miércoles, 16 de diciembre de 2015

«VEN SALVADOR NUESTRO POR QUIEN SUSPIRAMOS»... Novena de Navidad

DIA PRIMERO (16 de diciembre)

ORACIÓN INICIAL PARA CADA DÍA:
Dios de infinita misericordia, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que encarnado y hecho nuestro hermano en las entrañas de la Virgen María, naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio; te damos gracias por tan inmenso beneficio. Como respuesta de amor, te ofrecemos, Señor, el esfuerzo sincero para hacer de este mundo tuyo y nuestro, un mundo más justo y más fiel al gran mandamiento de amarnos como hermanos. Concédenos, Señor, tu ayuda para poderlo realizar. Te pedimos que esta Navidad que ya se acerca, sea una fiesta de paz y alegría, un estímulo, a fin de que viviendo como hermanos y amigos, busquemos más y más los caminos de la verdad, la justicia, el amor y la paz. Amén.

REFLEXIÓN PARA HOY:
Desde la desobediencia de Adán y Eva todos los hombres vivían en pecado; y tanto amaba Dios a estos que prometió enviarles a su propio hijo, nacido de mujer, para predicar la palabra divina y permitir así, que todos los hombres puedan llegar al Padre Celestial. Dios quiso enviar su hijo al mundo para que habitara en él, y así cumplir la promesa de salvar a todo el género humano de sus pecados. Escogió para madre del Niño a una jovencita virgen que vivía en Nazaret, un pueblo de Galilea, y que estaba desposada con José el carpintero. Su nombre era María.

ORACIÓN DEL DÍA:
Señor, te pedimos que siempre nos ilumines y nos des la fuerza suficiente para rechazar las tentaciones que nos conducen al pecado. Amén.

Padrenuestro, 3 Avemarías, Gloria.

PROPÓSITO:
Dejaremos abiertos nuestros corazones para que el Niño Dios pueda entrar. Sigamos con alegría el camino que nos conduce al cielo.

JACULATORIA:
Ven Salvador nuestro por quien suspiramos. ¡Ven, no tardes tanto! ¡Ven a iluminar nuestras almas! ¡Ven, que te esperamos!

ORACIÓN FINAL PARA CADA DÍA:
Padre bueno, te pedimos que el Niño Jesús nazca también en nuestros corazones para que podamos regalarle a otros el amor que Tú nos muestras día a día. Ayúdanos a reflejar con nuestra vida tu abundante misericordia y que junto con tus Ángeles y Arcángeles vivamos siempre alabándote y glorificándote. Amén.


DIA SEGUNDO (17 de diciembre)

ORACIÓN INICIAL PARA CADA DÍA:
Dios de infinita misericordia, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que encarnado y hecho nuestro hermano en las entrañas de la Virgen María, naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio; te damos gracias por tan inmenso beneficio. Como respuesta de amor, te ofrecemos, Señor, el esfuerzo sincero para hacer de este mundo tuyo y nuestro, un mundo más justo y más fiel al gran mandamiento de amarnos como hermanos. Concédenos, Señor, tu ayuda para poderlo realizar. Te pedimos que esta Navidad que ya se acerca, sea una fiesta de paz y alegría, un estímulo, a fin de que viviendo como hermanos y amigos, busquemos más y más los caminos de la verdad, la justicia, el amor y la paz. Amén.

REFLEXIÓN PARA HOY:
Dios no quiso realizar su propósito sin antes consultar a María sobre tal deseo. Mandó entonces un mensajero, al arcángel San Gabriel, para que visitara a María y pidiera su consentimiento para la encarnación. Ella en su profunda fe aceptó tal propuesta y humildemente dijo: «¡Sí! que se realice en mí lo que Dios desea». José también recibió la visita de un ángel y comprendiendo lo grande de aquel milagro, también lo aceptó. Así sucedió que Jesús nació de una virgen por obra y gracia del Espíritu Santo.

ORACIÓN DEL DÍA:
Ayúdanos Señor a ser cada día más humildes, para que podamos aceptar, como José y María, todos los hechos de nuestra vida sin rebeldía, y con una actitud de confianza en nuestro Padre. Amén.

Padrenuestro, 3 Avemarías, Gloria.

PROPÓSITO:
Intentaremos responder siempre «sí» a la voluntad de nuestro Padre del cielo, tal como lo hizo la Virgen; en nuestro trabajo, en nuestro estudio, en nuestro trato con los que nos rodean pediremos la docilidad de José y María a la voluntad de Dios.

JACULATORIA:
Ven Salvador nuestro por quien suspiramos. ¡Ven, no tardes tanto! ¡Ven a iluminar nuestras almas! ¡Ven, que te esperamos!

ORACIÓN FINAL PARA CADA DÍA:
Padre bueno, te pedimos que el Niño Jesús nazca también en nuestros corazones para que podamos regalarle a otros el amor que Tú nos muestras día a día. Ayúdanos a reflejar con nuestra vida tu abundante misericordia y que junto con tus Ángeles y Arcángeles vivamos siempre alabándote y glorificándote. Amén.


DIA TERCERO (18 de diciembre)

ORACIÓN INICIAL PARA CADA DÍA:
Dios de infinita misericordia, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que encarnado y hecho nuestro hermano en las entrañas de la Virgen María, naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio; te damos gracias por tan inmenso beneficio. Como respuesta de amor, te ofrecemos, Señor, el esfuerzo sincero para hacer de este mundo tuyo y nuestro, un mundo más justo y más fiel al gran mandamiento de amarnos como hermanos. Concédenos, Señor, tu ayuda para poderlo realizar. Te pedimos que esta Navidad que ya se acerca, sea una fiesta de paz y alegría, un estímulo, a fin de que viviendo como hermanos y amigos, busquemos más y más los caminos de la verdad, la justicia, el amor y la paz. Amén.

REFLEXIÓN PARA HOY:
María se encaminó presurosa a las montañas de Judá, donde vivía su parienta Isabel con su esposo Zacarías. En ella Dios había hecho el milagro de que engendrara un hijo cuando ya no tenía esperanza de tenerlo por su avanzada edad. Isabel apenas vio a María exclamó: "Bendita eres entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre".
María aún con el peso del embarazo, no vaciló en servir a su parienta y brindarle su desinteresada ayuda acompañándola por unos tres meses; porque la voluntad de servicio inunda la vida de quien abre el corazón a Cristo.

