martes, 27 de agosto de 2013

El Vanclarista y la amistad con Cristo…

Hace ya muchos años, la beata María Inés Teresa del  Santísimo Sacramento, inspirada por el Señor, fundó el grupo de Van-Clar. Primero lo insertó, como «brazo derecho» en las primeras constituciones de las Misioneras Clarisas —al hablar de la importancia del trabajo con los laicos—, luego, al poco tiempo, aquello que estaba escrito se concretizó en unos grupitos de jovencitas deseosas de tener una experiencia profunda de amistad con Jesús para ser misioneras seglares e ir a los más alejados en Estados Unidos y en México; unas pensaban en misiones de Semana Santa y verano, y otras, en ayuda económica para la misión de Japón, que fue la primogénita de tantas que fundó la beata María Inés. Poco a poco a cada grupito que nacía, se le unieron jóvenes varones deseosos también de vivir en «estado de misión», atraídos por el lema del grupo que es  “Vivir para Cristo”.

Aquellos jovencitos y adolescentes tuvieron la dicha de conocer a la fundadora del Grupo, la beata Madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, y recibieron las enseñanzas y consejos que salían de sus labios y que iban consolidando el ser y quehacer de esos jóvenes laicos como «vanguardias misioneras», que, respaldados por la doctrina que la Madre les transmitía también por cartas y que iba marcando la pauta a seguir para llegar a ser lo que ella misma esperaba de un Vanclarista: “llenos de fervor, de fuego juvenil, de anhelos de pureza, de sacrificio, de abnegación”. Con el paso de los años aquellos jovencitos inquietos crecieron no sólo en número, sino, como Jesús, en gracia, sabiduría… ¡y edad! (cf. Lc 2,52).

Ahora, con el pasar de los años, el grupo está integrado por adultos mayores, matrimonios, jóvenes profesionistas, estudiantes, adolescentes, enfermos y niños… un sinfín de miembros de diversas condiciones constituyen cada grupo de Van-Clar, que, como una pequeña célula, en medio de una sociedad que parece haber hecho a un lado la fe, busca instaurarla y conservarla en el ambiente en donde cada uno de los miembros del grupo, se esfuerza por dar testimonio de vida cristiana yendo a buscar, al mismo tiempo, a los más alejados.

La beata, en su anhelo misionero, espera de los Vanclaristas laicos “dirigentes”, como fermento del evangelio en medio del mundo, que sepan “ante todo dar testimonio de Cristo con una vida recta, limpia… un grupo que de veras se entregue al servicio de Dios y del prójimo”.

Los grupos han crecido, y ahora son muchos los laicos que quieren hacer vida el lema de Van-Clar: “Vivir para Cristo”. En los últimos años ha sido muy considerable el florecimiento de nuevos grupos en los diversos continentes y el incremento de aspirantes y pre-vanclaristas que han llegado a engrosar las filas de los que perseveran desde hace años en algunos de los catorce países en donde la Familia Inesiana está presente.

Que la Virgen María, la Mujer que mantuvo siempre firme el ideal. La Mujer maravillosa que se mantuvo siempre en un clima de misión. La Mujer que siendo más importante que cualquiera de los apóstoles no perdió nunca el rumbo y la sencillez del amor de amistad con el Señor haciendo en todo su voluntad, camine al lado de cada Vanclarista y le ayude, en el estilo de la beata María Inés, a ser más amigos del Señor y a hacerle más amigos al Señor. ¡Vamos María”.

Alfredo Delgado, M.C.I.U.
Año de la Fe