVI el próximo día 28 a las 8 de la noche, no se bajará de la barca de la Iglesia que va navegando mar adentro… simplemente, debido a la situación muy particular que manifiesta, dejará que tome el timón otro con más fuerzas que él para afrontar la tormenta. Seguro por su edad y condición no se siente capaz de depender siempre de alguien para escribir, para enviar algo, para entender y atender el lenguaje moderno de un mundo, que —como él mismo dice— está “sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe”.

Por último, el Papa no está haciendo nada indebido, novedoso o que se salga de lo que se puede hacer en la Iglesia. De hecho el Código de Derecho Canónico (Las leyes de la Iglesia) lo prevé  Lo que tenemos que hacer todos nosotros, como discípulos y misioneros del Señor Jesús, es sentirnos agradecidos por este hombre maravilloso que pronunció su “SÍ” para seguir a Cristo prestando su servicio de "Vicario de Cristo en la tierra" por un corto tiempo.  y que seguirá llevando la cruz de cada día, pero de diversa manera considerando que es lo mejor para la Iglesia y para el mundo.

La sabiduría que el Papa Benedicto XVI —teólogo por excelencia— demostró durante su pontificado, quedará como legado para las futuras generaciones, y su ejemplo de humildad sin precedentes, en este mundo contemporáneo ansioso de poder, es y será siempre una enseñanza. Si él siente que por su edad o por su salud no está capacitado para dirigir y toma la decisión de renunciar, es un acto de coraje digno de alabanza e imitación de algunos que, en este ámbito o en otro, pudieran tomar su ejemplo con esa misma sencillez y libertad.

Nosotros también «como él lo ha hecho— debemos decir: «¡Gracias!». Gracias, Santo Padre Benedicto XVI por ese servicio como «humilde servidor de la viña del Señor». Gracias Gracias, Santo Padre Benedicto XVI por estos años de un ministerio petrino llevado siempre con la Cruz a cuestas. Gracias, Santo Padre Benedicto XVI por las encíclicas, homilías, discursos y palabras improvisadas de una rica hondura espiritual. Gracias, Santo Padre Benedicto XVI por enseñarnos con el propio testimonio de vida lo que es ser humilde y recordarnos que es Cristo quien guía a la Iglesia. Gracias, Santo Padre Benedicto XVI por esa valentía, sin buscar protagonismos, ante tantos problemas de un mundo y una Iglesia que están sufriendo y necesitan curarse de muchas heridas. Gracias, Santo Padre Benedicto XVI por ese amor a la Iglesia extendida por toda la tierra, que, a pesar de la edad y el cansancio, tuvo el gozo de tener la presencia del Vicario de Cristo en varias partes del orbe. Gracias, Santo Padre Benedicto XVI... ¡por todo!