ORACIÓN DEL DÍA:
Ilumina Señor nuestra mente y nuestro corazón, para que nuestra ayuda sea siempre presurosa, oportuna y desinteresada hacia quien más la necesite. Amén.

Padrenuestro, 3 Avemarías, Gloria.

PROPÓSITO:
Ofreceremos nuestro apoyo incondicional a todos nuestros semejantes.

JACULATORIA:
Ven Salvador nuestro por quien suspiramos. ¡Ven, no tardes tanto! ¡Ven a iluminar nuestras almas! ¡Ven, que te esperamos!

ORACIÓN FINAL PARA CADA DÍA:
Padre bueno, te pedimos que el Niño Jesús nazca también en nuestros corazones para que podamos regalarle a otros el amor que Tú nos muestras día a día. Ayúdanos a reflejar con nuestra vida tu abundante misericordia y que junto con tus Ángeles y Arcángeles vivamos siempre alabándote y glorificándote. Amén.


DIA CUARTO (19 de diciembre)

ORACIÓN INICIAL PARA CADA DÍA:
Dios de infinita misericordia, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que encarnado y hecho nuestro hermano en las entrañas de la Virgen María, naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio; te damos gracias por tan inmenso beneficio. Como respuesta de amor, te ofrecemos, Señor, el esfuerzo sincero para hacer de este mundo tuyo y nuestro, un mundo más justo y más fiel al gran mandamiento de amarnos como hermanos. Concédenos, Señor, tu ayuda para poderlo realizar. Te pedimos que esta Navidad que ya se acerca, sea una fiesta de paz y alegría, un estímulo, a fin de que viviendo como hermanos y amigos, busquemos más y más los caminos de la verdad, la justicia, el amor y la paz. Amén.

REFLEXIÓN PARA HOY:
Esperando la llegada del Divino Niño, María y José se dispusieron a preparar todas las cosas que necesitaban para recibirlo. Ella cosió y tejió las ropas y mantas que el Niño Jesús necesitaría, y José su esposo, como era un hábil carpintero, seleccionó las mejores maderas e improvisó con el pesebre la cuna más hermosa donde poder acostarlo. Aunque la difícil condición implicó mucho esfuerzo, ellos, con gran entusiasmo, no repararon en dedicar el tiempo necesario, con todo amor, a esas tareas.

ORACIÓN DEL DÍA:
Señor, te queremos dar gracias porque sabemos que en todas las cosas buenas que hacemos, aún las más pequeñas, siempre estás con nosotros. Amén.

Padrenuestro, 3 Avemarías, Gloria.

PROPÓSITO:
Realizaremos nuestras obligaciones sencillas, de cada día, con la mayor perfección posible, con toda dedicación y con mucha alegría.

JACULATORIA:
Ven Salvador nuestro por quien suspiramos. ¡Ven, no tardes tanto! ¡Ven a iluminar nuestras almas! ¡Ven, que te esperamos!

ORACIÓN FINAL PARA CADA DÍA:
Padre bueno, te pedimos que el Niño Jesús nazca también en nuestros corazones para que podamos regalarle a otros el amor que Tú nos muestras día a día. Ayúdanos a reflejar con nuestra vida tu abundante misericordia y que junto con tus Ángeles y Arcángeles vivamos siempre alabándote y glorificándote. Amén.


DÍA QUINTO (20 de diciembre)

ORACIÓN INICIAL PARA CADA DÍA:
Dios de infinita misericordia, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que encarnado y hecho nuestro hermano en las entrañas de la Virgen María, naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio; te damos gracias por tan inmenso beneficio. Como respuesta de amor, te ofrecemos, Señor, el esfuerzo sincero para hacer de este mundo tuyo y nuestro, un mundo más justo y más fiel al gran mandamiento de amarnos como hermanos. Concédenos, Señor, tu ayuda para poderlo realizar. Te pedimos que esta Navidad que ya se acerca, sea una fiesta de paz y alegría, un estímulo, a fin de que viviendo como hermanos y amigos, busquemos más y más los caminos de la verdad, la justicia, el amor y la paz. Amén.

REFLEXIÓN PARA HOY:
Desde Nazaret, el carpintero José y su esposa María salieron rumbo a Belén de Judea, para cumplir con la disposición del emperador romano. La Virgen se encontraba en el último mes de su embarazo y el viaje fue largo, lento y penoso. José, siendo más fuerte, la ayudaba y atendía amorosamente durante todo el camino. Los problemas e incomodidades que tuvieron durante la travesía fueron muchos, pero ellos hicieron su viaje sin quejarse, con humildad y fueron bendecidos por el poder de Dios.

ORACIÓN DEL DÍA:
Señor, ayúdanos a ser generosos brindando ayuda a nuestros hermanos, preparando el camino a Jesús, que ya se acerca y abriendo así una puerta a la esperanza y siendo misericordiosos como Tú. Amén.

Padrenuestro, 3 Avemarías, Gloria.

PROPÓSITO:
Confiemos en que el señor nos brindará su ayuda para encontrar la salida, aún en los momentos más difíciles.

JACULATORIA:
Ven Salvador nuestro por quien suspiramos. ¡Ven, no tardes tanto! ¡Ven a iluminar nuestras almas! ¡Ven, que te esperamos!

ORACIÓN FINAL PARA CADA DÍA:
Padre bueno, te pedimos que el Niño Jesús nazca también en nuestros corazones para que podamos regalarle a otros el amor que Tú nos muestras día a día. Ayúdanos a reflejar con nuestra vida tu abundante misericordia y que junto con tus Ángeles y Arcángeles vivamos siempre alabándote y glorificándote. Amén.


DIA SEXTO (21 de diciembre)

ORACIÓN INICIAL PARA CADA DÍA:
Dios de infinita misericordia, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que encarnado y hecho nuestro hermano en las entrañas de la Virgen María, naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio; te damos gracias por tan inmenso beneficio. Como respuesta de amor, te ofrecemos, Señor, el esfuerzo sincero para hacer de este mundo tuyo y nuestro, un mundo más justo y más fiel al gran mandamiento de amarnos como hermanos. Concédenos, Señor, tu ayuda para poderlo realizar. Te pedimos que esta Navidad que ya se acerca, sea una fiesta de paz y alegría, un estímulo, a fin de que viviendo como hermanos y amigos, busquemos más y más los caminos de la verdad, la justicia, el amor y la paz. Amén.

REFLEXIÓN PARA HOY:
El Salvador del mundo habría de nacer en Belén de Judá. Por aquel tiempo el emperador César Augusto dictó una Ley por la cual todas las personas debían empadronarse en un censo, cada una en su ciudad de origen. José, por ser descendiente de la familia de David, acompañado de María, emprendió el viaje a Belén. Aunque ello significaba para la Virgen un gran esfuerzo, una vez más, la obediencia llevó a María y José a aceptar con fe los designios de Dios.

ORACIÓN DEL DÍA:
Señor, somos tus humilde servidores, ayúdanos a cumplir obedientemente todo lo que tu palabra nos indique, aunque ello implique un grande esfuerzo para hacer tu voluntad. Amén.

Padrenuestro, 3 Avemarías, Gloria.

PROPÓSITO:
Pediremos la fe para tener la seguridad de que los designios de Dios siempre se cumplirán si somos obedientes a su voluntad.

JACULATORIA:
Ven Salvador nuestro por quien suspiramos. ¡Ven, no tardes tanto! ¡Ven a iluminar nuestras almas! ¡Ven, que te esperamos!

ORACIÓN FINAL PARA CADA DÍA:
Padre bueno, te pedimos que el Niño Jesús nazca también en nuestros corazones para que podamos regalarle a otros el amor que Tú nos muestras día a día. Ayúdanos a reflejar con nuestra vida tu abundante misericordia y que junto con tus Ángeles y Arcángeles vivamos siempre alabándote y glorificándote. Amén.


DIA SEPTIMO (22 de diciembre)

ORACIÓN INICIAL PARA CADA DÍA:
Dios de infinita misericordia, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que encarnado y hecho nuestro hermano en las entrañas de la Virgen María, naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio; te damos gracias por tan inmenso beneficio. Como respuesta de amor, te ofrecemos, Señor, el esfuerzo sincero para hacer de este mundo tuyo y nuestro, un mundo más justo y más fiel al gran mandamiento de amarnos como hermanos. Concédenos, Señor, tu ayuda para poderlo realizar. Te pedimos que esta Navidad que ya se acerca, sea una fiesta de paz y alegría, un estímulo, a fin de que viviendo como hermanos y amigos, busquemos más y más los caminos de la verdad, la justicia, el amor y la paz. Amén.

REFLEXIÓN PARA HOY:
De todos los pueblos vecinos y de otros más alejados, llegaba gente a Belén. Así, la ciudad se vio pronto colmada de personas que buscaban alojamiento. Poco tiempo faltaba para el nacimiento del Niño Dios y José se encontraba inquieto al no encontrar un lugar donde poder hospedarse. La mayoría de las posadas estaban llenas y en otras, sus propietarios negaban los cuartos o los ofrecían a precios que José no podía pagar, y aunque veían a María encinta y cansada, no los aceptaron. Para ellos, no había espacio en ningún lugar.

ORACIÓN DEL DÍA:
Señor, creo, pero aumenta mi fe, para que cuando vengas a buscarme en la Eucaristía, en tu Palabra y en el hermano necesitado, siempre encuentres la puerta abierta de mi corazón. Amén.

Padrenuestro, 3 Avemarías, Gloria.

PROPÓSITO:
Procuraremos ser menos egoístas y compartiremos lo mucho o poco que tengamos.

JACULATORIA:
Ven Salvador nuestro por quien suspiramos. ¡Ven, no tardes tanto! ¡Ven a iluminar nuestras almas! ¡Ven, que te esperamos!

ORACIÓN FINAL PARA CADA DÍA:
Padre bueno, te pedimos que el Niño Jesús nazca también en nuestros corazones para que podamos regalarle a otros el amor que Tú nos muestras día a día. Ayúdanos a reflejar con nuestra vida tu abundante misericordia y que junto con tus Ángeles y Arcángeles vivamos siempre alabándote y glorificándote. Amén.


DIA OCTAVO (23 de diciembre)

ORACIÓN INICIAL PARA CADA DÍA:
Dios de infinita misericordia, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que encarnado y hecho nuestro hermano en las entrañas de la Virgen María, naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio; te damos gracias por tan inmenso beneficio. Como respuesta de amor, te ofrecemos, Señor, el esfuerzo sincero para hacer de este mundo tuyo y nuestro, un mundo más justo y más fiel al gran mandamiento de amarnos como hermanos. Concédenos, Señor, tu ayuda para poderlo realizar. Te pedimos que esta Navidad que ya se acerca, sea una fiesta de paz y alegría, un estímulo, a fin de que viviendo como hermanos y amigos, busquemos más y más los caminos de la verdad, la justicia, el amor y la paz. Amén.

REFLEXIÓN PARA HOY:
Saliendo del pueblo, José encontró un establo en donde había un pesebre. Ciertamente eso no era lo que él hubiera deseado para María y el Niño Dios, pero por lo menos tendrían un techo que les protegiera del frío de la noche. Limpió un rincón del establo apartó a un lado los animales que allí se encontraban, colocó pajas y allí se tendió la Virgen. No hubo un lugar mejor; tampoco una confortable cama, pero si un júbilo grande por haber encontrado aquel sitio al que llenaron de amor, la pobreza del lugar, como dice la beata María Inés, desapareció ante la belleza de la llegada inminente del Mesías Salvador. Jesús nacería en total pobreza, signo de su futura humildad, ejemplo para todo aquel que quiera ser un fiel seguidor de Jesús.

ORACIÓN DEL DÍA:
Señor, danos la gracia de que al contemplar tu humilde pesebre nuestros ojos se abran y busquemos la felicidad en tu palabra y no en las cosas materiales.

Padrenuestro, 3 Avemarías, Gloria.

PROPÓSITO:
Procuremos llenar de amor nuestras vidas, derramando alegría en torno nuestro, haciendo a nuestro alrededor un espacio de santificación.

JACULATORIA:
Ven Salvador nuestro por quien suspiramos. ¡Ven, no tardes tanto! ¡Ven a iluminar nuestras almas! ¡Ven, que te esperamos!

ORACIÓN FINAL PARA CADA DÍA:
Padre bueno, te pedimos que el Niño Jesús nazca también en nuestros corazones para que podamos regalarle a otros el amor que Tú nos muestras día a día. Ayúdanos a reflejar con nuestra vida tu abundante misericordia y que junto con tus Ángeles y Arcángeles vivamos siempre alabándote y glorificándote. Amén.


DIA NOVENO (24 de diciembre)

ORACIÓN INICIAL PARA CADA DÍA:
Dios de infinita misericordia, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que encarnado y hecho nuestro hermano en las entrañas de la Virgen María, naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio; te damos gracias por tan inmenso beneficio. Como respuesta de amor, te ofrecemos, Señor, el esfuerzo sincero para hacer de este mundo tuyo y nuestro, un mundo más justo y más fiel al gran mandamiento de amarnos como hermanos. Concédenos, Señor, tu ayuda para poderlo realizar. Te pedimos que esta Navidad que ya se acerca, sea una fiesta de paz y alegría, un estímulo, a fin de que viviendo como hermanos y amigos, busquemos más y más los caminos de la verdad, la justicia, el amor y la paz. Amén.

REFLEXIÓN PARA HOY:
La noche envuelve a Belén. María siente que el Niño está por llegar. El burrito que sirvió de cabalgadura en el viaje y los animales que hallaron en el pesebre les servirán, con su tibio aliento, para darle calor: José espera... de pronto el silencio se corta con el llanto de un Niño. ¡El Salvador ha nacido! La promesa de los siglos llega a su cumplimiento. El lugar se llena de alegría y corren los pastores a llevarle ofrendas y brindarle adoración. Coros de Ángeles que bajan del cielo cantan «¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad...!» Y Dios se satisface de su obra concluida.

ORACIÓN DEL DÍA:
Señor, recibe nuestra adoración en esta noche santa; te abrimos nuestro corazón para que nazcas en él no solo en Navidad, sino todos los días de nuestra vida. Amén.

Padrenuestro, 3 Avemarías, Gloria.

PROPÓSITO:
Celebremos cristianamente la Navidad y brindemos nuestro amor a quienes comparten con nosotros esta noche y oremos y ayudemos siempre a quienes carecen de todo y necesitan que les tendamos la mano.

JACULATORIA:
Ven Salvador nuestro por quien suspiramos. ¡Ven, no tardes tanto! ¡Ven a iluminar nuestras almas! ¡Ven, que te esperamos!

ORACIÓN FINAL PARA CADA DÍA:

Padre bueno, te pedimos que el Niño Jesús nazca también en nuestros corazones para que podamos regalarle a otros el amor que Tú nos muestras día a día. Ayúdanos a reflejar con nuestra vida tu abundante misericordia y que junto con tus Ángeles y Arcángeles vivamos siempre alabándote y glorificándote. Amén.

® ESTA NOVENA ESTÁ REALIZADA COMPILANDO ALGUNOS DATOS DE DISTINTAS NOVENAS DE NAVIDAD Y DE LIBRE ACCESO EN INTERNET. TODO EL MATERIAL UTILIZADO HA SIDO DEBIDAMENTE APROBADO.
ALFREDO DELGADO RANGEL

jueves, 10 de diciembre de 2015

«EL ADVIENTO DE MARÍA»... La vivencia de la fe, la esperanza y la caridad en la Madre de Dios.

«ADVIENTO» es tiempo de espera, es tiempo en que aguardamos la manifestación de un gran acontecimiento: el nacimiento de Nuestro Salvador. Es, por lo tanto, un tiempo de espera gozosa y expectante, ya que lo que esperamos es la llegada de nuestra Salvación; un tiempo importante y solemne, un tiempo favorable para agradecer la salvación, para pensar en valor de la paz y de la reconciliación. «ADVIENTO» es el espacio que los creyentes hacemos en la Iglesia para revivir el tiempo que estuvieron esperando y ansiando los patriarcas y profetas para ver al Salvador, es el tiempo que Simeón vio acercarse lleno de alegría y que la comunidad eclesial celebra solemnemente y con fervor, alabando y dando gracias al Padre Eterno por la misericordia que en este misterio nos ha manifestado al habernos dado al Salvador.

Es en «ADVIENTO» cuando resuena con más fuerza la exclamación del profeta Simeón al tener ante sus ojos al Salvador tan esperado: "Ahora Señor según tu promesa puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu salvación, la que has preparado ante todos los pueblos. Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel" (Lc 2,29) «ADVIENTO»  es el tiempo, que vivió también la profetisa Ana, en oración y ayunos hablando del niño que nacería a los que esperaban la redención de Jerusalén. «ADVIENTO» es el tiempo de espera y preparación para las manifestaciones de Dios, esas manifestaciones del Señor que requerirán siempre, de nuestra parte, una especial preparación.

Todo período anterior a una manifestación de Dios debe considerarse un adviento y vivirse como tal. Esperar sin preparar el corazón para el evento que se espera, es desaprovechar el tiempo de gracia que el Señor ha determinado para la humanidad.

La historia de la salvación tiene en Cristo su punto culminante y su significado supremo. Él es el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Todo fue creado por Él y para Él, y todo se mantiene en Él. Es el Señor de la historia y del tiempo. En Él, el Padre ha dicho la palabra definitiva sobre el hombre y la historia. (T.M.A. 5). El es el mismo, ayer, hoy y siempre.

Dios misericordioso y siempre fiel, intervino en la humanidad a través de la mediación materna de María. Es a través de ella que viene el Redentor al mundo. Es Ella quien lo trae y presenta al mundo, es ella quien vive el «ADVIENTO» más profundo e íntimo.

Ella, la humilde sierva del Señor, es instrumento singularísimo en la encarnación del Verbo. Por su «Sí», Dios se hace hombre en Ella. San Bernardo dijo: "nunca la historia del hombre dependió tanto, como entonces, del consentimiento de la criatura humana".

En el tiempo de «ADVIENTO», en que fijamos la mirada en la primera venida, la encarnación del Verbo y en la segunda venida, en la que llegará lleno de gloria a juzgar a vivos y muertos, debemos contemplar en el hoy a María, aquella elegida para estar unida a este gran misterio de nuestra redención que acontece cada día y que contemplamos, como dice san Bernardo en esa tercera venida constante del Señor, el Verbo Encarnado, que llega a nosotros en la Eucaristía.

"La alegría de la Encarnación no sería completa si la mirada no se dirigiese a aquélla que, obedeciendo totalmente al Padre, engendró para nosotros en la carne al Hijo de Dios. Llamada a ser la Madre de Dios, María vivió plenamente su maternidad desde el día de la concepción virginal, culminándola en el Calvario a los pies de la Cruz. Ella nos conduce a contemplar el Misterio de la Encarnación, pues es partícipe como nadie. Ella nos dirige como la Estrella que guía con seguridad sus pasos al encuentro del Señor” (T.M.A. 59).

¿Quien es la que ha esperado con más perfección la venida del Salvador? La Virgen Santísima. Ella fue preparada por el Señor mismo, de manera única y extraordinaria, haciéndola Inmaculada (8 de diciembre). Tanto le importa a Dios preparar nuestros corazones para recibir las manifestaciones de su presencia y todas las gracias que Él desea darnos, que vemos lo que hizo con la Santísima Virgen María. Ella fue concebida sin mancha de pecado, sin tendencias pecaminosas, sin deseos desordenados, con un corazón totalmente puro que espera, ansía y añora en todo momento solo a Dios. Toda esa acción milagrosa del Espíritu Santo en ella tuvo un propósito, prepararla para llevar en su seno al Salvador del mundo. Eso es lo que requiere ser la Madre del Salvador.

El Adviento de la Virgen María está marcado por las tres grandes virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad. Nosotros podemos proponernos vivirlas este Adviento.

1.        LA FE DE LA VIRGEN MARÍA:

La Fe es la virtud por la cual creemos firmemente en las verdades que Dios ha revelado. "La fe es la garantía de los bienes que se esperan, la certeza de las realidades que no se ven" (Heb 11,1).

La fe es una virtud infusa o sea dada por Dios directamente en el alma. Pero hay que alimentarla y hacerla madurar a través de nuestros actos de obediencia y confianza. Creer, lo sabemos todos, nunca ha sido fácil, ya que siempre implica una renuncia a las medidas propias para aceptar la medida de Dios, que es infinitamente superior a las nuestras.

La Virgen Santísima, tuvo una fe ejemplar. No ha existido criatura alguna que se pueda comparar a la fe de Nuestra Madre Santísima, ya que su vida requirió de su corazón una fe heroica capaz de poder responder en plenitud al misterio al cual se le llamó y en el cual siempre viviría.

Según el Evangelista San Lucas, la Santísima Virgen María se mueve exclusivamente en el ámbito de la fe.

Desde el saludo: "Ave, llena de gracia, el Señor está contigo" (Lc 1,18), ella requiere fe, pues el ángel le presentaba toda una identidad de la que ella no estaba consciente. Es por eso que leemos que María se turbó ante aquellas palabras. La razón de aquello es el hecho de que el ángel la invita a darse cuenta de lo privilegiada que había sido por Dios y de lo sublime que era la elección de Dios hacia ella. Solo la fe le permite aceptarse por lo que el ángel le dice que es en el plan de Dios: «La llena de gracia». La fe de María la lleva a aceptar con humildad el misterio de su propio ser, ya que ella es situada en un lugar singular para una criatura humana.

La pregunta de María: "¿y cómo será esto pues no conozco varón?" no es una duda o falta de fe, sino como muchos padres de la Iglesia concuerdan en decir, María, por lo que la tradición nos enseña, sabemos que había hecho un voto de virginidad y aunque estaba desposada con José, de hecho no intentaba romper su voto. Y es por eso la pregunta, pues ella debía oír de Dios como se daría esta concepción siendo ella virgen, ya que humanamente su maternidad era imposible. Pero es precisamente este camino de la imposibilidad el que Dios elige para demostrar que en realidad para Dios todo es posible.

La fe se convierte para María en la única medida para abrazar no solo su propio misterio, sino el de su mismo Hijo: un regalo maravilloso que Dios le ha dado no para su propio gozo o su exaltación, sino para el bien de toda la humanidad.

Las palabras con que la Virgen María da su asentimiento: "Hágase en mi según su palabra", nos revelan la consciente aceptación de su función, ante el desafío de una realidad y de un conjunto de acontecimientos que están mas allá de la medida de la inteligencia, y los pensamientos humanos. Y esta respuesta solo la pudo dar un corazón lleno de fe.

"He aquí la sierva del Señor" es una profunda confesión de humildad y obediencia, pero sobre todo de confianza total en la palabra de Dios Padre que dispuso que la Palabra se hiciera carne en el seno virginal de María. Ella creía tanto en la Palabra de Dios, que esa Palabra se hizo carne en su seno virginal alcanzando ese inexplicable milagro: una concepción virginal. Con razón san Agustín dice: "Ella concibió primero en su corazón —por la fe— y después en su vientre".

María escuchó plenamente, acogió y meditó dentro de su corazón, llena de fe y con disponibilidad, humildad y prontitud, esa Palabra para darla como fruto. En María debemos reconocer las palabras de Jesús: "Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen" (Lc. 11,27) Por lo tanto, la maternidad de María no es solo ni principalmente un proceso biológico. Es ante todo el fruto de la adhesión amorosa y atenta a la palabra de Dios en la fe.

Cuando María dijo: "Hágase en mi según su Palabra" (Lc 1,38), dio su consentimiento no solo a recibir al Niño que se concebía en su seno, sino un «Sí» a todo lo que conllevaba el ser la Madre del Salvador. Este consentimiento de María pone de relieve la calidad excepcional de su acto de fe. Fe, lo sabemos, es ante todo conversión, o sea, entrar en el horizonte de Dios, en la mente de Dios, en los pensamientos de Dios y de sus obras.

En el Cántico del Magníficat: Isabel dice a María: "Bendita Tú por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor" (Lc 1,45), e inmediatamente después, María responde a ese reconocimiento de su fe con el cántico del Magníficat, un canto de fe profunda, que fluye de un corazón auténticamente humilde. Pues la fe solo nace en un corazón humilde y sencillo.

"Ha mirado la humildad de su sierva" —dice María en la Escritura— (Lc 1,48), porque solo reconociéndose nada es que puede apreciar y a la vez necesitar fe para creer en las maravillas que Dios había hecho y haría con ella. "En adelante —dice María—me felicitaran todas las generaciones" (Lc. 1,48), porque ella sabe que la vida plena en Dios da frutos abundantes. "El poderoso ha hecho grandes cosas en mi" —exclama— (Lc 1,49), porque por la fe constata que Dios interviene en la vida de sus hijos. "Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que le temen" —continúa diciendo— (Lc 1,50). Y empieza entonces a describir, en este hermoso cántico, lo que por fe sabe que Dios hará con su pueblo.

Todos los demás acontecimientos de la vida de María Santísima, pueden comprenderse tan solo a la luz de la fe, que le hace palpar el sentido de las cosas y el signo de la presencia de Dios incluso en donde, humanamente, podía parecer que no había ningún sentido, o que Dios se había ocultado de alguna manera.

Pensemos en la extrema pobreza que le acompañó. ¿No era también una prueba para la fe de María, a quien el ángel había anunciado el nacimiento del Mesías, un Mesías Rey tan pobre que ni siquiera tenía casa propia y que recibía tan solo el homenaje de unos humildes pastores? ¿ En que consistía entonces ese reino que había mencionado el ángel? ¿No se habría engañado ella al interpretar esas palabras?

Las apariencias parecerían desmentir su fe; pero es por eso que "María guardaba todas las cosas en su corazón" (Lc 2,19.51), porque quería a través de la fe, descubrir la profundidad de las cosas y llegar incluso a creer con mas intensidad. Ese guardar todas las cosas en su corazón, era una búsqueda honesta del sentido de los acontecimientos que ella se empeña en explorar, porque esta segura de que Dios no puede haberla engañado ni puede haberla dejado desamparada.

En el documento conciliar “Lumen Gentium” (Cap.7), la Iglesia nos habla acerca de la fe de María Santísima siguiéndola a través de las diversas etapas de su itinerario terreno y poniendo de manifiesto la constante y radical confianza de la Virgen en Dios.

A pesar de que todo lo que ella vive es fruto de la gracia, es al mismo tiempo obra de la colaboración propia de María con el plan de Dios. Los padres de la Iglesia nos enseñan que María no fue un instrumento pasivo en manos de Dios, sino que cooperó en la obra salvación del hombre con fe y obediencia libres. San Ireneo dice: "creyendo y obedeciendo se hizo causa de salvación para si misma y para todo el genero humano". "Lo atado por la incredulidad de Eva lo desató María mediante su fe. El nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María" (L.G.56).

"Así avanzó también la Santísima Virgen en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente su unión con el Hijo hasta la cruz, junto a la cual, no sin un designio divino, se mantuvo en pie, sufriendo profundamente con su unigénito y asociándose con entrañas maternales a su sacrificio, consintiendo amorosamente en la inmolación de la víctima que ella misma había engendrado" (L.G. 58).

La fe de María es modelo para la Iglesia hasta nuestros días, pues igual que María, la Iglesia tiene su propio itinerario, y es la fe la que guiará a la Iglesia por todos los instantes de su vida. ¿No fue acaso la fe de María la que pidió a su Hijo el milagro en Caná, a través del cual, los discípulos creyeron?

La fe de María fue la mas perfecta, porque las verdades sublimes le fueron presentadas y ella las aceptó con prontitud y con constancia. Ella fue llamada a tener una fe difícil. Pues si es verdad que Dios hizo en ella "cosas grandes" (Lc 1,49), no debemos olvidar que esto requirió que ella estuviera a la altura de esa dura tarea que se le fue confiada. Y la dificultad de su fe se refiere tanto a su maternidad divina y virginal, como a la capacidad de vivir y convivir permanentemente con el misterio de la persona de su Hijo y su plan de redención.

María creyó siempre con prontitud, su fe fue siempre fuerte y generosa, ella no dudó nunca ni un instante. "Hágase en mi según tu palabra” (Lc 1,38) —exclamó ante el anuncio del ángel y es como vivió siempre—. María vivió una fe con constancia en las tantas pruebas y tribulaciones de su vida. Como una roca en medio del mar de la misericordia infinita de Dios, que ninguna tormenta puede mover.

2.        LA ESPERANZA DE LA VIRGEN MARÍA

En el Antiguo Testamento, el salmista, reconociendo quien es Dios exclama: "Bienaventurado el que espera en Yahveh" (Sal 33,9). "Bienaventurado aquel cuya esperanza es Yahveh, su Dios" (Sal 146,5).

La esperanza es una virtud teologal nacida de la fe; la espera es una actitud vital nacida de la esperanza y del amor. "Esperar en"... es tener esperanza; "esperar o aguardar a".. es anhelar al que es objeto de nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor. Por esto es que nadie espera si no cree: "Aguardando la bienaventurada esperanza" (Tit 2,13)

La esperanza se funda en un atributo de Dios; su bondad y su fidelidad a las promesas; la espera se refiere siempre a un encuentro personal con el amado.

María Santísima esperó, en primer lugar, el hecho de que, con la gracia de Dios, podía ser una esposa virgen. Estaba ya desposada con San José y mantenía ese firme propósito —según nos narra la tradición— de no conocer varón. El Espíritu Santo, que la iluminó para mostrarle el camino de la vida consagrada a Dios, la fortaleció para confiar que pudrían unirse en su vida las dos cosas: el ser verdadera esposa y el mantenerse siempre virgen. Y no fue defraudada en su esperanza, ya que el mismo espíritu que a ella la guiaba por el camino de la pureza inmaculada, sembró en el corazón de San José, el varón justo, un amor tan casto, que hizo posible aquel matrimonio virginal.

Cuando el ángel le reveló los designios de Dios, acerca de su maternidad por obra del Espíritu Santo, y no como efecto de unión con ningún varón, María esperó también, contra toda esperanza natural, que sin intervención humana se depositase en su seno la semilla de la vida, la encarnación del Verbo.

María, seguramente, advirtió la angustia y la duda de su esposo, San José, al conocer de su milagroso embarazo. Ella pudo sencillamente manifestar a José el misterio que a ella se le había revelado, con lo cual sus angustias hubieran desaparecido; pero prefirió «esperar» en el plan perfecto de Dios y repetir con el salmista: "Álzate, Oh Dios, y defiende tu causa" (Sal 74). Por eso María calló, oró y esperó en Dios. Y por su valiosa espera confiada, un ángel se le apareció en sueños a José y le reveló que María había concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y que el fruto de sus entrañas virginales sería el Salvador del mundo, el Emmanuel, el Mesías.

Ya antes de que el arcángel visitara a María en Nazaret, la virginal jovencita esperaba como fiel israelita, con fe mesiánica, la venida del Redentor. Si las Escrituras nos dicen que Simeón "esperaba la consolación de Israel" (Lc 2,25) y que José de Arimatea "esperaba el reino de Dios" (Mc 15,43), podemos imaginarnos cómo es que María —la Inmaculada—, esperaba tan ardientemente al Mesías salvador. Lo esperaba con tanta fuerza y anhelo que mereció ser la escogida para tenerle en su seno, siendo así la mas "bendita entre las mujeres" (Lc. 1,42).

Desde el momento que María dio su consentimiento al anuncio del ángel, esperó ella ver con sus propios ojos la plenitud de la promesa hecha por el ángel. Llevaba en su corazón la expectación de tener a Dios hecho hombre en sus entrañas, su hijo ya presente dentro de ella. Es este precisamente el misterio del «ADVIENTO», esperar con alegría y añoranza la revelación del hijo de Dios. Es María quien inicia el «ADVIENTO», y es de Ella de quien la Iglesia aprende a esperar, a permanecer en ese estado de expectación. La Iglesia aprende de María Santísima a vivir el «ADVIENTO» como tiempo de espera dinámico. Los discípulos misionero de su Hijo Jesús, aprendemos de ella a vivir el «ADVIENTO» en un dinamismo que espera anhelantemente la llegada del Señor pero lo anuncia ya: “María se encaminó «presurosa»” (Lc. 1,39), llevando a Jesús en su seno, mientras esperaba el nacimiento glorioso del Salvador.

A partir de aquel momento de la anunciación empezó en María una nueva espera. Ya estaba llena de Dios por dentro; pero quería estarlo también por fuera. Ya tenía al Verbo encarnado en su seno, pero quería tenerlo también en sus brazos y en su regazo. Ya le notaba en sus entrañas, pero ansiaba verle con sus ojos, oírle con sus oídos, besarle con sus labios, abrazarle con sus brazos, amamantarle con sus pechos.

Por eso María le esperaba con tan firme esperanza. Y a medida que se acercaba el día y la hora, aumentaba en María, el ansia y el deseo de la llegada del Mesías. Ni los mas arrebatadores anhelos de los místicos, cuando en su noche oscura esperan que el Señor se les revele, se pueden comparar al anhelo de la espera de María en la noche de Belén.

Con un ardor inmensamente mas encendido, con una esperanza sin comparación mas firme, con un anhelo infinitamente mas vehemente, con un ansia indeciblemente mas sosegada, esperó María la hora del alumbramiento. "Los fieles, considerando el amor inefable con que la Virgen madre espero a su Hijo, están invitados a tomarla como modelo y a prepararse a salir al encuentro del Salvador que viene, velando en oración y cantando su alabanza" (cf. Misal Romano, prefacio de Adviento)

3.        LA CARIDAD DE LA VIRGEN MARÍA.

Pero la espera de María no era egoísta, no se basaba en la expectación simplemente de su hijo, sino del Mesías, del Salvador del mundo, quien venía por amor a los hombres a salvarlos. Es por esto que, desde el principio hasta el final, María tendrá siempre una disposición interior de caridad y pobreza: nunca poseyendo al Hijo, sino entregándolo. Por lo tanto, en su espera por el Hijo que nacerá, ella esta consciente de que vendrá para el mundo y no para que ella lo posea. Es por eso que vemos en las Escrituras que María lo coloca en el pesebre y lo acuesta, en vez de estrecharlo para sí (Lc 2,7).

La espera de María, el «ADVIENTO» de María, es también una preparación al sufrimiento, una preparación para el rechazo, para la pobreza del establo, para la lucha por salvar del martirio al Divino Niño, para la huida a Egipto sin saber cuando regresarían, para la perdida de Jesús en el templo hasta encontrarlo, para la separación a la hora de entrar en su vida publica, para recorrer al lado de su Hijo el camino de la cruz, para esperar la Resurrección, para separarse de Él en su Ascensión y esperar por el momento en que se reunieran en el cielo para toda la eternidad.

Toda esta esperanza de María la prepara para oír a Simeón quien le anunció que, por su unión a la misión redentora de Cristo, ella participaría de sus persecuciones, hasta el punto de que "una espada traspasaría su alma" (Lc 2,35). Ella no se atemorizó ante esta profecía, puso en Dios su esperanza y, cuando llegaron las horas sombrías de Egipto, de Jerusalén y del Calvario, sostenida por la gracia del Señor, vio siempre que era verdad que Dios no desampara a los que esperan en El.

Y esta fe y esperanza de María que fluyen tan abundantemente de su caridad, la preparan para la gran noche del alumbramiento, la noche de Navidad, cuando el Hijo de Dios y de María, nace en un establo de Belén en medio de vicisitudes, negaciones, rechazo, pobreza.....Su espera, su fe, su caridad, la hacen descubrir en esa noche fría y entre animales, la gran noche de la gloria de Dios, donde el Mesías nace para traer a los hombres la salvación.

El Evangelio nos deja ver cómo sucede esta noche tan esperada por María, la noche en que daría a luz al redentor. Dice el evangelista: "Salieron de Nazaret a Belén para responder a un censo ordenado por el emperador romano Cesar Augusto” (Lc 2,1). “No encontraron sitio de alojamiento. Se quedaron en un establo. Dio a luz a su hijo primogénito. Le envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre" (Lc 2,7).

¡Cu —como lo sigue siendo hasta hoy— en sus entrañas al Amor de los amores y comprende viven cada dsto los discero lo anuncia ya: "ánto amor el de María! Creer y confiar en que detrás de la aparente orden del emperador estaba el designio de Dios, Pues Ella sabía que nada sucede sin que Dios lo permita. Ella tenía muy en claro que Dios la amaba y que llevaba en sus entrañas al Amor de los amores, y comprendía que había en este evento un designio mayor. No es fácil para una mujer que está a punto de dar a luz, el tener que hacer un viaje de aquella magnitud. Era ir a pie o en burro. María nunca se quejó de las vicisitudes del momento.

Cuando José y María buscaron albergue en alguna casa de Belén, todos les cerraron las puertas y María tuvo que dar a luz en un establo. ¡Imagínense! Cuántas personas que no abrieron las puertas de su casa a María perdieron la gracia, la bendición de que Jesús naciera en sus hogares.

El aceptar a María Santísima era —como lo sigue siendo hasta hoy— aceptar a Jesús. Abrir la puerta a María Santísima, significaba abrirle la puerta a Jesús...porque la Misión de María es darnos a Jesús, es dar a luz a Jesús en nuestros corazones.

Imagínense, sobre este tema que nos puede decir la Virgen Santísima si San Pablo nos dice en una de sus cartas: «Hijos míos, por quienes sufro dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros» (Gal 4,19). ¡Cuánto debe sufrir María cuando ve tantas almas que no quieren recibir a su Hijo Jesús!

El establo era un sitio para animales, quizás para los limosneros también, y pensar que un establo sucio y de mal olor fue donde el Rey de Reyes nació. Me pregunto que habrá sentido la Virgen. Yo estoy casi seguro de que en todo el camino ella iba orando, rogándole al Padre Celestial que proveyera un lugar para ellos y para que el Mesías, el Hijo de Dios, pudiera nacer. La fe de María le hacía ver que la puerta que Dios Padre abriera sería la que en su plan perfecto debía ser: y el regalo de la providencia de Dios fue un establo. !Feliz la que ha creído que de cualquier manera se cumplirían las promesas del Señor! María no tiene expectaciones propias, Ella espera en el Señor. María es la perfecta solidaria para con aquellos que viven en espera de la providencia de Dios.

En Belén, en medio de aquel entorno, experimentó María lo que es ser pobre y carente de fortuna con todas sus consecuencias: por casa tuvo una cueva; por cuna para su Hijo Divino, un pesebre; por tibio ambiente de hogar, el frío tajante de la noche; por compañía, según la tradición, dos animales de establo, un burro y una vaca. Por eso la Navidad es un evento de pobreza y para los pobres de espíritu y de materia. Debemos vivir la Navidad y no solo celebrarla. Vivirla es encarnar en nosotros lo que paso en ese evento, es por eso que la Navidad debe ser más que nunca, un momento de abrir nuestros corazones y nuestras casas a los necesitados.

La Virgen tuvo su hijo y lo colocó en el pesebre. El primer impulso de una madre es estrechar a su hijo hacia sí. María lo puso en el pesebre. Este es su papel, dar a su hijo al mundo, colocarlo en el pesebre frío de los corazones humanos. Eso es lo que Ella ha hecho desde el nacimiento de Jesús, entregarnos a su Hijo. Ese Hijo que los santos, los beatos y tanta gente de bien quiere que reine en este mundo. La beata María Inés Teresa decía que ella quería establecer un sagrario en cada uno de los corazones de los habitantes de la tierra.

Jesús, al llegar a este mundo encontró un sagrario divino en María, Él dependía de su madre en todo. Ella lo alimentó, lo limpió, lo cuidó, lo envolvió. La gran pregunta es: Si Dios Padre entregó a su Hijo al cuidado de María, si Dios hecho hombre, depende de María y de sus cuidados maternales, ¿como es posible que nosotros no busquemos a esta Madre, para que lo que Ella hizo en y por Jesús, lo haga hoy en y por nosotros? ¿Por qué nos cuesta tanto depender de María, si Jesús dependía de Ella?

El relato evangélico del nacimiento de Cristo nos deja en claro que para recibirle a Él con María se necesita la humildad y la sencillez de vida. Los pastores, que eran humildes y sencillos, fueron los primeros en ver al Salvador. A ellos se les anunció la llegada del Mesías. La señal era ver un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Este acto tan insignificante realizado por María, se convierte en la señal por la que identificarían a Jesús Esto nos enseña que todo lo que María hace, es para hacernos mas fácil el encuentro con Cristo. Ella nos prepara el camino, para que podamos mas rápidamente reconocer al Salvador.

Al Salvador se le encuentra en lo pequeño, en lo sencillo, en lo ordinario. Al Salvador, al llegar a este mundo, se le encuentra en un pesebre y hoy, en nuestros días, se le sigue encontrando así, en signos pobres, en un pedacito de pan que se parte y se reparte y en un poco de vino. Encontraron al niño al lado de María. Siempre la madre junto a su hijo. Donde esta María ahí esta Jesús y donde esta Jesús ahí María.

"María está tan unida a Cristo —decía san Luis María Grignión de Monfort— que sería mas fácil separar la luz de el mismo sol, el calor del fuego, los santos de Dios, pero no a María de su Hijo querido." "No hay lugar donde nosotros —afirma este mismo santo—, criaturas débiles, encontremos a Jesús mas cercano a nuestra debilidad, que hecho niño en los brazos de Su Madre ".

San Antonio —Doctor de la Iglesia— hablando de este hermoso misterio de nuestra salvación comenta: "Oh mi adorado Jesús, ¿donde debo buscarte?, ¿donde te encontraría?, ¿donde vives y descansas? Y el mismo se responde: en María.

Quiero terminar esta reflexión con una hermosa oración que san Juan Pablo II compuso:

Ruega por nosotros, Madre de la Iglesia. Virgen del Adviento, esperanza nuestra, de Jesús la aurora, del cielo la puerta. Madre de los hombres, de la mar estrella, llévanos a Cristo, danos sus promesas. Eres, Virgen Madre, la de gracia llena, del Señor la esclava, del mundo la Reina. Alza nuestros ojos, hacia tu belleza, ¡Amen!

Alfredo Delgado Rangel.